En 2018 un grupo de diez estudiantes que estaban por egresar de la tecnicatura de Conservación y Gestión de Áreas Naturales del Polo Educativo Tecnológico Arrayanes, de UTU, decidió crear una cooperativa de trabajo, tras observar que las salidas laborales para su profesión se limitaban a los llamados del entonces Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente para desempeñar una sola tarea: la de guardaparques. “Veíamos que había un montón de otras cosas que estábamos aprendiendo que quedaban por fuera”, contó Fabián Oliva, uno de sus integrantes.

Así nació Endémica Conservación, una cooperativa especializada en el manejo de gestión y diseño de proyectos en espacios naturales, sin precedentes en Uruguay. La cooperativa brinda servicios de regeneración y restauración de ecosistemas, manejo de especies exóticas invasoras, implementación de infraestructuras sustentables, informes de inventario ambiental y estado del ambiente según indicadores de biodiversidad, así como capacitaciones y jornadas de sensibilización para empresas, instituciones gubernamentales y centros educativos.

En 2020 se inscribieron por segunda vez en el llamado de Incubacoop, la incubadora de cooperativas que acompaña iniciativas sostenibles y pertenecientes a sectores dinámicos de la economía y que es cogestionado por el Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM), el Instituto Nacional del Cooperativismo (Inacoop) y la Confederación Uruguaya de Entidades Cooperativas (Cudecoop). En esa oportunidad, ya con una idea más clara de a dónde apuntaba la cooperativa y con un grupo sólido de cinco integrantes, fueron seleccionados y comenzaron a desarrollar el proyecto a partir de las herramientas que les brindó la incubadora.

La conservación y la gestión de la naturaleza es un “trabajo digno” y “factible de ser remunerado”

La idea de formar una cooperativa surgió de Natalia Acosta, una de las fundadoras, quien falleció en 2020. Acosta contaba con experiencia en el cooperativimo por ser parte de La Fraterna, un espacio de gastronomía y cultura en Jaureguiberry. “Nos metió la idea del espíritu del cooperativismo”, recordó Cecilia González, también miembro de Endémica.

Si bien actualmente sus integrantes mantienen sus antiguos trabajos, dado que crear desde cero una cooperativa es un proceso lento, es en Endémica donde ven la posibilidad de desarrollar su vocación, destacó González.

Para Oliva, en la cooperativa encuentran la versatilidad que el mercado de trabajo no ofrece: “Un día podemos estar trabajando en una escuela en la Ciudad de la Costa y otro día podemos estar en la mitad de un monte haciendo una infraestrucura sustentable y al siguiente sentarnos con un grupo interdisciplinario a crear algún proyecto de educación ambiental”, ilustró.

“El compromiso ético con la conservación” es otro pilar de Endémica, destacó. En ese sentido, señaló que la profesión a veces puede prestarse para “blanquear” la actividad de algunas empresas que no contribuyen a la conservación, sino que la utilizan como una estrategia de marketing, en situaciones en las que las instituciones pueden quedar “enredadas”. En cambio, en la cooperativa hay espacios de discusión para determinar qué proyectos acompañan y analizar quién es la persona que los está contratando y para qué, y si las acciones realmente apuntan al cuidado de la naturaleza o si sólo se trata de “una campaña publicitaria”.

Por su parte, González manifestó que el rol de los integrantes de Endémica es ser “promotores de la conservación”. Además, destacó la “libertad” que les da la cooperativa para elegir los proyectos que van a llevar adelante, a diferencia de lo que sucede “si estás atado a un contrato: tenés que hacer las cosas aunque no te gusten y en Endémica tenemos la libertad de elegir y, según los perfiles de cada uno, son los trabajos que vamos haciendo”, contó.

Pero también la tarea de estos cooperativistas es un trabajo que es “factible de ser remunerado”. Sobre este punto hizo hincapié Oliva, que reflexionó que en el imaginario colectivo la conservación de los espacios naturales está vinculada al voluntariado en las ONG o a tareas para hacer en el tiempo libr; sin embargo, se trata de una profesión: “Hay mucha gente que también está estudiando, entonces es poder mostrarles a ellos que no estás estudiando para un llamado [público] o para militar en lo que a vos te gusta en tu barrio, sino que también esto es es una oportunidad laboral”.

En esa línea, indicó que es una época de apertura a lo sustentable, algo que se refleja en el fenómeno de la “nueva ruralidad”, es decir, personas de origen urbano que han decidido irse a vivir al campo o a desarrollar un emprendimiento rural. En este contexto es que surge una posibilidad de inserción laboral.

Incubacoop: una oportunidad para cooperativas innovadoras

Incubacoop es el primer dispositivo de incubación público-privada en el sistema cooperativo de Uruguay y una referencia de este modelo en la región. La incubadora comenzó en 2017 brindando capacitación y herramientas a grupos de cooperativas nuevas o en formación, con el objetivo de transformarlas en casos de éxito. En esa línea, busca “mejorar el proceso de gestión y darle herramientas en los modelos de negocios, en los objetivos que se buscan, en marcar planes estratégicos o reformular su plan de negocios”, detalló en diálogo con la diaria Andrés Carrasco, vicepresidente de Inacoop.

Debido a las condiciones de aislamiento que impuso la crisis sanitaria por la covid-19, Incubacoop modificó su metodología y habilitó la virtualidad, lo que “dio más posibilidades de acercar cooperativas de todos los puntos del país”, explicó Carrasco. De esta forma, algunas cooperativas se graduaron luego de atravesar procesos totalmente virtuales.

Juan Carlos Canesa, secretario de Cudecoop y uno de los fundadores de Incubacoop junto a Graciela Fernández, Ángeles Datti y Adán Martínez, contó a la diaria que la iniciativa surgió con la idea de crear “una opción para desarrollar a nuevos empresarios bajo el paraguas del cooperativismo”. Según Canesa, Incubacop da “oportunidad a futuros empresarios e innovadores que quieren lograr su empresa propia en aquellos aspectos que consideran, como jóvenes que son, y poder armar algo que le falta a la sociedad”. En ese sentido, la meta es “tener una sociedad más equilibrada y gente especializada en lo que en algún momento pensó que era una idea y después llevó a la realidad”, planteó.

Con ese objetivo, sus fundadores lograron hacer convenios con el MIEM, con Inacoop y también con el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional para conseguir los fondos y financiar la incubadora.

A los aspirantes se les exige cumplir con ciertas reglas. Una de ellas es tener al menos cinco integrantes y cumplir con las metas dentro de los plazos. Para ello, Incubacoop hace un seguimiento, que es encabezado por el gerente actual, Lautaro Viscay. Además, los miembros de la incubadora tienen reuniones periódicas para asegurar que se utilicen todas las herramientas que brindan las instituciones y que los fondos se apliquen de forma correcta.

Canessa señaló que la mayoría de quienes se presentan a los llamados de Incubacoop son estudiantes o trabajadores, por lo que se busca apoyarlos en el momento “clave”, que es cuando deciden tomar el riesgo de abocarse de lleno a la cooperativa. “Es donde tenemos que estar desde la incubadora de cooperativas trabajando con el equipo para lograr que ese paso sea lo más acertado posible; a veces no se logra y tienen que volver a trabajar, pero en la mayoría de los casos hemos funcionado bien y los fracasos nos han servido para crecer”, reflexionó.