Las ciudades son sitios maravillosos. O al menos eso podríamos creer a juzgar por el hecho de que la mayor parte de la humanidad vive en ellas. Uruguay no es una excepción, y datos del censo de 2023 indican que 96% de la población reside en zonas urbanas. Por tanto, para muchos de nosotros y nosotras, la ciudad es el ambiente en el que pasamos la mayor parte de nuestras vidas. Y ese ambiente, dominado por inmensas cantidades de concreto, asfalto y demás, tiene sus cositas. Entre ellas está el hecho de que la ausencia de vegetación y la presencia de infraestructuras artificiales hacen que la temperatura en determinadas partes de las ciudades sea más alta que en las zonas próximas que no se han urbanizado.
En estas diferencias de temperatura operan diversos factores, como la presencia de superficies altamente radiantes -como el cemento, que devuelve al ambiente circundante buena parte de la energía que recibe del Sol-, los vientos, la cobertura vegetal -que, al contrario del cemento, absorben parte de la energía que reciben-, la cercanía de espejos de agua o el mar, entre otros. Así las cosas, no en todas las partes de una ciudad la temperatura de las superficies es necesariamente más alta que la que se registra en zonas aledañas sin urbanizar. En eso se basa el concepto de islas de calor urbanas, zonas de las ciudades en donde se registra este fenómeno de mayores temperaturas superficiales.
Una reciente publicación arroja un poco de luz sobre eso en la ciudad de Montevideo. Si bien con la proliferación de información satelital ver las diferencias de temperatura de las superficies de una ciudad es algo bastante más sencillo -de hecho, la Intendencia de Montevideo tiene un sitio donde puede consultarse esta información-, el artículo Una introducción a la ecología urbana en Montevideo: islas de calor en un contexto socioecológico latinoamericano va mucho más allá.
Para empezar porque el trabajo llevado adelante por Luis Orlando, del Centro de Investigación en Ciencias Ambientales (CICA) del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE), y Mauro Berazategui, de la Licenciatura en Diseño del Paisaje del Centro Universitario Regional Este (CURE) de la Universidad de la República, analiza una serie de datos más larga (de 2017 a 2022 en lo que refiere a las islas de calor urbanas usando 461 imágenes de los satélites Landsat 7 y 8, y de 1985 a 2022 en el caso del estudio de los 62 barrios de las islas de calor urbanas de superficie apelando a 1.666 imágenes de los satélites Landsat 5, 7 y 8). Para seguir, porque a esos datos satelitales les sumaron otros, más que nada relacionados a la vegetación, para abordar los servicios ecosistémicos del ambiente urbano. Y para rematar su excelente trabajo, porque cruzaron esa información sobre servicios ecosistémicos e islas de calor urbano con datos socioeconómicos del censo de 2011, el último con datos disponibilizados.
La investigación entonces llega a resultados de sumo interés. Por un lado, muestra qué barrios y zonas de Montevideo necesitan una intervención más urgente para mitigar efectos adversos como los que podrían darse ante olas de calor o para, en una perspectiva más amplia y de efecto inmediato, mejorar el confort térmico de quienes allí viven. Por otro, al cruzar datos socioeconómicos con ecosistémicos vuelve a mostrar lo valioso de hacer ciencia desde el sur: los patrones que emergen de Montevideo son diferentes a los reportados por la literatura científica producida en los países desarrollados del hemisferio norte. Para hablar acaloradamente de todo eso, partimos hacia el IIBCE al encuentro de Luis Orlando, uno de los dos autores de la publicación.
Ecología urbana e islas de calor
La primera vez que entrevistamos a Luis Orlando nos hablaba sobre cómo la fauna de macroinvertebrados de las playas era afectada por la urbanización. Tiempo después volvimos a conversar sobre cómo las playas de Montevideo respondían al apretón doble que el avance de la ciudad, por un lado, y el mar, por el otro, les imponen.
Estudiar ahora, junto con Mauro Berazategui, las islas de calor urbanas y los servicios ecosistémicos en Montevideo es para Luis parte de un continuo. “El denominador común es la ciudad. Lo que venía estudiando en las playas era el efecto de la urbanización, pero como que siempre el tema detrás para mí es la gente, la parte humana vista desde lo ecológico”, afirma.“Y eso también está asociado con el tema de los servicios ecosistémicos, que son los beneficios que la naturaleza les da a las personas”, dice Luis con su voz suave, cascada y firme.
Tendemos a pensar que la naturaleza es algo que está por fuera de nosotros o que su encarnación son algunos sitios alejados a los que a lo sumo podemos ir a veces. Pero no es así. Y en las ciudades, también precisamos de ella. “En lugares donde hay mayor densidad de personas esos servicios son más relevantes, porque hay más beneficiarios, por decirlo de alguna manera”, sostiene Luis. “Vos podés pensar que la calidad del aire en un lugar remoto, por ejemplo, la Quebrada de los Cuervos, beneficia a un montón de gente. Lo hace sí, en un marco general, pero no en el día a día cotidiano de las personas. En cambio, en la ciudad una variable como la calidad del aire, o la temperatura del ambiente, en el caso de esta investigación, proporcionalmente tiene efectos sobre el bienestar humano mucho más grandes, en el sentido de que afecta a más personas”, explica.
“Además de que la densidad de gente ya disminuye los servicios ecosistémicos, el proceso de urbanización exacerba esa disminución, porque pavimentamos, porque quitamos vegetación, cambiamos especies y demás. Desde cosas pequeñas que pueden resultar ridículas, como dejar cortito el pasto, hasta cosas más importantes, como impermeabilizar grandes extensiones con calles, aceras y concreto, todo va afectando los procesos naturales y los servicios ecosistémicos”, cuenta Luis.
Con ese foco en la ecología de las ciudades, entonces ahora fue por el estudio de las islas de calor. “Es un tema que un poco ya pasó, es decir, está muy estudiado en grandes ciudades del mundo y hoy hay un montón de herramientas para relevarlo casi que de forma automática”, reconoce Luis.
“Aun así, era un tema que tenía pendiente desde hace tiempo, porque la temperatura es una de las variables ecológicas de base, ya que afecta prácticamente todos los procesos naturales a distintas escalas. Desde los individuos a los ecosistemas, el comportamiento es distinto de acuerdo a la temperatura”, señala.
También había otra razón para hacer este trabajo científico. Como dicen Mauro y Luis en su artículo, “una revisión reciente sobre las islas de calor urbanas, que abarcó más de 500 estudios desde 1972 hasta 2018, encontró un fuerte sesgo geográfico en las publicaciones”. Con un gran predominio de ciudades de América del Norte, Europa y partes de Asia, “sólo 2,4% de los estudios abarcan ciudades de América del Sur y Central”.
“Dado que hay una necesidad de que haya referencias de ciudades de Latinoamérica y de ciudades de tamaño medio, nos pareció que había una oportunidad interesante para relevar esto en Montevideo”, comenta Luis. “A nosotros nos aporta un montón saber esto de Montevideo, pero también aporta a nivel internacional tener esa referencia, ya que a la hora de hacer un estudio comparativo, no hay tantas ciudades de Latinoamérica disponibles”, agrega. Y en ese sentido, si este trabajo fuera una partida de golf, hicieron un hoyo con un único tiro: así, de buenas a primeras, encontraron un fenómeno que no había sido observado en los estudios en ciudades más ricas del hemisferio norte. Hacer ciencia en el sur no sólo es imperioso para nosotros, sino que, además, mejora la ciencia que hacen allá (aunque no siempre los de allá lo reconozcan). Pero esto no nació de un repollo.
Inspirándose en la extraña ciencia del norte
“Leí un trabajo de Celina Aznarez, que es una uruguaya que hizo un estudio muy similar sobre los servicios ecosistémicos en una ciudad de España y encontró un patrón que se llama luxury effect”, cuenta Luis.
El efecto lujo fue acuñado por primera vez en 2003 por la investigadora Diane Hope y colegas, que tras estudiar la cobertura vegetal de la ciudad estadounidense de Phoenix, concluyeron que este efecto era una “relación funcional” que vincula “la abundancia de recursos humanos (riqueza) y la diversidad vegetal en los ecosistemas urbanos”. En otras palabras, los barrios más acomodados de las ciudades presentaban más diversidad vegetal. Pronto el concepto se extendió no sólo a la vegetación, sino también a los servicios ecosistémicos. En todas las ciudades, los barrios más acomodados accedían, por así decirlo, a mejores tajadas de la naturaleza.
“Si bien este efecto lujo que encontró Celina en la ciudad española no me sorprendió, sí lo hizo que en su trabajo no hubiera una discusión sobre posibles diferentes patrones. Porque para mí era muy claro que acá el patrón podría ser distinto”, dice Luis. “La mayoría de los estudios que existen de este tipo de cosas se hicieron en ciudades europeas, donde los niveles socioeconómicos más bajos se concentran en el centro de la ciudad, y la periferia es para los más ricos y es donde está la mayor disponibilidad de naturaleza, de servicios ecosistémicos. Montevideo tiene una dinámica distinta en ese sentido”, clarifica.
“A nosotros no nos sorprende pensar que en la periferia hay menor nivel educativo, que fue uno de los dos indicadores que tomamos del nivel socioeconómico, pero que a su vez allí hay un ambiente, si se quiere, más natural, dado que la ciudad crece hacia la pradera, el monte, los bañados. Eso tiene diferencias desde el punto de vista de los servicios ecosistémicos y a nivel mundial es extremadamente raro”, explica Luis sobre su hipótesis de partida.
“Los asentamientos irregulares, como forma de marginación y exclusión, son una preocupación importante” para Montevideo, dicen en el trabajo. “Estos asentamientos, que comenzaron en la década de 1950 y están asociados con la periferia de la ciudad, alcanzaron 10-20% de la población en 2011”, agregan.
“Eso fue lo que terminó de cerrar el trabajo. La idea de ver lo de las islas de calor estaba, pero sentíamos que le faltaba una vuelta de tuerca. Esta realidad diferente, que tal vez nos permitiera ver un patrón distinto al ya reportado, fue el toque final para impulsar la investigación”, explica Luis. ¿Se daría en Montevideo el efecto lujo? A eso vamos.
Las islas de calor urbano y los barrios de Montevideo
En lo referente al estudio de dónde estaban las mayores islas de calor urbanas, el trabajo reporta en líneas generales lo esperado: allí donde hay más superficies impermeables y refractantes, con escasa o baja vegetación, es donde la ciudad muestra su cara más caliente.
“El análisis de la temperatura de la superficie muestra la existencia de islas de calor urbanas en Montevideo, donde se encontraron diferencias de más de 8 ºC entre el centro de la ciudad y las afueras”, reporta el artículo. Luis remarca que eso es la mediana, es decir, la diferencia de temperaturas que más se repite a lo largo del período 2017-2022, incluyendo las cuatro estaciones. “No quiere decir que todo el año tengas 8 ºC de diferencia entre una y otra, pero es la tendencia general”, sostiene.
También es importante aclarar que esto es la temperatura de las superficies. Eso no implica que la gente perciba una diferencia de igual magnitud, ya que no es la temperatura del aire, sino la temperatura radiante de las superficies a nuestro alrededor. “Exacto. Eso no quiere decir que si se mide la temperatura en Ciudad Vieja y Carrasco te tiene que dar 8 ºC de diferencia, porque no es la temperatura del aire”, ejemplifica Luis.
También vieron que allí donde el dosel de los árboles era más alto y abundante, las islas de calor aflojaban, “lo que sugiere un efecto regulador de la altura de la vegetación en la temperatura máxima de la superficie terrestre”. Al respecto, señalan que esta relación negativa entre arbolado e islas de calor es de “particular relevancia para los planificadores y los tomadores de decisiones”, en concordancia con otros estudios realizados en el centro de Montevideo sobre qué tanto inciden las calles con hileras de árboles en el confort térmico.
En el trabajo, además de ver esos puntos calientes, también vieron qué pasaba a escala de los 62 barrios en los que el Instituto Nacional de Estadística dividía la ciudad para su censo de 2011. Allí, la intensidad de las islas de calor urbanas de superficies a escala “se correlacionó positivamente con la prevalencia de superficies pavimentadas”, reportan. Claro, en un trabajo para una revista internacional, el barrio a barrio no importa. Pero para acá sí, así que le pido a Luis esos datos (los mapas que acompañan esta nota también nos dan una idea de lo que encontraron). Allá vamos.
Los cinco barrios más calientes de Montevideo
Si mayor urbanización se correlacionó con islas de calor más intensas, es sencillo imaginar cuál de nuestros barrios quedó en la cima del termómetro asfáltico. Pero no, el primer barrio en la lista no es el que uno pensaría.
Superando a todos, el barrio que destaca por su diferencia térmica mediana entre 2017-2022 es La Comercial, con una diferencia positiva de las temperaturas promedio de 9,48 °C respecto de la temperatura de las superficies en los barrios no urbanizados. En segundo lugar, queda Villa Muñoz-Retiro, con 9,28 °C de diferencia. El tercer puesto lo ocupa La Figurita (con 8,91 °C), el cuarto Ciudad Vieja, con 8,76 °C, y quinto Reducto, con una diferencia de 8,49 °C. Si me hubieran preguntado, hubiera apostado que el Centro picaba alto, pero quedó más lejos con una diferencia de 7,44 °C.
“Esa escala de intensidad, en verano, en un día de mucho sol, debería aumentar. Y en invierno, o en días nublados, no es tan severa”, comenta Luis. Y eso es relevante dado este fenómeno del cambio climático y el aumento pronosticado de eventos extremos, dentro de los que están las olas de calor.
“Hay estudios que sostienen que las olas de calor aumentan estas diferencias que se dan en las islas de calor urbanas. No es que ante una ola de calor todas las temperaturas aumentan igual en la ciudad, sino que en las zonas que tiene más efecto isla de calor, las temperaturas se disparan mucho más”, dice, y entonces el mapa, si se quiere, nos muestra colores de advertencia.
“Lo que me parece interesante de estos mapas es que se pueden detectar zonas con mayor riesgo de exposición al calor. Y eso, por ejemplo, es información que puede servir para el planeamiento de la ciudad”, dice Luis. Riiinng. Intendencia. Hay que hacer algo ya en La Comercial.
Los cinco barrios de Montevideo con diferencias de temperatura más intensas, 2017-2022
Por orden de diferencia de temperatura mediana anual respecto de zonas poco urbanizadas
- La Comercial (9,48 °C)
- Villa Muñoz-Retiro (9,28 °C)
- La Figurita (8,91 °C)
- Ciudad Vieja (8,76 °C)
- Reducto (8,49 °C)
Pocitos: la sorpresa fresca
Si uno piensa en urbanización, Pocitos, con sus edificios apretujados, debiera haber acunado islas de calor de magnitud. Sin embargo...
“El trabajo nos da que Pocitos es un barrio más fresco de lo esperado. A priori, por la cantidad de edificios, pensábamos que tenía que ser un punto caliente”. Sin embargo, marcó una diferencia de temperatura de sólo 2,02 °C, muy lejos de barrios como el Centro o Ciudad Vieja, y situándose en el rango del poco lleno de edificios Punta Gorda (2,77 °C), o de barrios más periféricos, como Conciliación (2,99 °C) o Punta Rieles (2,14 °C). “Que dé algo distinto a lo que se esperaba mirando la urbanización es interesante. Después, pensándolo bien, no era tan sorprendente, porque Pocitos resulta fresco y hasta frío en invierno”, comenta Luis. “Elaboramos algunas teorías al respecto. Por ejemplo, el gran efecto de la sombra que dan los edificios, la orientación y la ubicación frente al mar, el viento, la presencia de árboles altos en algunas de sus calles”, sostiene, aunque señala que ninguna fue puesta a prueba.
Al ver los barrios más frescos de la ciudad, Bañados de Carrasco se lleva la cocarda, con su diferencia promedio de -1,24 °C comparado con la temperatura de superficies en barrios no urbanizados en el período 2017-2022. Le siguen Villa García-Manga Rural (-0,83 °C), Lezica-Mellilla (-0,70 °C) y, empatando en -0,38 °C, Paso de la Arena y Manga-Toledo Chico.
En el mapa se nota, y no sorprende tampoco, que la zona costera presenta un efecto de atemperamiento. “Sí, eso puede ser efecto de la costa y también de otras características de los barrios”, sostiene Luis. “Creo que lo que vemos allí tiene que ver con la evolución de esos barrios más costeros, como Buceo, Malvín o Carrasco, que históricamente tenían una lógica más de balneario. Si bien ahora eso se está transformando, antes sí se daban más las casas con terreno, con menor densidad, y demás”, comenta.
Servicios ecosistémicos y variables socioeconómicas
En el trabajo realizaron un cruzamiento entre imágenes satelitales que les permitían aproximarse a una cuantificación de los servicios ecosistémicos -midiendo índices de vegetación, de productividad primaria así como la cobertura de suelo- con variables socioeconómicas obtenidas del censo de 2011. De hecho, para ese cruzamiento utilizaron datos de los servicios ecosistémicos de 2010, que fue cuando el censo tuvo lugar.
Pero tantos años estudiando la dinámica costera obligaron a Luis a sumar otro dato. “Agregamos los servicios ecosistémicos que brindan las playas, porque no están contemplados en la metodología que usamos y creemos que son importantes”, dice. “Hicimos una estimación grosso modo de los servicios ecosistémicos que brindan y se los sumamos a los barrios que tienen playas”, amplía.
El nivel socioeconómico se estimó tomando como indicadores tanto los años de estudios de los habitantes de cada barrio como el porcentaje de hogares con al menos una necesidad básica insatisfecha, todo según datos del censo de 2011.
Y entonces es que observan un patrón que no tenía nada que ver con el efecto lujo reportado en la literatura de ecología urbana. “Al considerar todos los barrios, se observó un patrón en forma de U asociado con la educación, en el que los barrios con niveles de educación más bajos y más altos mostraban más servicios ecosistémicos”, reporta la publicación.
También dicen que “se observó un patrón de crecimiento positivo asociado con el porcentaje de hogares con al menos una necesidad básica insatisfecha, lo que muestra que la mayoría de los barrios precarios reciben más servicios ecosistémicos”. ¡Chan!
“Lo más valioso a nivel internacional es presentar ese patrón distinto en cuanto a la distribución de los servicios ecosistémicos en relación con el nivel socioeconómico”, sostiene Luis. “Eso es posible gracias a otro de los puntos fuertes que tiene Montevideo, en realidad todo Uruguay, que es una estadística socioeconómica buena y confiable, lo que permite llegar a un resultado robusto”, agrega.
Los cinco barrios de Montevideo con diferencias de temperatura menos intensas, 2017-2022
Por orden de diferencia de temperatura mediana anual respecto de zonas poco urbanizadas
- Bañados de Carrasco (-1,24 °C)
- Villa García-Manga Rural (-0,83 °C)
- Lezica-Melilla (-0,70 °C)
- Paso de la Arena (-0,38 °C)
- Manga-Toledo Chico (-0,38 °C)
¿Efecto cinturón? ¿Efecto cantegril?
“Ese patrón distinto abre un poco la discusión a diferentes patrones y a diferentes aproximaciones al fenómeno de acceso a los servicios ecosistémicos. Están muy desarrollados los conceptos de efecto lujo, de greentrificación o de pagar por la naturaleza, sobre todo en ciudades de Europa. Acá se da algo distinto”, enfatiza Luis.
Si la gentrificación es el desplazamiento de habitantes de menor nivel socioeconómico de algunas áreas de la ciudad -la zona costera del este de la ciudad, por ejemplo-, la greentrificación es ese proceso pero en las zonas más verdes, algo que puede verse en los barrios jardín, countries y demás.
De todas formas, Luis abre el paraguas: “Lo que vemos no es algo completamente diferente a lo que se reporta en Europa”. ¿Cómo es eso? “Si sacamos la parte de la población de menor nivel socioeconómico, el patrón que queda es igual al que reportan en Europa, es decir, los más ricos tienen más naturaleza, y la clase media y los de menor nivel socioeconómico tienen menos. Pero al ver todo completo, lo que tenemos es una anormalidad que está dada por ese patrón de expansión por el cinturón de la ciudad y por el contexto”, dice con claridad.
Le digo que les faltó bautizar a ese efecto distinto. Le sugiero un marginalization effect o efecto cinturón. Luis me mira serio. Y no es por mis bolazos. “En realidad no me animé”, confiesa, aceptando que sí pensó un nombre para el efecto. Tras una pausa que se me hace eterna, lo deja salir: “cantegril effect”, lanza entonces. Y tiene su explicación. “Cantegril viene de un dialecto occitano y quiere decir canto de los grillos. Por tanto, me parece un nombre redondito, tanto por su uso posterior para denominar zonas de viviendas más precarias como por esa referencia a un entorno más natural de los grillos”, sostiene. Y Luis aclara: quiere rescatar el lado natural de los grillos y para nada su uso despectivo.
¿Por qué no pusieron el nombre en el trabajo? ¿Fue culpa de un revisor estricto? Nada de eso. “Fue una decisión nuestra no ponerlo. Cuando lo pensé, me cerró, porque me parece que el canto de los grillos también puede ser un indicador interesante, y todo eso, sumado a la historia del término y su uso en nuestro país, como que tenía su lógica. Pero no me pareció que diera para incluirlo en la publicación”, confiesa, sin descartar que pueda hacerlo en alguna publicación futura. “Incluso me gustaría medir el canto de los grillos y usar eso como indicador ecosistémico. Ya veremos cómo”, afirma.
Pero volvamos al efecto en sí. “Montevideo, además, presenta un entorno favorable para esto que observamos. En otras ciudades de Latinoamérica de repente la ciudad va creciendo sobre el desierto, la montaña o entornos que no son tan favorables. En Montevideo la expansión se da sobre la pradera, y más allá de los problemas asociados a la precariedad, el entorno en sí es bastante favorable”, dice sobre esta mayor cantidad de naturaleza asociada a zonas de menores ingresos.
Visto el efecto cantegril, cinturón o cómo sea que se vaya a llamar, el trabajo muestra entonces que la ciencia hecha sólo en el norte no alcanza para explicar los fenómenos que se dan en todas las ciudades en lo referido al acceso a los servicios ecosistémicos. El efecto lujo no es universal, sino que se da en determinados tipos de ciudades.
Pero yendo más allá, al leer el artículo uno se pregunta si lo encontrado aquí no debería también tener ciertas consecuencias a la hora de evaluar los servicios ecosistémicos con estas imágenes satelitales y sus índices de vegetación.
Si vamos a lo medular, los servicios ecosistémicos son los beneficios que la población puede obtener de la naturaleza. Está bien, acá esta forma de medirlos nos dice que en zonas con menos desarrollo urbano de Montevideo, que están habitadas por personas con menores niveles socioeconómicos, la población se beneficia de este servicio que brinda la naturaleza para regular la temperatura ambiente. Pero ese es apenas uno de los tantos servicios ecosistémicos.
A saber, el informe Ecosistemas y bienestar humano: Marco para la evaluación del Grupo de Trabajo sobre Marco Conceptual de la Evaluación de Ecosistemas del Milenio, en 2003 listó estos servicios, que se dividen en cuatro grandes categorías: los servicios de base (aquellos “necesarios para la producción de los demás servicios de los ecosistemas”), los de suministro (los “productos que se obtienen de los ecosistemas”), los de regulación (los que “se obtienen de la regulación de los procesos de los ecosistemas”, como sería esto que pasa con la temperatura) y los culturales (aquellos “beneficios intangibles que se obtienen de los ecosistemas”, como la recreación y el ecoturismo, el regocijo estético o espiritual, el sentido de identidad y pertenencia a un lugar, la herencia cultural, la inspiración, etcétera).
Entonces, si uno mira los mapas generados por estas imágenes que miden la clorofila y otros índices de vegetación y considera que las personas en el barrio Manga están viviendo mejor la naturaleza que la gente del Parque Rodó, algo tal vez se nos está escapando. Quizá en una ciudad donde las clases menos pudientes viven en zonas más grises -o de mayor urbanización- la cantidad de vegetación pueda correlacionarse con acceder a mejores servicios ecosistémicos. Pero Montevideo parece mostrar que más verde no significa necesariamente mejor acceso al goce de la naturaleza. En ciudades con menos servicios en muchos barrios periféricos, más verde puede significar justamente eso: menos inversión urbana, inequidades, marginación... menos ciudad en plena ciudad. ¿Puede en estos relevamientos haber un sesgo de lo que se está viendo, un indicador justamente confeccionado en lugares donde se da el efecto lujo?
Luis reflexiona: “Sí, hay muchos servicios ecosistémicos que no podemos medir así. Y también es cierto que hay otras cosas, que son mucho más importantes para el bienestar de las personas en una ciudad, que no son servicios ecosistémicos, sino que dependen de tener acceso a servicios que dependen de los humanos”, sostiene.
“También creo que esto puede servir como un indicador para trabajar más en el territorio y aprovechar las fortalezas. Esto podría estar indicando que en esos barrios donde hay más vegetación tal vez haya más potencial para aprovechar los servicios ecosistémicos, lo que no quiere decir que se los esté aprovechando hoy”, conjetura. “¿Cuánto influye esta relación que vemos respecto de los servicios ecosistémicos y la calidad de vida de las personas? No lo podemos saber, eso requeriría toda otra línea de trabajo”, afirma.
“El patrón que observamos lo veo más como algo sobre lo que trabajar. En lugar de seguir modelos de desarrollo tradicionales, aquí podemos ver que hay una situación diferente y hay potencialidades para hacer cosas diferentes”, dice con toda lógica.
Podríamos pensar entonces que allí donde en Montevideo hay más verde es también donde la ciudad aún no se ha desarrollado tanto por falta de inversión. Y dado eso, si avanzamos en la lucha contra las inequidades, tal vez al invertir en el desarrollo de esas zonas, debiéramos tratar de evitar los errores que llevaron a que La Comercial sea hoy el barrio más caliente de Montevideo.
Reconectándonos
“Lo interesante de la ecología urbana es empezar a ver la ciudad como un ecosistema, a darnos cuenta de que somos un componente más de ese ecosistema y que las decisiones urbanas que tomamos nos afectan”, resume Luis.
“Tenemos bastante incorporada la importancia de la naturaleza en ciertos lugares y en ciertas ocasiones. Nadie duda de que el Cabo Polonio es un lugar natural y que es muy importante conservar la naturaleza allí porque cuando vas te sentís bárbaro y está buenísimo. Pero eso lo tenemos disociado de nuestra cotidianidad, como que la naturaleza es importante en lugares determinados, pero no tiene nada que ver con nuestro bienestar cotidiano”, desafía.
“Un poco el objetivo general de lo que hacemos es construir la conexión con la naturaleza, entenderla como algo cotidiano e inevitable. Nadie vive en una burbuja, la ciudad no es un ambiente artificial, es un ambiente creado por el humano y el humano es un ser vivo. Más allá de las diferencias, nadie diría que el nido del hornero es algo artificial. Pero por alguna razón nos seguimos dando ese rol de estar por encima de la naturaleza. Intelectualmente y culturalmente tenemos nuestras particularidades, pero a nivel natural siempre somos un ser vivo en un ambiente, y eso nos afecta mucho más de lo que pensamos”, nos regala.
“Capaz que si logramos esa conexión con la naturaleza en lo cotidiano pueda servir para construir una mejor conciencia de las consecuencias ambientales de las cosas que hacemos. Esa conciencia hoy está presente, pero enfocada a lugares puntuales: no hagan tal intervención cerca de tal río, no destruyan la playa o no hagan tal cosa o tal otra en aquel lugar prístino. Sin embargo, no vemos eso acá, en la ciudad en que vivimos. Están haciendo edificios y pavimentando por todos lados, y eso está afectando a todos en su vida cotidiana”, lanza, y en lugar de salir a abrazar árboles, uno siente ganas de salir a abrazar ciudades.
“Culturalmente podés construir la idea de que estás despegado de la naturaleza. Pero en realidad, la temperatura está asociada con la vegetación, la calidad del aire está asociada con tal o cual cosa... somos parte de un sistema natural. Lograr esa conciencia en lo cotidiano para mí es el objetivo de este tipo de trabajos y de la ecología urbana. Después, los cambios, o generar un ambiente propicio para la vida cotidiana, ya no depende de nosotros”, redondea Luis.
Esa es la gestión basada en la evidencia, en este caso, la que va acumulando la ecología urbana. “Y eso es algo colectivo”, remata Luis. Clarísimo. Tan claro como que el sur es distinto al norte.
Artículo: An urban ecology primer for Montevideo: Heat island in a Latin American social-ecological context
Publicación: Urban Climate (junio de 2024)
Autores: Luis Orlando y Mauro Berazategui.