Luego de años profundizando en esta línea de trabajo, Helena Modzelewski lidera una propuesta de educación ciudadana que trabaja a partir de las emociones y que podría extenderse en el sistema educativo. En tiempos en que crece la polarización de la sociedad uruguaya, la lectura ecuánime es una metodología de trabajo que, de practicarse con cierta asiduidad en los centros educativos, podría contribuir a disminuir el peso de los prejuicios y estereotipos en el debate público.

Entrevistada por la diaria, Modzelewski, docente del Instituto de Educación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE), señaló que este método trabaja a partir de la lectura de relatos, principalmente de textos escritos, pero también de piezas audiovisuales y en otros formatos. “La lectura ecuánime es un abordaje de los relatos que siempre está sospechando que hay una mirada alternativa a la que está teniendo”, resumió la académica y agregó que ello puede ocurrir porque su autor no lo muestra o porque el lector no lo quiere ver.

Según planteó Modzelewski, en los últimos años ha visualizado a la literatura como una herramienta “muy potente para educar las emociones”, algo que constató ella misma después de leer una novela para salvar un curso de literatura inglesa, en 2006. Al principio realizó la lectura sin mucho interés, pero empezó a encontrar puntos de contacto con una protagonista. Luego de la lectura notó que sus emociones habían cambiado pese a que se trataba de un texto de ficción ambientado en Nigeria, y empezó a pensar en trabajar el tema para su tesis de doctorado, que realizó en la Universidad de Valencia. 

Dentro del marco teórico eligió a Martha Nussbaum, una filósofa norteamericana que habla de la importancia de las emociones para la política, y lo enseña a través de la literatura. El trabajo continuó en la FHCE, en el marco del Grupo emociones, narraciones y ciudadanía. Allí apelaron a la comunidad de indagación como metodología para llevar estos conceptos a las aulas, y comenzaron a desarrollar experiencias en distintos espacios educativos: desde escuelas hasta centros de privación de libertad.

Junto al resto del equipo, también integrado activamente por Jacqueline Fernández, Deborah Techera y por Gianela Turnes, entre otros docentes, pusieron a prueba esa metodología y fueron “trabajando por ensayo y error”. En el camino, Modzelewski hizo un posdoctorado en la Universidad Pontificia de Río de Janeiro, donde fue clave el vínculo con una profesora de literatura y comunicación, ya que el enfoque “se amplió un poco más allá de la filosofía”, contó. De esa forma, incorporó ideas que tienen que ver con la polifonía y los contrarrelatos, lo que permitió afianzar esa metodología.

A la obra

A partir de Matthew Lipman, creador del programa filosofía para niños, el equipo propone la realización de preguntas a los participantes de la instancia de la comunidad de indagación, en particular que hagan referencia a las emociones de quienes participan del espacio. “Preguntamos por qué, por ejemplo, un personaje nos genera determinada sensación; o sobre las emociones que ese personaje está teniendo y por qué, cuál será su historia. Después, algo muy importante es continuar pensando en las historias que no están contadas en ese relato, o de las que no hemos hablado. Hay un protagonista, pero de pronto, cuando abre la puerta, hay alguien que lo recibe y es un personaje secundario. ¿Cuál será la vida de esa persona? Y generarla. Eso es lo que se llama contrarrelato, el relato que va a contra la corriente, el relato que no se espera, al que nadie le presta atención”, detalló Modzelewski.

La docente destacó que, a la larga, ese entrenamiento genera una especie de predisposición a preguntarse sobre la historia de quienes uno se encuentra luego en la vida real. En suma, detalló que es una dinámica que funciona en todas las edades y que tiene mucho de lúdico. De hecho, confesó que incluso ha llegado a proponer generar una comunidad de indagación en el festejo de su propio cumpleaños y es algo que los invitados disfrutaron.

En 2016 llevaron la propuesta a maestras comunitarias que trabajan en escuelas públicas y encontraron apertura al trabajo con esta idea. Las docentes de la FHCE realizaron una instancia de formación con las maestras, que luego trasladaron esa metodología de trabajo a las familias de sus estudiantes. “Iban a las familias y, en vez de trabajar con el niño, llamaban al adulto para que estuviera y hacían una comunidad de indagación, y funcionaba perfecto”, recordó Modzelewski.

Según destacó la académica, la ventaja de las lecturas ecuánimes es que quienes participan de la dinámica pueden hablar de personajes sin hablar de ellos mismos. “No es algo terapéutico. No voy a contar mi historia, a exponerme, a llorar. Voy a hablar sobre un personaje, eso me genera cierta distancia y tranquilidad de que no me tengo que exponer, pero eso inmediatamente rebota o remite señales de lo que me pasa a mí”, explicó.

En el contexto actual

Modzelewski no tiene redes sociales y ello se debe a que sufre con los comentarios violentos que se generan en ese tipo de espacios. Si bien admitió que también ocurren cosas positivas, consideró que puede acceder a ellas por otras vías. En ese sentido, valoró que las lecturas ecuánimes pueden ser una herramienta que contribuya a que los ciudadanos cuenten con una mejor autorregulación y, por lo tanto, que al menos se detengan a pensar antes de postear.

Respecto de lo que pasa en las redes, la docente reflexionó que por primera vez en la historia de la humanidad todos los ciudadanos pueden pronunciarse públicamente sobre cualquier asunto, algo que antes quedaba reservado a los escritores o los periodistas. “Si alguien comienza a juntar todo lo que has escrito, ¿qué dice de vos, que sos autor de esa huella? ¿Qué relato hiciste de vos mismo y qué relato le estás vendiendo a los demás de la sociedad en la que vos querés vivir?”, interrogó.

Por su parte, cuestionó que si bien las demostraciones de afecto suelen ser frecuentes en esos espacios virtuales, los que suelen tener más repercusión son las críticas hirientes o agresiones, principalmente sobre temas de interés público. Según reflexionó, “hay algo irresistible” en ese tipo de comentarios que muchas veces lleva a las personas a sentirse “famosas” si obtienen repercusión en la red social, aunque sea por un corto período de tiempo.

Sobre ese fenómeno, analizó que se trata de “emociones políticas”, que, precisamente, tienen que ver con lo público y lo que es de interés de la ciudadanía. Según dijo, debe tenerse en cuenta que las emociones políticas “son las más susceptibles de autorreflexión, porque no están en la piel”. “Cuando me enamoro de alguien a veces no sé por qué, pero si reflexiono, sí puedo saber qué me vendieron o me creí un relato, que no tiene por qué ser el relato verdadero para todos”, detalló, y lo ilustró con los sentimientos de rechazo o aprobación que generan colectivos tan diversos como los colectivos LGBT, los vegetarianos, los evangelistas o los taxistas. 

“Imaginate que odio a los taxistas porque un día casi me atropella uno. Eso es una emoción política. Puedo desarmarla tranquilamente si me la preguntás, o si me traés una anécdota tuya con taxistas que son macanudos, ahí me quedo sin palabras”, indicó. En ese sentido, Modzelewski aseguró que si ese tipo de cuestionamientos fueran más frecuentes y se hacen a partir de la guía que propone el grupo que integra, ello “podría ayudar a que no salga esa necesidad irresistible de expresar esas cosas porque sé que alguien se va a hacer eco, para bien o para mal”.

El lugar en el sistema educativo

La reflexión sobre estos temas tomó cuerpo en el libro Lectores ecuánimes: una educación ciudadana a través de las narraciones y las emociones, escrito por Modzelewski. El libro es de 2021 y si bien después de publicado en el grupo se han ido incorporando otras dimensiones para el abordaje, se plantea como una forma de encarar narraciones a través del diálogo, principalmente en situaciones de aula, por lo que su principal público objetivo son los docentes. 

Actualmente, el nombre “lectura ecuánime” está en proceso de ser registrado a nombre de la Universidad de la República, ya que su uso se comenzó a extender entre el cuerpo docente uruguayo. Para ello ha sido clave el libro de 2021, pero también distintas instancias de formación que las académicas han tenido con docentes y futuros docentes de la Administración Nacional de Educación Pública.

Las investigadoras están preocupadas por que el término no sea utilizado para otras cosas y sin seguir la metodología con la que fue creado. Precisamente, Modzelewski detalló que si bien durante muchos años la educación de las emociones no despertaba mucho interés, notó que a partir de 2020 ello cambió y se generó “un boom”, lo que también generó que el concepto sume cada vez más detractores. En ese sentido, dijo que en el último tiempo también se ha usado el término “educación socioemocional” para referirse a esta línea de trabajo, pero desde el grupo de la FHCE prefieren evitar ese término, que muchas veces es utilizado para generar recetas de corto plazo. Por ejemplo, muchas veces se plantea a los niños la necesidad de contar hasta diez cuando sienten el impulso de golpear a un compañero. Según planteó Modzelewski, desde un enfoque más psicologicista, esas estrategias apuntan “a la autorregulación, a la motivación, al buen comportamiento”, pero como contracara pueden ser utilizadas con un efecto negativo, si se quiere educar a los niños “para que se queden quietos y no molesten, o sin dejar que expresen lo que están sintiendo”.

Por todo ello, prefieren hablar de educación para la ciudadanía, ya que el abordaje es bastante más amplio y apunta a que los individuos reflexionen y problematicen sobre, por ejemplo, la manera de informarse o sobre los espacios en los que están dispuestos a participar.

Modzelewski consideró que hay lugar y disposición para que esta metodología de trabajo se extienda en la educación formal, tal como proponen desde el grupo. Al respecto, mencionó que se ha incorporado una instancia de formación para docentes en plataformas de Ceibal, que se interesó en el tema.

Empatía, compasión y ecuanimidad

Para desarrollar la metodología que propone el grupo liderado por Modzelewski resultan claves algunas definiciones teóricas. Por ejemplo, la empatía es clave para la lectura ecuánime, pero no es suficiente. Desde la filosofía, su área de expertise, la docente reflexionó que dicha acción sólo permite saber lo que siente otra persona, pero no lleva a la acción. De hecho, ilustró que la empatía puede ser utilizada con fines dañinos, como ocurre en el caso de la tortura, cuando quien la ejerce, justamente, tiene que empatizar con la víctima para saber cuál es la mejor estrategia para, por ejemplo, sustraerle información.

Según planteó, por ello es necesaria la compasión, que implica “dar un paso más”. Al respecto, explicó que la compasión es “la emoción democrática por excelencia”, ya que implica “ir a participar en lo que le está pasando al otro”. “Hace que te com-padezcas, el término viene de padecer con esa persona, no sólo saber lo que le está pasando”, completó.

En suma, es necesario diferenciar la ecuanimidad de la neutralidad y la objetividad. Según contó la docente, tomó el término ecuanimidad del escritor estadounidense Walt Whitman, quien en un poema habla de que el juez ideal sería un poeta, porque “es el hombre ecuánime”. De esa forma, el poeta y los artistas en general miran “a todos por igual” y se detienen en “todos los detalles” de los personajes que buscan retratar. Según agregó, la ecuanimidad “no tiene que ver con sobrevolar a todos por igual, sino que, al contrario, es penetrar en todos por igual, ver las emociones y las historias incluso de los que te están contando que son malos”. En ese sentido, dijo que los medios de comunicación todo el tiempo están contando historias a partir de los que consideran son buenos o malos y que, justamente, desde las lecturas ecuánimes se propone entender por qué una persona puede haber cometido una mala acción, “no para perdonar todo”, pero sí “para juzgar realmente lo que pasó” con todos los elementos sobre la mesa.