¿Cuánto de su mala reputación le debe el rock a Jerry Lee Lewis? Sexo y drogas, por supuesto, pero también el incendio, la violencia armada y acusaciones de incesto atravesaron la carrera de The Killer (El Asesino), cuya muerte fue anunciada en la tarde de este viernes.

Leyenda del rock and roll primigenio, ya sus primeros años estuvieron perlados por sucesos que fácilmente se transformaron en mitos. Una infancia de pobreza rural cerca de los campos de algodón de Luisiana, la expulsión de la iglesia local por agitar demasiado el piano durante los rituales dominicales, la entrada como músico de sesión a los Sun Studios, donde grababan, entre otros, Elvis Presley, Johnny Cash y Carl Perkins (hasta hay una histórica zapada entre los cuatro).

En 1957, con un año como sesionista a cuestas, Lewis lanzó su carrera solista con dos joyitas de puro rock and roll llevadas adelante por su voz, su piano y referencias sexuales poco ocultas: “Whole Lotta Shakin Goin’ On” (Hay tremendo sacudón) y “Great Balls of Fire” (Grandes bolas de fuego), que se convirtieron en éxitos y, a la vez, en controversias que aumentaron la popularidad de un hombre que parecía respetable –rubio, fachero- hasta que empezaba a tocar.

“Soy un salvaje”, cantaba en “Wild One”, uno de los temas de esa época, y los registros confirman que no era sólo el pelo lo que se soltaba cuando Jerry Lee Lewis empezaba a aporrear todo lo que estuviera cerca, empezando por el piano, que debía soportar una descarga de energía que relativizaba bastante los contoneos de cadera de Elvis.

Otra de las historias que circulaban sobre el Killer, y que se repiten en docuficciones como Great Balls of Fire (1989), señala que el truco de prender fuego su piano se le ocurrió cuando, enojado porque tenía que tocar antes que Chuck Berry, ideó un cierre para su recital imposible de superar por el músico que venía a continuación.

La mayoría de las transgresiones de Lewis impactaban en una época de cambios en las costumbres sociales, y el hecho de que fuera un hombre blanco el que las perpetraba ayudaba a que la industria del entretenimiento estadounidense rescatara el costado “pop” del asunto.

En 1958, sin embargo, la tendencia encontró su límite: durante una gira por Reino Unido se reveló que el músico, de 22 años, estaba casado en terceras nupcias con una prima segunda de 13. Fue el fin de su carrera como estrella de rock, y en los años siguientes Lewis, al que se le fueron descubriendo otros matrimonios superpuestos, y que también era primo del pastor televangelista Jimmy Swaggart, se refugió en el conservador circuito de la música country, donde volvería a conseguir hits, pero más modestos.

Le llevaría décadas recuperar cierta respetabilidad, que le llegó en forma de reconocimientos institucionales, pero para cuando eso ocurrió hacía mucho tiempo que su clase de rock no era el género más chocante del panorama. Hay que mirar en retrospectiva lo que hacían otros colegas, como el también pianista y agitador Little Richard o el más manso Elvis, para poder calibrar las performances originales de Jerry Lee Lewis. Para apreciar su música, en cambio, sólo hace falta haber querido al rock.