Si alguien preguntara por qué la empresa finlandesa UPM desembarcó en Uruguay a comienzos de este siglo, la respuesta de un activista contrario a la pastera mencionaría las exoneraciones impositivas, controles menos estrictos en materia ambiental y costos laborales más bajos. Pero las respuestas no suelen ser tan fáciles ni lineales.

La instalación de UPM en Uruguay fue un largo proceso que comenzó con un análisis de la Comisión de Futuro del Parlamento de Finlandia. Evaluando la proyección internacional de sus industrias, con apoyo de académicos, los parlamentarios fineses concluyeron que algunos países de América del Sur –Uruguay, Argentina y Brasil– presentaban condiciones inmejorables para desarrollar el negocio de la celulosa, entre otros motivos, porque acá los eucaliptos crecen mucho más rápido que en Finlandia.

UPM no vino a Uruguay a importar conflictos sociales, porque en Finlandia no los ha tenido. En ese país, la empresa tiene tres plantas de celulosa. La planta de Pietarsaari está situada en la costa oeste del mar Báltico, en el golfo de Botnia. Las otras dos están en el sureste de Finlandia: una en el río Kymi, cerca de Kouvola, y la otra en el lago Saimaa, en Lappeenranta.

En Finlandia, el organismo gubernamental encargado de la regulación ambiental es el Centro para el Desarrollo Económico, Transporte y Ambiente (ELY, por sus siglas en finés). Visa Niittyniemi, encargado de la división de Aguas del Centro Sureste de ELY, que controla a las plantas de celulosa y monitorea la condición del agua del río Kymi y del lago Saimaa, afirma que la calidad del agua en estas áreas, como en el resto de Finlandia, solía ser mala debido a las acciones de la industria forestal. Sin embargo, desde 1960 se hicieron esfuerzos para proteger el agua en áreas donde está instalada la industria forestal, empezando con métodos de limpieza mecánicos y químicos, y luego con métodos biológicos. “Se ha logrado un progreso significativo en el tratamiento del agua para paliar la contaminación cuando las plantas empezaron a utilizar métodos biológicos de limpieza”, sostiene Niittyniemi. Agrega que esto ha permitido que mejore el estado del agua, que desde entonces es más clara y contiene más oxígeno, y al mismo tiempo la eutrofización ha disminuido, así como los efectos adversos de las aguas residuales en lagos y ríos.

Según el Centro de ELY, en la última década las plantas de celulosa de UPM en Finlandia no han excedido los límites de emisiones permitidos por la normativa. De igual modo, el monitoreo de la planta de celulosa de Fray Bentos que hacen periódicamente Uruguay y Argentina indica que todos los parámetros están dentro de la normativa, con excepciones puntuales. Entre 2011 y 2017, de 81 muestras tomadas en el período, en dos casos la temperatura de los efluentes superó el límite permitido (30° C) y en cuatro casos los niveles de fósforo fueron superiores a lo permitido. Para el último mes del que se tienen datos, mayo de 2017 –las muestras se siguen tomando pero los resultados demoran, porque se envían a laboratorios internacionales–, la temperatura de los efluentes estaba dentro de lo permitido y los niveles de fósforo fueron de 0,77 mg por litro, muy por debajo del límite de 5 mg que se permite a las industrias y de 2 mg que se le permitiría a la planta de celulosa a instalarse en Durazno.

Además, científicos de Facultad de Ciencias de la Universidad de la República llevaron a cabo un monitoreo de la diversidad y cantidad de peces en el río Uruguay entre 2005 y 2017, y este arrojó que no hubo diferencias ni en el número ni en la biomasa de los peces que habitan el río.

Niittyniemi, del Centro ELY, sostiene que el proceso de limpieza biológica que UPM utiliza en su planta en el sureste se hace con las mejores técnicas disponibles (best available technology, BAT, por su sigla en inglés). Es la misma tecnología que utiliza la planta de Fray Bentos y la que usará la de Durazno.

Una de las preocupaciones ambientales centrales en Uruguay, de cara a la instalación de la segunda planta de UPM, es el alto nivel de fósforo en el río Negro. En el siglo XXI, la política ambiental en Finlandia se ha concentrado en reducir la presencia de fósforo en el agua. Niittyniemi explica que la nueva política de protección de aguas es posible porque existe la Directiva Marco del Agua de la Unión Europea, implementada en el año 2000. Desde entonces, se han establecido mayores restricciones a los permisos ambientales en las áreas donde funcionan las plantas de UPM Kymi y Kaukas. “Uno de los objetivos de cuidado del agua tanto en el río Kymi como en el lago Saimaa ha sido disminuir la presencia de fósforo, porque la eutrofización es causada principalmente por el fósforo”, explica Niittyniemi.

Intensivos en capital

Los salarios que paga UPM, tanto en Finlandia como en Uruguay, son altos en comparación con el salario medio general y en particular con el salario de los trabajadores de la industria papelera.

De acuerdo a estadísticas de la Confederación de Industrias de Finlandia, en 2017 el salario promedio de un trabajador de la industria papelera era de 3.475 euros por mes, lo que no incluye primas por productividad. Tradicionalmente, los salarios de la industria papelera en Finlandia han sido relativamente altos: el salario promedio de la industria papelera el año pasado fue 250 euros superior al salario medio del sector privado.

En general, en Finlandia los salarios se acuerdan directamente entre los trabajadores y los empleadores, pero el sindicato Paperiliitto tiene un peso muy importante a la hora de negociar con la organización empresarial Industrias Forestales de Finlandia. El investigador Heikki Taimio, del Instituto Laboral para la Investigación Económica, sostiene que los altos salarios en la industria papelera en Finlandia se deben principalmente a la fortaleza del movimiento sindical.

Taimio explica que en Finlandia la industria papelera es muy intensiva en capital, y gracias a esto la productividad es también alta. “La investigación en economía sugiere que las industrias intensivas en capital permiten mayores salarios que las industrias intensivas en trabajo, por ejemplo la textil”, indica.

Según el sindicato Paperiliitto, los costos laborales de las plantas de celulosa en Finlandia representan entre 2% y 3% de toda la estructura de costos de estas empresas.

En Uruguay, en tanto, UPM marca la diferencia en materia salarial en comparación con otras empresas del mismo rubro. Mientras estas pagan en promedio 450 dólares mensuales a los trabajadores principiantes, los salarios para los recién llegados en UPM llegan a los 2.100 dólares, y trepan a 3.000 si el trabajador está calificado. Esta suma es similar a la que percibe un gerente en algunas industrias. “Eso hace la diferencia”, sostiene Matías Lozano, presidente del sindicato de trabajadores de UPM.

En 2011, los trabajadores de UPM lograron la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, mientras que la mayoría de las industrias en Uruguay tienen una jornada de 48 horas semanales. UPM dispone de un presupuesto anual para capacitación de trabajadores, cuenta con una sala de maternidad y un gimnasio dentro de la planta.

Danilo López, que trabaja en la planta de Fray Bentos para una empresa tercerizada, asegura que UPM “cambió la mentalidad” de los trabajadores en materia de seguridad laboral. “Antes pensábamos que el trabajador que estaba más roto era el mejor, pero aprendimos que el mejor trabajador es el que se cuida”, explica.

Los trabajadores destacan que la empresa tiene una actitud abierta con el sindicato y lo consulta sobre decisiones importantes.

Impuestos: un tratamiento dispar

En Finlandia existe un impuesto a las actividades empresariales de 20%. UPM-Kymmene pagó un total de 108 millones de euros por concepto de este impuesto en 2017, según información de la propia UPM en ese país. La empresa no informa el monto exacto de los impuestos pagados por la actividad de producción de celulosa, pero se conoce que el negocio de la celulosa representa una parte significativa de las ganancias totales del conglomerado; el segmento de la biorrefinería –dentro del cual la celulosa es el principal negocio– representó 45% de las ganancias de la empresa en 2017.

En cambio, en Uruguay, UPM no tributa el equivalente del impuesto finés: el Impuesto a las Rentas de las Actividades Económicas (IRAE), que representa 25% de las utilidades de las empresas. Está exonerada porque funciona en régimen de zona franca. En el caso de la planta que se instalaría en Durazno, la exoneración podría ser aun mayor, porque en el contrato firmado entre UPM y el gobierno uruguayo, se deja expresa constancia de la posibilidad de la empresa finesa de acogerse a los beneficios de la Ley de Inversiones. Esto le permitiría exonerar IRAE y otros impuestos a actividades que estén fuera de la zona franca.

No puede calcularse con exactitud el monto que UPM deja de pagar por concepto de exoneración de IRAE, porque no se conocen cifras oficiales de las ganancias de la empresa en Uruguay. Sí se sabe que UPM ganó 974 millones de euros en 2017 por todos sus negocios y que casi la mitad de esas ganancias fueron por la industria de la celulosa. Las tres plantas de celulosa de UPM en Finlandia producen un total de 2,4 millones de toneladas, mientras que sólo la planta de Fray Bentos en Uruguay produce 1,3 millones de toneladas, pero se estima que las ganancias en Uruguay son superiores comparativamente, debido a las exoneraciones impositivas.

Más allá de la exoneración de IRAE de la que se beneficia en Uruguay, UPM paga otros impuestos. Según informaron fuentes de la empresa en Uruguay, el monto total de pago directo de impuestos es de 25,4 millones de dólares por año, y en esa cifra, el gravamen que más pesa es el Impuesto al Patrimonio. Precisamente, uno de los puntos más discutidos de la negociación del gobierno uruguayo con UPM por la planta de Durazno fue la exoneración de este gravamen; finalmente, el gobierno se negó a acceder al pedido de la empresa.

Otro aspecto que no es estrictamente impositivo, pero que genera costos para el Estado uruguayo, es la construcción de las vías férreas que transportarán la producción desde la planta al puerto de Montevideo. Según el contrato firmado entre la empresa y el gobierno, UPM deberá pagar 33 millones de dólares por año para usar las vías en los primeros cinco años, y luego, 38 millones de dólares por año. Con este pago, la inversión de 825 millones de dólares prevista para la reconstrucción de las vías se pagaría en 23 años, aunque esta cifra no toma en cuenta la inversión que hará el Estado en materia de infraestructura en ciudades, rutas y calles, para habilitar el pasaje del ferrocarril.

La ONG finesa Reilu, que promueve el pago de impuestos justo de las empresas finesas tanto en su país como a nivel internacional, desarrolló el concepto de “tasa de impuestos comparativa”. Se trata de un cálculo que toma en cuenta los negocios que desarrollan las empresas finesas tanto en su país como a nivel internacional, y compara los impuestos pagados por cada empresa en relación con la tasa de 20% que tienen que pagar en su país.

Según Reilu, el año pasado la tasa de impuestos comparativa de UPM se situó en 17,3%, 2,7 puntos porcentuales por debajo de la tasa legal en Finlandia. Reilu considera que la planta situada en Fray Bentos, en zona franca, es la principal razón que explica este número tan bajo. “Si la rentabilidad de la producción de celulosa mantiene este nivel alto, lo más probable es que su participación en las ganancias totales de UPM crezca, y por tanto la tasa impositiva comparativa de la empresa descenderá”, sostiene el economista de Reilu Reijo Kostiainen.

Esto determina, al mismo tiempo, que Finlandia no sea competitiva con Uruguay en términos impositivos para la empresa, agrega Kostiainen. “Las exenciones impositivas que otorga Uruguay son parte de una competencia impositiva global entre estados. Mientras no se avance en la armonización de los criterios sobre impuestos a las ganancias de las empresas, y dado que Finlandia compite por las mismas inversiones, Finlandia podría responder a esta situación ofreciendo a la empresa beneficios similares”, considera el economista.

Este artículo se realizó en cooperación con el diario Iltalehti, de Finlandia.