Antes que nada, debemos abordar el gigantesco elefante rosa en el medio de la habitación: Barbie, la película que acaba de llegar a las salas de cine de todo el mundo, es el producto de uno de los estudios de cine más grandes de Hollywood en alianza con una multinacional de los juguetes, publicitando su artículo más vendido de la historia. No es la Teoría King Kong (más allá de que el gorila de proporciones descomunales también está bajo la batuta de Warner Bros., así que no se puede descartar el crossover).

La advertencia obvia tiene por cometido habilitar el comentario positivo de una película muy divertida, con una dirección de arte brillante y que contiene un altísimo nivel de autocrítica. Por más que la autocrítica seguramente haya sido revisada con lupa por numerosos paneles de ejecutivos (hombres) y por más que algunos puedan calificarla de disfunción narcotizante. Pero mis estudios en comunicación apenas llegan a eso y al paradigma de Shannon, así que continuaré transmitiendo mi mensaje evitando lo más posible el ruido.

Barbie, dirigida por Greta Gerwig y coescrita por ella y Noah Baumbach, es un entretenimiento perfecto (considerando los dos párrafos anteriores) en tanto divierte durante menos de dos horas, deslumbra por sus valores de producción y de paso deja algún mensajito que podría reverberar en las personas ubicadas en las cómodas butacas. No busca cambiar el mundo, primero porque el mundo le sirve así como está, y segundo porque no le interesa alienar demasiado al público. La palabra clave es "demasiado", porque ya saltaron voces chillonas a quejarse de que esta película hace mucho más de lo que hace en realidad. Pero bueno, agotados todos mis cartuchos anticínicos, hablemos un poco de cine.

Plástico y hueso

Todo comienza con una escena que debutó en las redes sociales a comienzos de este año y que en poco más de un minuto nos prepara para todo lo que vendrá después. La narradora (una deliciosa Helen Mirren) cuenta que "desde el comienzo de los tiempos" hubo muñecas, pero siempre fueron bebés hasta la llegada de la Barbie. Esta llegada se presenta como la escena del monolito de 2001: Odisea del espacio, incluyendo la fanfarria de "Así habló Zaratustra". Las niñas pequeñas que admiran a una Margot Robbie gigante y arrojan un bebé (de mentira) al cielo, que se transforma en el título/en el logo/en la marca. Parodia, humor, posmodernidad. Abróchense los cinturones.

La primera parte de la película es un festín audiovisual. Después de una explicación sucinta de la relación entre el Mundo Barbie y el Mundo Real (están conectados, ¡pero no piensen mucho al respecto!), conocemos a las pobladoras de ese lugar paradisíaco, con casitas de ensueño, toda clase de vehículos coleccionables y eternos días de playa. De todas las Barbies, seguimos especialmente a una, "la estereotípica" (Robbie), quien por un segundo recuerda al protagonista de La gran aventura Lego (Phil Lord y Christopher Miller, 2014) cuando cantaba "Todo es increíble". No será la única semejanza entre historias basadas en populares figuras de plástico, pero no me quiero adelantar.

Antes de pervertir un mundo hay que conocerlo bien, así que Greta nos muestra con rosado de detalles cómo funciona esa tierra sin complicaciones, eternamente eufórica y en donde las mujeres llamadas Barbie ejercen el poder en forma benévola sobre el resto de sus hermanas y sobre los hombres llamados Ken, que tienen un papel secundario y muestran sus cuerpos en la playa. En fin, que el Mundo Barbie es idílico, ficticio, pero también imposible de mantener, porque la vida sin drama es una publicidad de juguetes. Pero debo destacar por última vez lo bien pensado que está ese territorio, con una arquitectura bellísima, referencias a personajes oscuros de la "Mitología Barbie" y personas de físicos variados, aunque de rostros hegemónicamente agradables y simétricos.

Las dos horas podrían haberse mantenido así, como si fuera un video de pajaritos que beben en una fuente donde dejamos a nuestras mascotas cuando nos vamos de casa, pero al poco tiempo se introduce el conflicto: Barbie (Robbie) descubre la angustia existencial. “¿Alguna vez pensaron en morirse?”, les pregunta a las otras Barbies y a los Kens, que no logran entender lo que le sucede. A partir de esto, tiene manifestaciones físicas de ser consciente de su propia mortalidad, como perder la forma natural de sus pies en punta para comenzar a pisar el suelo con toda la planta ("Jamás usaría tacos si mis pies fueran así” es uno de los mejores chistes de una película en la que abundan).

Foto del artículo 'Barbie, la película más interesante y divertida del momento'

¿Qué está pasando? Que ahora la película se parece, un poquito, a Intensa-Mente (Pete Docter, 2015). Aquella vez, una jovencita que entraba en la adolescencia tenía tantos cambios internos que la representación gráfica de su mente se desmoronaba hasta convertirse en otra cosa; aquí eso sucede con la muñeca que la jovencita abandona al hacerse grande. La solución que encuentra Barbie es viajar hasta el Mundo Real, una odisea más simbólica que problemática, y encontrar a su "dueña" para ayudarla y así volver a ser una mujer sin problemas, dificultades ni otra clase de tensión en su vida.

En ese momento, comienza una comedia de enredos bastante más inteligente que el promedio, con los dos personajes plásticos protagónicos visitando nuestra realidad y descubriendo que, a diferencia del reino idílico que dejaron atrás, aquí Barbie es sexualizada de inmediato y Ken (Ryan Gosling) "se cae para arriba" gracias al privilegio de su género. El único reducto de ridiculez en la Tierra es (irónicamente) la empresa Mattel, cuyas oficinas se balancean entre la burocracia a lo Terry Gilliam y el humor inglés de su junta de directores, compuesta 100% por hombres. Al frente de la compañía se encuentra Will Ferrell, que en la película de Lego también era una figura de autoridad que obstaculizaba los objetivos de los héroes.

Mientras que Barbie y Ken se replantean sus roles y los de sus géneros luego del choque con una realidad diferente, la joven propietaria de la muñeca aparece para convertir en texto todo el subtexto acerca del ideal de belleza imposible que tanto se le criticó al juguete. Y si funciona es porque Mattel sacó cuentas y llegó a la conclusión de que la autocrítica, y su posterior discusión, le hace bien a la empresa. También le hace bien a la película, que enfrenta ideas a un nivel que se puede comprender. No esperen a Žižek en una película de Barbie, aunque lo pueden encontrar en una serie de Amazon, pero sí un discurso como el que tenía The Good Place.

Una vez que la trama queda planteada, la historia se vuelve menos impredecible, sin afectar la experiencia de quienes la están viendo. Cada personaje tendrá un "final feliz" en la mira y seguramente se dé cuenta de que la felicidad, o al menos la felicidad colectiva, está en otro sitio. Por el camino se harán menciones muy afiladas (teniendo en cuenta el primer párrafo de esta crítica) al patriarcado, al feminismo y a ese pequeño gran detalle del equilibrio que deben hacer las mujeres con su estado físico, sus ambiciones, las posiciones de poder, la relación con otras mujeres y la supervivencia en un sistema que está arreglado. Todo esto lo resume el personaje de America Ferrera en un pequeño monólogo que te ahorca como un pañuelo de seda (rosado).

Viendo Barbie por primera vez, pensaba que el moño (rosado) sería que Greta Gerwig lograra cerrar todos los cabos sueltos y darle un buen final al asunto. Cuando lo hizo, al menos en mis tarjetas, salí del cine convencido de que estaba frente a la película del verano. Del verano del norte: acá está helado.

Barbie, dirigida por Greta Gerwig. Con Margot Robbie, Ryan Gosling y gran elenco. En cines.

Estereotipo dado vuelta

La película provoca risa, pero también otro tipo de emociones. Es una película feminista, porque lo que hace, a través de la sátira, es una crítica profunda al patriarcado y al sistema capitalista patriarcal machista. Además, resuelve muy bien la crítica frecuente que hay hacia Barbie como promotora del estereotipo de "mujer ideal": lo da vuelta para, justamente, poner de manifiesto todo lo otro que promueve.

Ahí tal vez haya un matiz generacional, porque los personajes que son más cercanos a la treintena –como el que hace América Ferrera– sienten más cercana cierta nostalgia. Ella transmite que desde chica vio en Barbie un ejemplo, una mujer empoderada que podía ser doctora, abogada, presidenta pero también mamá. Por otro lado, hay una crítica distinta, que viene de generaciones menores.

En todo caso, la película está absolutamente atravesada por el tema de género. Antes del estreno se podría haber pensado que iba a ser un asunto paralelo a la historia principal, pero no: la historia se centra en eso, en cómo las barbies se liberan –o liberan al mundo real– de la opresión histórica de los varones, que aquí son ridiculizados. En este sentido, el papel de Ryan Gosling como Ken es simplemente maravilloso.

Stephanie Demirdjian.

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