El 16 de julio de 1989 Guillermo Machado estaba junto a una amiga en la plazoleta Cipriano Miró, en la zona de la Unión, en Montevideo. Era domingo al mediodía; habían parado a tomar un vino antes de seguir viaje hacia el barrio, pero la tarde estaba a punto de complicarse: unos policías de la Seccional 15 les pidieron documentos y, según dice el parte oficial, “el muchacho los entregó de mala gana”. Mala idea. Ambos fueron detenidos y conducidos a la comisaría, en donde los demoraron algunas horas antes de resolver dejarlos en libertad. Eran las 15.30 cuando la acompañante de Guillermo salió de la seccional, pero él fue retenido porque antes de firmar el recibo por la devolución de sus pertenencias quiso comprobar que le estuvieran entregando todo. Segunda mala idea. A las 20.30 saldría de la comisaría en ambulancia, directamente al hospital Pasteur, a donde llegaría en coma. El 24 de julio, después de varios días de internación en el CTI de la Mutualista Israelita del Uruguay (MIDU), Guillermo Delfor Machado falleció.

Tenía 31 años y una hija de cinco. Era obrero de la construcción, militante del SUNCA y de la Unión de la Juventud Comunista. Los responsables de su muerte nunca dieron la cara. El caso fue tratado en principio como suicidio. Las prendas que Guillermo vestía y con las que se supone que él mismo se ató hasta ahogarse a los barrotes de la celda, nunca aparecieron. La escena del crimen no fue tratada como tal y, por lo tanto, no fue preservada ni analizada. El médico de la MIDU que lo atendió, doctor Ricardo Caritat, dijo, sin embargo, que las marcas en el cuerpo del joven no se correspondían con las de un intento de suicidio.

Ayer, el SUNCA lo recordó con un homenaje que fue, también, un llamado a no olvidar. En su intervención, Enrique Toto Núñez, responsable de derechos humanos del sindicato, recordó que la muerte de Guillermo se produjo en el contexto represivo que acompañó los primeros años tras la salida de la dictadura, cuando se producían “detenciones masivas de jóvenes en todo el territorio nacional, que eran tratados como sospechosos”, y llamó a recordar la lucha por la recuperación plena de los derechos y las libertades.

La hija de Guillermo, Cecilia Machado, dijo, por su parte, que la muerte de su padre “se dio en un Uruguay en el que había un decreto que reglamentaba las razias”, que había sido aprobado en dictadura, en 1980, y que fue derogado recién en 2005. “Con ese decreto lo que se quiso hacer fue brindarle a la Policía herramientas represivas, con la excusa de que había que prevenir el delito. Pero en los hechos lo que hubo fue una represión brutal contra los jóvenes”. Recordó además que hay “cientos de denuncias realizadas por la población en esa época a través de la prensa escrita”, y destacó que “lo que podemos ver es que el resultado de darle un poder ilimitado a la Policía no terminó con el delito”, sino que impuso un poder que “reprimía a los jóvenes, denigrándolos y violentándolos, con una justificación que era el prejuicio”.

Daniel Diverio, presidente del SUNCA, recordó, a su vez, que “el velatorio [de Guillermo] fue en San Quintín, y arrancamos por Agraciada y cruzamos el Prado y era un mar de gente que decía ‘queremos libertad, queremos derecho a vivir, queremos seguir profundizando la democracia’. Ese grito era el de la multitud ese día”. El paro convocado por el PIT-CNT a raíz de la muerte de Guillermo tuvo una adhesión masiva, y el féretro con los restos fue llevado en hombros y acompañado por una multitud hasta el Cementerio del Norte. Antes de que terminara el mes de julio, el ministro del Interior, Antonio Marchesano, tuvo que renunciar.

Ayer, al finalizar la ceremonia, la madre y la hija de Guillermo recibieron del sindicato una placa conmemorativa acompañada por una dedicatoria simple: “A la familia de Guillermo Machado, a 30 años de ofrendar su vida a la lucha de los trabajadores”.