Antes de entrar en especulaciones y construcciones electorales, es prioritario definir colectivamente cuál es el lugar que la socialdemocracia debe ocupar por su responsabilidad histórica.
Basta mirar la historia reciente para conjeturar que no tiene las mismas dificultades aprobar una reforma que tenga como propósito la sustentabilidad financiera que una cuyo propósito sea mejorar la cobertura.
La historia de más de medio siglo de “guerra contra las drogas” muestra que no fortalece la democracia, ni la seguridad ciudadana, ni la salud pública.
Más allá de la verosimilitud de la construcción de una isla artificial en un país sin crecimiento de población, en un paisaje privilegiado que se vería agredido, el modelo que propone el proyecto es una ciudad segregada.
Nunca lograremos superar la crisis y poder enfrentarnos a otros desafíos de los tiempos que vendrán si no encaramos la transformación educativa como política de Estado, habilitando un proceso de cambios participativos.