Las bandejas de espuma son un clásico en el ambiente laboral a la hora del almuerzo. Quien lleva su tupper, utiliza vajilla y luego la lava seguramente piense que de esa forma colabora en mayor medida con el ambiente que quien tira todos los días desechos plásticos a la basura. Pero no deberíamos sacar conclusiones apresuradas, porque no hay nada que pruebe que esto sea así, dice Gualberto Trelles, director técnico del laboratorio Ecotech.

Además de trabajar para empresas privadas y para el Estado, Ecotech lleva a cabo distintas acciones de apoyo a la comunidad. Por ejemplo, dio su respaldo técnico al proyecto Entrebichitos, cooperativa de producción de bioinsumos de la escuela pública 319 de Casavalle, recientemente premiada. Ahora se propone dar insumos a la población para identificar la “huella ecológica” de acciones tan cotidianas como almorzar fuera de casa (se mide como “huella ecológica” la cantidad de territorio o de ecosistema necesario para regenerar determinado producto, servicio o actividad económica).

El proyecto, que comenzará a implementarse a la brevedad, se pregunta sobre el impacto ambiental del uso de cuatro tipo de materiales: no reciclables, reciclables, compostables (por ejemplo, bandejas hechas a base de polímeros de granos, en general productos derivados del maíz) y reutilizables (como la vajilla). Se analizará el nivel de impacto en la contaminación acuática y del suelo de cada una de las cuatro alternativas.

“No existen fundamentaciones con relativo rigor científico acerca del nivel de sustentabilidad de cada una de estas opciones. Sí está claro, por ejemplo, que los envases de polipropileno son materiales difícilmente reciclables, que pasan a incorporarse a los rellenos sanitarios y resultan muy persistentes o terminan en el agua, generando impactos. Pero hay otras alternativas, como los materiales compostables o los materiales de papel y cartón reciclado, cuyo nivel de sustentabilidad en relación con otros tampoco queda claro”, explica Trelles.

La vajilla convencional, por ejemplo, se lava por lo general con detergentes que contienen fósforo, y este luego termina en los cursos de agua. Además, la mayoría de los detergentes no son biodegradables. El lavado de vajilla sucia de comida, en algunos casos con restos de alimento sólido, genera un efluente líquido que es contaminante, “y por lo tanto requiere un tratamiento para reducir su contaminación, requiere consumo de energía y tiene una huella ecológica que no sabemos cuán significativa puede ser”, señala el investigador.

Al lavar la vajilla se introduce a los cursos de agua una carga orgánica, que se mide por su demanda biológica de oxígeno (DBO), y también se introducen sólidos suspendidos, grasas y aceites. “En una casa donde yo genero 20 litros de un efluente que tiene una DBO de 1.000, eso equivale a 500 litros de una empresa que tira con un DBO de 40. Si tú llevás eso a la escala de un edificio, de una manzana o de un pueblo, te da que la contaminación generada a nivel doméstico es mucho más significativa que la generada a nivel industrial. Y esto tiene mayor impacto sobre todo en el interior, donde no tenés un sistema de vertido con un mínimo de tratamiento, y se produce un impacto directo en los ríos”, apunta Trelles. En este sentido, el director de Ecotech recomienda utilizar detergentes biodegradables (están etiquetados) y reducir al mínimo el sólido que se vaya a arrastrar con agua a la hora del lavado.

En el caso de los envases de refrescos retornables, se requiere en su sistema de lavado la utilización de productos químicos como el ácido fosfórico, que es responsable de la contaminación con fósforo de los cursos de agua.

La investigación, además de trabajar con el concepto de “huella ecológica”, incorpora una mirada socioeconómica de la sustentabilidad. “El material compostable, por ejemplo, puede generar fuentes de trabajo si se asocia a determinados emprendimientos productivos, con un impacto social que compense o justifique determinados impactos ambientales; eso también hay que verlo. Los materiales lavables pueden ser importados de países en los que no se respetan las normas laborales. ¿Es adecuado proteger el ambiente con base en materiales baratos en estas condiciones?”, pregunta Trelles. Al mismo tiempo, se plantea evaluar el impacto ambiental de las acciones en su globalidad, observando todo el ciclo de fabricación del producto. “Si yo compro algo súper ecológico, pero el lugar donde lo fabrican hacen pelota el medioambiente, estoy recortando la realidad”, argumenta.

La idea del estudio es lograr “una primera aproximación” que permita determinar si lo más sustentable es utilizar materiales compostables, vajilla lavable u otra alternativa, para, de esa forma, generar conciencia en la población. “La conciencia pasa por el manejo de información rigurosa, no por campañas lindas. Las campañas tienen que ser lindas también, pero la conciencia implica entender cuál es el impacto real de nuestras acciones”, afirma Trelles. Añade que desde el laboratorio intentan hacer un aporte social enmarcado en la “economía del bien común”, que siempre tiene presentes los efectos de las acciones no sólo desde el punto de vista económico, sino considerando también la justicia social, la democracia y la dignidad humana.