El comercio internacional, y en particular las exportaciones, deben jugar intuitivamente un rol destacado en la creación de empleo y alivio a las situaciones de pobreza. Orientar e implementar políticas que promuevan las exportaciones, la especialización productiva y la calificación de nuestra gente, parecen ser factores determinantes en la generación de puestos de trabajo y, por tanto, en lograr mayores niveles de desarrollo humano.

Uruguay tiene un fuerte componente de sus exportaciones de bienes de origen agropecuario. Casi como una constante, entre 75% y 80% de nuestras exportaciones son explicadas por este sector. Con las excepciones de concentrados de bebidas y productos farmacéuticos, los diez primeros rubros de exportaciones tienen origen en “el campo”. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la producción agropecuaria, forestación, pesca y explotación de minas, representan entre 8% y 9% del empleo total generado en Uruguay. Por supuesto, empleos directos.

A pesar de que sean observados notorios incrementos en los montos exportados, posiblemente encontremos resistencias al alza en el número de personal ocupado. Por sus características y evolución productiva, no es claro establecer una proporcionalidad entre mayores exportaciones del sector y un incremento de empleo. Al repasar la evolución de las exportaciones y los cotizantes al BPS en el sector privado, encontramos que las primeras han superado ya los niveles prepandemia, mientras los segundos aún están por debajo (gráfico).

Foto del artículo 'Disecando la triada de exportaciones, crecimiento y empleo'

Existen notorios vínculos entre comercio internacional y empleo. En la actividad participan diversas etapas conexas, que generan empleo indirecto a la producción original que finalmente se exporta o importa.

Sin embargo, es probable que este modelo de perfil productivo vaya encontrando limitaciones en el objetivo fundamental de creación de empleo, tanto en número como en calidad. El futuro encontrará a la producción cada vez más tecnificada, de modo que si en la actualidad es difícil encontrar en la evolución positiva correlación fuerte entre exportaciones y empleo, incorporación de tecnologías y calificación, deberían incrementar los niveles de productividad en detrimento del número de personal ocupado.

Si bien imprescindible, nuestro actual perfil agroexportador precisa repensarse para entender con mayor precisión qué “exigirle” al sector y qué no en materia de empleo. Además, permitirá aprovechar potencialidades en otras verticales productivas que permitan mayor dinamismo en la creación de oportunidades laborales. En Uruguay, y con sus condicionantes, ninguna actividad es excluyente ni exclusiva.

Cuando refiero a otros sectores, debemos tener presente la necesidad de avanzar en eslabones de valor de las cadenas cuyas materias primas producimos. ¿No es posible industrializar más alimentos en Uruguay? ¿avanzar a otros estadíos de la cadena maderera? Adicionalmente, ya no es posible obviar las exportaciones de servicios, estadísticas que no se recogen con la misma frecuencia y análisis que las exportaciones de bienes, pero que indudablemente tienen otra dinámica y, por cierto, otro porvenir. Allí encontramos, por supuesto, a los sectores vinculados a las actividades turísticas, además de todos los emprendimientos basados en tecnologías de la información y software, que exportan sus servicios a destinos diversos, y que, desde hace un tiempo ya, absorben cada talento disponible, capacitado y dispuesto.

En tiempos en que parece sacudirse la modorra de nuestra inserción internacional, debemos tener presente no solo a quién le vendemos, sino qué vendemos, imprescindible para moderar expectativas sobre los posibles impactos mediatos en el empleo de potenciales acuerdos comerciales. Entenderlo permitirá analizar los mejores cursos de acción. Competir implica ser competitivos. Y para ostentar tal condición, hay que alcanzar niveles de productividad que hoy no tenemos. Productividad, basada en la incorporación de avances tecnológicos y en la preparación inteligente de nuestros jóvenes.

Según últimos datos de la consultora Advice, 68% de los puestos que se demandaban no requerían ninguna formación específica. En la actualidad, esa cifra ha descendido a 41,5%. El mercado de trabajo presiona por el lado de la demanda por mayor calificación. Nuestros limites no deberían ser nuestras calificaciones, porque está en nuestras manos trabajar y dedicar recursos para superarlas.