Después de casi tres décadas ocupando distintos roles en la institución, Virginia Verderese fue designada en marzo como responsable de la Dirección General de Educación Técnico Profesional, más conocida como UTU. Fue docente de aula, adscripta y entre 2015 y 2020, directora de Planeamiento Educativo; también participó en el diseño del programa Compromiso Educativo y fue referente del sistema de proyección de trayectorias educativas en la UTU.

Entrevistada por la diaria, contó que junto con el subdirector Wilson Netto funcionan como un “equipo de dirección” y, de hecho, en su asunción afirmó que el respaldo de trabajar con el expresidente de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), a quien conoce desde hace décadas, fue uno de los factores que la llevó a asumir la responsabilidad.

Verderese repasó los principales desafíos de la educación técnico profesional que serán abordados durante su gestión y, por ejemplo, contó que esperan tener más Centros Educativos Asociados (CEA), una propuesta pensada para favorecer el tránsito de estudiantes de primaria a la educación media. De esa forma, también, aspiran a contar con más posibilidades para atender a la población que año a año se anota en un centro de la UTU, pero no obtiene lugar, cantidad que estimó en 10% de las inscripciones que se reciben anualmente.

Al momento del cambio de autoridades, la Asociación de Funcionarios de UTU (Afutu) colocó unos carteles que decían que la UTU quedaba “destrozada” después de la gestión de Juan Pereyra. ¿Cómo encontraron la institución al momento de asumir?

Encontramos una institución con dificultades. Tuvimos algunas dificultades, en primera instancia, con la transición. En lo personal, con Juan Pereyra yo no he tenido dificultades, porque trabajamos muchos años juntos, pero se dio un momento un poco álgido en la transición, que luego se pudo retomar, hubo buen diálogo. Encontramos una institución con poco diálogo, con un estilo de trabajo que tenía que ver más con un lugar de directivo, que no es el estilo que nosotros venimos a trabajar. En las primeras reuniones, tanto con la Asamblea Técnico Docente (ATD) como con la Afutu, hemos podido generar un espacio de diálogo y de intercambio. Entre los ocho lineamientos que planteamos en ese momento tenemos la promoción de la participación real de estudiantes y docentes.

El sindicato planteaba que en la administración anterior los convocaban para comunicarles cosas que ya estaban decididas. ¿En qué términos está el vínculo luego del cambio de autoridades y cómo reconstruyeron la confianza?

En mi caso, tengo casi 30 años en la institución y hasta 2020 fui la directora de Planeamiento Educativo de la UTU. Eso hizo que conociera todo el país y que tuviera contacto de primera mano con muchos de estos compañeros que son docentes. El trato es muy franco, tenemos la posibilidad de hacer bipartitas, que en primera instancia eran cada 15 días y ahora, por opción y por la forma de trabajo, se están haciendo una vez por mes. Eso habla de un trabajo serio que se viene haciendo, también incorporando a los compañeros de la Afutu en las instancias de reformulación de los programas y en las comisiones en las que estamos trabajando.

Eso no quiere decir que no tengamos en algún momento alguna diferencia o matiz, pero siempre con un diálogo sumamente franco, compartiendo documentos, información. Ya estamos en la etapa de presupuesto, en la que también tuvimos una instancia de trabajo y la vamos a seguir sosteniendo, porque las cuentas tienen que ser públicas y claras.

¿Qué valoración hacés de los cambios curriculares que se hicieron en la UTU en la administración anterior, en la que, por ejemplo, se redujo bastante la cantidad de bachilleratos?

Hay algunas preocupaciones que tienen que ver con nuevas propuestas educativas que no tuvieron en cuenta en su mayoría el tema de la navegabilidad [entre ellas]. Si bien está previsto, no se generó un espacio de trabajo específico. La navegabilidad es interesante y para nosotros es importante mantenerla, pero también cuidando las especificidades tecnológicas. Un estudiante, por ejemplo, que no cursa un primer año de un área técnica, en el segundo año tiene posibilidades de una pasantía y, si no tuvo ese componente tecnológico, es difícil que pueda estar cumpliendo en un área laboral.

Después hay propuestas de carácter tecnológico con algunas dificultades, por ejemplo, en el área de electricidad. Ahí tenemos propuestas que compartimos con otras instituciones, como UTE, donde hay una carga horaria específica para dar una certificación y es mucho menor. Eso hizo que las contrapartes pongan en duda las certificaciones y estamos también recomponiendo ese trabajo institucional.

El de la navegabilidad fue uno de los objetivos de la transformación curricular en bachillerato, ¿cómo ha funcionado en la práctica?

La navegabilidad es algo que no podemos perder, así como el tema de la repetición; son pilares para seguir avanzando en educación. No podemos permitir que haya estudiantes que hacen algunos años en secundaria y luego no los tomemos en cuenta para tener continuidad en educación técnica. Ahora estamos trabajando para que esa navegabilidad sea efectiva para el estudiante y que los componentes tecnológicos estén presentes a la hora de trabajar. Una navegabilidad no es seria si tiene tres o cuatro clases donde el estudiante se pone a tiro con lo que no vio en el otro sistema. Estamos trabajando con [el director de Políticas Educativas de ANEP] Antonio Romano y el equipo de la UTU viene trabajando muy cerquita de Secundaria repensando ese tema. Estamos desembarcando y ya tratando de analizar eso que es muy importante. Para el año que viene tiene que haber un año mucho más ordenado de lo que encontramos.

¿Cómo analizan la implementación del Bachillerato Acelerado a poco de culminar el gobierno anterior?

Nos estamos tomando el tiempo para revisarlo. Estaba previsto para unas 900 personas, pero explotó la matrícula y se anotaron alrededor de 11.000. Quedaron seleccionadas 5.000 y nosotros hicimos un trabajo, no de desacelerar, pero sí de informar a la población cuáles eran los motivos, ver qué formaciones tenían, se armó un canal de comunicación y hoy están comenzando a revisar los componentes profesionales de esas personas para luego instalar la propuesta. Eso sí fue una dificultad importante, sumado a que nos encontramos con que la propuesta no tenía financiación específica y sumó un montón de horas.

En el gobierno anterior también se hicieron cambios en el programa de Formación Profesional Básica (FPB).

Ahí estamos tomando los mejores aprendizajes de la propuesta de FPB 2007, sobre todo en cuanto a la integralidad. Estamos pensando una propuesta innovadora, porque estamos sumando a Ceibal a ese equipo de trabajo para abordar lo tecnológico de una forma un poco más transversal. Entendemos que en este último tiempo hay población que sale de la escuela y hay un desfasaje por el que no se afilian a la educación media básica tradicional. Es una de las definiciones que terminamos de conversar con la directora de educación media de la UTU.

¿Eso implicaría una reformulación del FPB?

Sería una nueva propuesta de formación profesional.

¿Entonces el FPB se mantendría, más allá de la nueva propuesta?

Sí, hay que ir revisando y mirando las propuestas. No es lo mismo el FPB 2007, que para nosotros fue una propuesta exitosa porque subió la matrícula de educación media de la UTU, e independientemente de eso, le dio oportunidades de una formación diferenciada a muchos estudiantes que salían de la escuela y no se afiliaban a otra propuesta educativa. Hay una diversidad de propuestas de la UTU, no solamente el FPB, tenemos acreditación de saberes y otras propuestas que a veces tenemos que visualizar un poco más.

¿El aumento sostenido de la matrícula de la UTU estará presente a la interna de ANEP de cara a la próxima instancia presupuestal?

Va a haber que ser muy creativos para poder dar respuesta. Hay un 10% de población que a partir del 2015 -con el sistema de protección de trayectorias- elige la UTU y que nosotros no podemos cubrir. Tiene que ver con algunos temas presupuestales, también con algunas opciones que las familias eligen en algunos lugares donde la capacidad [locativa] no está dando. Nosotros entendemos que una de las opciones, y la que queremos trabajar a partir del presupuesto, tienen que ver con los CEA con Primaria, en una política de continuidad y contigüidad educativa. Es un modelo de trabajo que nos parece muy interesante, porque las familias ya conocen el lugar, tienen una confianza con el centro educativo.

Venimos trabajando con Gabriela Salsamendi, la directora de Primaria, en la oportunidad de instalar algunas propuestas educativas. Ahí hay una salida para poder tener posibilidad de cubrir a estudiantes que hasta ahora eligen la UTU y no hemos tenido la posibilidad de abarcarlos.

¿Cómo está actualmente la UTU en cifras?

Tenemos 101.205 estudiantes, 319 carreras, 321 centros educativos, siete polos educativos. 51% de nuestra matrícula está en la educación media superior, 29% está en la educación media básica y tenemos demanda todavía sin atender. 18% está en las propuestas de educación terciaria, cuyo crecimiento es un objetivo de esta administración. La educación terciaria siguió creciendo en el período anterior y nuestro objetivo es crecer en un 50%. Si el 51% de los estudiantes son de educación media superior, hay un desafío para la continuidad y el egreso, que tiene que ver con una política nacional.

Sobre esa cifra de estudiantes que no pueden anotarse a la UTU, los sindicatos han hablado de 3.000 estudiantes.

Es un 10% del total de la inscripción de la educación media, capaz que son un poquito más de 3.000. No solamente tiene que ver con los centros, también tiene que ver con las propuestas. No todos los gurises son para la propuesta de EBI [Educación Básica Integrada] tradicional. Por eso es importante tener otras formaciones profesionales que puedan transversalizar estas asignaturas con elementos tecnológicos más importantes. Es donde los chiquilines están metidos, es su realidad. Entonces, también se requiere generar espacios y centros educativos donde lo tecnológico esté presente, porque es muy atractivo y es una manera para la culminación de ciclos educativos.

¿En la proyección presupuestal están hablando de la construcción de nuevos centros educativos?

Desde la UTU estamos analizando posibles centros educativos. Nuestro objetivo principal es la descentralización, eso implica que tenemos dividido al país en cinco regiones, con cinco campus de educación tecnológica. Dentro de esos campus resignificamos la figura de los directores y hoy el director tiene dos figuras asociadas, que son un referente pedagógico y un referente territorial. Ese pequeño grupo, en conjunto con los inspectores y los directores de centro, son el equipo base para pensar las propuestas educativas. Nosotros trabajamos mucho sobre las propuestas en el territorio y su realidad.

El desafío es poder crecer en los polos de educación tecnológica, por eso el crecimiento en la educación terciaria, y estamos revisando algunos posibles espacios que, presupuesto mediante, nos habilite a poder trabajar. En la educación media básica venimos trabajando para tener más CEA asociados a Primaria.

En el quinquenio anterior también se quitó una beca para estudiantes de la UTU que financiaba Inefop y se desdibujaron algunos roles de acompañamiento para los estudiantes, herramientas pensadas para quienes provienen de sectores más desfavorecidos. ¿Qué tienen pensado al respecto?

Había como 17.000 becas. Los estudiantes de la UTU son más caros que el resto de la educación media porque la educación tecnológica es cara. Si tenemos estudiantes en una propuesta de gastronomía y, por ejemplo, detectamos que el chiquilín deja de venir porque en el segundo semestre tiene que hacer trabajos con pescados o con carne y no lo puede costear, esa es una dificultad importante. Ahí es donde empiezan a tallar fuertemente las becas, que son una restitución de derechos. Pero también tiene que ver con la posibilidad de que los chiquilines se puedan sostener en el sistema educativo. Ahí se viene trabajando con las becas, las de formación profesional se perdieron y ahí hay una dificultad importante. Las familias y los docentes hacen esfuerzos grandes también para sostener los procesos.

Esto se viene pensando fuertemente sobre todo en los centros que están más asociados a los quintiles uno y dos [de ingresos económicos], que es donde seguramente se vayan a fortalecer las becas. Estamos esperando el presupuesto también para que eso ocurra.

En cuanto a las figuras de acompañamiento, sí, también nos vimos en una merma importante. La figura del educador era algo que desde 2007 venía muy dentro de los elencos estables del centro educativo y se ha mermado mucho, y otras figuras se han desdibujado en su trabajo. Estamos pensando y rediseñando ese acompañamiento para los estudiantes. La beca sin acompañamiento no es efectiva.

¿De qué manera están pensando el vínculo de la UTU con el sector productivo?

En primera instancia, venimos haciendo una recorrida por distintas organizaciones, como la OIT [Organización Internacional del Trabajo], la CAF [ex Corporación Andina de Fomento], para ver financiamientos y posibilidades. Pero también con el sector productivo, con todos los ministerios, nos quedan algunos aún por revisar, trabajo que también viene haciendo el presidente de la ANEP.

Hay que recomponer ese vínculo con el mundo del trabajo, desde cuestiones chiquitas hasta las que tienen que ver con la inserción de los estudiantes. Tenemos una buena cantidad de estudiantes y una muy buena llegada a nivel de las pasantías y del mundo del trabajo. También un desafío importante para crecer en lo que llamamos ámbitos del trabajo, lo que en otros momentos se llamó educación dual: los estudiantes van con un tutor, generalmente en el segundo año de una propuesta educativa, a un espacio laboral y ahí se aprende en el trabajo. Hay un desafío de crecer también en educación en el ámbito del trabajo. Hubo que recomponer de alguna manera esos vínculos.

Cuando hablo de cosas chiquitas, por ejemplo, me refiero a que el otro día fuimos con Casmu y había una estudiante de la UTU en cárceles y triangulamos información. Vimos temas de salud para hacer una pesquisa, Casmu pone el técnico, nosotros ponemos el curso de óptica. De eso que parece mínimo, pero que hace a la realidad de una población bastante olvidada, hasta cuestiones con empresas para trabajar el tema de las pasantías y los acuerdos de los más diversos que se puedan encontrar. Y vienen seguramente algunas empresas grandes que podremos contar cuando eso se concrete, que están mirando con nosotros sobre todo el sector gastronómico.

¿Qué rol querés que juegue la UTU a nivel del país?

En primera instancia, nuestro objetivo de crecer en la educación terciaria tiene que ver con que un país que tiene educación terciaria es un país que progresa. Eso no tiene que ver solamente con nuestros egresos, venimos hablando mucho con el director de Secundaria de que también quienes egresan del liceo pueden acceder a distintas propuestas terciarias de la UTU.

Hay otro desafío que también pensamos fuertemente, en el que la UTU se puede ubicar y así lo venimos haciendo todavía con el novel equipo instalado de la Utec [Universidad Tecnológica]: es un anhelo que nuestros estudiantes de educación tecnológica terciaria de la UTU sean tomados como estudiantes de grado para que puedan seguir su tránsito educativo por medio de la Utec. Eso es un ganar-ganar de ambas instituciones, es algo que está todavía para pensarse y para hacerse, pero entendemos que es un camino interesante. Nosotros no somos competencia, somos complementariedad en ese aspecto. Entiendo que ese es un gran desafío.

También nos preocupa y venimos trabajando para poder sostener la asistencia de los chiquilines de la educación media básica. Mejorar las condiciones de la educación media superior y el tránsito hacia la educación terciaria es también uno de los puntos más importantes a trabajar. Todo con los docentes, sin los docentes, sin las ATD, sin el diálogo, es muy difícil avanzar, y en eso venimos trabajando.