El lunes fue el Día de la Mujer Rural. Han pasado más de 20 años desde que estas trabajadoras empezaron a agruparse en asociaciones, en redes, y no fue sin dificultades: sus esposos les reclamaban porque se alejaban del hogar, y en algunos casos no les permitían ir a reunirse con otras mujeres. Un hombre llegó incluso a encerrar a una mujer en un ropero para impedirle salir, recuerda Marta Chiappe, profesora titular de la Facultad de Agronomía especializada en sociología rural. Con ella conversó la diaria sobre los avances de los últimos años en materia de género en el medio rural, y sobre los impedimentos que persisten para visibilizar el trabajo de las mujeres en el campo.

¿Qué obstáculos enfrentan las mujeres en el medio rural para lograr mayor autonomía?

Hay unos cuantos elementos que se pueden detallar. Hay factores que son sociales en general, que limitan a todas las mujeres y no sólo a las rurales, por la forma en que son concebidas la sociedad y la familia nuclear, con las mujeres en un rol preponderantemente reproductivo. Esto se da fundamentalmente en los casos de mujeres rurales que trabajan en agricultura familiar: están en un lugar relativamente subordinado, en términos del papel que se les reconoce y de su visibilidad. Esto a pesar de que la mayoría de las mujeres en establecimientos familiares participan en la producción muchas veces a la par que los hombres –o más, en algunos casos–. Pero eso no está cuantificado, hay una subestimación. Las propias mujeres dicen: “Yo soy colaboradora, soy ayudante, mi marido es el que trabaja en el campo y yo ayudo”. Entonces, el papel fundamental que ellas se autoatribuyen es el de responsables del hogar, de la familia y de la alimentación. Y, a lo sumo, encargarse además de la huerta, o de cuidar a las gallinas, todo lo que sea alrededor del hogar. Y eso no es considerado trabajo productivo. Es algo que está solapado, muchas veces confundido con el trabajo reproductivo. El trabajo de las mujeres en general, en ese contexto, no es remunerado, y por eso tampoco es bien visibilizado. Hay una gran subestimación.

¿Esa subestimación también se refleja en las estadísticas oficiales?

Sí, sobre todo en el caso de las mujeres que no tienen remuneración por su trabajo. Las que son asalariadas supuestamente están cuantificadas y han tendido a crecer numéricamente más que los hombres, en términos relativos. Aunque también hay muchas mujeres que participan en la agroindustria –tanto en la industria lechera como en fruticultura o en empacadoras– sin que esto sea cuantificado en el censo agropecuario. En lo referido a las otras mujeres, que no están en el área del empleo remunerado, hay mucha invisibilidad. En el censo agropecuario se está tratando actualmente de cuantificar estas situaciones: hay un nuevo enfoque y una nueva modalidad de cuantificación por género, y hay una intencionalidad de por lo menos registrar las tareas por género. También en relación con la tenencia de la tierra: si corresponde a mujeres o a hombres. Como el censo próximo va a ser dentro de unos años, todavía no se sabe bien cómo se va a registrar, pero están pensando en esto. En el censo de población y vivienda es distinto, porque ahí están registradas las propietarias y los propietarios; desde el punto de vista de la cuantificación, subestima menos que el censo agropecuario. Además, no hay un registro del uso del tiempo a nivel nacional, ni sobre las tareas específicas que hacen las mujeres en el campo. Lo que es bastante claro, a partir de los estudios que hemos hecho a lo largo de estos años, es que las mujeres no están por lo general en tareas de comercialización ni en tareas que requieran una capacitación específica, como el manejo de maquinaria o la aplicación de agroquímicos, por ejemplo. Son tareas que hacen más los hombres. Eso está aunado con el tipo de capacitación y formación que se realiza en Uruguay, muchas veces dirigida a los productores en general; entonces, van los hombres y no van las mujeres por lo mismo que hablábamos antes, de que las mujeres se quedan más en la casa. El Plan Agropecuario ha encarado cursos a distancia y en ellos las mujeres participan más. Las mujeres están más en la producción familiar y en la ganadería familiar. En la ganadería de invernada no están tanto porque se estructura más como una empresa, como un negocio. Si diferenciamos agricultores familiares de empresarios, las mujeres casi no participan en la agricultura empresarial. Si viven en el campo, están más dedicadas a otro tipo de tareas, y si no están en el campo, están en las ciudades trabajando en otras cosas o atendiendo a la familia.

¿Cómo ha evolucionado la organización de las mujeres rurales?

Las mujeres, en los últimos 20 años, se han organizado y han logrado una mayor visibilidad ante el resto de la sociedad. Se generaron dos grandes organizaciones de mujeres: la Asociación de Mujeres Rurales del Uruguay y la Red de Mujeres Rurales del Uruguay, también con muchas dificultades. Además de las dificultades del contexto social, hay obstáculos desde el punto de vista geográfico o territorial, porque las mujeres a menudo están muy aisladas y no pueden tampoco dejar la casa, no pueden salir a cualquier hora: muchas veces se ven imposibilitadas de hacerlo por la dinámica familiar, y también por el relacionamiento con sus parejas. Los hombres, en general, no quieren que las mujeres salgan; entonces, muchas veces hay imposibilidades de socialización, porque hay una subordinación de la mujer al rol relacionado con la familia, como madre o esposa.

¿Qué tipo de resistencias generó el surgimiento de estas organizaciones?

Causó muchas resistencias, sobre todo al principio. Antes de que se formaran las organizaciones, en la década del 90, se hicieron reuniones de mujeres que generaron muchísima resistencia. Me acuerdo de que en ocasión de una reunión de productores, que se realizó en una organización importante del país, se hizo al mismo tiempo una reunión de las mujeres. Yo fui. Hicieron una representación teatral de lo que hacían las mujeres en el campo y de cómo llevaban adelante el establecimiento, de cómo ordeñaban... la actuación estaba muy buena, representaba lo que hacían todas las mujeres, un montón de cosas, y que al final todo el reconocimiento iba para los hombres. Se armó un lío grande y no quisieron que las mujeres se siguieran reuniendo. Fue impresionante. Después se empezaron a organizar las mujeres rurales y se formaron las dos organizaciones. Los hombres se resistían mucho a que las mujeres participaran. Preguntaban: “¿A dónde van?, ¿con quién van?, ¿qué van a hacer?, ¿cómo van a abandonar la familia?” y todo eso. Hay muchas anécdotas al respecto. Las mujeres tenían que dejar todo preparado para irse un fin de semana: la comida de todos los días que iban a faltar, con quién se iban a quedar los niños, todo coordinado, porque el marido se encargaba de otras cosas que no eran la familia, y no iba a hacer todo eso que hacían las mujeres. Hubo hasta situaciones de violencia, de no dejarlas salir, de encerrarlas. A una mujer la encerraron en un ropero para que no fuera a las reuniones. Ellas contaban que les resultaba muy difícil, incluso por el transporte y las condiciones territoriales. A veces, si llueve no pueden salir, y cosas así; precisan dinero para ir a las reuniones en las ciudades o en los pueblos. Igual, con mucho esfuerzo y tesón lo hicieron posible, a pesar de todas las dificultades.

En el último encuentro de mujeres rurales que se hizo en el Parlamento, algunas de las participantes dejaron claro que todo lo que hacían era para contribuir a su familia; remarcaban que la familia estaba primero, como si precisaran excusarse por lo que estaban haciendo.

Pienso que, en relación con lo que pasaba hace 20 años, las mujeres ahora son mucho más conscientes de su potencial, del rol que juegan y de la importancia que tienen, incluso económica, y de que sin ellas el establecimiento no funcionaría. Pero el discurso predominante sigue siendo un poco ese, el de que ellas son un pilar de la familia y la familia está primero, es lo más importante. Es muy difícil que las mujeres se independicen absolutamente, que quieran marcar una distancia de la familia, porque ellas sienten que es lo que más importa en sus vidas. En ese aspecto, desde un enfoque más feminista, quizá las mujeres siguen siendo subordinadas y teniendo un rol secundario. Ahora, comparando con el discurso que predominaba antes, creo que las mujeres avanzaron mucho. Tienen mucha más autonomía que antes. Muchas dicen que ellas antes no sabían pararse ante un público, hablar con autoridades ministeriales, que no sabían hablar ni expresarse, y que ahora muchas lo pueden hacer. Adquirieron habilidades de negociación, de toma de decisiones. Si bien no se puede generalizar, eso es un avance importantísimo, y es producto de las organizaciones, que han trabajado muy bien. Es más lento que en la ciudad, obviamente, pero hay mayor reconocimiento, tanto de ellas como del contexto social.