Los plásticos están por todas partes. No sólo en diversos aparatos, utensilios y productos de nuestra vida cotidiana, sino también en lugares donde no debieran estar, como en el mar, el aire, el agua que tomamos, los alimentos que ingerimos, mares y océanos, y dentro de organismos como tortugas, peces, delfines, pingüinos, gaviotas, tiburones, ballenas, entre otros. Como el cambio climático, el problema de la contaminación de todo tipo de ambientes, incluso los de la lejana Antártida, es un fenómeno que está sucediendo a escala global.
Nuestra ciencia viene investigando al respecto. Por ejemplo, en 2014 se realizó el Primer Simposio sobre la Presencia de Plásticos en los Ecosistemas Acuáticos de Uruguay. Varios trabajos locales han mostrado cómo el plástico impacta en la fauna, por ejemplo en la dieta de las gaviotas, peces de agua dulce, peces oceánicos, o las tortugas verdes. Otras investigaciones han dado cuenta de la presencia de plásticos en playas, como es el caso de Punta Colorada o Punta del Diablo, o incluso en ecosistemas como la Laguna Merín. También han encontrado plásticos en la lejana Antártida, como bien demuestran un trabajo sobre las aves skúas o el primer registro internacional de plásticos primarios en sus supuestamente impolutas playas.
Aun así, pese a que la producción local sobre el tema viene creciendo, como sucede con buena parte de la ciencia, la mayor cantidad de evidencia sobre el problema del plástico se genera en el hemisferio norte, estando los países del Sur global, y en particular los de Hispanoamérica, poco representados.
Con el propósito de “describir el estado de la contaminación plástica en los tres compartimentos marinos de la costa atlántica sudamericana”, es decir en la columna de agua, los sedimentos y los seres vivos, un equipo de investigadores de Brasil y Francia, liderados por Igor Belli, de la brasileña Universidad Federal de Santa Catalina, realizaron una revisión de la literatura científica existente sobre el problema del plástico en el Atlántico Sur Occidental. Dado que allí estamos nosotros, la revisión es de particular interés (más aún cuando nuestros científicos y científicas han contribuido con conocimiento sobre lo que se sabe del tema en la región). De cierta manera, la revisión es un repaso de lo que sabemos que está pasando en el barrio. Así que vayamos a algunos de sus puntos más importantes.
Estudiando los plásticos marinos sudamericanos
Para su revisión, Igor Belli y colegas se centraron en “estudios sobre materiales plásticos en ambientes marinos en la costa atlántica de América del Sur”, abarcando “Argentina, Uruguay, Brasil, Guayana Francesa, Surinam, Guyana y Venezuela”. Para ello buscaron en bases de literatura científica publicada en inglés -nos guste o no, el idioma en que se publica buena parte de la producción científica latinoamericana que sale en revistas arbitradas- todo lo que hubiera respecto a plásticos y microplásticos en ambientes marinos hasta agosto de 2023. En cada uno de los resultados obtenidos, analizaron luego si abordaban su presencia en la columna de agua, en los sedimentos o en la biota.
Con estos criterios, incluyeron en su revisión 181 artículos científicos. ¿Cómo nos fue así en una primera mirada al bulto? No muy bien que digamos. Con 128 artículos, Brasil fue el país que más trabajos publicó al respecto. Lejos, le siguió Argentina con 42 artículos publicados. Y mucho más lejos aún, pero así y todo quedando en tercer lugar, aparece Uruguay con siete artículos publicados. El único país que no tuvo ninguno fue Surinam.
“La mayoría de los artículos se enfocaron en la biota y los sedimentos”, señalan luego. De hecho, los estudios sobre el impacto en la fauna implicó 43% de los trabajos publicados, siendo el único país que no lo hizo Venezuela, mientras que los estudios de los sedimentos representó 40%. La revisión también afirma que “sólo Brasil y Argentina han realizado análisis cuantitativos y cualitativos de materiales plásticos en el agua”.
Respecto al tamaño, los microplásticos, es decir aquellos estudios que se centraron en plásticos menores a cinco milímetros, totalizaron 75% de la producción científica. De ellos, 64 artículos analizaron presencia de microplásticos en fauna marina, 42 en sedimentos y 29 en el agua. Los macroplásticos, entendiéndose por estos los restos de plásticos mayores a 25 milímetros, fueron el centro de 71 artículos, de los que 24 los buscaron en fauna, 24 en el sedimento y sólo cuatro en el agua.
Si el objetivo del trabajo es mostrar debilidades y fortalezas, aquí vemos algunas puntas a profundizar a futuro, así como la constatación de un gran interés en Sudamérica por ver los efectos de estos plásticos en los seres vivos, algo que no está nada mal a la hora de ponerle cara a la tragedia que enfrentamos. Pero vayamos a otros aspectos.
Fuentes de los plásticos: vecinos en alerta
Si bien la revisión no dio con muchos trabajos que aborden las fuentes de los plásticos que terminan en el ambiente marino, ya sea en las playas, costas, el mar, el océano o las criaturas que en ellos habitan, el principal trabajo que citan no nos deja mucha tranquilidad.
Luego de decir que “los residuos plásticos mal gestionados pueden llegar a los mares y océanos a través de diferentes vías: transporte fluvial y atmosférico, basura en las playas y directamente a través de actividades marinas, por ejemplo, pesca, transporte marítimo y acuicultura” y de que “entre estas posibilidades se ha señalado que la mayor parte de los residuos plásticos mal gestionados que llegan al medio marino son transportados por los ríos”, dan cuenta de un artículo liderado por la brasileña Melanie Alencar que se publicó en 2023 y que analizó justamente el riesgo de fuga a los océanos de los residuos plásticos mal gestionados de Brasil. ¿Por qué ello no debería darnos tranquilidad? Porque, según el trabajo de Melanie Alencar, que estimó que en Brasil se generan al año unos 3,44 millones de toneladas métricas de residuos plásticos mal manejados, las principales vías por las que eso llega al océano Atlántico son “la bahía de Guanabara y el Río de la Plata”. ¡Chan! Esto nos recuerda una máxima de la conservación y protección de los ambientes: la cooperación entre países de la región es imprescindible.
Macroplásticos en la fauna
Tras decir que “estudios globales enfatizan la importancia de documentar la ingesta y el enredo de macroplásticos entre varios grupos taxonómicos debido al alarmante aumento de diez veces en la ingesta de desechos entre 2010 y 2017”, el trabajo reporta entonces qué han producido los investigadores e investigadoras de esta región al respecto. Aquí nuestro país produjo cuatro de los 20 trabajos analizados, estudiando qué pasaba con la tortuga verde Chelonia Midas (en un artículo de 2018 de Gabriela Vélez-Rubio y colegas), albatros (en un artículo de 2015 de Sebastián Jiménez y colegas), la gaviota cocinera Larus dominicanus (en un artículo de 2016 de Javier Lenzi y colegas), lobos y leones marinos (en un artículo de 2017 de Valentina Franco-Trecu y colegas).
En la revisión destacan que en el caso de la tortuga verde, considerada especie en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, en la categoría más frecuente de ingesta fueron “bolsas plásticas o láminas de plástico que pueden confundirse con alimento”, ya que esas tortugas aquí se alimentan de algas o de aguavivas”. También remarcan que en el caso de las gaviotas, “preocupa la presencia de plástico en los nidos” así como en la regurgitación de crías. La mirada regional amplía la lista de animales que aquí tenemos que proteger y que para los que los macroplásticos son una amenaza. Estudios en la zona muestran que las franciscanas (Pontoporia blainvillei) registraron “las tasas más altas de ingestión de desechos en delfines recién destetados”. Dado que las franciscanas viven en el Río de la Plata y zonas aledañas de Argentina y Brasil, el dato no debe pasarnos desapercibido.
También señalan que si bien “el enredo es uno de los impactos más visibles de los desechos plásticos”, “pocos estudios (2) han registrado el enredo de animales marinos con desechos plásticos en la región de estudio”. Bien, uno de ellos se realizó aquí y muestra que “más del 60% de los desechos que causan enredos provienen de la pesca industrial y recreativa”, según reportaron Valentina Franco-Trecu y colegas respecto a lobos y leones marinos en 2017.
Microplásticos en playas y agua
Respecto a los microplásticos, la revisión reporta que “la mayoría de los estudios analizados se centraron en sedimentos de zonas costeras o playas (31) por su fácil acceso y menor costo. También se examinaron sedimentos del fondo del mar (7) y de manglares (6)”. Entre los que analizaron microplásticos en las playas se cuentan dos trabajos hechos aquí, uno de Carolina Rodríguez y colegas en Punta del Diablo de 2020 y otro de Juan Pablo Lozoya y colegas en Punta del Este de 2016.
La revisión también dice que “debido a las características complejas de los mciropláticos se deben realizar caracterizaciones físicas y químicas para confirmar si el material es efectivamente plástico”. Al respecto, señala que “estereomicroscopio fue el equipo más utilizado (71% de los estudios)” para determinar forma, tamaño y color de los plásticos, si bien es un método que “presenta limitaciones en la identificación”. Sobre el asunto, el trabajo sostiene que “para un análisis más preciso y detallado, se recomienda un microscopio electrónico de barrido, ya que tiene mayor capacidad de aumento”, pero reportan que ese equipo en la región “se utilizó en sólo 8% de los estudios”.
Punto caliente de microplásticos: otra vez los vecinos
Según toda la literatura revisada, los autores reportan que “se identificó una alta concentración de microplásticos en el agua en tres regiones costeras del océano Atlántico sudamericano”. Los trabajos de Uruguay no ahondaron en el tema, pero una vez más los vecinos sí lo hicieron y eso no nos trae tranquilidad. “La zona más contaminada de la región es el estuario de Bahía Blanca, Argentina, donde las concentraciones de microplásticos variaron entre 5.900 y 782.000 ítems por metro cúbico, dependiendo del método de recolección”, informan. ¿Qué tanto es eso? Bastante: “Estos hallazgos indican que el nivel de contaminación en la región estudiada es en la misma proporción que los océanos más contaminados”, sostienen.
Hay más: “En Argentina, las playas de Mar del Plata y el estuario de Bahía Blanca presentaron densidades promedio que oscilaron entre 184 y 2.646 microplásticos por kilogramo”, lo que para los autores de la revisión son “cantidades significativamente superiores a las encontradas en otras partes del mundo, incluido el ambiente marino mediterráneo”.
Políticas “de avanzada”
El artículo también analiza, con bastante poca profundidad hay que decir, las normativas de los países de la región para prevenir la contaminación por plásticos de los ambientes marinos.
“La implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en especial el objetivo 14, destaca la necesidad de conservar y utilizar de manera sostenible los océanos y los recursos marinos”, dice la publicación. “La meta 14.1 exige a los países miembros reducir significativamente la contaminación marina para 2025, con énfasis en la contaminación de fuentes terrestres”, agregan, destacando luego que “los miembros del Mercosur, Brasil, Argentina y Uruguay, están impulsando la integración económica, pero aún no cuentan con regulaciones unificadas sobre el consumo de plásticos y su presencia en los océanos”. ¡Chocolate por la noticia que el Mercosur carece de normativas ambientales comunes!
Luego siguen en su detalle de lo leído en trabajos científicos. De Brasil enfatizan que no hay una normativa nacional sino iniciativas de los distintos estados, lo que no es una buena forma de encarar el problema. De Argentina destacan que “adoptó medidas nacionales como la Resolución 407/2019 contra la contaminación del agua por plásticos a lo largo del ciclo de vida de estos materiales”, que “la Ley 27.602/2020 prohibió los productos de higiene personal que contengan microplásticos” y que “la provincia de Buenos Aires prohibió las bolsas de polietileno en los establecimientos comerciales desde 2009”.
Sobre Uruguay remarcan que “la Ley de Bolsas Plásticas (19.655/2019) prohibió el uso de bolsas plásticas no biodegradables”, y que “la Resolución 271/021 y la Resolución 272/021 fijaron metas de recuperación y reutilización de plásticos de un solo uso”, destacando que “ambas promueven un cambio de paradigma en el tratamiento de los residuos plásticos a través de la responsabilidad compartida del programa nacional Uruguay + Circular”.
Por todo eso, en el trabajo afirman que “Uruguay y Argentina tienen las políticas más avanzadas sobre contaminación plástica marina”. Pero claro, eso es comparado con la poca cosa que hay en la literatura científica sobre los países de la región. No es que no debamos valorar los pasos que se han dado, pero bien sabemos que una cosa es algo que está en un papel –o en un paper, palabra que en inglés significa justamente papel, pero también artículo científico– y otra cosa es lo que sucede en la realidad.
Es cierto, aquí se prohibió dar pajitas plásticas de un solo uso desde el 31 de enero de 2022, salvo que ya vengan con el producto que ayudarán a sober. Es cierto, se han establecido “objetivos mínimos de recuperación y valorización de envases posconsumo no retornables” dentro de un plan de puesta en valor de residuos en un marco de economía circular, pero son planes tímidos y gradaules que poca relación tienen con la magnitud del problema hoy en día. Nuestras investigadoras e investigadores no nos muestran que en lo que concierne a la contaminación por plásticos nuestros ambientes y sus habitantes estén gozando de políticas de avanzada. Aun así, cuando nos embargue el pesimismo, tal vez esta revisión nos sirva para consolarnos viendo que en la región hay países que están peor.
Artículo: A review of plastic debris in the South American Atlantic Ocean coast – Distribution, characteristics, policies and legal aspects
Publicación: Science of the Total Environment (agosto de 2024)
Autores: Igor Belli, Matheus Cavali, Luis Pospissil, Davide Franco, Rémy Bayard y Armando Borges.