Otro mundo es posible, pero también necesario, urgente. Los modelos económicos alternativos y las miradas divergentes deben hacerse visibles, construir relatos comunes y unirse. Estas dos ideas atravesaron la discusión ayer en el Encuentro Nacional de Economías Transformadoras, que tuvo lugar en la sede del Instituto Nacional del Cooperativismo (Inacoop). La reunión fue una instancia preparatoria de cara al Foro Mundial de las Economías Transformadoras que tendrá lugar el año próximo en Barcelona, y que aglutina en este concepto cuatro movimientos: economías feministas; movimiento agroecológico y por la soberanía alimentaria; procomunes (naturales, urbanos, digitales, de conocimiento); y economía solidaria.

El encuentro de ayer fue organizado por la asociación civil Retos al Sur y por el Curso de Economía Solidaria, Cooperativismo y Relaciones Laborales de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República (Udelar). Participaron representantes del cooperativismo, de las empresas recuperadas, de la economía social y solidaria, organizaciones ambientalistas y feministas, entre otros actores. “Nos une la voluntad de querer cambiar tantas cosas”, sintetizó el investigador de la Udelar Pablo Guerra en la apertura del encuentro.

Los participantes coincidieron en el diagnóstico: estamos ante una crisis sistémica que tiene manifestaciones políticas, sociales, económicas y ambientales. “A esta altura, la búsqueda de alternativas al modelo económico actual no es una alternativa sino una necesidad: los desequilibrios ambientales, la concentración de la riqueza en tan pocas manos obligan a buscar alternativas que no son más que la democracia misma, la esencia de la democracia”, afirmó el presidente del Inacoop, Gustavo Bernini.

Martín Drago, de Redes - Amigos de la Tierra Uruguay, sostuvo que la concentración de riqueza, poder y privilegios “de manera obscena en manos de unos pocos”, la mercantilización de la naturaleza y de la sociedad, y las modalidades insostenibles de consumo asociadas determinan que este sistema esté “colapsando”. “Claramente no podemos esperar soluciones, tenemos que pensar en un sistema alternativo o en otros mundos posibles. Para nosotros eso implica construir sociedades sostenibles, en armonía con la naturaleza, basadas en la justicia social, ambiental y de género”, afirmó.

El investigador italiano Riccardo Troisi advirtió que ya no se trata de una crisis que “va y viene” sino que es permanente, y está ligada a un modelo de desarrollo, de consumo y de producción insostenible. Contó que en una investigación reciente que hicieron sobre distintos movimientos vinculados a las economías transformadoras llegaron a la conclusión de que la mayoría de los emprendimientos adoptaron este modelo alternativo “por sobrevivir, por resistir, por oponerse”. Pero al mismo tiempo, compartían un “marco teórico alternativo” y percibían que era necesario encontrar elementos de confluencia y construir una visión común para generar un modelo económico alternativo. “Si queremos cambiar el modelo de desarrollo actual, los distintos movimientos que promueven un cambio deben unirse y construir juntos un relato, una visión, un proyecto alternativo empezando desde el nivel local”, sostuvo Troisi. Propuso en este sentido “empezar a generar una nueva estrategia de transición ecosistémica”.

Gabriel Isola, coordinador general de la Confederación Uruguaya de Entidades Cooperativas, dijo que actualmente hay más de 1.200 millones de cooperativistas en el mundo –más de 10% de la población del planeta– y que en Uruguay hay más de 3.500 cooperativas que generan cerca de 45.000 puestos de empleo directo. “Somos un fenómeno importante a nivel nacional e internacional”, remarcó Isola, y agregó que a veces cuesta traducir eso “en posicionamientos más claros” a nivel político. Isola sostuvo que las economías transformadoras pueden ser una alternativa para construir un sistema con desarrollo sostenible y mucho más democrático a nivel global.

Ana Abelenda, de la organización feminista internacional Asociación para los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo, expuso algunos conceptos que propone la economía feminista para pensar el vínculo entre trabajo, producción y crecimiento. “Uno de los aportes principales de la economía feminista es cuestionar qué es lo que tiene valor en la economía: cómo producimos y qué es lo productivo”, explicó. La economía feminista sostiene que el trabajo reproductivo y el de cuidados no deberían separarse del trabajo remunerado, porque la economía no podría sostenerse sin él. “¿Cuánto sería el Producto Interno Bruto si contáramos el trabajo no remunerado de las mujeres?”, inquirió. Agregó que esta invisibilización tiene impactos en materia de desigualdad de género.

Abelenda recordó también los conceptos del ecofeminismo, que vincula las nociones de cuerpo y territorio para explicar los procesos de dominación y el extractivismo.

Carlos Aulet, de la Asociación Nacional de Empresas Recuperadas por sus Trabajadores, se refirió a la necesidad de pensar en clave transformadora conceptos como soberanía alimentaria, cambio de la matriz productiva y cuidado del medioambiente. Sostuvo que este último tema “ha sido bastante poco tratado en el Uruguay y necesita estudios y trabajo serio”.

Alberto Gómez, integrante de la Red Agroecología, señaló que el actual sistema promueve la pérdida de la calidad y de la diversidad en la alimentación. Remarcó que no se puede pensar en cambios reales sin involucrar a los pequeños productores. “No nos estamos planteando cambiar en poco tiempo todo el modelo agropecuario del Uruguay, pero ese es un desafío a largo plazo de todo el país, no sólo del movimiento de la agroecología, porque el actual modelo no es sustentable”, advirtió.

El rol del sistema financiero en un contexto de transformación también fue abordado. Aulet aseguró que no se puede transformar la economía “si no tocamos el sistema financiero”.

Hacia una plataforma nacional

Uno de los objetivos de la actividad de ayer fue generar un espacio de encuentro para conformar una plataforma nacional de cara al Foro Mundial de las Economías Transformadoras. Las organizaciones participantes coincidieron en la necesidad de llegar a esa confluencia.

Elena Almiratti, integrante de la Coordinadora Nacional de Economía Solidaria y participante de la Red Intercontinental de Promoción de la Economía Social Solidaria (RIPESS), sostuvo que desde RIPESS América Latina se acordó promover la unidad, el fortalecimiento y la visibilidad de las organizaciones de las economías transformadoras.

Aulet afirmó que es necesario conformar una plataforma común regional que explicite “ideológicamente qué significa la transformación social de la humanidad”.

Isola consideró que la integración entre distintos proyectos de economías transformadoras es un “desafío enorme” y recordó que este año se lanzó la plataforma de intercooperación Sícoop para fomentar la integración económica. “Es imprescindible constituir integración a nivel económico para después poder disputar a nivel político”, valoró.