Un día el coleccionismo llegó al mundo digital, y lo hizo gracias a los archivos NFT (por non fungible token). En pocas palabras, estos archivos están diseñados para ser únicos y trazables, ya que la pieza incluye su propio certificado de autenticidad. Esto la valoriza y aumenta su potencial de reventa, algo fundamental para el éxito de esta clase de transacciones. No en vano los ojos del mundo se abrieron bien grandes cuando se anunció que la copia autenticada de un collage digital se había vendido en 69 millones de dólares, o su equivalente en criptomonedas ese día.
A partir de ese momento se sucedieron los titulares: un “certificado digital” del primer tuit de la historia fue vendido en casi tres millones de dólares, se inauguraron galerías dedicadas únicamente al criptoarte, mientras museos renombrados y hasta la industria del cine buscaban algo de atención (y de criptobiyuya). Sin embargo, no fueron pocos los que comenzaron a sospechar del traje nuevo del emperador.
Incluso dejando de lado cuestiones ambientales, que tienen que ver con el consumo energético causado por las distintas modalidades que permiten generar este archivo/certificado, las puertas del mercado se abrieron a criptoartistas menos preocupados por el valor estético de la obra que por obtener resultados antes de que la burbuja estalle.
Se popularizaron las colecciones de rostros, en muchos casos diseñados mediante inteligencia artificial y sin ninguna pretensión artística, pero que apelan a la sed de coleccionismo y se orientan a los especuladores de internet. Así, surgieron desde el proyecto Cryptopunks hasta los “simios aburridos”, 10.000 retratos de chimpancés con toda clase de sombreros y elementos que los hacen, justamente, únicos entre todos los simios aburridos.
El mercado global en este sector alcanzó los 22.000 millones de dólares en 2021, o su equivalente en criptomonedas, mientras que compañías y celebridades introdujeron el NFT en sus discursos como mensajes pagos o como inversiones legítimas. Al mismo tiempo, medios como The Guardian ya hablan de “una fiebre del oro digital insostenible”. Y el mes pasado Keanu Reeves fue noticia por no contener la risa al hablar del tema. Consultado por The Verge sobre el concepto de “escasez digital” vinculado al criptoarte de la película Matrix Resurrecciones, dijo que estos archivos “son fácilmente reproducibles”. Se refería, claro, a que una copia digital de una imagen será idéntica aunque carezca del certificado de autenticidad.
Keanu's laugh in response to NFTs in this @verge interview is everything I wanted for Christmashttps://t.co/v4pix60nX9 pic.twitter.com/1J5EcoijDs
— David Zhou (@dz) December 10, 2021
Esta clase de copias “piratas” componen NFT Bay, un sitio web creado por Geoffrey Huntley, uno de los más ruidosos críticos del criptoarte. “Espero que la gente aprenda a entender lo que están comprando cuando compran arte NFT. En este momento no son más que instrucciones sobre cómo acceder o descargar una imagen”, dijo Huntley a Digital Music News. En esa misma conversación, el científico informático conocido como Antsstyle agregó que “los NFT sólo son valiosos como herramientas para el lavado de dinero, la evasión de impuestos y el fraude de inversiones. Los NFT tienen un valor real de cero. Su único propósito es crear la escasez artificial de una obra de arte para, supuestamente, aumentar su valor”.
Es por esto que muchos han llegado a definir al criptoarte como un “esquema Ponzi” o estafa piramidal, que solamente se sostiene con la llegada de nuevos inversores que compran a precios inflados los artículos que están en propiedad de los que llegaron antes. Muchos de estos inversores, por otra parte, han sido descubiertos vendiendo archivos entre cuentas de su propiedad, para aumentar su valor en la blockchain (en la que quedan registrados todos los movimientos).
Mientras tanto, las criptosubastas continúan. La empresa Vodafone remató el primer mensaje de texto de la historia, enviado el 3 de diciembre de 1992 y que decía “Feliz Navidad”. El comprador, cuya identidad no fue revelada, pagó el equivalente a 107.000 euros, que serán donados a Acnur, la Agencia de la ONU para los Refugiados. El monto acordado deberá ser pagado en Ether, la criptomoneda generada por el protocolo de Ehtereum, y a cambio el comprador tendrá “la propiedad exclusiva de una réplica detallada y única del protocolo de comunicación original que transmitió el primer SMS del mundo”.