En busca de “devolver a la sociedad algo de lo que recibimos”, la Cooperativa Nacional de Façoneros de Pollos Unidos, radicada al noreste de Canelones, decidió emprender una idea que apunta a favorecer el comercio de aves y que, además de aumentar la calidad del producto y bajar el precio a los consumidores, también serviría como proyecto de inclusión social. Se trata de la instalación de contenedores para venta al público de pollo crudo y horneado –inversión de la cooperativa– que serían gestionados por mujeres jefas de hogar por medio de un convenio con la Dirección Nacional de Economía Social e Integración Laboral del Ministerio de Desarrollo Social (Mides). De momento, se trata de “un borrador”. Así lo definió Daniel Pereyra, presidente de la cooperativa, que conversó sobre el proyecto que está “en trámite” y que, dado que se trata de un año de campaña electoral, prevén que recién se ponga en marcha el próximo.

La Cooperativa Nacional de Façoneros de Pollos Unidos surgió en 2013 cuando productores familiares integrantes de la Asociación de Façoneros de Pollos Unidos –gremial que nuclea a todos los façoneros de pollos del Uruguay– se quedaron sin trabajo al ser desplazados por productores más grandes. Buscando una alternativa, se juntaron en una cooperativa y apostaron al nicho de las compras públicas, con asistencia de Juan Castillo, en ese entonces director nacional de Trabajo del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. En principio se aspiraba a faenar, pero por falta de “masa crítica” en las ventas, se fue posponiendo esa idea y de momento siguen con la producción façonera, que implica el cuidado de los animales desde el primer día de vida hasta que están prontos para la faena, trabajo por el cual la cooperativa recibe un pago en relación a los resultados productivos obtenidos.

La idea de los façoneros implica invertir en contenedores equipados, acondicionados bromatológicamente para la manipulación de alimentos, de aproximadamente 10.000 dólares, que serán puestos a disposición de las mujeres jefas de hogar mediante la modalidad de comodato y se procurarán instalar frente a sus domicilios: “Que sea la vecina que le vende a los vecinos”, resumió Pereyra. Las gestoras de los puntos de venta, que serán capacitadas en manipulación de alimentos, manejo de empresa y atención al cliente, serían socias de la cooperativa y no empleadas, ya que se busca “no repetir el error de Calpryca” y, a su vez, que “ellas ganen en la medida de lo que vendan y no ‘topearlas’ con un sueldo”. Serán abastecidas por la cooperativa de manera directa, lo que implicará un ahorro en la distribución del producto, que será el margen de ganancia para las mujeres, quienes no necesitarán capital de giro.

Por otro lado, estiman que también se verán beneficiados los consumidores, ya que el precio no incluirá “el plus de alguien que paga alquiler”, y además evitan “la apropiación de la baja de precios de los intermediarios”. Pereyra sostuvo que la cooperativa ganará en “eficiencia” al “promover la venta directa en lugar de ir recorriendo de carnicería en carnicería para colocar el producto”. El proyecto, dijo, “viene a marcar la alianza entre el productor familiar y la población urbana” y se trata de “una forma de devolverle a la sociedad algo de lo que recibimos”.

La primera reunión con representantes del Mides fue el lunes. Luego de esta, la titular de la Dirección Nacional de Economía Social e Integración Laboral, Mariela Fodde, dijo a La República haber recibido el proyecto con “gusto”: “Nos parece que apunta a la doble inclusión social y productiva”, afirmó, y contó que desde la secretaría de Estado está el compromiso de analizar los requisitos municipales y legales, y así comenzar a trabajar en la selección de mujeres jefas de hogar que reúnan las condiciones para ser socias de la cooperativa en este emprendimiento.

El piloto serán dos puestos en Canelones –posiblemente en La Paz y Las Piedras–, elegidos por la proximidad con la cooperativa. Más allá de eso, el objetivo está puesto en Montevideo.