Desde 1913, el liceo Tomás Berreta de la ciudad de Canelones tiene un fuerte arraigo en la comunidad y por él han pasado diversas personalidades del departamento, entre ellos, el actual presidente de la República, Yamandú Orsi, quien dio clases allí durante varios años, al igual que Manuel Oroño, ahora director de Secundaria.
En los últimos años, una de las actividades del centro educativo que más ha destacado es la de su taller de robótica, que varias veces ha conseguido la clasificación al certamen internacional Robocup, que se realiza todos los años en diferentes países. La primera experiencia fue en 2018, cuando clasificaron al certamen en Canadá; más recientemente, el año pasado, lograron ir a Países Bajos, para lo que también tuvieron que juntar fondos.
Al certamen internacional se clasifica por medio de una de las categorías de Sumo.uy, la competencia de robótica nacional que todos los años organiza la Facultad de Ingeniería (FING) de la Universidad de la República. De cara a 2025, el equipo que el año pasado participó en la Robocup, llamado Disprosio, volvió a clasificar al certamen, que ahora será en Salvador de Bahía, Brasil. Más allá de la cercanía y de que el certamen comienza el 15 de julio, todavía les queda una cifra superior a 3.000 dólares para completar los gastos que implica participar.
En diálogo con la diaria, Santiago Vigo, uno de los cuatro profesores que llevan adelante el taller, contó que este año más estudiantes del liceo manifestaron su voluntad de concurrir a la Robocup, aunque fueran como espectadores. A partir de esa inquietud, mediante el vínculo con la FING, lograron que un nuevo grupo de estudiantes fuera inscrito en otra de las categorías de la competición: la Rapidly Manufactured Robot Challenge.
Según detalló, esa categoría consiste en que los estudiantes logren hacer circular un robot por una pista con varias ondulaciones. Si bien pueden dirigirlo directamente con un joystick, deben hacerlo a través de la visual que les da una cámara con la que cuenta el robot, es decir, sin mirarlo directamente.
La otra categoría, en la que competirán por segunda vez consecutiva este año, se llama Rescue Line y, precisamente, simula varios rescates que debe hacer el robot, en este caso de pelotas que aparecen distribuidas en la pista. Además, muchas veces el dispositivo debe superar otros obstáculos. Si bien la pista es plana, el robot es dirigido por medio de un código de programación, por lo que debe ser configurado de antemano.
Sólo uno de los jóvenes que repiten participación este año sigue siendo estudiante del liceo, ya que los demás egresaron. De hecho, el estudiante pudo incorporarse a partir de que otro de los integrantes superó el límite de edad. El equipo está integrado por Ernesto González, Ibrahim Pettinari, Santiago Gutiérrez y Valentino Re; los tres primeros, que ya egresaron del liceo, actualmente son estudiantes de la FING. En el caso del grupo que compite por primera vez este año, los estudiantes son Aron Netto, Selene Deniz y Agustín Rodríguez.
Entrando en el taller de robótica
Al entrar al taller de robótica del liceo la mesa principal está ocupada con varias cajas y bolsas con placas, baterías, sensores y cables, entre otras cosas. También hay tornillos y pinzas, y otras herramientas descansan colgadas sobre un panel colocado sobre una de las paredes. Los dos robots que competirán están sufriendo ajustes y a uno necesitan soldarlo para que esté listo para retomar las prácticas.
Ese ambiente de trabajo es el que motiva a los jóvenes, que concurren por fuera de clase a trabajar en el armado y la mejora de los robots de cara a la competencia. Allí la relación con los docentes -además de Vigo, también están Darwin Leguisamo, Nicolás Re y Rosana Murialdo- es mucho más horizontal y todos ponen manos a la obra por igual.
Foto: Rodrigo Viera Amaral
Según contaron docentes y estudiantes a la diaria, el objetivo principal no es ganar la competencia, sino tener la posibilidad de, a través de un objetivo común, trabajar en conjunto y colaborativamente para conseguirlo. No obstante, la posibilidad de consolidar la participación durante dos años seguidos los posiciona de otra manera para también ir a buscar un buen desempeño.
Por ejemplo, los estudiantes contaron que si bien se interiorizaron en las reglas y los pormenores de la competición, el año pasado se encontraron con un montón de detalles que no se advierten hasta que llega el momento de la participación. En concreto, mencionaron que a pocos días del inicio del certamen que tuvo lugar en la ciudad de Eindhoven se dieron cuenta de que debían entregar una serie de documentos escritos en los que explicitaran distintos pasos que dieron de cara a la preparación del robot. Ya con ese aprendizaje adquirido, en 2025 están elaborando con más tiempo todos los documentos necesarios.
Otro de los aprendizajes fue la necesidad de fijar días y horarios de reunión, ya que en 2024 iban avanzando en la medida de las posibilidades, por lo que la preparación fue un poco más “caótica”, señalaron los estudiantes. Al respecto, agregaron que en su caso acordaron juntarse en el salón del taller los martes y los jueves de 13.00 a 17.00 o 18.00, y después muchas veces siguen trabajando en sus casas para el proyecto.
El otro grupo, que no tiene experiencia en la categoría en la que competirá, puede basarse en la experiencia más general de sus compañeros. Pese a no tener esa base, consideran que van “bastante bien” con la preparación, según dijo Deniz, quien tiene casi cinco años de experiencia con la robótica. Como son estudiantes del liceo, concurren al taller cuando coinciden en alguna hora libre o cuando termina el horario de clases.
Aprendizajes del año pasado
Consultados al respecto, los integrantes de Disprosio coincidieron en lo enriquecedor de la experiencia del año pasado, tanto por la tecnología con la que pudieron experimentar como por los vínculos que generaron con estudiantes de otros países, con quienes siguen en contacto hasta el día de hoy. Además, varios integrantes del equipo salieron del país por primera vez gracias a esa experiencia.
En ese sentido, también pudieron contrastar las realidades de los equipos con los que competían, que en general contaban con una mejor infraestructura. Un aspecto que en general les llamó la atención es que muchos de los grupos viajaban con todos los gastos financiados por sus instituciones de origen, que en algunos casos eran universidades, ya que el límite de edad es de 20 años. En el caso de los estudiantes y docentes de Canelones, el año pasado tuvieron apoyos recibidos desde el Ministerio de Educación y Cultura y la Administración Nacional de Educación Pública, que este año están analizando posibles contribuciones económicas de cara al viaje a Brasil.
En el caso de Ceibal, es el organismo que brinda la mayor parte de la tecnología para que el taller tenga insumos, ya que se trata de un centro Ceilab (ver recuadro). No obstante, cuando solicitaron recursos para poder viajar, les respondieron que no pueden colaborar con el viaje porque no es una competencia a la que se clasifique por medio de los certámenes que organiza Ceibal. La Intendencia de Canelones también los ha apoyado con recursos, tanto este año como el anterior.
Aun así, los apoyos que han recibido de organismos públicos tuvieron que conjugarse con otras actividades de recaudación, como la venta de prepizzas, ravioles y rifas, y también con aportes recibidos por privados, que los ayudaron tanto con materiales como con dinero. Este año, además de varias donaciones particulares, han recibido el apoyo de la bodega Lugano y de la empresa Proquimur, de Joanicó, y también de la filial de Canelones de la Federación Nacional de Profesores de Educación Secundaria. Además de poder contactarse con el equipo en su cuenta de instagram, una vía directa para colaborar es la cuenta BROU 110660012-00001.
Vigo contó que han tenido que pagar muchas cosas por adelantado, como los pasajes y la inscripción al evento, para lo que usaron tarjetas de crédito personales. Aún no han podido cubrir esos gastos y todavía les resta recaudar unos 2.000 dólares para esa base, pero también será necesario contar con recursos para la estadía y para comprar repuestos de los robots. Al respecto, los integrantes del equipo contaron que si bien todavía tienen materiales del año pasado y de competencias nacionales previas, siempre es necesario hacer adaptaciones y comprar otro tipo de insumos.
Sobre los pedidos realizados al Estado, Vigo señaló que no les ha ayudado el contexto de cambio de gobierno: el año pasado fue dificultoso encontrar interlocutores con quienes hablar, y este año las autoridades primero estaban de salida y luego asentándose en los distintos organismos, con varios temas que abordar.
Foto: Rodrigo Viera Amaral
Vínculo con las familias y con la comunidad
Esta situación ha hecho que, a través de los proyectos del taller, muchas familias de los estudiantes se involucraran de otra manera con el liceo. Además, las actividades también fueron una buena oportunidad para comunicar en la prensa local y nacional las actividades que se desarrollan en ese espacio, que apunta a convertirse en una referencia en materia de robótica y programación en la zona.
En ese sentido, no sólo trabajan en la preparación de competencias, sino también con estudiantes que estén interesados en la robótica y de allí en vínculo con otras instituciones educativas de la ciudad. Por ejemplo, han realizado talleres en escuelas y, según contó Vigo, se genera una buena dinámica de trabajo que muchas veces ha colaborado con la motivación que algunos estudiantes no encuentran en la propuesta curricular del liceo. Por ejemplo, dijo que algunos adolescentes que estaban cerca de desvincularse desistieron de esa idea después de llegar al taller de robótica.
Darwin Leguisamo, otro de los docentes, recordó que el taller de robótica es un espacio que se va sosteniendo año a año en diferentes contextos. Si bien algunas veces han tenido horas específicas para dedicarle al proyecto, en otras oportunidades lo han tenido que hacer voluntariamente, y no siempre con el mismo convencimiento de parte de la dirección liceal del momento. En ese sentido, consideró que representar al país en este tipo de competencias internacionales, así como la difusión que ha logrado en la prensa, también sirve para seguir consolidando el espacio y las diversas actividades que se realizan en ese marco. “Si en 2018 no hubiésemos tenido esa clasificación y algunas más que se dieron ahora, capaz que no hubiésemos logrado la continuidad del espacio”, reflexionó.
Leguisamo destacó la importancia de lograr una mayor consolidación a futuro, ya que “las cosas que funcionan a voluntad tarde o temprano terminan cayendo”. Por su parte, los docentes consideran que todavía queda bastante margen para seguir creciendo y ganando una mayor visibilidad entre los estudiantes del liceo y de otras instituciones educativas de la zona, que muchas veces no tienen claro de qué se trata y lo que se puede lograr a través de la robótica, y es también una oportunidad para traer los conocimientos de otras disciplinas al taller.
Además, los docentes valoraron que el hecho de que Uruguay participe en este tipo de instancias internacionales sirve para posicionar al país como referente en materia de tecnología y, en particular, de tecnología educativa. Vigo habló especialmente de las ventajas de participar de forma continuada en la Robocup, que permite sostener estos procesos durante más tiempo y, por tanto, ir aprendiendo sobre la marcha y mejorando lo que se hace en conjunto con los estudiantes.
Los Ceilab en todo el país
De acuerdo con la Memoria 2020-2024 de Ceibal, el año pasado cerró con 180 espacios Ceilab en todo el país, que justamente apuntan a que haya un lugar acondicionado y con materiales para trabajar en robótica y programación en los centros educativos. La memoria destacó el crecimiento de este tipo de espacios, si se considera que en 2020 había 48 laboratorios.
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