Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Muchas personas alientan la esperanza de que la actual emergencia sanitaria nos vuelva mejores, pero hay indicios de que la “nueva normalidad” anunciada se parecerá mucho a la vieja, y de que incluso puede traer consigo regresiones.

En el manejo de la política económica, lo que está en marcha no da la impresión de ser un avance. El director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Isaac Alfie, aseguró que a él le gustaría que el Estado pudiera destinar más dinero a paliar las consecuencias de la crisis, pero opinó que no es posible. Esto es preocupante, porque nada garantiza que las necesidades en los próximos meses no vayan a crecer. La preocupación aumenta ante la intención de imponer recortes presupuestales sin considerar las consecuencias inevitables, como señalan cientos de estudiantes del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas.

Algo similar ocurriría si se pretendiera “ahorrar” frenando o revirtiendo el desarrollo, aún incipiente, del Sistema Nacional de Cuidados (SNC). Daniel Radío, director de la secretaría que tiene a su cargo la parte operativa del SNC, asegura que, muy por el contrario, es preciso que ese desarrollo continúe, y responder ahora a las necesidades de cuidados asociadas con la actual crisis.

Ernesto Talvi había manifestado que le parecía inconveniente la designación en cargos políticos de familiares de dirigentes, y con ese argumento se opuso al nombramiento de Julio Luis Sanguinetti en la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU), pero el hijo del ex presidente de la República pasará a integrar el directorio de UTE. Julio Luis Sanguinetti, que prefería la CARU porque allí no estaría inhibido de realizar actividad política partidaria, dijo a la diaria que “el jugador juega donde lo mandan el técnico y el presidente del club”, sin aclarar si considera que su padre es el director técnico del gobierno nacional.

En el caso de Carlos María Uriarte, ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, no parece adecuado hablar de “normalidad”, nueva o vieja. Su desgraciada idea de comparar el aumento del abigeato con el de los femicidios causó una oleada de indignación, la vicepresidenta Beatriz Argimón opinó que era importante que pidiera disculpas, y Uriarte lo hizo, alegando, como era esperable, que sus palabras habían sido “sacadas de contexto”.

Por último, cabe señalar que entre los aspectos de la “vieja normalidad” que no parecen modificarse está la actitud de algunos integrantes del Poder Judicial, que invocan argumentos más que discutibles para obstaculizar la investigación del terrorismo de Estado. El fiscal especializado en delitos de lesa humanidad, Ricardo Perciballe, se ve obligado a apelar a la Suprema Corte de Justicia, porque un tribunal de apelaciones rechazó su solicitud de reabrir el caso de Vladimir Roslik, asesinado en 1984 en el Batallón de Infantería 9. Ese tribunal arguyó que ya hay “cosa juzgada”, porque la Justicia Militar condenó en su momento al mayor retirado Sergio Caubarrere, que estuvo preso durante cuatro meses y 18 días.

Hasta mañana.