A partir de datos de la Encuesta Continua de Hogares de 2023 analizados por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, esta semana se conoció que 51,6% de los jóvenes uruguayos entre 21 y 23 años es egresado de la educación media, por lo que el restante 48,4% no lo es. Se trata de uno de los indicadores más comentados sobre el sistema educativo uruguayo en los últimos años, en el que el país todavía tiene trabajo para cumplir con el mandato de la Ley General de Educación de 2008, que establece que la culminación de la educación media es obligatoria.

El dato no es equivalente al porcentaje de estudiantes egresados en el año por el sistema educativo, sino que saca una foto de la cantidad de egresados que hay en el mencionado tramo etario, independientemente de cuándo hayan terminado la cursada. Se trata de uno de los datos que es más utilizado para evaluar el desempeño de los distintos sistemas educativos, más allá de que no necesariamente habla de los aprendizajes que se producen en ellos.

En diálogo con la diaria, Martín Pasturino, profesor de Biología y exconsejero de Secundaria, analizó que “nadie en su sano juicio” puede decir que la mejora en el indicador se debe a los cambios curriculares en marcha, ya que se empezaron a aplicar en 2023 y este año recién alcanzaron al primer año de los tres de bachillerato. En segundo lugar, descartó que se deba a un aumento de los espacios de acompañamiento a los estudiantes, que, según datos de la Dirección General de Educación Secundaria, de las 9.650 horas de tutorías que hubo en 2022, sólo 211 fueron para culminación de la educación media.

Por el contrario, consideró que existe un “efecto continuo de mejora” que es convergente con las últimas cuatro o cinco administraciones de gobierno, en las que la proporción de jóvenes egresados viene en un lento pero sostenido aumento. En particular, detalló que un factor que incide en el aumento de los egresos es el considerable incremento en la matrícula de la educación media, que incorporó a adolescentes que quedaban fuera del sistema, sobre todo en bachillerato. Como ejemplo, mencionó que en 2008 la educación media superior tenía 125.903 alumnos y en 2020 llegó a 174.000 estudiantes, un aumento de 30,9%.

Otro de los factores por los que Pasturino explica el incremento es que también aumentó la promoción, que, por ejemplo, en ciclo básico pasó de 47,6% en 2016 a 50,4% en 2019, e incluso el valor se duplicó en el quintil de ingresos más bajo, donde pasó de 8% a 18%. “Si mejora la promoción y aumenta la matrícula, es absolutamente esperable que aumente la cantidad de egresados”, resumió. Según agregó, se incrementaron también distintos tipos de dispositivos orientados a la culminación de los ciclos educativos, tanto en la educación privada como en la pública, por ejemplo, con la generación de un sistema libre-asistido en el Plan 1994 que se aplica en liceos nocturnos.

La pandemia

La pandemia de covid-19 cambió buena parte de las dinámicas sociales y la educación no es la excepción. Mucha gente quedó sin trabajo y eso abrió las puertas para retomar los estudios y, como es sabido, el propio sistema educativo tuvo que buscar alternativas para la suspensión de la presencialidad. En concreto, se flexibilizaron los pasajes de grado, tanto en las notas de exoneración de algunas materias como en la cantidad de asignaturas que podían quedar pendientes de un año a otro, y también en la eliminación del límite de inasistencias para promover.

Si bien no hubo mayores polémicas sobre esos cambios en 2020 y 2021, años de mayor impacto de la pandemia, sí surgieron críticas cuando las autoridades de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) decidieron extender la flexibilización a 2022, con una resolución a pocas semanas del final del año lectivo. Dichas críticas resurgen al analizar el impacto de las flexibilizaciones en los números de egreso.

Celsa Puente, exdirectora general de Secundaria, ve en esa medida una preocupación por mejorar los indicadores antes que por los aprendizajes de los estudiantes, lo que se observa en distintas evaluaciones de desempeños presentadas en los últimos meses, según dijo. De la misma manera analiza los cambios reglamentarios que se hicieron luego de la pandemia en el marco de la transformación curricular que llevó adelante la ANEP, que eliminó la repetición en algunos grados. Si bien Puente reafirmó estar en desacuerdo con la repetición como herramienta pedagógica, planteó que ese tipo de medidas deben ir junto a robustos sistemas de acompañamiento para lograr los aprendizajes no alcanzados en el año anterior, algo que, desde su punto de vista, no contempla la actual Transformación Educativa.

En ese sentido, indicó que si bien la mejora del egreso entre los jóvenes creció a menor ritmo durante los gobiernos del Frente Amplio (FA) en comparación a los ocho puntos porcentuales de mejora entre 2019 y 2022, en esos 15 años “no se perdió de vista la necesidad de aprender”. “No abrimos la potrera y dijimos: ‘Pasen pasen pasen’”, resumió.

Según cuestionó, las actuales autoridades tienen una excesiva preocupación por mostrar números que den cuenta de supuestos avances, misma tendencia que observa en el debate público sobre educación en la última década. Al respecto, consideró que la predominancia de lo numérico “hace mucho daño para pensar la complejidad de los problemas” en la educación.

En una línea similar, Pasturino planteó que las comparaciones internacionales del porcentaje de egreso entre los jóvenes deben ser leídas con cautela, ya que en la elaboración de tablas de posiciones o rankings se comparan países que tienen distintos regímenes de cursada y aprobación. Por ejemplo, señaló que Colombia tiene un año menos de educación obligatoria que Uruguay y planteó que en otros países ya no se aplica la repetición, como Perú, México o Panamá. Dijo que ello explica, entonces, que los países de la región con mejores datos de egreso no sean los que necesariamente están mejor ubicados en las pruebas de desempeño como PISA, en la que Uruguay está segundo detrás de Chile, que también tiene los mejores datos de egreso entre jóvenes de 21 a 23 años.

Foto del artículo '¿Por qué la mitad de los jóvenes de 21 a 23 años no tiene la educación media culminada y cómo abordar el problema?'

Según el profesor de Historia Gabriel Quirici, el hecho de que la flexibilización en los pasajes de grado no haya movido más drásticamente la aguja en materia de egreso demuestra que no son el principal factor sobre el que operar para mejorar los números. A propósito, reclamó la necesidad de discutir sobre estos temas “con cabeza colectiva y sin exagerar ni con dramatismos apocalípticos”.

En ese sentido, lamentó que muchas veces este tipo de indicadores sean utilizados para abonar el discurso de que la educación está en crisis y no hay luces de esperanza dentro del sistema educativo y, en ese contexto, para vender “soluciones mágicas”. De la misma manera, pide que el actual debate electoral no se centre en si la Transformación Educativa fracasó o no, ya que las soluciones pasan por debates “más complejos”.

Quirici también advierte otras dinámicas que en la pandemia pueden haber favorecido el avance en las trayectorias educativas de los estudiantes. Por ejemplo, señala que durante la suspensión de la presencialidad muchas familias pudieron tener una mayor presencia en la educación de los adolescentes, que en un contexto de mayor normalidad muchas veces quedan un poco relegados por el tiempo que los adultos del núcleo familiar deben destinar a otras responsabilidades. De todas formas, planteó que sería bueno conocer qué modalidades son las que posibilitaron aumentar el porcentaje de jóvenes con la educación media culminada.

En clave sistémica

Otro factor explicativo de las dificultades que ha tenido Uruguay para mejorar a un ritmo más rápido sus números de egreso es el origen de la educación secundaria, ubicada dentro de la propia Universidad de la República (Udelar) como preparatorio para ese tramo. En palabras de Puente: “Vos creaste un sistema educativo que era selectivo y de repente se le empezó a decir que es para todos, y sí, ahí hay una dificultad importante que nos tiene que desafiar” para que más personas egresen del liceo.

El rector de la Udelar, Rodrigo Arim, ha planteado su preocupación por la proporción de uruguayos que accede a la educación terciaria en el país, como un indicador clave para el nivel de desarrollo. Si bien no todos quienes culminan la educación media siguen estudiando en el nivel terciario, terminar ese tramo es un requisito indispensable para hacerlo.

El rector analizó que Uruguay viene mejorando en el egreso, pero “a pasos muy lentos para lo que requiere el país”, lo que lo ubica en un lugar de “atraso importante” en la comparación internacional. Según amplió, en un país con las características de Uruguay no se puede pensar en una “estrategia de desarrollo sostenible y equitativo” sin generalizar la educación terciaria entre su población. De hecho, Arim señaló que la finalización de la educación media por sí sola “puede no generar diferenciales importantes” en el acceso al mercado de trabajo y en las trayectorias vitales de las personas. Para ello, aseguró, es necesaria la inserción más o menos estable en la educación terciaria, aspecto que no está suficientemente calibrado en el debate público, según lamentó.

Sobre cómo enfrentar este escenario, el rector aseguró que es necesario un abordaje de todo el sistema de educación pública y no de una institución en particular. Al respecto, mencionó que existen evidencias que muestran que la instalación de sedes de la Udelar en algunos puntos del interior repercutió en la mejora de los egresos de la educación media.

En clave similar, el maestro y actual miembro del Partido Independiente Juan Pedro Mir aseguró a la diaria que los datos de egreso no son un problema exclusivo de Secundaria o UTU, sino que se trata de “problemas estructurales” que ocurren a lo largo de todo el sistema, pero se manifiestan en ese tramo. Si bien no minimizó la incidencia de la desigualdad social en el rendimiento educativo, consideró que no es la única causa de la repetición o el abandono, puesto que en la mitad que no culmina el liceo o la UTU no todos viven situaciones de vulnerabilidad social.

¿Es posible avanzar a otro ritmo?

Según el análisis de Mir, será “muy difícil” universalizar la culminación de bachillerato en el corto plazo y será un desafío que a Uruguay al menos le lleve 15 o 20 años, y por ello marcó la necesidad de que el próximo gobierno proponga una estrategia quinquenal, pero con miras al menos a la próxima década.

Por su parte, el maestro Joaquín Mateauda, que integra la Vertiente Artiguista del FA y también la Federación Uruguaya de Magisterio, compartió la preocupación por los datos de egreso difundidos y aseguró que es necesario generar un plan contra la desvinculación temprana de los estudiantes del sistema educativo. En ese sentido, planteó que las experiencias de otros países marcan que es necesario la combinación de distintos tipos de acciones, que no pasan únicamente por los centros educativos.

“Acompañamientos” es la palabra en la que coincidieron los entrevistados, consultados sobre qué medidas deberían tomarse para lograr avanzar a un ritmo más rápido en el egreso, sin descuidar los aprendizajes. Por ejemplo, Pasturino mencionó que los países europeos que a principios de la década del 90 del siglo pasado se propusieron mantener en el sistema a los sectores con mayores vulnerabilidades sociales pensaron, justamente, en dispositivos fuertes de acompañamiento para minimizar las desigualdades. Contrariamente a lo analizado por Mir, el profesor consideró que en Uruguay el problema está en los sectores socioeconómicamente más desfavorecidos, ya que sólo un quinto de los estudiantes de esas familias egresan de la educación media, proporción que alcanza al 95% en el quintil de ingresos más altos.

De cara al próximo gobierno, Mateauda, planteó su preocupación por los datos de asistencia presentados recientemente por Primaria, que arrojaron que 64% de los escolares tuvo una “asistencia crítica” el año pasado. En ese sentido, habló de que desde 2020 los docentes observaron una “retirada del Estado” y de distintos dispositivos de acompañamiento a las familias, muchos externos al sistema educativo. Además de detectar tempranamente cuándo un estudiante deja de asistir, planteó la necesidad de lograr buenos mecanismos de revinculación al sistema, porque no es viable pretender que vuelva a la misma propuesta de la que se sintió expulsado.

Quirici, en tanto, subrayó la necesidad de considerar las motivaciones de los estudiantes y sus familias para seguir adelante en la educación formal, para lo que consideró clave la generación de comunidades educativas alrededor de los centros. Dijo que la educación no puede ir en contra de otros intereses deportivos o artísticos que tienen los adolescentes, y que debe pensarse en hacerlos compatibles con el estudio. Según entendió, es clave que en los centros de educación media haya propuestas de extensión del tiempo pedagógico más allá del turno de clase y, al mismo tiempo, “equipos multidisciplinarios que acompañan a docentes y estudiantes”. De esa forma, se podría aspirar a “ir a buscarlos a la casa si dejan de ir”, pero luego pensar en propuestas que permitan que la cursada se sostenga en el tiempo.

El rector de la Udelar planteó la necesidad de rediscutir los sistemas de becas, de forma que permitan la culminación de ciclos, y también apoyar de mejor manera el pasaje de la educación media a la terciaria. Según dijo, el único instrumento generalizado de acompañamiento económico para sostener a los estudiantes y sus familias son las Asignaciones Familiares, pero “desaparece” a los 17 años. Arim analizó que, si bien el Estado uruguayo está presente en muchas áreas de políticas sociales, la inversión que destina a los jóvenes y adolescentes es claramente menor que la que va a otros tramos etarios.

No obstante, todos los acompañamientos y transferencias monetarias implicarían destinar un sensible incremento presupuestal a la educación, algo en que los entrevistados no sólo consideran posible sino también necesario. “Todavía estamos lejos de contar con la cantidad de recursos que la educación pública necesita”, dijo Mir al respecto.

Desde la transformación

Los datos de egreso no pueden ser todavía vinculados a la transformación curricular. Adriana Aristimuño, directora ejecutiva de Política Educativa de la ANEP, dijo a la diaria que los datos divulgados corresponden al currículo anterior, algo contra lo que están “luchando” desde 2020. Justamente, sostuvo que los cambios realizados a los planes, programas y reglamentos de evaluación son el camino que generará una mejora de este y otros indicadores del sistema educativo. “Lamentablemente, lleva mucho tiempo armar los planes, los programas, los reglamentos y aplicarlos; se van a ver los resultados en un tiempo corto, pero no ya”, explicó. Por su parte, para el siguiente período de gobierno planteó la necesidad de profundizar la transformación a través de “evaluarla y mejorarla”, además de hacerla una política estable y “dotar de más recursos a la educación”.