En las fotos que cuelgan en las paredes de los dos espacios que ocupa la muestra, la música es abordada desde distintos frentes: las sensaciones que provoca en el oyente, los medios que utilizamos para su reproducción, el trabajo de los intérpretes y hasta la creación de instrumentos. Con algunos acercamientos visuales más eficaces que otros, las distintas propuestas involucran fotos intervenidas, dobles exposiciones y representaciones hechas por actores. La heterogénea muestra está en el local de Agadu y pertenece a los estudiantes del taller avanzado Análisis de la Imagen que brindó Solange Pastorino en el Foto Club Uruguayo durante 2022.

La propuesta de Virginia Mesías apunta a lo poético: fotos pequeñas acompañadas por versos que se imprimen en la pared blanca. Se diferencia de otras imágenes expuestas porque da un respiro; la sala parece más espaciosa e iluminada, sólo por la forma en que está diagramada su exposición. Las palabras se vinculan con las fotos de una forma oblicua, es el espectador quien debe tender redes e interpretar. Los elementos naturales parecen ser el punto de partida. Fuego, tierra, agua y aire están reflejados de distintas formas: llamas crepitando, un cielo con nubes difusas, una piedra que se hunde en un lago.

Adrián Chabert.

Adrián Chabert.

Si bien el vínculo con la música es elusivo, hay dos imágenes similares que se destacan; en ambas hay una mujer tocando el bong. La primera, con un cielo celeste y blanco de fondo, la segunda, delante de un paisaje de árboles y hojas. En el librillo que acompaña la muestra, un texto introductorio explica que el sonido del gong es como una ola que revienta en la orilla y regresa más fuerte. Esa idea de onda expansiva está muy bien representada.

Elbio Rodríguez indaga en la forma en que se crea el sonido y para eso se zambulle con sus fotos en el taller de un luthier. Envueltos en una luz cálida, los instrumentos son aquí los protagonistas. Nunca vemos la cara del hombre que trabaja con sus manos: está escondida o deformada a través de un vidrio. En una imagen cenital se puede ver el taller con sus mesas y herramientas. Allí hay instrumentos en distintas etapas de creación, lo que da idea del trabajo arduo que implican. Una mirada cercana a un oficio manual, de esos que parecen destinados a desaparecer.

Formada por nueve imágenes de 60x40 cm, la propuesta de Tomás Hernández parte de la elegancia y la sobriedad. Con la música barroca como eje, sus imágenes apuntan a la materialidad de los instrumentos: las clavijas, la boca, las cuerdas que se tensan, las formas suaves que toma la caja de resonancia. Con una puesta casi teatral, las imágenes parecen emerger del negro, lo que les da un aire de misterio. En esa línea de ambigüedad, se destaca la fotografía de un edificio aristocrático, con frisos decorados y lámparas de araña, en donde una figura apenas clara ejecuta un instrumento.

Laura Sadi.

Laura Sadi.

Del oído a la pupila

Capturar el movimiento no es fácil y Adrián Chabert consigue hacerlo. Las parejas que bailan tango resaltan por sus colores vibrantes que se arremolinan sobre la superficie de la imagen. El cuerpo y la sensualidad están en el centro de su planteo, se ve en las espaldas abiertas de los vestidos y los zapatos de taco aguja en los que posa el lente. La imagen mejor lograda muestra a un hombre y a una mujer que, bailando, se van de foco. A su lado, un espejo refleja otro ángulo de la pareja en el que se destaca el rojo del vestido que lleva ella.

Asombra la flexibilidad que muestran los protagonistas: cómo levantan un brazo o estiran una pierna, las venas que se marcan en los pies. En varias imágenes vemos también cómo interactúa la fotografía con otras expresiones visuales. Una tiene como centro la pintura de un hombre con un bandoneón. En otra, una estatua de Gardel parece observar desde su quietud a los bailarines. Una de las últimas muestra parejas en la calle que se ven como pequeños manchones desenfocados y al fondo se eleva el Palacio Salvo: más montevideana, imposible.

Elbio Rodríguez.

Elbio Rodríguez.

Las fotos de Laura Sadi están intervenidas y conectadas por una trama de hilos de colores, y apuntan a la inclusión. También se distinguen porque algunas utilizan marcos de madera gruesa que introducen la tercera dimensión en un entorno marcado por la planicie. Diferentes músicos callejeros se ven tocando en las imágenes, algunas con una baja saturación, en las que se destacan aún más los hilos fucsias, verdes y amarillos que bordan singulares figuras en su superficie.

José Luis Cabrera se centra en distintos reproductores que se han utilizado para escuchar música. Para fotografiarlos elabora escenas: un discman bajo una lluvia de cedés rojos, azules y dorados, una fila de casetes que proyectan su sombra como una reja, cajas de vinilos que se entreveran. Además de promover una reflexión sobre la obsolescencia, su exposición también tiene un aire de nostalgia y ejemplifica cómo nuestros consumos musicales son una muestra fiel de quiénes somos.

Guillermo Dermit también se centra en la recepción de la música. Para su propuesta invitó a dos actores a interpretar las emociones que le generan ciertas canciones populares. Las fotos, con un fondo pleno de colores vibrantes, los muestran en blanco y negro, posando con base en premisas como “bronca” o “plenitud”. Una idea original que muestra de forma visual la relación entre los estados de ánimo, los colores y los sonidos.

Foto del artículo 'Domesticar el sonido: la exposición fotográfica colectiva Música para tus ojos'

Sobre la pared del fondo de la segunda sala vemos tres imágenes que, unidas, crean la fotografía de una mujer tocando un violín. Su cuerpo parece estar compuesto de hojas verdes, claras y oscuras. Debajo, otro tríptico muestra a la misma muchacha tocando, pero ahora las imágenes que se superponen hacen que parezca rellena de nubes y cielos azules. Mediante esta doble exposición, Luis Puentes Morales propone jugar con la sinestesia. Un sonido que nos traslada a un espacio visual. Así, apunta a confundir nuestros sentidos con imágenes suaves y delicadas como la melodía de un violín.

Música para tus ojos, en Sala de los Fundadores de la Casa del Autor de Agadu (Canelones 1130), de lunes a viernes, de 12.30 a 18.30. Entrada gratuita.