En 1877 José Pedro Varela plantó un árbol en una escuela montevideana. El ficus sigue vivo hasta hoy en el predio de la escuela 193, del barrio Pocitos, y es conocido como “el árbol de la educación”, en homenaje al autor intelectual de la reforma educativa que estableció la gratuidad, obligatoriedad y laicidad de la escuela pública. En la actualidad, el árbol es patrimonio natural nacional y departamental, es representativo del barrio, es un símbolo para los actuales y antiguos estudiantes del centro educativo y es, también, un problema.

Hace poco más de un mes, se cayeron dos ramas del inmenso y viejo árbol y golpearon en la cabeza a dos niños, lo que derivó en una llamada a la emergencia móvil y a la clausura de más de la mitad del patio de recreo. Además de que los 464 niños que concurren a la escuela deban jugar en un espacio pequeño, el accidente tuvo otras consecuencias; una de ellas es que reanimó la discusión entre padres y madres de la comunidad escolar sobre quién se hace cargo del mantenimiento.

“No es cuestión simplemente de podar”, explicó Joaquín Escardó, uno de los padres; el Ficus macrophylla, originario de Paraguay, se encuentra en el patio de la escuela sobre la calle Gabriel Pereira y atraviesa una situación de riesgo ambiental, por lo menos, desde 2016. Como es parte del patrimonio protegido, para tocarlo se requiere una autorización técnica que depende de Áreas Verdes de la Intendencia de Montevideo. Cuando los técnicos realizan el informe, el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) puede destinar los recursos necesarios para contratar una empresa especializada que se dedique a cortar y hacer mantenimiento únicamente de las ramas para las que se dio autorización. Todo ese procedimiento burocrático ya se hizo hace tres años, pero desde ese último cuidado el árbol siguió sin mantenimiento hasta ahora, cuando el accidente hizo que el tema volviera a la agenda.

La comunidad de padres exige que el mantenimiento sea periódico, no sólo por el peligro de que una rama vieja se desprenda, sino porque el tamaño del árbol trae consigo otros problemas, como los mosquitos y ratas: “Necesitamos un equipo que revise y cuide del árbol y sus alrededores, y que se fumigue constantemente, porque otro problema son los roedores y el dengue. Cuando hay amenazas de brotes de dengue es muy preocupante, porque este árbol tiene recovecos en los que se junta agua, por lo que se llena de mosquitos. Necesitamos que se fumigue, que se pode y que se limpie”, detalló Escardó.

Sin responsables

Según comentó el padre, “la experiencia hasta ahora es que vienen los equipos técnicos cada varios años, cuando a nosotros nos parece que la situación no da para más, y empezamos a exigir la demanda. Hace unas semanas hicieron una revisión, lo van a podar, pero van a volver a pasar tres años para que vuelvan a hacerlo. Mientras tanto, la solución es que los niños no jueguen ahí y esperar que no pase nada”.

Esta experiencia de la escuela 193 es la que viven todas las escuelas del país, ya que la poda de los árboles “es a demanda de la institución”, puntualizó en diálogo con la diaria la arquitecta Leticia Boti, de la División de Mantenimiento del CEIP. “No hay un informe técnico que diga cada cuánto hay que intervenir en cada árbol, cuando recibimos denuncias de que hay árboles comprometidos o que se han caído contratamos una empresa especializada que va a hacer el mantenimiento”, puntualizó.

El consejero del CEIP Héctor Florit destacó que la situación del árbol ya es conocida por todos, que hace poco tiempo el equipo técnico fue a revisarlo y apenas llegue el informe se va a proceder a la poda. Mientras tanto, la solución que puede ofrecer Primaria “es el vallado de la zona, para evitar que los niños estén cerca de una zona peligrosa”, explicó, y agregó que “sin duda es una especie magnífica pero tiene inconvenientes en la medida en que necesitamos tener las autorizaciones específicas para que nos podamos hacer cargo”. En este sentido, la arquitecta señaló que ya se pidió un informe que especifique cada cuánto hay que hacer el mantenimiento; mientras tanto, se seguirá respondiendo a la demanda de cada institución, porque así también funciona la división de Áreas Verdes de la IM: cuando el CEIP solicita un informe, ellos realizan la visita. Esto significa que ninguna de las partes está en condiciones de llevar adelante un mantenimiento sistemático, tal como solicita la comunidad educativa. Asimismo, Escardó aseguró que los padres intentan que se genere una mesa de diálogo entre el CEIP, la IM, las autoridades de la escuela y la comisión fomento, para que se pongan de acuerdo en cuanto a las medidas que se tomarán de cara al futuro.

Más allá del daño que el árbol pueda generar, preocupa el malestar que genera en los vecinos del barrio. Las ramas llegan a entrar por las ventanas de los dos edificios linderos, e incluso algunas llegan a cruzar la calle y empiezan a molestar al edificio de enfrente a la escuela. Algunos vecinos han respondido arrojando basura a la copa del ficus, que se acumula con la que trae el viento y queda enredada entre las hojas. En varias ocasiones la comunidad de padres y ex alumnos organizaron limpiezas de la zona debido a la acumulación de residuos. Además, Escardó comentó que si esta situación no cambia, algún vecino podría tomar represalias contra el árbol y terminar matándolo con algún producto químico. “Tenemos la fortuna y la desgracia de tenerlo, es un árbol que es símbolo de la escuela, tenemos muchos recuerdos asociados con él, pero, a su vez, tenemos la desgracia, porque su presencia está provocando que la convivencia sea muy difícil”, concluyó.