Se dio a conocer este lunes el informe Coyuntura laboral en América Latina y el Caribe, una publicación semestral elaborada conjuntamente por la División de Desarrollo Económico de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la Oficina para el Cono Sur de América Latina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
El informe se centra en los impactos sin precedentes en los mercados laborales de la región generados en 2020 por la pandemia de coronavirus. La reducción del producto interno bruto (PIB) regional (que fue de 7,1%, la mayor en lo que va del siglo XXI) “se tradujo en la marcada caída” de la ocupación (5,5 puntos porcentuales) y de la participación laboral (4,5 puntos porcentuales), y en el aumento de la tasa de desocupación regional (2,1 puntos porcentuales), que alcanzó 10,5%.
“Además, América Latina y el Caribe ha sido la región con la mayor contracción en las horas de trabajo en todo el mundo, con una pérdida estimada del orden del 16,2% en 2020 en comparación con 2019. Esta cifra casi duplica la estimada a nivel mundial, de 8,8%”, señala el informe.
Esta contracción económica histórica “fue generalizada y afectó a todos los países de la región, a diferencia de otras crisis regionales de alcances comparativamente más acotados”. “El comportamiento de los principales indicadores de oferta y demanda laboral en la región se dio en un contexto marcado por un débil desempeño precedente, en que el bajo crecimiento económico entre 2014 y 2019 se tradujo en una leve caída de la tasa de ocupación y un ligero aumento de la tasa de participación durante ese período, junto con un aumento de la tasa de desocupación de 1,9 puntos porcentuales. Si bien desde 2017 se observó un crecimiento muy modesto de las tasas de participación y ocupación, esta tendencia se revirtió de manera radical en 2020. Por ende, antes de la crisis del covid-19 el mercado laboral regional mostraba poco dinamismo, lo que es una señal a considerar respecto de las posibilidades de una recuperación robusta o tenue del mercado laboral de cara al período pospandemia”, indican la Cepal y la OIT.
El documento también destaca como otro efecto negativo de la crisis sanitaria el impacto en la ocupación y la participación de las mujeres: entre 2019 y 2020, “la fuerza de trabajo se contrajo un 5,0% entre los hombres y un 8,1% entre las mujeres, mientras que las tasas de ocupación lo hicieron un 7,2% entre los hombres y un 10,2% entre las mujeres”. Según el informe, el ingreso de mujeres al mercado laboral explica que la tasa de participación regional haya mantenido una tendencia creciente en el mediano plazo, pero “la crisis sanitaria, en cambio, produjo una reducción regional generalizada de la tasa de participación femenina, lo que supone un gran retroceso respecto de los avances observados en la participación laboral de las mujeres”.
En cuanto a las categorías ocupacionales en las que más impactó la crisis, el informe señala que el servicio doméstico y el trabajo familiar no remunerado “se contrajeron significativamente (20,1% y 11,5%, respectivamente)”. “En particular, la contracción del servicio doméstico significó que en esta categoría de alto nivel de ocupación femenina (cerca del 7% del empleo total) perdieron su empleo una de cada cinco trabajadoras. A su vez, el cierre de empresas producto de la crisis económica derivada de la pandemia se tradujo en la pérdida del empleo de uno de cada diez empleadores en la región. No obstante, cabe destacar que tanto el empleo asalariado como el empleo por cuenta propia experimentaron contracciones relativamente altas y cercanas a 8%. En términos de cantidad de empleos perdidos, dado que la mayoría de los ocupados son asalariados, las pérdidas fueron mayores entre estos. La dinámica observada en 2020 a nivel de categorías ocupacionales pone en relieve otra diferencia de la crisis sanitaria respecto de anteriores episodios de contracción económica regionales. Mientras que en crisis pasadas la destrucción de puestos de trabajo asalariados fue compensada parcialmente por el crecimiento del empleo por cuenta propia y de otras categorías de características informales, en el caso de la crisis sanitaria, la destrucción de puestos de trabajo no asalariados fue, en conjunto, proporcionalmente más significativa que la observada a nivel del empleo asalariado. Es decir, el empleo no asalariado no sirvió como amortiguador de la pérdida de empleos asalariados durante la pandemia de covid-19”, dice el informe.
Según las ramas de actividad, se notaron efectos más profundos en los sectores más afectados por el descenso de la actividad económica y las medidas de confinamiento o limitación del trabajo presencial: hotelería (19,2%), construcción (11,7%), comercio (10,8%) y transporte (9,2%), que en conjunto concentran cerca de 40% del empleo regional. “A su vez, la industria (8,6%) y otros servicios (7,5%) también registraron contracciones, mientras que en agricultura la pérdida de empleos fue comparativamente menor (2,4%)”, añade.
El empleo informal fue más afectado que el formal
El informe señala que la crisis afectó con más profundidad el empleo informal que el formal, sobre todo al inicio de la pandemia. En cuanto a la pérdida de empleo registrado, que también ha sido generalizada y “de una enorme magnitud en comparación con crisis anteriores”, se destaca que fue “menor a la pérdida de empleo total”. “En 2020, la contracción del empleo registrado en Argentina fue mayor que la de 2019, mientras que en Nicaragua y Uruguay las contracciones de 2020 fueron menores que las de 2019. En el resto de países, la contracción del empleo registrado revierte el crecimiento observado en 2019 de manera significativa en los casos de Chile y México o, incluso, lo supera, como en el Brasil, Costa Rica, El Salvador y Perú”, indica el informe.
Sobre el mayor impacto sobre el empleo informal, el informe explica que este “se benefició en mayor grado de políticas públicas destinadas a proteger el vínculo laboral, como las suspensiones o reducciones de horario combinadas con subsidios estatales o prestaciones de los seguros de desempleo en algunos países”, y señala que en el caso del empleo informal, fue mayor el impacto negativo entre las mujeres que entre los hombres.
El informe apunta que en 2020 mejoraron “ligeramente” los salarios mínimos en la región con respecto a 2019 (1,4%), pero las cifras de 2020 y 2019 “son mucho menores a las resultantes de los incrementos robustos observados entre 2010 y 2018”. “Seis países registraron contracciones del salario mínimo real, siendo las disminuciones de Argentina (10,0%) y Uruguay (3,0%) las más acentuadas”, pero “en diez países hubo aumentos del salario mínimo real en 2020, destacándose en particular el incremento en México (16,1%)”. “En conjunto, el desempeño de los salarios mínimos pone de relieve las dificultades para aplicar medidas salariales compensatorias, sobre todo para los trabajadores de bajos ingresos, en un contexto de pérdidas masivas de empleos y cierre de empresas”, observan la Cepal y la OIT.
Desafíos pospandemia
El documento se expide sobre algunos aspectos de lo que considera una transición paulatina hacia la pospandemia que presenta importantes desafíos. “Esa transición dependerá tanto de la efectividad y la masificación de las medidas de control de la crisis sanitaria, en particular la vacunación, como de la robustez de la recuperación de la actividad económica en un contexto marcado por la fragilidad del tejido productivo y el sostenimiento de las políticas de transferencias e ingresos para trabajadores, empresas y personas fuera de la fuerza laboral que los gobiernos han implementado desde 2020”, expresa el informe. Advierte que en 2021 los países de la región van a convivir con “tasas de desocupación más altas respecto de años anteriores”, y que las tasas de 2020 “tenderán a mantenerse elevadas en la medida en que las personas que salieron de la fuerza de trabajo regresen a la misma y se genere un incremento de la oferta laboral que no pueda ser absorbido a la misma velocidad por la demanda”. “Es muy probable que los empleos formales que se generen no recuperen los niveles prepandemia en el corto plazo, debido a los problemas que están experimentando muchas empresas, particularmente las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), para sostener y recuperar su actividad. Ello es particularmente notorio en aquellos sectores como turismo, comercio, transporte y construcción”, agrega.
Para la Cepal y la OIT, instrumentos como los seguros de paro y las políticas de capacitación e intermediación laboral “son muy importantes para, por un lado, sostener los ingresos de los desocupados y, por otro, facilitar el retorno al mercado laboral de las personas que se encuentran fuera de la fuerza de trabajo o están desocupadas. A ello se suma la necesidad de promover la inversión pública y privada con alta intensidad de mano de obra, especialmente en los sectores más afectados en cada país, de manera que la reactivación del tejido productivo en esos sectores acelere la demanda del empleo a nivel sectorial”.
Finalmente, plantean como un gran desafío para 2021 y el período pospandemia la recuperación “de la dinámica laboral femenina prepandemia”. “La caída de la participación laboral de las mujeres en 2020 significa no solo un fuerte retroceso frente a los avances registrados, sino también desafíos enormes de política para facilitar la reinserción de las mujeres en la fuerza de trabajo. En especial, la caída de la participación durante la pandemia se dio en un contexto marcado por la brecha del uso de tiempo entre hombres y mujeres para las tareas de cuidado”, observa el informe. Para facilitar la reincorporación de la mujer al mercado de trabajo, se propone priorizar “las medidas que fortalezcan las políticas e instituciones de los sistemas de cuidado, tanto en términos de educación como de salud”. “A ello se suman los problemas de reingreso al mercado laboral en un contexto marcado por la pérdida de empleos en categorías feminizadas, como el servicio doméstico y el trabajo familiar no remunerado, de características informales y de bajos ingresos”, concluye.