Entre 1910 y 1930 en los carnavales colonienses salió el conjunto La Barra de los Piolas. Uno de sus músicos y principal letrista fue el multifacético Wáshington Pajarito Torres, personaje muy recordado en el mundo carnavalero.

Los Torres eran una antigua familia de Colonia del Sacramento. Hijo de Andrés Torres y Carmen Rodríguez, Wáshington nació el 29 de julio de 1877. Su hermano mayor, nacido en 1864 y llamado como el padre, incursionó en el periodismo y se desempeñó como funcionario público.

Desde el ámbito familiar participaban en las actividades literarias y culturales locales. El padre de ambos, por ejemplo, había sido uno de los organizadores de la primera biblioteca popular de la ciudad, inaugurada en 1874.

Los hermanos Torres destacaban en la sociedad coloniense por sus ideas y temperamento. El maestro Fontana Mendoza, en un libro de estampas evocativas “Allá lejos” (1969), rememora: “Como buenos y legítimos hermanos tenían coincidencia en cuanto a ideales, puntos de vista moral, aspectos políticos y opiniones literarias.[…] Políticamente eran hombres de ideas avanzadas y en cuanto a ideales filosóficos se les tildaba de ateos. La mayoría de las damas de la ciudad les miraban como a cucos”.

Wáshington, apodado Pajarito por su complexión menuda, tenía una figura y conducta mezcla de dandy y bohemio. Diversos testimonios y anécdotas lo recuerdan como una persona asidua de la noche y los mostradores (sobre todo los del popular bar La Barra).

Solía llevar consigo una pistola, la cual sacaba a relucir para resolver cualquier pendencia. Como contracara de esta vida nocturna, ocupó puestos públicos. Fue secretario en la Junta Económico Administrativa y luego en la Asamblea Representativa (al crearse el nuevo régimen de intendencias por la Constitución de 1918), hasta la fecha de su muerte.

Además, trabajó de rematador público, agente judicial y procurador, prestando servicios en este último quehacer al sector desfavorecido, “quien tuvo en Wáshington J. Torres un desinteresado defensor” (W. J. Torres. Su fallecimiento, “La Colonia”, 29 mayo de 1930). Perteneció al Partido Colorado, que durante las primeras décadas del siglo era el oficialismo en el departamento de Colonia (en particular el sector batllista).

Se dedicó también a la música. Tocó la flauta y la guitarra, y compuso melodías y versos para el grupo carnavalero La Barra de los Piolas o La Piolita. El grupo se reunía en La Barra que era “un pequeño almacén situado en una de las esquinas de 18 de Julio [calle Ituzaingó]. En la trastienda había un bar famoso en su tiempo, por su dueño y por la gente que concurría allí”, señala Fontana Mendoza.

El propietario del local era don José Beltrán, a quien no le molestaban estos parroquianos alegres; por el contrario, era un constante animador de esas veladas entre amigos. Memoriosos recuerdan que entre los asistentes era popular una golosina, de fabricación casera, elaborada en base a pan, azúcar y vino.

Cuando llegaba carnaval los contertulios de La Barra se preparaban para los festejos y Los Piolas participaron en las carnestolendas de las décadas de 1910 a 1930.

En 1919, por ejemplo, salió junto a Los Marinos Españoles y los Esclavos Libertados. Recuerda Fontana Mendoza: “Durante muchos años hizo época la agrupación jocosa titulada La Barra de los Piola”.

Sus integrantes eran parroquianos de la taberna de Don José. El compositor musical y autor de las letras de las canciones era Don Wáshington Torres, alias Pajarito. El enano Ernesto encabezaba el desfile. Iba en un cochecito de bebé, disfrazado y con una mamadera en la boca; le seguía Don Wáshington tañendo su flauta, Rama Seca, La Grippe, Pisafuerte y otros más.”

Incursionó en el periodismo y fue director de El Intelecto (1899), semanario “social, literario y noticioso dedicado al bello sexo”, y La Verdad (fundado en 1922). También colaboró con La Colonia y El Municipio de Carmelo. Intervino en varias polémicas periodísticas.

En 1910, por ejemplo, La Democracia de Rosario le dedicó duras críticas en relación a un tema educativo. Transcribimos la nota completa: “Chantecler/ Nos ha llamado la atención un escrito aparecido en El Municipio de Carmelo firmado por Chantecler./ No vayan ustedes á creer que es el célebre autor francés, que toma el nombre de una de sus obras, es sencillamente (Tití) es decir, Wáshington Torres./ Con semejante seudónimo, se ha lanzado á censurar y á criticar lo que no entiende./ Desconociendo las disposiciones escolares y con la audacia que presta la ignorancia, acusa como una irregularidad, que los maestros sean examinadores […] Para probar la exactitud de lo que dice, presenta como ejemplos á su cuñado el maestro Mangarelli, quien ha sido sumariado dos veces por apalear alumnos, y á la maestra René Hernández Torres que es sobrina del interesado./ Tití tiene la desgracia, según refieren las crónicas de ser un ardiente devoto de Baco./ Indudablemente, en uno de los momentos álgidos de inspiración se ha dejado arrastrar impensadamente por delirios de grandeza y soñando en vez de reflexionar ha dejado escapar innumerables errores, que han venido á chocar contra la inspección departamental de escuelas.[…]”. (“La Democracia”, Rosario, 28 mayo de 1910).

Bajo el seudónimo de Aquilito Bonatardia dirigió la revista Bric á Brac. En la misma publicó algunos de sus poemas humorísticos, prueba de su chispa y fácil vena de versificador.

Wáshington J. Torres, personaje multifacético de la vida cultural local, falleció en 1930 a los 52 años. Para despedirlo se encontraban presentes en su entierro el Dr. Samuel Bertón, representando las departamentales coloradas de Colonia y Carmelo, y el periodista Domingo Maddalena, quienes resaltaron sus méritos. El recuerdo de “Pajarito”, transmitido de generación en generación, ha logrado conservarse, formando parte del afecto popular. Los poetas Alejandro Germán y Luis A. Carro, por su parte, le dedicaron algunos sentidos versos.

Marcha de Los piolas

Somos los piolas de todos los años
los cara-dura de humorista grey
que sin deseo de causar un daño
han hecho del “chiste”
su norma y su ley.

Porque la vida
como la caña
requiere el agua
espiritual
para quitarle
sus asperezas
quitándole fuerza
a su gravedad.

Somos capaces de cualquier pavada
y aficionados a cualquier sport
tenemos bolas de jugar al tenis
y cuernos de toros a la perfección.

Hemos perdido
con la paciencia
mucha vergüenza
sana y cabal
si alguno sabe
en donde se encuentra
que pida una muestra
y avise a Beltrán.

Nadie se duela por las alusiones
que nuestros versos hagan bien o mal
pues son tan solo locas expansiones
que solo se exponen
porque es Carnaval.

Y el cosquilloso
y el engreído
tendrá el castigo
que mereció,
si hinchado el lomo
se hace el dolido,
que al creerse aludido
nos da la razón.

FIN (Carnaval 1930. Hoja suelta. Imprenta Vida Nueva)