Eduardo Darnauchans, Héctor Numa Moraes, Carlos Benavides, Eduardo Larbanois: nombres ilustres de nuestra cultura. Este singular cuarteto no sólo comparte un departamento de origen, sino también una escuela que alimentó su sensibilidad y su visión del mundo y que los alentó a perfilar sus muy distintos caminos. En la casa del poeta Washington Bocha Benavides —y siendo casi adolescentes—, los músicos del Grupo de Tacuarembó formarían su carácter como compositores e intérpretes para luego brillar y dejar su estela en el panorama de la canción de autor, el folclore y la música popular uruguaya. Una historia de juntadas eternas en las que todos se escuchaban
Tacuarembó, una ciudad rodeada por tierra en el norte de Uruguay, es una isla misteriosa. Muchos se preguntan qué hay en su agua, en su aire, que hace que allí germinen tantos artistas valiosos. Fue la tierra de Washington Bocha Benavides, escritor y generoso docente, alma mater del Grupo de Tacuarembó, de donde surgió un trío de Eduardos que dio que hablar: Larbanois, Milán, Darnauchans; y también donde Circe Maia escribió sus mejores poemas. Si bien el misticismo seduce, la explicación parece ser más materialista, aunque teñida por la casualidad. Para Benavides, la culpa la tuvieron la guerra civil española y un puñado de extraños docentes.