Setiembre es el mes de concientización sobre la prevención del suicidio y el 10 de este mes fue el Día Mundial de Prevención del Suicidio. Como cada año, el Ministerio de Salud Pública (MSP) difundió algunas campañas de prevención, entre ellas la titulada “Ni silencio ni tabú”, impulsada de la mano del Instituto Nacional de la Juventud y el Ministerio de Desarrollo Social junto a Unicef Uruguay y otras instituciones estatales.

Según las cifras de suicidios de los últimos años, la tasa de suicidio en Uruguay es más del doble que en el resto de América Latina. Si bien en nuestro país las campañas están dirigidas a toda la población y se cuenta con datos generales de la problemática, a mayor nivel de especificidad, menos datos hay disponibles. Por ejemplo, uno de los grupos sobre los que no hay información detallada a nivel oficial es el de los profesionales médicos, pero sí hay datos disponibles sobre el tema en estudios académicos.

Hay escasos espacios destinados a la prevención entre quienes trabajan en la salud. Uno de los más específicos es el Programa de Bienestar de los Profesionales de la Salud, que funciona bajo la órbita de la Fundación Manuel Pérez de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Fmed) y se creó ante la “alta prevalencia de problemas de salud mental” en los médicos, en especial, trastornos del estado de ánimo, estrés y burn-out, consumo problemático de sustancias adictivas y suicidio.

En diálogo con la diaria, Juan Dapueto, integrante de la Academia Nacional de Medicina, especialista en psicoterapia en servicios de salud y coordinador del programa, sostuvo que los suicidios entre el personal de salud representan una “situación de riesgo”. Explicó que los datos que hay son mayormente internacionales porque el MSP no lleva un registro específico, algo que le consta porque solicitó más de una vez la información a través de pedidos de acceso a la información pública. Dapueto indicó que los grupos más estudiados son los médicos generales y enfermería, y en algunos países como Estados Unidos se sabe que “9% de los médicos tuvieron ideación”, es decir, que consideraron la posibilidad de quitarse la vida.

Para Dapueto, el trabajo médico tiene un gran impacto sobre la salud mental de los profesionales y eso hace que tenga “mayor prevalencia” que en la población general la posibilidad de sufrir algunos trastornos, entre ellos depresión, ansiedad y síndrome de desgaste laboral. En base a la “poca información” que hay en nuestro país, afirmó que la prevalencia de este tipo de trastornos es igual que en las regiones donde está contabilizado, es decir que puede llegar “hasta 70% en algunas especialidades”, por ejemplo, en medicina intensiva, dado que se trata de una de las especialidades más demandantes.

La actividad médica genera “agotamiento emocional” y se afectan los vínculos interpersonales, primero en el ámbito laboral y luego en el familiar, lo cual desencadena trastornos conductuales como aumento de consumo de sustancias, trastornos del sueño y hasta depresión, detalló Dapueto.

A su vez, el especialista especificó que hay factores de la organización del sistema de salud y de la cultura de la medicina que son influyentes. Sobre la organización, resaltó el “descuido de las necesidades de los trabajadores”, con muchas horas de trabajo, poco descanso, horario poco flexible y no compatible con las actividades del resto de la familia y de la comunidad, lo que concluye en un inevitable “desfasaje entre la vida laboral y profesional”. El hecho de que la exigencia sea alta “también influye”, porque es una profesión que implica “lidiar con situaciones totalmente imprevistas”.

También hay exigencias internas de la cultura médica. La formación está enfocada en la “presión constante y en que el centro es sólo el paciente”, no es un espacio en el que se pueda compartir el sentimiento de agobio y “no está bien visto expresarse deprimido”. Según Dapueto, los médicos hacen consulta de pasillo, se automedican, recurren a sustancias cuando se sienten mal y como sus prestadores de salud suelen ser las mismas instituciones en las que trabajan, “se evitan las consultas para evitar la estigmatización”.

En cuanto a las diferencias entre hombres y mujeres en la problemática del suicidio, Dapueto dijo que “tienen más riesgo las mujeres médicas porque cuando intentan no fallan”. En comparación con la población general, el riesgo en mujeres médicas es “de dos a cinco veces mayor” que en las mujeres en general y en hombres médicos es “una vez y media más” que en los hombres en general.