En este preciso instante, un joven está abriendo una lata de una marca de bebida energizante para no dormirse mientras estudia para un parcial del liceo. Eso a pesar de que investigaciones, como una realizada en nuestro país, han demostrado que quedarse estudiando en lugar de dormir antes de una prueba, lejos de mejorar el resultado, implica sacar peores notas.
Justo ahora, un joven está abriendo una lata de bebida energizante antes de ir a realizar actividad física a un gimnasio para tener más energía. Eso pese a que las bebidas energizantes en realidad no aportan mucha energía (las que tienen azúcar a lo sumo aportan las mismas calorías que un refresco o jugo con azúcar, y las que tienen edulcorantes aportan muy poca).
Estos beberajes se denominan energizantes por una estrategia de marketing, pero el efecto que proporcionan en realidad es el de ser estimulantes, debido a sus grandes cantidades de cafeína y sustancias como la taurina, que pueden atenuar la sensación de fatiga. En ese sentido, no son distintos a la cocaína: estimulan el sistema nervioso central y dan la sensación de eliminar el agotamiento. Pero terminado su efecto enmascarador, el cansancio pasa su habitual factura.
En este momento, algunos jóvenes estarán pensando que en su próxima salida nocturna con amigas y amigos mezclarán bebidas energizantes con alcohol para ver si así logran evitar que el chupe los tire mucho para abajo tras una semana agotadora de estudio y/o trabajo. Eso pese a que saben que el efecto estimulante los hará tomar más alcohol del que deberían, justamente por enmascarar sus efectos, y eso se pagará muy caro esa misma noche o con una resaca terrible al día siguiente.
Mientras leés esto, un joven tomará una bebida energizante pensando que mejorará su rendimiento cognitivo y se desempeñará mejor en una prueba, trabajo o actividad. Eso pese a que si bien estará alerta por el excesivo consumo de cafeína y otros estimulantes, no necesariamente rendirá más. La sobreestimulación y el buen desempeño son cosas totalmente distintas, como bien sabe alguien que está estresado todo el tiempo. Su torrente sanguíneo lleno de corticoides le juega más en contra que a favor.
En el próximo minuto alguien joven tomará una lata de bebida energizante bien por curiosidad o bien porque la puede comprar, porque su venta no está restringida a mayores, o porque están en todos lados, o porque el bombardeo constante en redes sociales, puntos de venta y medios es abrumador.
El asunto es delicado y estamos ante un problema que no para de crecer. Entre 2010 y 2024, las ventas de bebidas energizantes en Uruguay aumentaron 1.325%, según datos del Euromonitor Internacional. El consumo por persona se estima en 1,7 litros al año y, peor aún, las proyecciones para el quinquenio 2024-2029 son que el consumo aumente a una tasa del 8% por año. Según la IX Encuesta Nacional sobre Consumo de Drogas en Estudiantes de Enseñanza Media, realizada por la Junta Nacional de Drogas, en 2021 72% de los y las liceales habían probado alguna vez una bebida energizante, y 32% habían tomado una en los últimos 30 días. En la décima edición de esa encuesta, dada a conocer de forma preliminar recientemente, el consumo en los 30 días previos aumentó a 37%.
Más allá de este aumento, ya desde 2021, luego del alcohol, las bebidas energizantes son la segunda droga más consumida por jóvenes liceales (marcando un aumento sostenido e ininterrumpido desde que se comenzó a preguntar por ellas en la encuesta de 2014). En la ola de 2021 de esa misma encuesta surgió otro dato alarmante: las bebidas energizantes son la droga que nuestros jóvenes comienzan a consumir antes, con un promedio de edad de inicio de 12,92 años (cuando prácticamente son niños y niñas).
Con este contexto, una reciente investigación suma enorme valor para encarar el problema. Titulada Explorando el consumo de bebidas energizantes en la adultez emergente en Uruguay: un estudio transversal, el trabajo firmado por Matías Torres, del Centro de Investigación Básica en Psicología (Cibpsi) de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar), Gastón Ares y Lucía Antúnez, del Instituto Polo Tecnológico de Pando de la Facultad de Química (Udelar), y Gabriela Fernández, del Instituto de Psicología Clínica, también de la Facultad de Psicología, es una maravillosa radiografía de quiénes son los y las jóvenes de entre 18 y 29 años de nuestro país que están consumiendo estos productos, con qué motivaciones y en qué situaciones. También indaga en cuáles creen que son los daños y riesgos que este consumo puede traerles y les pregunta qué habría que hacer para desincentivar su ingesta.
Así que con la energía que da saber que estamos ante ciencia que aporta a nuestros problemas, salimos al encuentro de Lucía Antúnez y Gabriela Fernández en la Facultad de Química.
Claves de esta investigación
- El consumo de bebidas energizantes, una droga estimulante, viene aumentando rápidamente en el país. Desde 2021 son la segunda droga más consumida por jóvenes liceales (después del alcohol).
- Aunque las bebidas energizantes dañan la salud, no hay regulación para su consumo, empaquetado y publicidad, y su venta está permitida a menores.
- Un grupo de investigación se propuso entender las motivaciones, los contextos, las percepciones de riesgo y las posibles estrategias para reducir el consumo en adultos emergentes, jóvenes de entre 18 y 29 años.
- Entre febrero y marzo de 2025 se encuestaron 321 adultos emergentes de nuestro país. 67% se identificaron como mujeres, 32% como varones y 0,3% con otras identidades de género. 45% estudiaban, 26% estudiaban y trabajaban y 14% ni estudiaban ni trabajaban.
- 85% (273) dijo haber consumido bebidas energizantes alguna vez. 37,4% (120) dijo haberlo hecho en los 30 días anteriores a la encuesta y, de ellos, 46% (56) dijo que las mezcló con alcohol.
- Hay un efecto del género en el consumo: las mujeres tenían 81% menos de probabilidades de haber tomado bebidas energéticas en algún momento y 46% menos de probabilidades de haberlo hecho en el último mes.
- Quienes trabajaban, estudiaban o hacían ambas cosas “tenían una probabilidad significativamente mayor de haber consumido bebidas energizantes” y 213% más de probabilidades de haber mezclado bebidas energizantes y alcohol en los últimos 30 días.
- El motivo más declarado para su consumo fue “incrementar la energía” (43%) y “permanecer despiertos” (34%). Por su parte, 24% de quienes las tomaban dijeron que “no buscaban un efecto específico” y 21% adujo que le gustaba el sabor. Casi 7% dijo que las tomaron para “aumentar la concentración o estar más alertas” y otro tanto “para divertirse o mejorar el estado de ánimo”.
- 11% declaró que tomó bebidas energizantes para mezclarlas con alcohol y 1,1% para no tomar una bebida alcohólica.
- 22% dijo tomarlas cuando se sentía cansado y 20% cuando debía “lidiar con las responsabilidades diarias como trabajar o estudiar”. 5% dijo hacerlo para practicar deportes y 2% para actividades recreativas como jugar videojuegos o escuchar música. 18% dijo hacerlo en boliches, 12% para consumir alcohol y 9% declaró tomarlas cuando estaba con amistades.
- 84% afirmó que el consumo de bebidas energizantes podría tener efectos negativos. Los más mencionados fueron efectos cardiovasculares, taquicardia y presión arterial (42%), 16% aludió a efectos psicológicos y comportamentales como ansiedad, nerviosismo e impulsividad. 12% dijo que implican trastornos del sueño.
- Sólo 11% consideró que su consumo podría generar dependencia y apenas 2% hizo énfasis en que es perjudicial tomar estas bebidas durante la infancia.
- Para disminuir el consumo, 44% sugirió la implementación de “estrategias informativas centradas en los efectos negativos del consumo de bebidas energizantes para la salud”.
- 5% señaló que estaría bien imponer restricciones a su publicidad, 4% que deberían incluirse advertencias en envases y publicidades, 4% que habría que prohibir su venta a menores o al público en general y 1% que “no debería permitirse que se mezclaran con alcohol” en los boliches.
- Por todo eso, el equipo de investigación señala “la importancia de implementar estrategias de salud pública multifacéticas que aborden tanto las motivaciones individuales como las influencias sociales y ambientales más amplias en el consumo de bebidas energizantes”.
Paradas sobre hombros... propios
El equipo de investigación ganó en 2024 un fondo María Viñas de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) con el proyecto Estrategias para disminuir el consumo de bebidas energizantes en adolescentes y adultos jóvenes, del que Lucía Antúnez es la responsable. Pero la cosa con los energizantes viene de antes.
“Ese proyecto comenzó a ejecutarse en abril de este año. Pero previo a eso estuvo el trabajo de tesis de Matías Torres, primer autor de este trabajo, que obtuvo su grado de Psicología con esto bajo la tutoría de Gabriela y Gastón Ares”, sostiene Lucía.
Matías ya había estudiado la efectividad de los octógonos en las bebidas energizantes como parte de su pasantía en Psicología experimental. En aquella ocasión, había dado con un resultado paradójico: los octógonos que hablan del exceso de cafeína, lejos de desincentivar la compra, la propiciaban, algo de lo que hablamos en una nota de 2023.
“Luego de eso, para su trabajo final de grado, Matías profundiza un poco más en el tema de la percepción del riesgo, que es otra de las variables psicológicas asociadas con el consumo de bebidas energizantes. De ese trabajo surgen los datos que luego son desarrollados y ampliados en este artículo”, amplía Gabriela Fernández.
“Los trabajos previos de Matías dieron pie a presentar el proyecto al fondo María Viñas, que tiene dos grandes componentes. Por un lado, generar insumos para una estrategia de comunicación orientada a desmotivar el consumo de bebidas energizantes en adolescentes y adultos jóvenes. Eso tiene un componente muy fuerte de cocreación, es decir, de involucrar a la población objetivo en el proceso de generación de esos posibles mensajes”, comenta Lucía. “Por otro lado, más vinculado con este estudio de las advertencias, tiene otro componente que busca generar, también a través de la cocreación, potenciales advertencias que se puedan incluir en los envases de bebidas energizantes para desmotivar el consumo. Ya que los octógonos no parecen ser el camino, queremos explorar qué pasaría con otras advertencias”, amplían.
Todo ese trabajo es lo que explica que habiendo iniciado el proyecto en abril, ya en setiembre tengan un estudio publicado en una revista internacional. Así que vayamos a eso.
Gabriela Fernández y Lucía Antúnez.
Foto: Gianni Schiaffarino
Energizantes y adultos emergentes
¿Por qué enfocarse en los “adultos emergentes”? ¿De dónde sale ese concepto? “Es un concepto que se está desarrollando desde principios de los 2000 y con más fuerza tal vez a partir de 2010. Pretende capturar ese período de la vida en el que dejaste de ser adolescente porque ya tenés 18 años, pero en el que todavía no alcanzaste todos los mojones que se esperaría que alcanzaras en la etapa adulta”, explica Gabriela.
Entendiendo un poco por dónde viene la cosa, les digo que me sentiría cómodo con la etiqueta de anciano emergente. Pero, fuera de broma, en Uruguay uno puede llegar a ser un adulto emergente hasta los 50 años, incluso más. El ninguneo a la juventud, sumado a la falta de oportunidades, hacen que el derecho de piso se pague hasta una edad bastante avanzada. “Sin dudas es una categoría que está desarrollada en Estados Unidos, donde hay otra forma de vida. Pero fuera de eso, es un grupo muy variable a la interna, porque si tomás 100 personas de entre 18 y 29 años, lo que les está pasando en la vida puede ser muy diferente, a diferencia de lo que pasa con los adolescentes, donde es esperable que la mayoría estén en el liceo y hagan alguna otra cosa más. En esta franja puede haber gente que estudie, y/o trabaje y/o ya tenga hijos”, señala.
“Por otro lado, se ha visto que los adultos emergentes, si bien controlan mejor sus impulsos y tienen una mayor autorregulación que los adolescentes, tienen conductas de riesgo bastante elevadas. Uno esperaría que esas conductas disminuyeran, pero no lo hacen, porque, dada su edad, tienen más acceso a muchas cosas. Entre ellas, consumen más alcohol, más bebidas energizantes, en parte porque ya lo pueden hacer por ser mayores y en parte porque ya tienen recursos propios”, agrega Gabriela, resumiendo que “por todo eso es una etapa interesante para ver”.
“Otra razón para estudiar a este grupo de adultos emergentes, o adultos jóvenes, es que nos interesa entender las motivaciones del consumo de estas bebidas, qué esperan, en qué situaciones las consumen y demás, y, en ese sentido, pensamos que tal vez las motivaciones y las ocasiones de consumo sean distintas a las de los adolescentes”, agrega Lucía, que adelanta además que eso es en parte lo que los resultados les vienen mostrando. Y hay otra cosa importante: “a la hora de pensar estrategias para desmotivar el consumo en esta población, probablemente haya cosas distintas a las que aplicaríamos en la adolescencia, o tal vez no, eso es lo que queremos indagar”, lanza Lucía. “Esta es como una primera aproximación que da algunos insumos”, dice, así que vayamos a eso.
Bebidas energizantes: impacto del género
En el trabajo reportan que “el género se asoció significativamente con el consumo de bebidas energéticas”, ya que “las mujeres tenían 81% menos de probabilidades de haber consumido bebidas energéticas en algún momento de su vida y 46% menos de probabilidades de haberlas consumido en los 30 días previos a la encuesta” que los adultos emergentes varones. ¿Es el consumo de bebidas energizantes un fenómeno masculinizado?
Los resultados pormenorizados de la X Encuesta Nacional sobre Consumo de Drogas en Estudiantes de Enseñanza Media aún no están disponibles, pero entre los datos a “destacar” de una comunicación preliminar, desde el Observatorio de Drogas se señala que en el relevamiento de 2024 hay un “mayor nivel de consumo de alcohol, cannabis, tabaco y tranquilizantes entre las adolescentes mujeres que en sus pares varones”.
Eso mismo ya se había reportado en la encuesta de 2021: más mujeres que hombres habían consumido alcohol (70% versus 65%), tabaco (18% versus 12%), cannabis (21% versus 17%), cocaína (1,5% versus 1,3%) y tranquilizantes sin prescripción médica (9% versus 5%). Sin embargo, en 2021 las bebidas energizantes fueron la única droga en la que hubo más consumo entre liceales varones que entre mujeres, 58% versus 51% (también hubo una diferencia mínima de 0,1% a favor de los primeros en el consumo de alucinógenos). ¿En 2024 esta tendencia de mayor consumo de energizantes por varones, como la que ven en este trabajo, se habrá acentuado? Según datos revelados en una conferencia, el consumo aumentó y mantuvo esta diferencia: 69% en varones y 63% en mujeres.
“Los resultados de esas encuestas sobre esas otras drogas son llamativos, porque los hombres tienen, en general, más conductas externalizantes, como el consumo de alcohol y otras sustancias, que tienen más riesgo para la salud. Lo que vemos en nuestro trabajo de la incidencia del género en el consumo de bebidas energizantes podría estar asociado con eso”, comenta Gabriela. “Por otro lado, también es cierto que las bebidas energizantes se acoplan, a través de estrategias de publicidad, con un montón de comportamientos que están asociados usualmente a los hombres, como por ejemplo, los deportes en general y los deportes de riesgo en particular”, aventura.
Es cierto. Hay una gran apuesta de marketing de varias de estas bebidas. Una de ellas tiene dos equipos de fórmula 1, uno de los deportes más caros que se puedan encontrar, y organiza eventos de decenas de disciplinas deportivas extremas, desde carreras de lanchas a acrobacias aéreas. Otra marca está muy asociada con los eventos de combate de artes marciales mixtas y la musculación. “Sí, eso de ir con la lata al gimnasio está instalado, es parte de la misma impronta de lo que debería ser la masculinidad, y eso podría tener algo que ver con lo que vemos. Aún así, no sabemos por qué se da esta diferencia de género, porque el estudio no es explicativo”, aclara Gabriela.
Lo cierto es que este consumo se da más en hombres que en mujeres. Y eso es parte de lo valioso del trabajo, que empieza a tipificar quiénes son los que están consumiendo estas bebidas y, como veremos, cuándo lo hacen, qué esperan y demás.
“De todas formas, esto no implica que se trate de un problema sólo de los varones”, advierte Lucía. “Por más que la probabilidad de consumir o de haber probado alguna vez en tu vida estas bebidas haya sido sustancialmente mayor para los varones que para las mujeres, no es que las mujeres no las consuman. La prevalencia del consumo es alta también en las mujeres”, señala. “Sí es cierto que las estrategias de marketing que están instauradas y que se promueven desde la industria apuntan a determinadas actividades relacionadas con lo masculino, los deportes extremos, el rendimiento, y eso obviamente surte efecto, porque no es novedad que el marketing tiene su impacto”, continúa.
“De hecho, cuando recién se instaló un poco el consumo de Speed en Uruguay, hace unos 13 o 15 años, esa marca hacía eventos en la noche y las promotoras eran mujeres con poca ropa. Ya entonces el objetivo era el público masculino”, complementa Gabriela. “Probablemente el objetivo de las campañas de marketing siga teniendo al hombre como su principal consumidor y no tanto a las mujeres, pero ya están empezando a verse opciones de bebidas energizantes que están más dirigidas a las mujeres, como las que tienen gusto a mango o maracuyá, que son más como un trago frutal, o las de bajas calorías. Cada vez que la oferta comienza a diversificarse, hay que ver qué pasa, si se está intentando ampliar el consumo a otros públicos, como podrían ser las mujeres”, sostiene.
¿Por qué las consumen?
Al abordar a los “adultos emergentes”, jóvenes de más de 18 años, estamos hablando de personas que empiezan a hacerse cargo de sus decisiones, además de que van ganando niveles de independencia variados. Y aquí hay un dato del trabajo que resulta interesante: 21% de los participantes de la encuesta señaló que la motivación para tomar estas bebidas energizantes era, lisa y llanamente, porque les gustaban.
Podríamos pensar que para ese 21% no hay mucho campo de acción. Como adultos emergentes, están decidiendo eso. Ahora, quienes lo hacen esperando efectos que las bebidas energizantes no proporcionan o buscando obtener cosas que no dan, o en el caso de quienes las consumen creyendo que eso no les traerá consecuencias adversas, allí sí se abren ventanas para intervenir.
“Muchos perciben que eso que supuestamente la bebida energizante les da es superior a la consecuencia adversa que saben que tiene, pero como que queda disminuida al lado de, por ejemplo, la idea de que tendrán un mayor rendimiento”, comenta Gabriela. “En los adultos emergentes además pasa esto de que estudian, trabajan y tienen un montón de demandas. Si esto los mantiene, si creen que los ayuda a poder seguir el ritmo de vida que tienen, capaz que las consecuencias que ven no son tan claras o piensan que son muy a largo plazo como para incidir en sus decisiones de consumo. Capaz que no perciben que a largo plazo van a tener problemas orgánicos más graves. Están tomando una decisión, sí, pero tal vez haya un desbalance entre el costo y el beneficio percibidos”, enfatiza.
“A mí me sorprendió que hay como una cuarta parte que en realidad no busca ningún efecto en particular”, dice a su vez Lucía. De hecho, en el trabajo, 24% de quienes las tomaban dijeron que “no buscaban un efecto específico”. Lucía retoma: “Aún así, la mayoría sí busca un efecto en particular, y esta cuestión de la energía está re presente, como también el mantenerse activo y el rendimiento. Son todas cosas que están respondiendo a la hiperexigencia y las demandas de la vida actual”, remarca. “Luego, hay otro porcentaje no menor, superior al 10%, para el que la motivación del consumo es la mezcla con alcohol”, dice con cierta preocupación.
“Más allá del desglose de todo lo que buscan, lo que sale del estudio es esto de la búsqueda de la energía y el mantenerse activos, que es también algo que está muy ligado a lo que el marketing de estas bebidas promueve, ya desde el posicionamiento de llamarse bebidas energizantes, cuando desde un punto de vista técnico serían más bien bebidas estimulantes, ya que estimulan el sistema nervioso central”, aclara Lucía. “Nuestro cuerpo tiene energía comiendo bien y descansando, pero está esta cuestión super instaurada de que estas bebidas dan energía, cuando en realidad su principal efecto es estimulante”, redondea.
Cuándo las consumen
La encuesta también pregunta sobre las situaciones en las que se consumen. Y las respuestas maridan muy bien (en cuanto a su coherencia) con las motivaciones para consumirlas. Bailes, exámenes, para seguir tomando alcohol, para no quedarse dormidos cuando salen con amigos, para no dormirse en noches que tienen que estudiar... Tanto inciden estas presiones sociales que en el trabajo dicen que los energizantes son casi un “cope drink”, una bebida para lidiar con las demandas de la vida contemporánea. “Que además son demandas sociales típicas de esa etapa de adultos emergentes. En el caso de los adolescentes, los motivos de consumo son otros. En este grupo se da eso de que consumen porque tienen todas estas actividades y tienen que mantenerse activos en todas ellas. Y eso es bien de esta etapa de estudio, de trabajo y de querer tener actividades de ocio”, apunta Gabriela. “Porque claro, si se toman una bebida alcohólica estando cansados, a las tres de la mañana ya se quieren ir a dormir. Tal vez tomándose una bebida energizante piensan que van a poder disfrutar de su tiempo de ocio y estar activos en todas las actividades que tienen”, dice, tratando de ponerse en el lugar de los jóvenes encuestados.
“Por un lado, aparece este consumo más individual, en esta cosa de rendir, de si tienen un examen, si tienen que estudiar, de tener que trabajar a pesar del sueño, esto de mantenerse alerta y con energía. Pero después hay un consumo más social, que es cuando salen, en la noche, combinado con alcohol. Y esa dimensión social es bien interesante. Hay un consumo más individual y también un consumo más social”, comenta Lucía. “Incluso se da la paradoja de que hay quienes las consumen combinadas con alcohol y otros, que si bien son minoritarios, cuando no pueden tomar alcohol se toman una bebida energizante, por ejemplo, cuando son el conductor designado. Entonces tiene desde un uso más funcional hasta un uso más recreativo”, señala Lucía, que mira todo esto en clave de cómo contraatacar para disminuir el consumo.
Consumo y actividad
“Hubo otro factor que a mí me resultó interesante. Se vieron diferencias en la probabilidad de consumo entre quienes trabajan o estudian y quienes no trabajan ni estudian”, apunta Lucía. Al ver los datos (ver recuadro) parece que para los “ni ni”, quienes ni estudian ni trabajan, las probabilidades de consumir bebidas energizantes son menores. E incluso en el trabajo señalan que si bien las diferencias no son estadísticamente significativas, quienes trabajan y estudian tienen más probabilidades de consumirlas que quienes hacen una u otra cosa.
“Todo eso es brutal, porque apunta a un consumo relacionado con las exigencias laborales y educativas. De alguna manera, la sociedad ejerce una presión e impone esa necesidad de rendir”, comenta Lucía. “Eso también se enlaza con esto de que esta franja de edad tiene acceso a cosas que los adolescentes no. Y por otro lado están las demandas. Si trabajás ocho horas y además después tenés que ir a clase tres horas más, hasta las diez de la noche, y justo están las bebidas energizantes, que lo que hacen es estimularte, la tentación puede ser grande. Capaz que antes se tomaban un farol de café, bueno, ahora también está esto”, dice Gabriela.
¿Saben que les pueden hacer mal?
“Otro resultado interesante, sobre todo para pensar estrategias para desmotivar el consumo, es que quienes perciben que estas bebidas les aportan beneficios tienen una mayor tendencia al consumo, pero quienes sienten que puede generar dependencia tienen una mayor tendencia a no consumirlas”, enfatiza Lucía. ¿Pero qué pasaba con esa percepción de los riesgos a los que se exponen al consumir bebidas energizantes?
Pues bien, los adultos emergentes ya no viven en Narnia: 84% declaró que las bebidas energizantes podrían tener algún efecto negativo para la salud. “Si mirás los números, 84% reconoce que implica algún riesgo. Fenómeno. Pero cuando indagás un poquito, tenés un porcentaje no despreciable que no sabe cuál sería ese efecto”, comenta Lucía. Así, según el artículo, 10% de los que decían saber que tenían efectos negativos “no pudieron referir ninguna consecuencia específica para su salud”.
“Las menciones a la dependencia, la ansiedad o el insomnio eran muy poco frecuentes”, amplía Gabriela, que dice que lo más repetido fueron efectos a corto plazo, como taquicardias o presión arterial. “Entonces una piensa que es relativo que sepan que este consumo tiene efectos adversos, que sepan bien cuáles son los riesgos asociados”, dice Lucía. “Que no sepan los efectos se debe también a que no hay campañas de información. Es como que más o menos imaginan que si tiene mucha cafeína puede generar taquicardia o lo dicen porque en algún momento tal vez sí experimentaron taquicardia después de consumir mucho. Pero no les podemos pedir tampoco que estén al tanto de todos los efectos reportados ni un mayor desarrollo de los efectos que tienen en la salud, porque esa información no está tan disponible”, reflexiona Gabriela. En otras palabras: son adultos emergentes, no investigadores sobre afectaciones a la salud del consumo de drogas.
¿Puerta de entrada?
En el trabajo citan literatura que dice que estas bebidas estimulantes, como se empiezan a consumir tempranamente, tienen ese efecto de ser puerta de entrada a otros consumos problemáticos, más allá de que eso de la “puerta de entrada” sea un concepto peligroso no siempre sustentado en evidencia. Como están antes, es fácil decir que lo que viene después es una consecuencia.
Aún así, en el fondo sí hay un problema: una vez que el sistema te convence de que para ser una persona plena y feliz precisás determinadas cosas, marchaste. Esa es la puerta de entrada al infierno capitalista. Si para rendir un examen tenés que tomar Pharmaton, si para rendir en la cama tenés que tomar Viagra, si para ser feliz en una fiesta tenés que tomar Pilsen o Faisán, si para hacer deporte necesitás una leche extraproteína, si para bancar toda la noche necesitás bebidas energizantes, o cocaína, o anfetaminas o lo que sea, ya caímos en la trampa. Esa es la puerta de entrada verdaderamente jodida para otros consumos problemáticos.
“Comparto plenamente”, dice Lucía. “Haciendo talleres de discusión con adolescentes en el marco de este proyecto, justamente conversando de cuándo las probaron por primera vez y qué piensan de estas bebidas, surge bastante eso de que la primera vez que las tomaron fue con sus padres, por ejemplo, alguien mencionaba que cuando se hace un asado en su casa, como es menor y no puede tomar alcohol, le compran bebidas energizantes. Esta cuestión de que tenés que tomar algo (que no sea agua) para disfrutar un asado es extraña. Obviamente, nadie lo hace con maldad. Imagino que esa familia estará buscando que pueda tomar algo junto a todos y que verdaderamente piensa que si toma una bebida energizante no le va a hacer nada. Entonces, como que en el fondo parece estar esa necesidad de consumir cosas”, amplía.
“Lo que es realmente interesante y particular de las bebidas energizantes en comparación con otras drogas es la baja percepción de riesgo que tienen. Cuando conversás con adolescentes, y con adultos jóvenes también, salta esto de que ven a las bebidas energizantes como algo bastante inocuo, que puede que tenga algún efecto colateral, pero nada relevante. Esa baja percepción del riesgo está acentuada por el marketing que tienen estas bebidas, porque vienen en latas de colores, porque se pueden vender a menores... hay todo un contexto alimentario que hace que la percepción de riesgo sea aún más baja que la del alcohol”, remarca Lucía.
Pensando estrategias para reducir su consumo
El trabajo es fantástico no sólo por describir todo esto, sino por tener además la preocupación de querer cambiar las cosas junto con los interesados, una búsqueda de crear juntos las estrategias. Para eso, en esta instancia les preguntaron a los propios adultos emergentes si habría que hacer algo para prevenir este consumo y, de ser posible, desestimularlo.
“La gran mayoría dijo que tendría que haber estrategias de educación y estrategias de comunicación. Eso es re clásico, todos vamos para ahí cuando nos preguntan sobre este tipo de cosas”, remarca Lucía. “Otra gran parte señaló la importancia de informar a las personas sobre los efectos negativos que tienen las bebidas energizantes sobre la salud”, remarca.
“Es llamativo que más del 80% diga que las probó al menos una vez, que también más de un 80% reconozca que sí tienen riesgos para la salud, pero, a su vez, que muchos digan que se necesitan campañas de comunicación y educación para informar sobre los riesgos. En realidad, no parece ser suficiente saber que su consumo implica riesgos, porque quienes reconocen eso igual las han consumido. Está bien que hay que informar sobre los riesgos, porque cuando uno mira, es verdad que hay huecos y que se podría informar más, sobre todo para sacarles esa cosa de que su consumo es inocuo, que es como se posicionan también en el mercado”, comenta Lucía.
“Con otros consumibles que son peligrosos para la salud se ha visto que sólo advertir sobre los riesgos en realidad no alcanza, y hay que pensar otras estrategias que sean más integrales”, señala Gabriela. “Por ejemplo, las personas que fuman saben los riesgos de fumar, las personas que toman alcohol saben los riesgos y lo mismo pasa con los comportamientos sexuales de riesgo, la gente sabe que no usar preservativo es un riesgo y, sin embargo, las tasas de sexo sin protección son elevadas”, amplía.
Gabriela sabe de lo que habla. En una investigación previa daba cuenta de que en la adolescencia las conductas sexuales de riesgo están más relacionadas con la falta de capacidad de autocontrol que con la falta de información. “Eso nos lleva a pensar en la necesidad de otras estrategias que no consistan sólo en proporcionar información”, dice Gabriela.
El sistema de octógonos en los alimentos se paraba en esa evidencia: no siempre tomamos las decisiones más racionales, y el octógono proporciona una pista visual que alerta sobre un perjuicio más efectivamente que un listado con los ingredientes y el impacto de las porciones en las necesidades nutricionales diarias. “La información es necesaria, pero no es suficiente”, coincide Lucía. “Y entonces, como vimos en este trabajo sobre el uso de preservativos en adolescentes, hay que pensar intervenciones que no pasen sólo por dar información”, reafirma Gabriela. Y de eso también hubo.
“Otras respuestas nos llevan a pensar que capaz que tenemos que reflexionar sobre los entornos que habitamos y sobre cuestiones más estructurales. De repente, si no estuviéramos tan exigidos en el plano laboral o de los estudios, no habría esa necesidad de tomar bebidas que la mayoría de la gente dice que toma buscando energía o mantenerse despierta”, conjetura Lucía.
“Otros apuntaban a la necesidad de regular la venta y el consumo. No era la mayoría de la gente la que proponía esto, pero sí había quienes proponían prohibir su venta a menores o, como pasa con el cigarro o con los octógonos, prohibir la publicidad o colocar algún tipo de advertencia en estas bebidas o restricciones a la venta en determinados lugares. Incluso hubo quienes, a partir de que se sabe que se potencian los efectos negativos que pueden tener las bebidas energizantes consumidas junto con alcohol, estaban a favor de prohibir su venta conjunta, por ejemplo, en boliches”, cuenta Lucía sobre la variedad de respuestas. “Más allá de que algunas son más fáciles de implementar que otras, es interesante que desde los propios adultos emergentes surjan este tipo de cosas que de cierta forma reflejan que hay una visión más sistémica, que no es casualidad este consumo y que no pasa sólo por una cuestión de decisiones individuales. Dejan en evidencia que el contexto, el entorno, de alguna manera deja todo servido para que este consumo se dé”, señala.
“Eso es un poco lo que humildemente trata de aportar este trabajo al indagar en cuáles son las motivaciones que tienen para consumir estas bebidas y en qué situaciones. Entonces capaz que no alcanza sólo con dar información sobre sus efectos adversos, sino que también hay que desmitificar los beneficios de su consumo. En Canadá, por ejemplo, no se permite que se promocionen las bebidas energizantes como bebidas para deportistas”, dice Lucía.
Tal vez habría que ir por ese lado también y no permitir el auspicio de estas bebidas a actividades deportivas. En nuestro país no se entiende por qué aún hay publicidad de bebidas alcohólicas en eventos deportivos, siendo el alcohol la droga que más consumen y que más enferma a jóvenes y adultos. “Speed es espónsor de la celeste”, dice Lucía. “¿Queeeeeé?”, grita Gabriela.
Publicidad de marca de energizante en redes con la selección uruguaya de fútbol.
Pero sí, Lucía tiene razón. En redes pueden verse campañas que dicen “Speed, el energizante de la celeste”. Les digo que tal vez se podría hacer una campaña de bien público con exjugadores de la selección diciendo “los ganadores no usan energizantes”, al estilo de las campañas con deportistas que decían “los ganadores no usan drogas”. Me miran como si estuviera delirando o tuviera un arranque de ilusión infantil. “Para mí este trabajo deja pila de cosas en esto de entender los contextos, las situaciones, las motivaciones por las que se consumen. Por más que uno lo estuviera sospechando, por más que ningún resultado fue loco, sí son confirmatorios. Efectivamente, estos productos se promocionan como energizantes, para mantenerte despierto y rendir más, y eso es lo que la gente busca. Saber eso es importante a la hora de pensar estrategias”, redondea Lucía.
Por otro lado, enfrente tienen una industria que hace lo imposible para que este crecimiento proyectado del 8% anual en el consumo de bebidas energizantes se cumpla. Y eso, a la hora de hacer políticas de salud, como pasa con el alcohol, es un factor que juega fuerte contra la salud pública.
“Ahora por lo menos el problema está en la agenda. Es algo que noto que se viene dando en el último año y medio tal vez, está más en las conversaciones de la gente”, dice Gabriela. Y así es. Pero también es cierto que hoy las bebidas energizantes están en todos los almacenes y comercios, algo que hace unos pocos años no se daba. Y que nuestros y nuestras adolescentes y jóvenes emergentes les están dando de punta pensando que son bebidas inocuas y no drogas estimulantes. Por suerte, trabajos como este arrojan luz científica para que, si nos animamos, tomemos decisiones informadas de política pública de salud cuanto antes.
Artículo: Exploring energy drink consumption in emerging adulthood in Uruguay: A cross-sectional study
Publicación: Food Quality and Preference (agosto de 2025)
Autores: Matías Torres, Gastón Ares, Lucía Antúnez y Gabriela Fernández.