Darwin Núñez corre por el campo como si no hubiera un mañana. Busca eludir a sus perseguidores, pero finalmente siente un pinchazo y luego de un rato pierde el conocimiento y cae al pasto. Despertará en perfecto estado un rato después, pero para entonces un equipo internacional de investigadores ya tendrá en sus manos una muestra de su valioso esperma, que puede ser fundamental para el futuro de su especie.
Marcelo Bielsa puede respirar tranquilo, porque Darwin Núñez es en este caso un venado de campo (Ozotoceros bezoarticus) de la estancia El Tapado, en Salto. Su nombre, increíblemente, no surgió como un homenaje pensado específicamente para el futbolista de la selección uruguaya, oriundo de tierras artiguenses cercanas al lugar donde ocurren estos hechos.
El nombre Darwin viene obviamente del naturalista Charles Darwin, que estudió a estos venados en su visita a Uruguay hace 190 años, cuando aún eran muy abundantes. Su combinación con Núñez se dio por casualidad: es el apellido del capataz de la estancia El Tapado, que a su vez dio nombre al anterior venado que usó el radiocollar que luce Darwin en su cuello.
El motivo por el que investigadores de Uruguay, Brasil y Perú tomaron muestras de semen de venados silvestres en las últimas semanas es el mismo que los llevó a hacerlo hace ya dos años: un proyecto que busca dar variabilidad genética a las poblaciones de esta especie que Uruguay tiene en cautiverio, algo esencial si se busca reintroducir individuos en la naturaleza en el futuro.
El venado de campo se enfrenta en Uruguay a un problema doble, pese a ser una especie considerada Monumento Natural desde 1985. Por un lado, está su situación amenazada en la naturaleza. En un par de cientos de años pasó de tener millones de ejemplares en nuestros campos hasta quedar prácticamente al borde de la extinción por las enfermedades infecciosas, la caza, la competencia con el ganado y la pérdida de hábitat por cambios en el uso del suelo. Hoy subsiste en números exiguos mayormente en unos pocos lugares de Salto y Rocha, gracias a la voluntad de algunos productores y estancieros, pero su futuro es incierto.
Por el otro, están los inconvenientes de la población en cautiverio, iniciada en la década de 1980, justamente a modo de reservorio para prevenir la posible extinción de la especie. Los ejemplares conservados en la Estación de Cría y Fauna Autóctona (ECFA) se originaron a partir de menos de una decena de individuos traídos de Salto y conforman, por lo tanto, una población empobrecida por el cruzamiento de individuos emparentados, necesitado de mayor variabilidad genética. En los últimos tiempos han experimentado problemas que podrían estar relacionados con la endogamia, como individuos que no llegan a reproducirse o mueren antes del primer año de vida.
Los amables donantes
Para solucionar estos inconvenientes se gestó un proyecto inédito en cérvidos en América Latina, que consiste en sacar muestras de semen a venados machos silvestres e inseminarlo a hembras en cautiverio, con el fin de que sus potenciales crías mejoren la diversidad genética de la población y aseguren su viabilidad en el futuro. Ese es el motivo por el que Darwin Núñez fue anestesiado en los campos de Salto por un equipo de especialistas. Más precisamente, Darwin y otros cuatro venados, bautizados como Claudio, Benito, Erick y Julio.
Entre los especialistas presentes estaban los gestores del proyecto: Susana González, del Departamento Biodiversidad y Genética del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE), y Mauricio Barbanti, del Núcleo de Investigación y Conservación de Cérvidos (NUPECCE) de Brasil. Además, participaron Verónica Gutiérrez y Claudia Corbi, también del IIBCE; María Eugenia Olivera, estudiante de maestría del área Biología del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba), y los veterinarios David Galindo y Lais Jaqueline de Souza, de NUPECCE.
¿Por qué el equipo de científicos volvió nuevamente a Salto, dos años después de haber hecho exactamente el mismo procedimiento con otros cinco venados de campo? Porque ninguna de las hembras de la ECFA quedó preñada en la primera fase del operativo, un desenlace que en realidad no sorprendió a los especialistas, que conocían el grado de dificultad al que se enfrentaban. Por eso mismo el proyecto que presentaron, que contaba con financiación aprobada por la Dirección Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Dinabise) del Ministerio de Ambiente, abarcaba dos años en total.
De acuerdo con el convenio firmado, debían repetir el operativo en 2023, pero eso no ocurrió y el proyecto entero estuvo a punto de quedar en el aire. Que Darwin Núñez y sus compañeros venados pudieran finalmente aportar su esperma en pro de la conservación de la especie se dio gracias a una ayudita del exterior.
Nada debemos esperar...
En 2022, la Dinabise no aportó el segundo desembolso económico que estaba previsto en el convenio firmado, por lo que el proyecto quedó interrumpido. Esta decisión echaba por tierra no sólo la nueva colecta de esperma y la inseminación de las hembras, sino también los censos de la especie planificados para Salto y Rocha, entre otras actividades.
Pese a que Susana todavía intenta que el Estado cumpla lo acordado, la decisión la obligó a buscar fuentes alternativas de financiación para no perder tiempo. Presentó entonces la iniciativa a los Fondos de Continuación de Proyectos de la Whitley Fund for Nature, una fundación británica que todos los años apoya algunos trabajos impulsados por líderes de conservación en diversas partes del mundo, con especial énfasis en que sean beneficiosos para la comunidad en la que se desarrollan y tengan participación ciudadana.
Susana no es una desconocida para esta institución. En 2010, gracias a sus trabajos para la conservación de los venados de campo, ganó el Premio Whitley, un prestigioso reconocimiento anual que otorga esta organización a las personas que lideran proyectos de conservación de la naturaleza.
Una vez postulado el proyecto, comenzó un proceso de ida y vuelta con preguntas, sugerencias y pedidos de información, que culminó con el apoyo de la Whitley Fund al freezado proyecto de conservación del venado de campo en Uruguay. “De hecho, ese fue uno de los argumentos que usamos para pedir los fondos: que habíamos empezado un proyecto que quedó cortado”, cuenta Susana González.
Susana también debió realizar cursos y pasar por varias evaluaciones que incluyeron una defensa oral del proyecto. “Ya me había presentado a estos fondos, pero este año tuve suerte porque recaudaron una cantidad mucho mayor de dinero y, por lo tanto, financiaron más proyectos que nunca antes en su historia. Con estos fondos nos aseguramos la continuidad por un año entero”, agrega.
La página de la Whitney Fund for Nature destaca la labor de Susana con el venado de campo y explica cómo ha trabajado para “mitigar el conflicto humano-naturaleza, cambiar la imagen negativa de esta especie entre los productores locales y crear una red de estancieros que trabajan los pastizales en forma más sustentable”.
“Debido a los recortes del gobierno en la era covid, Susana no ha podido continuar con los protocolos de cría y variabilidad genética o preparar futuros proyectos de reintroducción. Los Fondos de Continuación harán que este proyecto se retome, permitiéndole a Susana seguir con el programa de reproducción que ayudará a sostener una población resiliente de venados. Continuará monitoreando las tendencias de población y rastreará los movimientos de cinco machos para determinar su ámbito hogareño y comportamiento diario, así como estacional”, señala la fundación.
“Finalmente, seguirá alentando la coexistencia al crear un registro de propietarios cuyas tierras se superpongan con el hábitat de los venados, brindándoles información e incentivos para implementar prácticas más amigables con la fauna silvestre”, concluye.
Entre los restantes proyectos premiados hay trabajos de conservación de otras especies muy amenazadas en todas partes del mundo, como el antílope sable gigante en Angola, el orangután de Tapanuli en Sumatra, el tatú carreta en Brasil, la barnacla de cuello rojo en Bulgaria, el murciélago de cola corta en Nigeria y el mono nocturno de Nancy Ma en Colombia y Perú.
Hola mi Salto
Gracias a estos fondos extranjeros, entonces, una parte del equipo de Mauricio y Susana se dirigió nuevamente a Salto a fines de abril para reiniciar la recolección de esperma, mientras que otra ya trabaja desde marzo en la ECFA con las hembras que serán inseminadas. Con los aprendizajes de lo hecho en 2022, realizaron varios cambios al procedimiento.
Pese a la lluvia insistente de los primeros días, Barbanti y sus colaboradores tuvieron éxito a la hora de capturar, anestesiar y tomar muestras de esperma a cinco machos de las estancias de El Tapado y Santa Julia, en Salto. El procedimiento para lograrlo fue, al igual que en 2022, la electroeyaculación, que como su nombre indica consiste en estimular la eyaculación a través de pulsos eléctricos. Esta vez, sin embargo, fueron mejor preparados que en el primer intento.
Gracias a la Sociedad Fomento de Cerros de Vera y Cañas, pueblo cercano a las estancias donde se encuentran los venados de campo, pudieron usar como base de operaciones el centro comunitario del lugar, lo que permitió acortar muchísimo los tiempos de traslado desde los lugares de colecta del semen al punto del procesamiento de las muestras. “Esta era una de las cosas que queríamos corregir con respecto a la primera vez, es algo clave para el éxito del operativo”, comenta Susana.
Además de tomar las preciadas muestras de semen, los investigadores colocaron radiocollares satelitales a los cinco machos para comprender mejor sus movimientos y comportamiento en la naturaleza.
Los especialistas mejoraron también el equipamiento con el que contaron en el trabajo de campo. Uno de los desafíos más importantes era asegurarse de que el semen colectado fuera de la mejor calidad posible. En este caso, Mauricio Barbanti compró un equipo que le permitió evaluar esto allí mismo en el campo, con ayuda de una tablet y el software correspondiente.
“Todas las muestras de semen fueron de muy buena calidad. Además de analizarlo con este equipo, luego se rechequeaba en el laboratorio bajo microscopio”, explica Susana. Esto, sin embargo, es sólo la mitad del trabajo. El esperma se guardó en nitrógeno líquido a la espera del mejor momento para usarlo.
Hola mi ECFA
En la Estación de Cría y Fauna Autóctona, la veterinaria Cecilia Ferrando recoge diligentemente fecas de una docena de hembras de venado de campo. Puede parecer una tarea poco atractiva, pero es fundamental para el éxito del proyecto. Esta colecta de 70 días permitirá hacer un perfil hormonal de las hembras que serán inseminadas. Cecilia es una estudiante de maestría de Pedeciba, que en enero viajó a Brasil para formarse específicamente con Mauricio Barbanti.
Además, la presencia de Cecilia cambió la metodología del intento de inseminación artificial de 2022. En aquella ocasión, se colocó un dispositivo intravaginal en las hembras con el fin de sincronizar y estimular la ovulación. Susana cree que eso agregó estrés a los venados y pudo haber tenido algo que ver en la falta de éxito de la inseminación. “Es un procedimiento que se usa en animales domésticos, pero no es adecuado para animales silvestres”, apunta.
Para cambiar eso, Cecilia está acostumbrando a las hembras de la ECFA a que coman de su mano, algo que logró ya con tres o cuatro individuos. El objetivo de esta adaptación es darles las hormonas que estimulan la ovulación junto con los alimentos, evitando así todo el estrés del anterior procedimiento.
Sumado a esto, Susana tiene un preacuerdo con el laboratorio de rumiantes del zoológico de San Luis (Estados Unidos), uno de los mejores del mundo en investigaciones en endocrinología y reproducción, para analizar en los metabolitos fecales el perfil hormonal de las hembras. Una vez que se haga la inseminación, probablemente en julio, también se analizarán allí las nuevas fecas recolectadas para comprobar si las hembras quedaron o no preñadas.
Esto es distinto a lo ocurrido en 2022, cuando los investigadores aguardaron hasta último momento que alguna de las hembras que participaron en el procedimiento diera a luz, una situación que debe haber estresado más a los investigadores que a los propios venados (los venados de campo son muy sensibles a las perturbaciones, por lo que para evitar posibles interrupciones de los embarazos, el equipo optó por no hacerles ecografías ni ningún otro procedimiento que alterara a las potenciales futuras madres).
“Ahora lo que nos queda es hacer todo lo posible para que esto funcione”, dice Susana. Si eso no ocurre, tampoco será en vano, porque el aporte de la fundación Whitney también abarca otro frente para conservar al venado de campo en Uruguay.
Es ley, dijo la partera
En noviembre de 2023, la Cámara de Senadores aprobó una ley que declara al venado de campo como “especie protegida”, que fue impulsada por el diputado frenteamplista Eduardo Antonini y está provista de un único artículo que dice solamente eso, lo que su título indica.
Su aprobación podía causar cierta perplejidad en las personas familiarizadas con la regulación existente en el país, ya que la ley de protección de fauna establece como norma general que todas las especies nativas de Uruguay están protegidas, salvo aquellas cuya caza o explotación esté prevista expresamente por el Poder Ejecutivo (más allá de que la ley se incumpla permanentemente).
Sin embargo, Antonini aseguró a la diaria en 2023 que su objetivo era que la reglamentación de la ley brindara instrumentos específicos de protección para la especie. Por ahora el contenido de la norma sigue vacío y sin efectos prácticos, pero eso podría cambiar en breve gracias al proyecto que lidera Susana.
Susana obtuvo también un fondo de apoyo legal de la Whitley Fund para realizar una propuesta para reglamentar la ley. “Ellos tienen convenio con una firma de abogados y lo que ofrecen es básicamente un asesoramiento de la propuesta que redactemos”, cuenta Susana. Es el comienzo de un largo proceso en el que participarán otros actores, que de salir bien podrá ofrecer incentivos a quienes conserven venados de campo en sus tierras, entre otras acciones concretas.
No es la primera vez que los venados de campo necesitan de ayuda exterior cuando están en problemas, ante la falta de respuesta local. Recordemos que en 2002 el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca puso un ojo acusador en los venados de campo de Rocha, al detectar un foco de brucelosis en vacunos de la zona.
Su solución fue matar algunos ejemplares de venados de campo de Sierra de los Ajos para tomarles muestras, bajo la sospecha de que podían ser los culpables del contagio.
En aquella ocasión Susana también debió recurrir a fondos internacionales (y a la ayuda de Mauricio Barbanti) para evitar que el Estado siguiera eliminando individuos de una especie seriamente amenazada y, felizmente, tras obtener muestras de animales vivos, pudo demostrar de ese modo que los venados eran inocentes.
Esa vez el dinero lo pusieron la Walt Disney Corporation y la Wildlife Trust. Ahora el turno fue para la Whitley Fund, pero el mismo patrón preocupante se repite. Los venados de campo vienen experimentando un declive sostenido en nuestro país desde los tiempos de Darwin, pero ni siquiera haberlos convertido en un símbolo nacional parece suficiente para tomar acciones concretas para su conservación. Quizá les iría mejor si los convirtiéramos en símbolo de la selección uruguaya de fútbol. En eso, Darwin Núñez ya picó en punta.