En el noreste del departamento de Canelones, en la ruta 81, a la altura del kilómetro 60,500, está el local de la sociedad de fomento rural (SFR) Los Arenales, institución que desde hace nueve años logra exportar a Europa calabacines producidos por pequeños establecimientos familiares de la zona.
Yanina Curbelo, presidenta de la SFR Los Arenales, comentó a la diaria que el proyecto ha logrado incluir a diferentes productores familiares puesto que todos los años se inscriben en un llamado a interesados en participar de la iniciativa. Tras la selección de los productores, se hace una compra conjunta de semillas y fertilizantes, y cada uno se encarga de su siembra. Después de la cosecha, una empresa se encarga de colocar los calabacines y exportarlos. “En lugar de venderlo al Mercado Modelo lo hacemos al exportador y él hace los trámites, nosotros no somos los que hacemos las negociaciones”, aclaró Curbelo.
Si bien cada año la cantidad de participantes varía, en 2020-2021 fueron 13 las familias que integraron el programa.
Además de no saturar el mercado local, con este sistema logran colocar un volumen de producto mucho más grande, si bien Curbelo dijo que los precios de exportación, a veces, son más bajos que en el mercado interno; es la cantidad lo que hace la diferencia.
“El Mercado Modelo está muy complicado, y si llegamos a través de comisionistas muchas veces pasa que se satura de determinadas mercaderías y eso hace que bajen los precios”, aseguró.
La zafra del calabacín, en el campo, empieza en octubre con la plantación, y la cosecha se hace entre mediados de febrero y marzo; después el proceso continúa, porque, al ser productos de exportación, requieren determinada calidad, y eso hace que se tenga que seleccionar las mejores unidades. Curbelo aclaró que Los Arenales trabaja todo el año en lo que es el llamado a interesados; en función de la intención de siembra, ofrecen lo que pueden producir, y con base en eso negocian. Una vez terminada la venta, el dinero se reparte según lo que produjo cada familia. “Desde el campo va marcada la mercadería, no se trabaja toda en conjunto, sino que se van haciendo estados de cuenta para la devolución de pagos; si yo remití 10.000, voy a cobrar por eso”, explicó.
Sobre la historia del emprendimiento, contó que la iniciativa llegó de la mano de la empresa exportadora. “A través de un técnico llegó la propuesta, y había productores que ya conocían el rubro; más allá de que todos los que han participado año tras año son productores hortícolas y tienen conocimiento, antes no todos se dedicaban a los calabacines. Apareció la oportunidad para producir más y lograr comercializar. La comercialización es hoy el gran cuello de botella que tenemos; podemos producir en determinadas escalas, pero si mandamos todos al mercado terminamos compitiendo entre nosotros mismos”, dijo.
Curbelo dejó claro que lo que venden depende de la demanda internacional, porque puede que produzcan determinada cantidad y el exportador no lo pueda colocar. Dijo que, más allá de que sería bueno que otros productores pudieran seguir este camino, eso dependerá de lo que se necesite a nivel internacional.
“Como organización lo que hacemos es el nexo entre el productor y la parte exportadora, proporcionamos nuestras instalaciones para que los productores se puedan reunir y después hacemos el acompañamiento de las compras conjuntas. En un momento financiamos la compra de semillas y fertilizantes, este año no, pero otros años sí se ha hecho. Además, desde hace tres años la organización se presenta a un plan de negocios para acceder a un subsidio de la Dirección General de la Granja [que depende del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca]. Arenales es como un patrocinador de esos productores. Eso ha hecho que el negocio mejore”.
Para dar una idea de las cantidades que se manejan, dijo que “de febrero a marzo se pueden cosechar 50.000 kilos de calabacín, y si estos van al Mercado Modelo [ahora Unidad Agroalimentaria], tal vez pasen dos meses para que los vendan”. En cuanto al terreno, comentó que en promedio se producen 10.000 kilos de calabacín por hectárea.
Uno de los problemas que la organización afronta en la actualidad es que no todo el producto que cosecha es apto para exportar, y tienen que resolver qué hacer con el resto de los calabacines. “Es un gran debe que tenemos, porque queda mucho en la tierra, hay veces que es 50/50 y es una pérdida. Si se pudiera comercializar sería un flujo agregado para el negocio”, dijo. Curbelo agregó que han intentado colocarlos pero hasta ahora no se ha llegado a un acuerdo, y a pesar de tener un precio más bajo, porque no son un producto de primera calidad, sí puede ser comercializables; lo que sucede es que no hay mercado.
Con relación a la pandemia generada por la covid-19, dijo en que la producción no tuvo ningún impacto, pero sí trastocó el relacionamiento interpersonal. “Lo que afecta la pandemia es el poder juntarse y realizar actividades, como charlas y capacitaciones”, contó.
Sin embargo, aseguró que sí les complicó la emergencia agropecuaria. En marzo del año pasado se decretó la emergencia agropecuaria para los departamentos de Montevideo, Canelones y parte de San José; después se amplió al resto de San José, a parte de Lavalleja, Colonia y Maldonado. En abril el déficit hídrico hizo que entraran en la lista Rocha, Lavalleja, Treinta y Tres y Cerro Largo.