“Si Mariano es Montevideo, Salvador es un compañero que tiene la capacidad de proyectarla hacia el futuro”: así presentó la Vertiente Artiguista su propuesta para que Salvador Schelotto sea candidato a la Intendencia de Montevideo (IM) por el Frente Amplio (FA). Su nombre es uno de los cinco que están en carrera, hasta el momento, para convertirse en uno de los tres que puede habilitar el plenario departamental: además del arquitecto, los sectores del FA han propuesto a Mario Bergara, Verónica Piñeiro, Juan Ceretta y Silvana Pissano.

Mano derecha del exintendente frenteamplista Mariano Arana, Schelotto ha trabajado en la IM en las gestiones de Arana y Tabaré Vázquez y fue director nacional de Vivienda entre 2016 y 2020. En esta entrevista con la diaria, habla de “matar al padre” como una metáfora para superar el Plan Montevideo 1998 y construir, con evidencia científica, un nuevo proyecto para la ciudad.

¿Desde cuándo la Vertiente Artiguista está trabajando en tu candidatura?

No sé exactamente la fecha, pero después del 25 de diciembre. Empezaron a llegar algunas señales o algunas sugerencias que no vienen de adentro, vienen de personas, de sectores que estaban preocupados por cómo venía el panorama de las candidaturas para Montevideo. Y dentro de esa preocupación manejaron la propuesta de Salvador. La Vertiente hizo algunos chequeos primero, antes de manejar mi nombre. Me lo propusieron en los primeros días de enero.

¿Qué era lo que más preocupaba?

Buscar una propuesta nítida, potente, que logre entusiasmar a Montevideo.

El FA tiene hoy cinco propuestas para las elecciones departamentales de mayo. ¿Cómo creés que se debería definir eso?

No es muy fácil. Por suerte no me corresponde a mí. Si me preguntaras lo óptimo, arranco de una utopía que no va a ser: que se lograra una candidatura común. Un consenso en torno a una candidatura y todo el mundo encolumnado detrás. Entonces, asumiendo que no va a ser posible, quizá lo deseable sería llegar ya con un acuerdo sobre tres postulaciones al plenario. Como fuere, el plenario lo va a resolver, y asumiremos las decisiones que se tomen.

¿Qué aporta tu candidatura?

Creo que es una candidatura que está enriqueciendo la propuesta electoral del Frente. Es decir, tenemos un programa común que está en un proceso bastante avanzado de elaboración. Ahora, ese programa común es una plataforma genérica equivalente a nuestras bases programáticas a nivel nacional que da como un marco para que se pueda, a partir de él, desarrollar propuestas concretas. Yo particularmente estoy pensando en esto, que es necesario y es posible un punto de inflexión en lo que viene siendo la gestión. No podemos pensar una tendencia exclusivamente inercial. Hay realidades, hay cambios tecnológicos, sociales, culturales, civilizatorios, que demandan respuestas diferentes. Entonces, ese punto de inflexión se tiene que apoyar en el programa común, como plataforma, y a partir de él proponer un nuevo contrato para Montevideo, en el marco de un nuevo contrato metropolitano.

¿Esa inercia de la que hablabas pone en riesgo la posibilidad de que el FA gane en Montevideo?

Esto es un tema más para analistas políticos. Justo hoy escuchaba a Fernando Pereira [presidente del FA], que le preguntaban eso. Es muy difícil poner en riesgo en esta elección la mayoría del Frente, porque hasta por una cuestión casi demográfica uno saca las cuentas de lo que pasó en las internas de junio, en octubre y en noviembre y hay resultados consistentes. Tendría que producirse algún evento absolutamente imprevisible para que esas tendencias se alteren. Yo creo que no hay que dormir en los laureles, es decir, el tener determinado punto de partida puede asegurar renovar la confianza por un período más, pero quizás pueda sembrar una derrota estratégica más adelante, sobre todo una derrota moral y política. No podemos pensar que se gana una elección por resignación, por aburrimiento o por cansancio, o porque el contendiente no tiene una oferta atractiva ni creíble.

En ese nuevo contexto social mencionaste la integración del área metropolitana a ese trabajo y la deriva demográfica de una ciudad donde hay muchas personas que se están yendo a vivir hacia la costa. ¿Qué debería hacerse al respecto?

Montevideo es mucho más que lo que definen sus límites geográficos o administrativos. Entonces, con un nuevo gobierno nacional que abre la posibilidad de un nuevo ciclo progresista, uno de los temas que van a surgir es la institucionalidad metropolitana, no por una institucionalidad en sí misma, sino por la necesidad de resolver algunos temas que involucran, por ejemplo, a más de una administración. Claramente, si quiero implementar una reforma y una sustitución del sistema actual de transporte colectivo de pasajeros en los grandes ejes troncales se requieren dos alineaciones: los gobiernos departamentales y, por lo menos, el Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Además, es una inversión hasta ahora poco conocida en materia de infraestructura, que va a demandar el desarrollo de estudios de viabilidad, de compromisos, de crédito y de que sea distribuida la responsabilidad de pago entre las distintas administraciones.

¿Cómo creés que el FA debería proyectar la ciudad?

Creo que se necesita un nuevo Plan Montevideo, con base en datos. El Plan Montevideo de 1998 fue una construcción maravillosa del siglo XX, con la tecnología y recursos del siglo XX, y que hasta antes de ayer sobrevive con retoques, enmiendas y parches. Creo que es el momento de decir “esto ya fue”. Matemos al padre y pongamos arriba de la mesa una nueva mirada sobre la ciudad, hacia adelante, sobre la base de los cambios civilizatorios y tecnológicos en el mundo del trabajo, las relaciones familiares, las relaciones interpersonales, la forma de moverse en la ciudad, la forma del entretenimiento. Todo esto hoy es muy distinto de hace 20 o 30 años. Esta ciudad que tenemos es la que tenemos que proyectar hacia adelante.

Se habla mucho en esta discusión de pensar el proyecto del FA para Montevideo, que sea por lo menos a diez años, ¿estás de acuerdo con esa definición?

No sé si del todo. Lo que la Constitución, la ley, el sentido común no impide yo no puedo prohibirlo; no puedo hacerle firmar a alguien un contrato por diez años: “Firmame que si sos intendente no vas a aspirar a tal o cual cosa”. Yo puedo hablar por mí. No puedo hablar por nadie más, ni siquiera por el Frente Amplio por ahora. Si hablo por mí, mi foco, mi compromiso está y va a estar en Montevideo. De eso no tengo duda.

¿Cuál es el diagnóstico que hacés de la limpieza de la ciudad?

El tema de la limpieza, al igual que la movilidad, son dos de los que han merecido indicadores más bajos de aprobación o de satisfacción en las ediciones recientes de opinión pública. Esos problemas tienen, por lo menos, dos dimensiones: una dimensión más técnica, que tiene que ver con rutinas, procedimientos, circuitos, sistemas de recolección y de disposición final, pero más que una cuestión técnica hay una cuestión social y cultural. Y ahí es donde, probablemente, están las fallas más importantes. La cuestión social tiene que ver con no solamente que se recoja la basura, sino con ciertos entornos que están afectados por la clasificación, a veces por el vandalismo. Pero esa es la ciudad que vemos, la que miran las fotos, las cámaras de televisión. Salgamos fuera del circuito de la ciudad central y volvamos a la ciudad periférica, y a estas problemáticas se agregan la clasificación a gran escala, el descarte de los márgenes de los arroyos y los bañados.

Es decir, hay una cuestión sistémica. Es una parte importante del problema, pero también pensemos en todo lo que es la economía informal, la clasificación, el descarte. Ahí hay necesidad de mayor fiscalización, sanción y control en el marco de una gestión ambiental que tiene que tener un punto de inflexión. Y me parece que también necesitamos un esfuerzo grande por seguir impulsando el cambio cultural, es decir, la preclasificación intradomiciliaria, la responsabilización de cada una y cada uno de los ciudadanos sobre nuestra conducta cuando salimos de nuestra casa. Pensar que la calle es el principal espacio público, que no es la explanada del teatro Solís o el Parque de los Aliados o la placita de niños de mi barrio. El espacio público es la calle cuando traspaso el umbral de mi domicilio. Esa apropiación de la población de Montevideo con respecto a su ciudad muestra signos de haberse deteriorado.

¿Por qué creés que pasa eso?

Yo creo que hay cierto fastidio, probablemente. Cuando ves que alguien tira, por ejemplo, un envase o una colilla, igual le llamás la atención, y en vez de sentirse avergonzado te increpa, te dice “lo hago porque quiero”, o “que venga Carolina a recogerlo”… Hay algo de esa agresión que se ha instalado un poco en la convivencia diaria.

¿Cómo creés que se podría mejorar el acceso a la vivienda?

Los gobiernos departamentales tienen competencias convergentes con el gobierno nacional. El acceso a la vivienda no es un tema homogéneo para todas las familias y para todos los sectores sociales. Por eso, afortunadamente, ya en los gobiernos del FA –y, si se quiere, la mayor virtud del gobierno multicolor fue no haberlo desactivado– se desplegaron programas absolutamente diversos para que familias y personas pudieran acceder a una solución de vivienda adecuada, en propiedad, en tenencia, en arrendamiento, en distintos modos. ¿Dónde interviene el gobierno departamental? En varios planos que son muy importantes. Con su cartera de tierras, algo que viene desde el año 90, apoyando los proyectos cooperativos, pero también los proyectos de realojo y otros tipos de proyectos; con facilidades, por ejemplo, ejecutando programas de rehabilitación urbana que tienen financiamiento del Ministerio de Vivienda; y después hay una línea que es muy laboriosa, que es a través de la gestión de aquellos inmuebles que no tienen uso, que pueden tener un recargo en su tributo por condiciones de vivienda ruinosa o inapropiada o terminar adquiriéndolos vía canje y volcarlo justamente al uso de personas que lo necesitan. Esto se ha hecho, pero se ha hecho en proporciones que son ínfimas porque es un caso a caso. Pero por supuesto que hay que seguir trabajando en esto y sobre todo en el casco histórico y en el área central de Montevideo.

¿Cómo evaluás el paisaje de la capital?

La capital es increíblemente bella. Te diría tres cosas. Primero, hay que hacer un esfuerzo específico por ese derecho que todo montevideano tiene a la belleza, al estímulo estético y a una apreciación o goce visual, pero no sólo visual, porque el paisaje se vive también, se atraviesa, se percibe. No solamente en los elementos materiales, son los elementos vegetales, los ambientes, los microclimas. Entonces, hay que hacer un esfuerzo muy particular sobre el paisaje de Montevideo. Segundo tema, muy puntual: el nomenclátor. Yo creo que el nomenclátor tiene que volver a reapropiarse por parte de la ciudad y no puede ser algo que quede en manos de espónsores. Hay que hacer un diseño cuidado de Montevideo. Otro punto que no tiene nada que ver con esto, pero que a mí me angustia particularmente, es la epidemia -no sé cómo llamarlo- de la plaga del picudo rojo, que está totalmente fuera de control. Sé que Montevideo está haciendo un esfuerzo muy importante sobre todo en los espacios públicos y en algunos lugares emblemáticos por proteger sus palmeras. Este es un trabajo que tiene que tomar el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, que ha estado omiso hasta el momento en esto, el Ministerio de Ambiente y todas las intendencias del país, porque esta es una emergencia nacional. Hoy arranca con las fénix canadienses, que son palmeras exóticas, africanas, aunque de las Canarias, pero ya está tomando las palmeras nativas. Entonces, si me hablás de paisaje, defendamos nuestro arbolado, defendamos nuestras palmeras.

Hay un tema que es clave, vistas las particularidades de nuestra convivencia y de la población. Está asociado a la movilidad, pero tiene que ver con el desplazamiento peatonal. El tema de las veredas, por lo menos para mí, es una de las prioridades centrales de la próxima etapa. Se han hecho algunas experiencias con resultados interesantes, pero, claro, muy acotadas. El caso de 8 de Octubre a la altura de la Unión; intervenciones en las veredas que tienen que ver con que la gente use la calle, que no necesite desplazarse en vehículo para hacer sus circuitos más cotidianos y próximos, que tenga actividad física, que las personas que tienen problemas de desplazamiento circulen con un espacio que les permita desplazarse, que las mamás con cochecitos, el que trae el coche de la feria o el que fue al súper con una bolsa no se encuentren con una SUV bloqueando el camino. Es decir, ahí hay una serie de conflictos y de tareas pendientes y eso tiene mucho que ver con la tarea de la intendencia, quizá no tanto a nivel de lo estructural, como podían ser los ejes de transporte que hablamos, pero sí de lo micro. Esa transición de escalas es la que hay que atender continuamente.