Maia mira por la ventana. Ese collage de azoteas grises y frondosos árboles verdes que se pierde en el horizonte es Villa Dolores, el barrio donde creció y en el que, casi sin saberlo, comenzó a formarse como música, entre la guitarra paterna, las voces de Zitarrosa y Chico Buarque girando a 33 revoluciones y la barra del barrio, que un día suplió la pelota por las seis cuerdas trasnochadoras. A los 15 años debutó en las tablas con la Antimurga BCG y un tiempo después ya formaba parte de la mítica banda Herman Klang y Malena Morgan junto a Gustavo Pena, el Príncipe. A la par de su derrotero artístico estudió Antropología hasta llegar a la tesis que aún no terminó y cuyo objeto de estudio era La Mojigata, su segunda murga.

Del lado de adentro de la ventana no hay demasiadas señas que den cuenta de la extensa carrera artística que ya acumula cinco discos solistas. En el medio de la sala, un adorno colgante de estrellas de cartón es testimonio de sus giras europeas: los suecos decoran la Navidad con estas artesanías y no con pinos, asegura. Sobre un tocadiscos, la inusual tapa del álbum Artaud, de Luis Alberto Spinetta, domina la escena, aunque su preferido del argentino es Kamikaze. En la habitación contigua, dos guitarras, un escritorio y un montón de máscaras de acetato dan cuenta de la vida de una docente de canto en tiempos de pandemia, y sobre una pequeña repisa conviven sus CD junto a los de Lila Downs, Mano Negra, Orozco Barrientos, Lenine, Red Hot Chili Peppers, entre otros, una muestra del amplio interés que también se refleja en su repertorio, donde baraja tangos, milongas y zambas, con versiones arrabaleras de No Te Va Gustar, Lisandro Aristimuño o Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

El viernes, luego del paréntesis sanitario, Maia Castro vuelve a los escenarios en La Trastienda. Continuará el 13 en el marco de los 125 años de la ciudad de Los Cerrillos y el 14 en el teatro Politeama de Canelones, las primeras fechas de una agenda que parece volver a la normalidad y que incluye presentaciones en Portugal. “Siempre canté; empecé a cantar y a hablar al mismo tiempo. Es natural para mí”, confiesa. En la ventana, Montevideo invernal atardece mientras Maia conversa con la diaria.

¿De qué va el show y cómo estás viviendo esta vuelta?

Vamos a hacer muchas canciones del repertorio habitual, de los discos que he sacado y varias canciones que no están grabadas en ningún disco todavía y no sé si van a estar grabadas en el futuro. Estoy contenta de volver a tocar y ponerme de nuevo en el chip de pensar un espectáculo, armarlo, ensayarlo, pensar con qué invitados quiero cantar, todas esas cosas que te hacen volver a sentirte artista.

¿Cómo te llevó la pandemia?

En un momento me lo tomé como un tiempo, me puse a estudiar sonido, edición, otras cosas que tienen que ver con lo que hago pero no directamente y que me sirven para tener herramientas para laburar, para maquetar canciones, para producir canciones de otros también. En un principio me concentré mucho en eso y me rindió. Pero claro, en el segundo parate que hubo, desde diciembre hasta hace poquito, empecé a sentir pesado todo. Sobre todo porque muchas actividades se empezaban a abrir, todo empezaba a funcionar, podía ir al gimnasio, podía hacer millones de cosas, pero no podía cantar, desarrollar mi tarea artística en plenitud. Eso me empezó a bajonear, empecé a sentirlo como una situación angustiante, así que ahora estoy contenta con la vuelta. Es importante poder volver a tocar, por una cuestión hasta anímica, aunque el tema del aforo nos perjudica porque económicamente no es redituable hacer los espectáculos. Volver a encontrarnos, a ensayar, volver a encontrarse con el público.

¿Y te rindió para componer?

Sí. Igual yo soy bastante respetuosa de los momentos para componer, no me presiono. Cuando tengo ganas de hacer una canción hago una canción y cuando no, no lo hago y busco por otro lado. Busco canciones que me gustan, las versiono. Hace poco hice una versión de “Detrás del miedo”, de [Laura] Canoura, para un homenaje que se hizo el Día de la Mujer, el 8 de marzo. Esas cosas también me gustan mucho y las disfruto mucho.

Empezaste haciendo murga, luego tangos, milongas, música de raíz criolla, hace poco salió un sencillo, un candombe con el Chole. Te movés con naturalidad por lo que entendemos como nuestras músicas.

Siempre intenté ser libre en ese sentido, cantar realmente las canciones que tengo ganas de cantar, si tengo ganas de cantar una balada la voy a cantar, aunque en principio no entre en mi repertorio. Obviamente, tengo un estilo de hacer las canciones que es propio, y eso lo vas desarrollando con el tiempo. No es que nacés con ese chip y mágicamente... bueno, capaz que hay alguna gente que sí, que tiene ese don, yo lo fui construyendo en el tiempo a través de mis años de carrera. Fue una búsqueda interesante y costó su trabajo escuchar un disco y decir: “Esa efectivamente soy yo y me siento representada”. Nunca fui prejuiciosa con la música en ese sentido: si tengo ganas de hacer una milonga, será una milonga; si tengo ganas de hacer un tango, será un tango. Pero siempre trato de imponerle mi impronta, ciertas formas de arreglos de las canciones que me identifican e identifican a los músicos que me acompañan.

Grabás mucho en vivo, en los shows y en el estudio. ¿Qué le aporta a la obra?

Me gusta mucho tocar las canciones en vivo previo a grabarlas, y ver cómo me siento yo, cómo se sienten los músicos, qué es lo que pasa con la gente. Siento que las canciones crecen mucho en el vivo, mucho más que en un ensayo. En mi tercer disco, que creo que es donde encontré 100% de mi identidad a nivel artístico, el productor fue Fede Lima y lo que decidimos fue grabar en estudio pero los músicos todos tocando en vivo y yo cantando en vivo. Esa sensación de escuchar el disco y decir “Esa soy yo, me siento 100% identificada”, tiene que ver con esa forma de grabar. A mí el estudio en sí, los discos de estudio me cuestan un poquito; no me gusta mucho, no me divierte el tema de cantar en estudio y de preparar un disco y las millones de horas que tenés que estar, todo ese laburo que hay muchos músicos a los que les encanta. A mí no. A mí me gusta tocar en vivo, me gusta el contacto con la gente y todo lo que pasa arriba del escenario.

¿Y el formato disco, que pareciera en vías de extinción?

Me gustan los discos, pero entiendo que la industria musical está cambiando, no soy una negacionista. Hay cosas que son reales, el formato físico está como perdiendo cancha. Cuando edité Quinto, mi último disco, tuve la sensación de que ese iba a ser el último en ese formato; no sé si pasará, pero tuve la sensación. Sin embargo, a mí me gustan los discos, me gusta tenerlos, comprarlos, que me regalen, agarrar el librillo y mirar quién tocó y dónde lo grabaron y ver las fotos y no sé qué. Pero entiendo que está cambiando y no sé hasta cuándo irá.

En una entrevista para Página 12 decías, hace algunos años, que nosotros, a diferencia de Argentina, le damos la espalda de alguna manera al interior del país desde el punto de vista de la construcción de una identidad musical.

Sí, es una sensación que siempre tuve, no de crítica a los uruguayos en general sino de autocrítica: me da la sensación de que conozco muy poco de la música del interior de Uruguay, y también de otras cosas culturales, lo que tiene que ver con la danza, con todo el mundo que se mueve en los festivales. Realmente siento que somos bastante ignorantes al respecto, que miramos mucho hacia Montevideo y poco al resto. Pero no sé si los uruguayos en general, me parece más bien que los montevideanos nos miramos bastante el ombligo. Me pasó en las giras que hice por el interior del país: llegamos a presentarnos en Artigas y en Rivera y era una incógnita lo que iba a pasar, había planificado invitar a talleres de tango o grupos de danza a participar bailando una canción, tiré esa convocatoria sin saber mucho lo que iba a suceder y fue increíble. En Artigas la Intendencia cerró la calle para que no pasaran las motitos porque hacían ruido y molestaban al espectáculo, el teatro estaba lleno de gente, los grupos de danza que participaron estuvieron increíbles. En Rivera, lo mismo: un teatro como para 500 personas, y me sorprendió mucho eso. Yo pensaba: “La música que hacemos nosotros, en la frontera no nos van a dar bola”. Todo lo contrario. No sólo estaban copadísimos, sino súper receptivos para proponer cosas. Son experiencias que te hacen pensar y decir: “Somos unos burros nosotros, no sé qué nos pensamos” [risas].

Igual en tus discos hay milonga, zamba, rasguido doble, hay una mirada.

Sí, abre para otros lados. Y hay mucha milonga que sobre todo en el norte es recontra escuchada y les encanta, y creo que por ahí prendió la propuesta. Para nosotros fue una sorpresa recontra linda. La milonga es algo que me gusta mucho y me divierte.

¿Cuando actuás en Europa hacés el mismo repertorio que acá?

Sí, el mismo repertorio.

Me da mucha curiosidad un finlandés milongueando.

La música es un lenguaje universal. Además, yo hablando inglés soy un espanto, así que imaginate. En Suecia me acuerdo de que un argentino que conocí allá, que trabajaba en la producción de un festival en el que tocamos, me decía que a la milonga mía, “Simplemente”, esta que habla del acoso callejero a las mujeres, tenía que hacerle una traducción al sueco porque me iba a ir muy bien en Suecia con esa temática. Yo me imaginaba cantando en sueco. Nunca lo hice [risas].

La escena del tango canción uruguaya tiene una presencia consolidada de mujeres solistas ¿Qué le ha aportado al tango esta particularidad?

Una mirada distinta, sin dudas. Empezar a tocar y trabajar otras temáticas que antes no estaban instaladas ni en el tango ni en la milonga, estas músicas que siempre estuvieron muy atadas y muy arraigadas a la tradición. Tratar de profundizar por otros caminos. Me gusta mucho agarrar tangos recontra clásicos, que están muy escuchados y muy versionados y tratar de buscarles una versión distinta, que le aporte algo al tango pero desde otra mirada. Hicimos una versión de “Volver”', un tango recontra conocido, hecho popular por Gardel. No tenía sentido hacer una versión asemejándose a la versión de Gardel o a las que ya se han escuchado toda la vida: lo que intentamos fue darle una mirada distinta, llevarlo hacia su melodía, a toda la dulzura que tiene, y profundizar por ese lado.

Me llamó la atención eso también con tu versión de “El último trago”, de José Alfredo Jiménez. La versión clásica te remite a una cantina mexicana y hombres emborrachándose y cantando rancheras sobre desamor.

Mi versión de referencia era la de Chavela Vargas, que justamente es media cantada así. Me parece que lo importante es darle tu impronta y sentirte cómoda e identificada con esa canción que estás cantando, si no es como que no tiene mucho sentido. No la incorporaría al repertorio porque sé que van a aplaudir la canción antes de escucharla, que eso pasa, la gente ya sabe: “Ah, va a cantar “Los mareados”, ¡bravo!”. Antes de escuchar ya saben todo lo que va a pasar en ese tango, salvo que le busques otra vuelta; eso es lo que a mí me interesa.

Sos de involucrarte en la cuestión política y social. Ahora participaste en la campaña pro referéndum para derogar 135 artículos de la LUC. ¿Lo hacés desde tu rol de artista?

Lo hago como ciudadana, porque me parece que son temas importantes para la sociedad. Siempre me interesó leer y estar informada. No hago las cosas por fanatismo, las hago a conciencia y pensadas. Hay causas con las que me interesa comprometerme y otras que no, sinceramente, aunque las apoye el partido político al cual voto; si siento que no me representan prefiero no participar. Esta era una cosa que me parecía importante y me dio mucha alegría que se llegara a las firmas y que ahora se pueda dar una instancia de discusión, en la que la gente esté informada y libremente vote si le parece que es bueno para su vida y su país o no. Me parece que eso es lo más importante y lo más democrático, y por eso me parece importante. La democracia hay que defenderla siempre.

¿Este compromiso te ha generado problemas?

Recibís las dos cosas: aplausos por un lado, y recibís muchos golpes. Hace poco alguien escribía que nos pagaban para participar en el spot publicitario por lo de la LUC. No sé en qué país de fantasía vive [risas]. La gente que participa en estas cuestiones lo hace simplemente por convicción y porque le parece importante participar en eso. Así como me parecería bárbaro que un artista equis haga una campaña apoyando a Lacalle Pou o el proyecto que le parezca importante. No me parece mal; somos ciudadanos, votamos, leemos, decidimos.

Te has declarado fan de Los Redondos en tu adolescencia.

Sí.

¿Tenés esperanza en que se vuelvan a juntar?

No, ya está, ya fue [risas].

El show

Viernes 6 de agosto a las 21.00
La Trastienda Club MVD.
Junto a Horacio Di Yorio y Santiago Peraza.
Invitadas: Laura Canoura y Alfonsina.
Entradas: Abitab.