El movimiento #MeToo, que irrumpió en 2017, marcó un antes y un después al destapar las distintas situaciones de abuso y acoso sexual que vivieron miles de mujeres de la industria del cine en Estados Unidos. Y lo marcó de varias maneras. La primera es quizás la más evidente: a partir de que se dieron a conocer los casos de Hollywood, muchas mujeres se animaron a denunciar experiencias de violencia sexual que vivieron en otros ámbitos, dentro y fuera de la cultura. La ola de denuncias traspasó las fronteras y alcanzó otros países, en donde las mujeres se organizaron para romper el silencio en torno a la violencia sexual, como España, Argentina, e incluso Uruguay.

Pero también marcó un antes y un después en la propia industria audiovisual, que poco a poco empezó a mirar con más cuidado lo que pasa puertas adentro de los rodajes. De esa mirada introspectiva surgieron protocolos, se escribieron reglamentos y también se creó la figura de la coordinadora o el coordinador de intimidad, que se encarga de la supervisión de escenas que incluyan desnudos, contenido sexual o donde se interpreten episodios de violencia sexual. El objetivo es evitar posibles abusos y garantizar que nadie se sienta incómodo, expuesto o violentado. Para eso, una de las claves es estar al tanto, en todo momento, de lo que va a suceder en esa escena, que –aunque en la pantalla se ve muy natural– incluye una coreografía y distintas herramientas para proteger la intimidad y la integridad de quienes actúan.

“Así como, por ejemplo, existe una persona que coordina las escenas de riesgo en las películas, lo que se llama el stunt coordinator, existe la coordinación de intimidad en escenas donde puede estar en riesgo desde la salud mental de una persona hasta la integridad física”, explicó a la diaria la artista visual, docente y especialista en Género y Cultura, Paula Delgado Iglesias. Ella y la educadora sexual Eleni Kolukizian son las dos uruguayas que integran la primera generación de coordinadoras de intimidad de América Latina formada por Amazon Studios.

El rol de las y los coordinadores de intimidad va más allá de la coreografía y de brindar las herramientas para que actrices y actores se sientan en un entorno seguro. En realidad, una de sus tareas principales es negociar y buscar consensos entre artistas y directores. Lo que Delgado llama “puentear”: “Vos estás ahí para cuidar a les performers, a la gente que está delante de la cámara, hacer que en todo momento de la filmación esa gente se sienta cómoda y bien, y de alguna manera también ‘puentear’ entre les performers y el equipo de dirección: dejar todo bien estipulado y claro. Que no haya lugar a cosas que pasaron en otro momento y todos sabemos, como abusos en el set”, explicó.

La coordinadora aclaró que “es un rol que no incide en ningún momento en el contenido”, y respondió así a comentarios que ha recibido como que su trabajo es el de ser “policía del rodaje” o quejas de que “ahora ya no se va a poder hacer esto”. “Vas a poder hacer lo que la gente con la que estás trabajando se sienta cómoda, y lo que no, no lo vas a poder hacer”, aseguró.

El grupo de intimacy coordinators que integran Delgado y Kolukizian lo completan una coordinadora de Argentina, dos de México y tres de Colombia. Aunque también fueron preseleccionados varones, al final todas las que quedaron son mujeres, algo que Delgado atribuyó –quizás– a la importancia de que las personas que cumplan este rol tengan alguna noción “de género” y cierta “sensibilidad” en estos temas.

Delgado señaló que tener perspectiva de género no es un requisito formal, pero es “importante” y por eso, entre otras cosas, está incluida en la formación. En ese sentido, contó que el mes pasado cinco de las ocho coordinadoras de ese grupo trabajaron en un reality show que se filmó en México y hablaron de “lo importante que es tener un background de género, porque podés tener otra mirada cuando estás viendo algo que sucede frente a la cámara”.

Gestionar la intimidad

Una vez que es convocada por la producción para participar de una ficción, la coordinadora de intimidad se pone en contacto con el guion e identifica las escenas con contenido íntimo. Después empieza el trabajo de “puente”, es decir, de hablar “tanto con la dirección como con les performers para que todo quede bien claro y que no haya lugar a sorpresas durante el rodaje”, explicó Delgado.

La formación de Amazon duró cinco semanas, con clases de cuatro horas por día, todos los días, contó Delgado. Una fue presencial en México, “que fue con una profesora y con performers, que era para la parte más de coreografiar y de lo que se llama ‘modesty garments’, que son las cosas que usás para simular desnudez en este tipo de escenas”, detalló. Los modesty garments son los accesorios que se utilizan en escenas de desnudos para evitar el contacto genital y con otras zonas del cuerpo, como parches, pezoneras o cintas del color de la piel.

Acerca de los temas abordados durante la instancia de formación, Delgado dijo que “sexo y género es una parte introductoria” y otra de las áreas temáticas tiene que ver con el “trabajo en el set, coreografiar o nociones vinculadas al rodaje y la industria audiovisual”, porque no todas las personas necesariamente tienen experiencia trabajando en filmaciones.

La tercera parte incluye las “herramientas para trabajar situaciones que puedan surgir” e “identificar situaciones en las que alguien claramente no está a gusto con lo que está sucediendo, aunque no lo diga”, por ejemplo. Este punto incluye herramientas de “sostén emocional”, un elemento clave, entre otras cosas porque “nadie sabe de qué historia viene cada persona y capaz que tenés que filmar una escena de violación, y la cabeza te puede disparar para cualquier lado”.

Por otra parte, Delgado indicó que el grupo tuvo un entrenamiento para ficción y otro específico para lo que llaman “unscripted”, es decir, sin guion, como es el caso de un reality.

En la ficción y en el reality

Hay casos paradigmáticos de abusos que sucedieron hace décadas en el set de una película y se dieron a conocer en los últimos años, en parte gracias a lo que generó el #MeToo. Sin ir más lejos, la semana pasada, los actores que protagonizaron la versión de 1968 de Romeo y Julieta, dirigida por Franco Zeffirelli, demandaron a Paramount por abuso sexual, acoso sexual y fraude, por una escena que tuvieron que filmar desnudos, pese a que el director les había prometido que no sería necesario. En el expediente judicial, citado por la cadena BBC, Leonard Whiting y Olivia Hussey aseguran que las imágenes fueron captadas “en secreto y de forma ilegal durante el rodaje”. En ese entonces, Whiting tenía 16 años y Hussey tenía 15.

Posiblemente el caso más conocido es el de la escena de El último tango en París (1972), de Bernardo Bertolucci, en la que el personaje de Marlon Brando usa una barra de manteca para violar a la joven que encarnaba la actriz Maria Schneider, que en ese momento tenía 19 años. Mucho tiempo después, en 2007, Schneider dijo en una entrevista que se sintió violada –tanto por Brando como por Bertolucci– y que las lágrimas que se veían en la pantalla eran reales. Esa escena no estaba en el guion, ni el director ni el actor le avisaron a Schneider con anticipación cómo se desarrollaría, y ella no dio su consentimiento.

Más cerca en el tiempo, también trascendieron casos de abusos que se dieron durante reality shows. El más impactante es el que ocurrió en la edición española de Gran Hermano de 2017, cuando una de las participantes denunció haber sido abusada sexualmente por otro participante dentro de la casa. El caso fue controvertido no sólo por el abuso, sino por cómo la producción del programa manejó la situación: al día siguiente, la mujer fue convocada al confesionario, donde, sin previo aviso y sin otorgarle ningún tipo de acompañamiento psicológico o contención emocional, le mostraron las imágenes del abuso que había sufrido unas horas antes y que no recordaba porque había consumido alcohol. Un ejemplo que ilustra bien por qué es necesaria la coordinación de intimidad y pone en evidencia las distintas áreas que abarca, cualquiera sea el formato de la pieza audiovisual.

Si bien apuntan a lo mismo, las tareas de la intimacy coordinator varían un poco según se trate de una ficción o de un reality show, porque en la primera “todo es simulado” –el sexo, la desnudez, la violencia– y en la segunda se trata de personas desconocidas, que no son actores profesionales y no siguen un guion, detalló Delgado. Además, cuando se trata de un reality, las coordinadoras tienen que estar atentas todas las horas del día: por eso, durante la experiencia de México fueron cinco, que se iban turnando.

Delgado dijo que antes de que empezara a filmarse ese reality, las coordinadoras tuvieron charlas individuales con cada participante, porque si la intimidad es “un tema muy central” siempre, lo es particularmente cuando “te estás planteando ir a convivir con personas desconocidas y que te estén filmando 24/7”. En ese sentido, señaló que varias personas les transmitieron el “alivio” de saber que iban a estar las coordinadoras de intimidad monitoreando. “Nos llegaron a decir ‘yo pensaba que si tenía que hacer algo y no quería lo iba a tener que hacer igual’, porque además hay gente que es chica, en general están en el entorno de los 20 años, entonces hay que decirle que no tiene que hacer nada que no quiera y no sólo no tiene que hacer nada que no quiera, sino que nosotras vamos a estar todo el tiempo mirando solamente para estar seguras de que no le está pasando nada que no quiera”, puntualizó la especialista.

Necesidad y garantía

La incorporación del rol de coordinadoras y coordinadores de intimidad en los rodajes “genera tremenda resistencia” dentro de la industria audiovisual, que “siempre hizo las cosas de una manera y que está totalmente masculinizada, sobre todo los altos mandos”, apuntó Delgado.

Sin embargo, en contrapartida, aseguró que “si en Hollywood ya está el músculo entrenado para trabajar con este equipo, a muchos directores les genera un alivio tener una coordinación de intimidad, porque ya saben que no tienen que preocuparse por un montón de cosas, incluso por tener un problema legal o por tener un momento de una crisis de alguien ahí”.

“Está bueno que los equipos de filmación entiendan que tenernos a nosotras es a su favor, porque no es verdad que alguien que está en el equipo de dirección, en el de contenidos o en el de cámara, va a estar mirando lo que nosotras miramos, porque están haciendo otras cosas, todo no se puede hacer”, puntualizó la especialista. En esa línea, “tener a alguien exclusivamente para eso es una garantía para la productora, justamente para evitar esas cosas”.

Para Delgado, no hay que perder de vista que, en definitiva, la idea surgió porque también “las mujeres y otras identidades sienten mucho alivio al saber que hay una coordinación de intimidad en el set”.

El rol llegó a Uruguay junto con las producciones internacionales que filmaron en locaciones de nuestro país. Consultada sobre la posibilidad de que se empiece a incorporar en producciones uruguayas, Delgado dijo que eso “va a depender mucho de la cabeza de las productoras locales”, y opinó que algunas “tienen más ganas de comprometerse” y “otras solamente lo hacen porque es obligación”.

En todo caso, consideró que sería positivo que el gremio de actores y de actrices “diga que quiere trabajar con coordinación de intimidad”, porque “es una demanda que difícilmente venga de la producción, pero si una actriz o un actor pregunta si hay coordinación de intimidad en el rodaje, o si va a haber alguien para esta escena que me va estar cuidando, eso está bueno”. A su juicio, lo más importante es que “la gente que viene de la actuación tenga claro que este rol existe” y, sobre todo, “que tiene derecho a contar con alguien que vele por su integridad”.