Cuando todavía la investigación de la Fiscalía estaba concentrada en los pasaportes a ciudadanos rusos, Alejandro Astesiano fue imputado por tres delitos: suposición de estado civil, asociación para delinquir y tráfico de influencias.
En la medida que sus chats de Whatsapp se fueron conociendo, quedó evidenciada la red de conexiones que tenía Astesiano en diversas áreas del Estado y cómo utilizaba esa posición para facilitar información a políticos, empresarios y operadores de diversa índole.
Justamente, el delito de “tráfico de influencias”, previsto en el artículo 158 bis del Código Penal, implica el aprovechamiento indebido de los conocimientos o informaciones obtenidas en el desempeño de un cargo público, en forma “real o simulada”, tal como estableció la fiscal Gabriela Fossati en aquella audiencia de formalización, a finales de setiembre.
Astesiano no tenía escrúpulos en compartir información sensible para garantizar el funcionamiento de esa cadena de favores y “gauchadas” con sus contactos. Es un capítulo de la trama que aún falta escribir, ya que muchas personas se enteran ahora, por estas publicaciones periodísticas, que fueron vigiladas, espiadas y que sus derechos se vieron vulnerados, ni más ni menos que desde la Torre Ejecutiva.
Los ejemplos son varios. En la tarde del 12 de julio, un hombre que durante la conversación telefónica se define a sí mismo como “militante” del Partido Nacional le pidió a Astesiano el “registro fílmico” para ver “qué tomaron” dos parejas que habían estado en el restaurant Dakota, ubicado en la zona de 21 de Setiembre y Luis de la Torre.
“¿Pero cámaras del Ministerio?”, le pregunta Astesiano. “No, del restaurante, tiene que ser algún cana de la 10”, le explica su contacto, cuyo objetivo era entregar un “trabajo” presumiblemente vinculado a seguros (en otro pasaje de la charla habla de sus contactos en el Banco de Seguros del Estado).
“Pregunto, del Ministerio tengo todas”, le respondió Astesiano. Ante esa alternativa, la persona se entusiasma y termina solicitando los registros fílmicos del seguimiento del auto. Aunque su prioridad era saber si el joven conductor había tomado alcohol (según le explica, era algo que estaba negando), también le servía saber a qué velocidad iba el auto Lexus color gris, que después de dejar la zona de Pocitos tendría un accidente en el kilómetro 75,800 de la Ruta Interbalnearia.
“Para que voy a hablar con el oficial. Estoy en Paysandú”, se excusa el jefe de la seguridad presidencial. “Averiguame Ale, haceme esa gauchada aunque sea. Vos esas las tenés todas, aparte no las muestro a nadie”, termina diciendo la persona que contactó a Astesiano.
Según consta en otro de los chats de la carpeta judicial, Astesiano efectivamente le pide a una persona de su equipo que busque en las cámaras cuáles habían sido los movimientos del Lexus en la noche del accidente. Este otro funcionario, con quien mantenía contacto permanente, accede al pedido y se compromete a buscar el material fílmico.
Negocios agropecuarios
Otro caso paradigmático es el operativo de vigilancia que montaron Astesiano y un influyente empresario agropecuario argentino entre el 3 y el 4 de setiembre en el litoral del país.
Ese día, también en coordinación con funcionarios de su equipo, Astesiano cruzó información de seis números telefónicos de camioneros y cargadores que le fueron proporcionados por el productor sojero, que quería saber si estaba siendo víctima de alguna maniobra delictiva por parte de esas personas.
El resultado de la pesquisa es negativo, según le comunica Astesiano a su interlocutor, con quien finalmente comparte un número de cuenta bancaria. Durante la conversación, Astesiano le cuenta a su contraparte cómo trabaja y con quién mantiene diálogos simultáneos. “Pará que estoy mirando algo con el jefe de Inteligencia”, le dice el jefe de la seguridad presidencial al empresario argentino. Y luego le reenvía el siguiente mensaje: “Señor, habilitamos 5.000 carecieras [coincidencias] del Guardián con los teléfonos. Ninguno arroja ningún vínculo o maniobras y ninguno en 100 días para atrás tiene contacto con personas de PREXPOL o los celulares mencionados”.
La publicación de estos detalles, según pudo saber la diaria, alertó a algunas de las personas involucradas, que de esa forma tomaron conocimiento de que habían sido vigiladas por el exjefe de la seguridad presidencial, sin ninguna orden judicial de por medio.
El viaje de Lorena Ponce de León
La discusión sobre la invasión a la privacidad se reflotó cuando se divulgó, este martes 20, una conversación entre Astesiano y Jorge Berriel, subdirector ejecutivo de la Policía Nacional.
A principios de julio, Astesiano quería averiguar a dónde iba a viajar Lorena Ponce de León, la expareja del presidente, Luis Lacalle Pou. Según el documento que está incluido en la carpeta de la Fiscalía, el 4 de julio Astesiano le escribió al jerarca policial por Whatsapp: “Tenemos modo reservado averiguar Lorena Ponce de León. Viaja mañana a las 6 de la mañana. Donde va. Reservado Total [sic]”. Berriel le responde un minuto después, a las 2.45.47: “Complicado pero veremos”. Y continuó: “Sólo sabemos q alas 5 tiene q estar aeropuerto”.
Los favores y los contactos
Además de los pedidos de acceder a información sensible, Astesiano también recibía múltiples pedidos, por el lugar que ocupaba, desde puestos de trabajo en reparticiones del Estado, consultas para averiguar en qué están investigaciones policiales particulares, horas para hacer trámites, hasta reclamos para que autoridades se hagan cargo de personas en situación de calle. Incluso aparece un pedido para sacar un auto que había quedado en el Puerto de Montevideo porque la reja estaba cerrada y Astesiano lo resolvió llamando al prefecto nacional, reveló Búsqueda.
En otras conversaciones se veía el trato que tenía con sus empleados del equipo de seguridad presencial. “Decile a Gabriel (nombre ficticio) que llegó gente de España con velocímetro, radares, control alcohol y pistolas paralizantes, si puede mañana reunirse con ellos. Que le presenten todo a él, para que él mueva”, escribió Astesiano el jueves 19 de mayo, a las 18.06. Un minuto después, el entonces jefe de la seguridad presidencial agrega: “Y se lleva comisión. Que nadie sepa, sólo él. Yo no quiero nada”.
Según consta en otro de los chats, también lo contactó un allegado al sindicalista y empresario argentino Marcelo Balcedo y hablaban sobre la demanda que hizo el empresario por 22 millones de dólares a Uruguay, al pedir un resarcimiento luego de haber entregado un chalet en la playa, ocho millones de dólares y tres automóviles de alta gama. Además, el enviado de Balcedo intentó gestionar a través de Astesiano una reunión con el presidente Luis Lacalle Pou y le recomienda que se involucre porque “hay mucha plata”.
Entre las jerarquías
Astesiano tuvo una larga conversación con dos personas en relación con el robo de unas motos y una investigación de la Policía sobre una banda que cometió hurtos y rapiñas. Según informó Búsqueda y confirmó la diaria con los chats que están en la carpeta investigativa del caso, Astesiano habló con un contacto agendado como “Subjefe Interpol” y en el chat comentan cómo se desarrolla la investigación. Astesiano reenvía esa información a otro contacto, incluyendo un informe de Inteligencia, y agrega: “Esto a nadie por favor”, “borralo después”, “Esto es tráfico influencia, me matan”.
El Observador informó que el 15 de febrero de este año, a las 18.22, Homero Gadea, uno de los tres secretarios del mandatario, con quien Astesiano mantenía un diálogo frecuente, le escribe: “Alejandro, tengo un amigo que por tercera vez le rompen el vidrio de su auto en la puerta de la casa. Podemos solicitar que vean las cámaras…???”.
Según se detalla, la conversación sobre el vehículo y la ayuda que le podía brindar Astesiano, por fuera de las funciones para las que había sido contratado, siguió hasta entrada la medianoche y acabó con el envío de las imágenes que capturó la policía.
En otros chats también aparecen nombres conocidos, como el del subsecretario de Transporte, Juan José Olaizola, al que le pide que realice alguna gestión para un funcionario de la Dirección Nacional de Arquitectura de su cartera. “Hola, Fibra. Ya hablé con Santiago Borsari, el director de Arquitectura y él encamina el tema. Abrazo”, le responde Olaizola, y continúan la conversación por medio de audios.
También aparece el subdirector de Ganadería, Juan Ignacio Buffa. Astesiano le pide que una jerarca de la cartera reciba a unos allegados para hablar de un proyecto en Fray Bentos.
En particular, Astesiano hablaba con el diputado nacionalista Gabriel Gianoli. El 20 de abril el diputado le pidió a Astesiano que averigüe si se había hecho un peritaje sobre un conocido suyo. Para resolverlo, Astesiano se comunicó con Ferreira: “Llegó a privada por pedido de un diputado”, le advirtió. Más tarde, recibió la información del caso y se la pasó al diputado.