Estamos en 2024. Todo Uruguay está ocupado por los humanos... ¿Todo? ¡No! Una población de irreductibles roedores resiste, todavía y como siempre, al invasor.

Se hallan ahí desde muchísimo antes de que el ser humano llegara a estas tierras, pero están siendo arrinconados por el avance del desarrollo inmobiliario, los cultivos y la forestación.

Muchas personas ni siquiera saben que están por allí. Excepto por los breves momentos en que asoman en la boca de sus madrigueras, la única evidencia de su presencia son los montículos de arena que dejan y un sonido tribal, casi fantasmal, cuya onomatopeya dio origen al nombre común que agrupa a las 67 especies descritas de esta familia de roedores: tucu-tucu.

El mismísimo Charles Darwin quedó muy sorprendido por ese ruido cuando visitó nuestro país. “No es fácil decir de dónde viene el sonido o adivinar qué clase de criatura lo emite”, escribió, aunque agregó intrigado que muchas veces el animal está exactamente debajo de los pies de quien lo oye.

No sabemos en qué “clase de criatura” pensó Darwin cuando los escuchó, pero los tucu-tucus son ciertamente animales peculiares que viven enteramente bajo tierra, en complejas galerías subterráneas que ellos mismos construyen. Pueden tolerar los niveles altísimos de dióxido de carbono que se registran en sus cuevas cerradas y tienen algunas herramientas fantásticas para fabricarlas, como unos potentes incisivos por fuera de la boca (a nadie le gusta tragar tierra mientras cava) y patas con fuertes pelos rígidos que les permiten remover la tierra. Son algo así como “ratones con peines”, que es justamente lo que significa el nombre Ctenomys.

No todas las especies de tucu-tucus están tan arrinconadas y amenazadas como los galos de Asterix durante los tiempos de la antigua Roma, pero sí la que protagoniza este artículo, que resiste en una pequeña punta de tierra ubicada entre el río Negro y el río Uruguay: los tucu-tucus de Río Negro (Ctenomys rionegrensis), descritos para la ciencia en 1970 por los mastozoólogos uruguayos Alfredo Langguth y Álvaro Abella gracias a un minucioso análisis morfológico.

Los estudios genéticos posteriores aportaron más evidencia a la descripción de la especie, y los trabajos ecológicos sumaron también otras peculiaridades. Por ejemplo, estos tucu-tucus tienen costumbres semisociales y llegan a compartir sus cuevas con otros individuos, algo no exclusivo de esta especie pero infrecuente en los tucu-tucus (al menos que sepamos). A esto hay que sumarle otras peculiaridades comunes a todas las especies de estos fantásticos bioingenieros subterráneos, como su altísima variación cromosómica y sus adaptaciones para llevar una vida casi enteramente bajo tierra.

Ya en 1980 el trabajo de Langguth y Abella aclaraba que estos animales no estaban solamente en Uruguay. Reportaban también un par de poblaciones de la misma especie del lado argentino, lo que representaba un enigma a la hora de entender su distribución, cortada por la barrera infranqueable del río Uruguay. Ahora, un nuevo trabajo revela la existencia de nuevas poblaciones de Ctenomys rionegrensis y echa luz también a la historia de su llegada a Uruguay, con posibles consecuencias para nuestro tucu-tucu más amenazado.

Underground, by tucu-tucu

En Uruguay tenemos registradas hasta ahora tres especies de tucu-tucus. Además del mencionado Ctenomys rionegrensis, podemos encontrar a Ctenomys torquatus al norte del río Negro y a Ctenomys pearsoni al sur del río Negro y en la franja costera. Este último está incluso frente a las narices –o más bien bajo las narices– de muchos montevideanos, aunque buena parte de ellos lo ignore: se lo puede ver en los canteros, médanos de la playa e inmediaciones de la rambla de Carrasco, sobre todo a la altura del Club Naval.

No suelen ser bienvenidos en los jardines de Carrasco. “Mucha gente los mata sistemáticamente porque sus montículos quedan feos en los jardines, o porque considera que comen y rompen todo. Pero se sabe poco sobre qué tanto daño hacen, en realidad”, cuenta desde Estados Unidos la bióloga Ivanna Tomasco, que ha dedicado buena parte de su carrera académica a los tucu-tucus y especialmente a Ctenomys rionegrensis. Está allí, de hecho, estudiando ejemplares de tucu-tucus guardados en colecciones de museos.

En la costa oriental de la provincia de Santa Fe, Argentina, ocurre algo parecido. Mucha gente suele matarlos con veneno, desconfiada de sus costumbres subterráneas y asumiendo que debido a ellas se comportará igual que los topos, de temida reputación para los jardineros. Esto es malo para cualquier tucu-tucu, que como ya vimos se enfrenta a una combinación importante de peligros, pero sobre todo para una especie tan amenazada como la de Río Negro.

Cuando en 2016 aparecieron nuevas poblaciones de Ctenomys rionegrensis en Argentina, en el Parque Nacional Pre-Delta, al oeste de la provincia de Entre Ríos, empezó a surgir otro panorama de la especie. Este tucu-tucu integra la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y se encuentra en la categoría “Amenazado” (EN) debido a que “su área de ocupación es menor a los 500 kilómetros cuadrados, su distribución está severamente fragmentada, hay sólo cuatro poblaciones conocidas y existe un continuo declive en la extensión y calidad de su hábitat”, según la UICN.

“Después del hallazgo del parque Pre-Delta, el tucu-tucu de Río Negro pasó a tener una distribución mayor pero muy disyunta”, aclara Ivanna. Por eso mismo, la investigadora uruguaya impulsó junto a una estudiante y otros colegas de Argentina un proyecto que busca relevar los tucu-tucus que ocupan Entre Ríos, con énfasis especial en las poblaciones hasta ahora desconocidas.

El resultado de este esfuerzo se vio reflejado en un primer artículo que lleva la firma de la uruguaya Virginia Celada, de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (Unnoba) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet); la mencionada Ivanna Tomasco, del Departamento de Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República; Matías MacAllister, Cecilia Carnevale, Mariano Merino y Gabriela Fernández, también de Unnoba; Ariel Carmarán, del Parque Nacional Perito Moreno de Argentina; y Diego Caraballo, del Conicet.

En tucu-tucu yo me convertí, un tucu-tucu soy

Para el trabajo, las investigadoras colectaron muestras de ejemplares de cinco nuevas poblaciones de tucu-tucu en la provincia de Entre Ríos: tres de ellas dentro del Parque Nacional El Palmar, una en Ubajay y otra en Mabragaña.

Mediante análisis genéticos y comparación con resultados de otros trabajos lograron determinar la especie a la que pertenecen y la divergencia histórica de los distintos linajes. Eso les permitió hacer un estudio filogeográfico, que consiste básicamente en estudiar cómo se distribuyen las diferentes variantes genéticas entre las poblaciones, cómo se relacionan y cuál es su historia.

En otras palabras, usaron la genética para distinguir entre especies con diferencias físicas mínimas y para hacer un viaje en el tiempo y el espacio que ayuda a entender cómo esos tucus llegaron a los lugares donde están.

El análisis filogenético reveló que los tucu-tucus de estas poblaciones hasta ahora desconocidas son Ctenomys rionegrensis, dato importante porque amplía la distribución de una especie seriamente amenazada. No se quedó solamente en eso.

Los estudios que hicieron aportaron otros datos que son especialmente relevantes para los ejemplares de la especie que viven de este lado del río Uruguay.

Las poblaciones argentinas de estos tucu-tucus revelaron una mayor diversidad genética que la de Uruguay, la presencia de haplotipos únicos y una distribución geográfica más extensa. Los estudios de ADN hechos por el equipo sugieren además que los ejemplares de Ctenomys rionegrensis de Uruguay surgieron de un ancestro originado en Argentina, con poblaciones probablemente más grandes que las que existen actualmente.

Tucu-tucu de Río Negro (_Ctenomys rionegrensis_) en Los Arrayanes.

Tucu-tucu de Río Negro (Ctenomys rionegrensis) en Los Arrayanes.

Foto: Soledad Maldonado

La historia de Ctenomys rionegrensis en Uruguay que nos cuenta la genética, entonces, es la de un pionero. “Del lado argentino ya estaban establecidos desde hacía más tiempo y en algún momento cruzaron el río Uruguay, en un momento en que su caudal era mucho menor. Luego, al formarse o restablecerse el cauce del río, quedaron aislados”, cuenta Ivanna.

El análisis de las secuencias de ADN hecho por los modelos informáticos que usaron pone fecha al periplo de esos primeros e intrépidos Ctenomys rionegrensis. Los linajes actuales de la especie se habrían originado hace aproximadamente unos 635.000 años. La colonización de Uruguay por parte de estos roedores ocurrió probablemente entre 526.000 y 136.000 años atrás, “en línea con los cambios climáticos ocurridos durante el Pleistoceno Medio y Tardío”, señala el artículo.

Se refieren específicamente al período que coincide con la Gran Glaciación Patagónica, ocurrida entre 980.000 y 500.000 años atrás, que marcó un clima más frío y seco en la región. “Durante este período, condiciones favorables como la extensión de sabanas y estepas facilitaron la diferenciación y expansión de Ctenomys rionegrensis, que a la larga llegó a territorio uruguayo”, apunta el trabajo. Aquí se siguieron expandiendo y diferenciando, al menos hasta que la presencia humana los arrinconó en unos pocos sitios.

Si algún patriota se lamenta de que un tucu-tucu que parecía tan nuestro, a punto de llevar incluso un nombre científico que alude a un departamento uruguayo, sea en realidad descendiente de aventureros “argentinos”, tiene un consuelo: más o menos al mismo tiempo ocurría lo inverso con otro tucu-tucu, Ctenomys pearsoni, que aprovechó las condiciones climáticas para cruzar desde Uruguay a la provincia de Entre Ríos y establecerse allí.

Volviendo a los tucu-tucus de Río Negro, tras este período que permitió que cruzaran, las condiciones se volvieron más húmedas y cálidas, facilitando un incremento del flujo del río Uruguay “que aisló a las poblaciones al este del río Uruguay, conduciendo así a una diferenciación progresiva que sigue hasta el día de hoy”, cuentan los investigadores. Es ahí, en esa diferenciación hallada en los análisis, donde el trabajo aporta otra novedad que podría cambiar la historia para los tucu-tucus del lado uruguayo.

Nuestro, solamente nuestro

“Nuestros hallazgos aportan puntos nuevos a la distribución de la especie, describen nuevas poblaciones y destacan la marcada diferencia genética entre ellas. La fijación de varios haplotipos exclusivos sugiere una falta de conexión entre las poblaciones. Como caso extremo, las poblaciones uruguayas han estado aisladas por milenios, evolucionando como unidades independientes. Como consecuencia, especulamos con la posibilidad de asignar estatus de especie a las dos formas que se encuentran de los dos lados del río”, dice el trabajo.

Esto implicaría describir a los Ctenomys rionegrensis del lado argentino como una nueva especie, adjudicándoles nuevo nombre, y que por lo tanto la que habita Uruguay pase a ser exclusivamente endémica de nuestro país. “El aislamiento provocado por el cauce del río es uno de los argumentos que nos permitirían definirlo como una nueva especie, porque realmente están diferenciados genéticamente y aislados geográficamente, y la única posibilidad es que se sigan diferenciando en el tiempo”, argumenta Ivanna.

Determinar una nueva especie no es una decisión sencilla y suele ameritar muchas discusiones entre los investigadores. La propia Ivanna es cautelosa al respecto y piensa que un nombramiento de este tipo debe reflejar procesos evolutivos claros, pero cree que esta vez hay argumentos como para hacerlo y pasar entonces a tener un tucu-tucu exclusivamente uruguayo.

“Hay otras especies de tucu-tucus que con mucha menos diferenciación se han definido como especies distintas”, explica Ivanna, que opina que dar este paso para que Ctenomys rionegrensis sea el primer tucu-tucu completamente uruguayo se justifica porque “las variantes de Uruguay son realmente particulares, genética y morfológicamente; es decir que lo de acá es diferente de lo que está en Argentina”.

“También esto generaría toda una movida muy buena, incluso socialmente. Sí, esto implica que tenés un animalito que es solamente de acá. Si vos no lo cuidás, nadie más lo va a cuidar. Si se extingue, se extingue todo, y esa diferenciación de la que hablamos desaparece”, agrega.

Nombrar como nueva especie a los tucu-tucus que hasta ahora son considerados Ctenoyms rionegrensis en Argentina obligaría también a reevaluar su estatus de conservación y, por lo tanto, traería otras consecuencias en ambas orillas.

Me conserva mucho, poquito, nada

Más allá de si se determina o no una nueva especie, este trabajo podría implicar igualmente un cambio en el estatus de conservación de Ctenomys rionegrensis, como bien indica el trabajo. Podría pasar de “amenazado” (EN) a “casi amenazado” (NT) para la UICN, ya que su distribución se amplía gracias al hallazgo de las nuevas poblaciones.

La situación cambia si se nombra la nueva especie del lado argentino y Ctenomys rionegrensis pasa a ser endémico de Uruguay. En ese caso, probablemente pasará a estar “en peligro crítico” (CR). Será un “patrimonio nacional” a cuidar y una responsabilidad, dice Ivanna. Ya lo es, pero habrá aún más motivos.

Y es que uno de los problemas con esta especie en Uruguay es que quizá esté en una situación más compleja de lo que creemos y no lo sepamos, ya que faltan relevamientos más exhaustivos. “Puede que esté en proceso de extinción. Hay poblaciones citadas de Ctenomys rionegrensis que probablemente ya no existen”, explica Ivanna. El equipo de Ciencia de la diaria pudo comprobarlo hace unos años, cuando acompañó a biólogos a buscar los tucu-tucus de una población ubicada en Los Arrayanes (Río Negro) y descubrió que el lugar estaba siendo nivelado por maquinaria para construir complejos habitacionales. Las madrigueras de los tucu-tucus habían desaparecido.

Como bien dice Ivanna, es utópico pensar en conservar todas las variantes genéticas de los tucu-tucus y con ese fin impedir que se cultive, se foreste o se construya, pero al menos hay que intentar que en algunos sitios convivan con la presencia humana. “Lo que tenemos que pensar es cómo mejorar ese vínculo”, dice.

Para eso se necesita “sacarlos de la sombra”. No literalmente, ya que se mantienen a salvo de depredadores dentro de sus madrigueras. “Los tucu-tucus no son conocidos por casi nadie. Hay que hacer esfuerzos por visibilizarlos, contar que hay una especie que es importante para el ecosistema y está en peligro de extinción, que está asociada a un tipo de ambiente arenoso y particular que no se encuentra en otras partes del país y con otra fauna y flora también particular”, señala Ivanna.

Parte de ese trabajo debería ser desmitificar su reputación como especie dañina. “Creo que en vez de intentar extirpar a los tucu-tucus hay que sacarles provecho, mostrar que pueden ser incluso un atractivo turístico y lograr que la gente se encariñe con ellos”, dice.

También piensa que, al ser una especie emblemática de Río Negro que quizá pase a ser endémica del país y del departamento, debería impulsarse la creación de algún área en la que se los proteja. En Entre Ríos hay dos parques nacionales donde los tucu-tucus pueden prosperar, pero del lado uruguayo no hay nada parecido. “¿Por qué no generar un parque nacional en alguna parte de Río Negro, que proteja también otra fauna y flora asociada?”, se pregunta Ivanna.

No hay que olvidar que para los tucu-tucus de Río Negro somos nosotros los recién llegados, bípedos hábiles que desde hace prácticamente nada nos dedicamos a plantar árboles, cultivar o construir nuestras propias cuevas sobre las suyas.

Cuando comenzaron a ocupar nuestras tierras, quizá hace ya medio millón de años, los neandertales aún no daban sus primeros pasos y faltaba muchísimo para que el Homo sapiens surgiera como especie en África y se expandiera a todos los rincones del planeta. Para los tucu-tucus de Río Negro los bienes raíces son otra cosa que para nosotros, pero en un juicio por desalojo de vivienda tendríamos todas las de perder.

Artículo: “Five new unexpected populations of endangered tuco‑tuco Ctenomys rionegrensis (Rodentia, Ctenomyidae) help understanding its distribution and historical biogeography”.
Publicación: Revista Chilena de Historia Natural (mayo de 2024).
Autores: Virginia Zelada, Ivanna Tomasco, Matías Mac Allister, Cecilia Carnovale, Ariel Carmarán, Diego Caraballo, Mariano Merino, Gabriela Fernández.

Ctenomys rionegrensis, patrimonio de Río Negro

Cuando Rafaela Valdez tenía nueve años, una bióloga que hacía estudios en la estancia en la que trabajaba su papá, en Río Negro, la invitó a observar una de sus investigaciones de campo. Gracias a ella pudo ver por primera vez a un tucu-tucu asomándose a la boca de su madriguera, aunque había escuchado antes su curiosa vocalización en el campo.

Aquella bióloga era Ivanna Tomasco, que prendió así una chispa de interés que hizo que Rafaela, ahora adulta y convertida en estudiante de Magisterio, iniciara su propio proyecto para estudiar a estos animales como parte de sus clases de Geografía.

Junto a sus compañeras Nadia Ramos y Pía Castro comenzó a estudiar tanto el desplazamiento como la reducción de la especie en la estancia en la que vive, donde se enfrenta al avance de la forestación.

“Considero que el hecho de vivir en uno de los lugares en donde habita esta especie influyó mucho en que se iniciará la investigación, y al ir descubriendo datos sobre ella y los beneficios que tiene para el ecosistema –ya que son considerados bioingenieros– más el hecho de que están en la Lista Roja de Especies Amenazadas y en Peligro, nos impulsó a que nos preocupáramos más por la especie y cambiáramos el rumbo del proyecto hacia el lado social, para concientizar a las personas sobre la existencia de este roedor y lo que le puede aportar al medio”, cuenta Rafaela.

Su iniciativa ahora es lograr que se declare a Ctenomys rionegrensis especie de interés departamental para Río Negro, con el objetivo de “sensibilizar acerca de la existencia e importancia de esta especie”. Para eso, presentaron ya su proyecto a la Junta Departamental de Río Negro, que lo tiene bajo evaluación.

La iniciativa tiene también como objetivo hacer un relevamiento de la cantidad de lugares en los que se encuentra la especie en el departamento, con base en los aportes ciudadanos.

Rafaela, Nadia y Pía no son las únicas aliadas que han encontrado los tucu-tucus de Río Negro. Al mismo tiempo, la estudiante de profesorado de Ciencias Biológicas Soledad Maldonado, autora de las fotos que ilustran este artículo y habitante de Los Arrayanes, busca impulsar un proyecto sobre Ctenomys rionegrensis en el marco de los Clubes de Ciencia de Cultura Científica del Ministerio de Educación y Cultura. También participa en un trabajo audiovisual sobre la especie junto a un grupo de estudiantes de UTU, siempre con el objetivo de visibilizar la importancia de esta especie en los ecosistemas.

De a poco y gracias a todos estos empujes locales, más las investigaciones de biólogos y biólogas, Ctenomys rionegrensis está logrando salir de las profundidades para que, además de oírlo, la gente del departamento de Río Negro pueda verlo.