“El presidente de Brasil y el presidente de Argentina tuvieron actitudes muy distintas frente a la pandemia. En un caso era ‘una gripecita’ y en otro fue un confinamiento duro con medidas represivas. Fueron medidas totalmente distintas en el papel, pero ¿lo fueron en la realidad?, ¿en qué grupos sociales?, ¿cuánto tiempo?, ¿cómo?, ¿dónde?, ¿con qué efectos? Hay preguntas enormes”, expresó, en diálogo con la diaria, el psiquiatra y psicoanalista Ricardo Bernardi, integrante de la Academia Nacional de Medicina y del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH). Para analizar el comportamiento social, Bernardi insistió en incorporar al GACH investigadores de las ciencias sociales, y así fue que esta semana se sumó el sociólogo Fernando Filgueira.

Henry Cohen, uno de los coordinadores del GACH, planteó este miércoles en la conferencia de prensa de los científicos que “el análisis de nuestro comportamiento es clave para poder salir de esta situación” y dijo que para eso Filgueira creará un observatorio socioeconómico y comportamental. Tanto al gobierno como al GACH les preocupa la baja percepción de riesgo y por eso asoman, cada vez más, las preguntas sobre “los mecanismos psicológicos y comportamientos sociales”, explicó Bernardi. “La libertad responsable ¿qué está indicando a valor social? Porque la capacidad de autocuidado de la gente –por sí y por los demás– es un valor de salud mental”, expresó.

Trajes a medida

Bernardi planteó que “no tenemos soluciones mágicas” contra la covid-19 y advirtió que las soluciones que se proponen “tienen que adaptarse a la idiosincrasia y a la modalidad de cada país”. Mencionó, por ejemplo, que “hay medidas que funcionaron muy bien en el sudeste asiático, como el distanciamiento social más estricto”, que no necesariamente funcionan en Uruguay, donde, por ejemplo, se encontró “un grupo humano en el trabajo con mascarilla y pasando el mate por debajo de la mascarilla”. Añadió que en otras culturas, “ante un momento emocional la gente no se abraza”, algo que en Uruguay “es muy raro”.

Los datos de movilidad no cambiaron desde el 1° de diciembre, cuando el presidente de la República dispuso algunas restricciones para minimizar la propagación del SARS-CoV-2. “No estamos reaccionando rápido”, comentó Bernardi, pero advirtió que “el miedo no es una perilla, es un botón: es fácil el pánico y es fácil negar el pánico y no pasó nada, es más on-off, prendido o apagado”. “Regular el miedo es bravísimo, hay que juntar un sistema cerebral, el sistema límbico de las emociones, que viene de los reptiles, con un sistema cortical que viene de los mamíferos superiores, que discrimina y analiza, y está en la corteza. Unir la corteza con el sistema emocional es bravísimo. Hay quien dice que la tarea de la psicoterapia es unir la corteza con el sistema límbico, porque el sistema emocional reacciona blanco/negro, pánico/no pánico”, puntualizó. Añadió que el miedo “es un botón que es muy costoso: el miedo paraliza, lleva a conductas muy inadecuadas”, como fue acopiar papel higiénico al principio de la pandemia.

Más que el cálculo exacto de cuál es el límite de personas para juntarse en Navidad, el psicoanalista recomendó adoptar criterios y tener la mentalidad de “vamos a perder lo menos posible pero a salvar lo más posible”. En lugar de protocolos, como pueden adoptar las instituciones, dice que en la vida cotidiana se puede establecer criterios: “Si viene la tía que está sola, entonces vamos a hacer la reunión en la vereda, vamos a poner las sillas más separadas, estemos menos tiempo, ventilemos más, nos lavamos más las manos. Es un más-menos, regular un montón de factores, pero eso requiere un pensamiento más fino: no es sí-no, blanco-negro”, afirmó.

“La sensación de alerta tiene que estar prendida al máximo”, expresó, porque “sabemos que uno de nosotros probablemente esté transmitiendo el virus”. “Las personas en la vida real tienen que ir ajustando y compensando de una forma o de otra, con sentido común, y más dentro de lo posible que de lo perfecto. No estoy diciendo aflojar, estoy diciendo compensar con medidas de un lado y de otro, y ser muy estricto en el resultado que se busca. Pensemos. Si me quedo corto de acá, compenso con esto otro. Podemos regular el tiempo, la ventilación, la distancia; si hay virus y el contacto es más breve o la persona se lava las manos después o tiene puesto el tapaboca, es menos riesgo. No es aflojar; al revés, es combinar todos los recursos”, expresó. “A lo que uno puede aspirar es a bajar probabilidades, no a llegar a cero. Hay que bajar el riesgo, porque llegar a cero es imposible, tendríamos que estar en sarcófagos. Hay que vivir, hay que comer, hay que trabajar”, consideró.

Cuestión de percepción

Bernardi explicó que como “la gravedad de las situaciones y los fallecimientos ocurren un mes después, hay un período en el cual está ocurriendo la primera parte de la película, pero como la gente no vio el final, todavía no tiene miedo, no sabe cómo termina, o lo vio en Europa y en los países de al lado, pero pensamos que acá no va a ser así. Y va a ser así”. El psicoanalista cree que se va a alcanzar mayor conciencia del tema con los relatos más cercanos, con “un efecto más vivencial y no sólo intelectual”: “Cuando alguien diga ‘no sabés con el cansancio que quedás’ o ‘no sabés lo que es estar en el CTI y no ver una cara humana’. Cuando escuches a alguien que diga eso, prendés el botón de alerta; antes es voluntario y cuando viene la emoción más fuerte –como en una cancha de fútbol– uno va y abraza al otro, o le pasan un mate y dice ‘bueno, este no va a tener nada’, o ‘bueno, pero yo tengo algunas defensas’” dijo.

Una de las cuestiones fundamentales para Bernardi es “cómo transmitir esta actitud, no de pánico pero sí de alerta y de cuidado colectivo”. El especialista aclaró que hablaba a título personal, en nombre de su disciplina y no del GACH, y remarcó que “toda medida tiene un costo” y que “la gente tiene que cuidarse de la pandemia pero, por otro lado, tiene que vivir, tiene que trabajar”. El equilibrio es difícil y los límites son delgados. “Ponemos medidas coercitivas, pero después la gente, ¿cómo responde? Lo que importa es cómo responde, evaluar el efecto. ¿El uruguayo funciona con medidas coercitivas? Yo tengo mis dudas”, opinó.

Bernardi recomendó tener “claridad en los criterios” que se disponen. “En los lugares públicos más notorios, donde están las autoridades, ¿usted ve dos metros? No. ¿Se dan la mano? Sí, y no deben dársela. Yo decía en chiste que en las cámaras de televisión tendría que aparecer, como cuando [Donald] Trump hablaba en Twitter, un cartel que diga ‘eso que están viendo no está de acuerdo con los protocolos, porque el barbijo está por debajo de la nariz, no se mantiene la distancia de dos metros en las conferencias”, afirmó. “Inconsistencias las tengo yo, y el que no las tenga que levante la mano”, dijo, pero aclaró que “las imágenes que aparecen en televisión son las más pregnantes, las que quedan en la cabeza de la gente”.