Al principio fue como un “desahogo”, un ayudamemoria o una especie de diario íntimo. Anotaba “cositas” para no olvidarse de lo que pasaba y de lo que ella misma sentía a medida que avanzaba el proceso de transición de su hijo Bautista. El año pasado, una vez que se jubiló y, en parte, gracias al impulso de una de sus hijas, Mabel Félix decidió que ese registro escrito podía salir del cajón. Así fue que empezó a gestarse Mamá, quiero ir al psicólogo, que es un libro pero que también es guía, manual, brújula, abrazo.
En menos de 50 páginas, la autora se propone contar en primera persona cómo fue su experiencia en el acompañamiento a su hijo trans, en un trayecto que inició durante 2015, en Fray Bentos, Río Negro, cuando él tenía 14 años. A lo largo de 12 capítulos relata los hitos que marcaron ese recorrido a partir del día en que el adolescente le contó que se identificaba como persona trans. La reacción de la familia, las primeras consultas en el sistema de salud, la importancia de contar con los consejos de personas que vivieron lo mismo y los desafíos que hubo que sortear en distintos ámbitos son sólo algunos.
Además de compartir sus vivencias personales, Félix incluye en el libro un glosario de términos, definiciones y siglas, un “diccionario básico de términos sobre sexo y género”, y un apartado que profundiza en las identidades de género y orientaciones sexuales.
“Más que nada, quería contarlo desde los sentimientos de madre y de familia, no quería poner de él en sí, porque yo estoy en un grupo de familias de personas trans y cada mamá que entra tiene las mismas preguntas; nos planteamos las mismas cosas, los mismos miedos, y las familias necesitan también pasar por un proceso y tener un acompañamiento”, contó Félix a la diaria.
El libro está dirigido a las familias que pasan por estos procesos y también a las que no. “Para las que lo pasan, es también para darles un alivio”, explicó la autora, porque si bien la experiencia de cada persona trans es singular, “los sentimientos por los que pasamos las familias son más o menos los mismos, y el amor que las familias tienen por sus hijos va allanando los caminos”. Al mismo tiempo, dijo que contar la experiencia de su familia, que empezó “hace tantos años”, puede “ayudar a esas familias nuevas que vienen con ansiedades y con miedos a que vean que están pasando por los mismos miedos pero hay un futuro más tranquilo”.
En cuanto a las familias que no están atravesando estas situaciones, aseguró que “es para que entiendan, para que aprendan, para que tengan una visión más clara y diferente de lo que a veces piensan, porque si no pasa nada en las familias de ellos o es lejano, no se ponen en el lugar del otro, y ser ignorante en estos temas hace que a veces seamos crueles con las personas trans, porque al no saber, las nombrás de otra manera, decís cosas o hacés algún chiste”. Lo que pretende es que sea una “herramienta de información” y que sirva para “empezar a mirar a la otra persona de forma diferente y no sólo a aceptar, sino a comprender”, porque “si vos aceptás, lo hacés porque es tu hijo o tu sobrino o porque quizás lo conocés de chiquito, pero después te enfrentás con otras personas trans y ahí te complicás”.
Mamá, quiero ir al psicólogo se presentó el 29 de agosto en Fray Bentos y casi un mes después, el 26 de setiembre, en Montevideo. Félix dijo que la repercusión que tuvo la publicación fue tan “impresionante” que todavía “no dimensiona a dónde ha llegado”: “Me llegan mensajes que dicen ‘me ha enseñado mucho’, o ‘es increíble la valentía que tenés’. Yo digo que no es valentía, valientes han sido ellos al enfrentar un montón de cosas. Una lo que tiene es amor”.
El camino recorrido
“Mamá, quiero ir al psicólogo” es la frase que Bautista –que en ese entonces no se identificaba como Bautista– le dijo a la madre allá por 2015 y que disparó todo lo que vino después. “¿Qué emociones surgieron en mí? Primero creí que era prudencia. Les dije a las hermanas que esperáramos, que era muy joven, que estaba experimentando su sexualidad, que no sabía lo que sentía. Pero verdaderamente era miedo. Miedo a que lo rechazaran, miedo a que lo discriminaran. Miedo a mi ignorancia”, cuenta la autora en el libro. Pese a esos miedos iniciales, no dudó en acompañar al hijo y empezaron los primeros movimientos.
Lo primero que hizo Félix (orientada por Bautista) fue dirigirse a la oficina del Ministerio de Desarrollo Social de Fray Bentos, donde asegura que la atendieron “con mucha empatía” y le consiguieron los teléfonos y direcciones del único hospital que en ese momento atendía a población trans, el Saint Bois. Ahí también le pasaron el contacto de Rodrigo Falcón, presidente de Trans Boys Uruguay (TBU), un colectivo que fue crucial en el apoyo a su familia. “Rodrigo me contó su historia. Me tranquilizó sobre los vínculos con sus pares. [...] Me hizo ver que a las cosas hay que llamarlas por su nombre. Y que con el acompañamiento de la familia todo sería más fácil”, relata en el texto.
En el hospital Saint Bois fue que Bautista se nombró Bautista, cuando le preguntaron si tenía un nombre social. “Sus amigas le ayudaron a elegirlo: le dijeron que tenía cara de Bautista. A él le gustó. Y a nosotros también. Soy creyente, su nombre significa ‘el que bautiza’ y él se creó; de algún modo se bautizó a sí mismo”, asegura Félix. Lo que vino después fue un período dedicado a informarse y sacarse dudas sobre cómo seguiría el proceso. En el caso de Bautista, le dijeron que comenzaría la hormonización cuando cumpliera 16 años, después de hacerle una serie de estudios.
Cuando finalmente cumplió 16, empezó la hormonización. En el libro, Félix transmite así lo que sintió en ese momento: “Los médicos nos dieron un protocolo de hormonización para dar el consentimiento, ya que él era menor de edad. Ahí estaban explicados los pros y los contras del tratamiento. Lo estudiamos. Lo conversamos también con ellos para despejar dudas. Y al final lo firmamos. Un nuevo hijo se nos presentaba. Contento, seguro, disfrutando de sus cambios, grabando los cambios de voz, mirándose al espejo en la búsqueda de bigote y barba, buscando vellos en sus piernas. Vimos cambiar sus rasgos, sus caderas”.
En otro apartado, la mamá de Bautista repasa cuáles fueron las vivencias en los distintos ámbitos de la vida de su hijo. Cómo fue contarlo al resto de la familia –una respuesta que describe con la palabra “amor”–, el proceso en el liceo –donde no hubo problemas, aunque tuvo que depender de los “funcionarios más empáticos”– y el engorroso trámite del cambio de nombre. Vale aclarar que esto fue antes de que se aprobara la Ley Integral para Personas Trans (2018). Ahora, el cambio de nombre es un trámite administrativo que “lleva un tiempo” pero “ya no se pasa más por la fea experiencia de un juicio”. Bautista obtuvo la cédula con su nuevo nombre el 31 de diciembre de 2018.
Félix también habla de su propio camino como madre: “No sentía que se me hubiera muerto una hija y nacido mi hijo. La psicóloga me aclaró la mente. Tengo cuatro hijos y uno de ellos está haciendo una transición de género. Muchas madres sienten que es un duelo. El médico, en la primera consulta, ya me lo dijo: ‘Madre, acá no se murió nadie’. Con ese reto cordial lo entendí todo”. Y se refiere a “sentimientos encontrados”, a una culpa inicial, que eventualmente se transformó en “paz, cariño y comprensión”.
¿Qué les diría ella a esas madres y padres que recién están empezando a transitar la transición de una hija o hijo? “Primero: escuchar, escuchar y escuchar. Porque hay que escucharlos. Ellos, cuando encuentran la claridad en lo que van sintiendo, ya tienen bien claros los procesos, por dónde quieren ir, qué cosas quieren hacer, entonces uno tiene que empezar a acompañarlos, pero tratar de tranquilizarse”, sugirió Félix. Lo segundo es buscar apoyo familiar y en personas que atravesaron lo mismo. “Uno no sabe para dónde agarrar cuando te dicen esto. A mí me pasó eso. Yo no sabía”, señaló; “lo encontré a Rodrigo [Falcón] y la encontré a Patricia [Gambetta, mamá de un chico trans e integrante de TBU] y con todas las mamás y familias que entran al grupo pasa lo mismo; necesitamos que alguien les vaya diciendo ‘miren que les va a pasar esto’, ‘miren que tienen que ir acá’”.
Casi al final del libro, Félix hace un balance de cuáles son sus sensaciones unos años después de que empezó el proceso de su hijo. En ese sentido, reconoce que algunos de los sentimientos que tenía al principio “cambiaron”, pero que otros “continúan estando”, como “el miedo a la discriminación social, a la depresión de Bautista y de cada uno de nosotros, a la agresión ajena”.
Al mismo tiempo, asegura que “la comprensión aumentó” y “la ignorancia y las discusiones familiares se han terminado”. Y agrega: “Nos hemos transformado junto con nuestro hijo. El conocimiento de otras familias con hijos o hijas trans, el aprendizaje de lo que significa la perspectiva de género, el sabernos parte de un grupo de familias que pasaron, pasan y pasarán por estos mismos sentimientos hace que crezcamos todos juntos”.
La vida después de la ley trans
Consultada sobre si la aprobación de la ley trans cambió en algo la realidad de su hijo, Félix aseguró que “lo que ha tenido más de beneficioso” tiene que ver con la atención de la salud. En esa línea, dijo, por ejemplo, que Bautista pudo realizarse la mastectomía de forma gratuita en la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), conforme a lo que establece la norma.
Sin embargo, señaló que, pese a que la ley exige al Ministerio de Salud Pública que contemple la creación de “equipos multidisciplinarios y especializados en identidad de género y diversidad sexual” –así lo dispone el artículo 20–, eso en la realidad no se cumple. “En Montevideo está un poco más aceitado”, pero “en el interior está más complicado”, dijo al respecto. “Una no pretende que haya un equipo estable formado, pero sí que haya un médico con el que vos vas y por lo menos se ha asesorado un poco en el tema [...]”, explicó, y puntualizó que “no es que necesiten médicos especiales”, sino que “necesitan médicos que traten de ponerse en el lugar de ellos y que estudien un poco, que busquen información sobre las personas trans para poder atenderlas con empatía”. Pero cuestionó que “no muchos quieren” y contó que, de hecho, Bautista se atendía en una sociedad privada y tuvo que cambiarse porque, cuando le explicó la situación al médico, “dijo ‘bueno, voy a buscar, voy a ver, me voy a informar’, y quedó ahí”.
Para ilustrar la importancia de que el personal de salud esté sensibilizado sobre el tema, Félix cuenta en el libro que Bautista tenía fecha para realizarse la mastectomía en febrero de 2020, pero se postergó dos veces debido a la pandemia de covid-19, lo que impactó en la salud mental de su hijo. “Esta operación para los médicos no es prioritaria, es considerada una intervención estética. Entonces las aplazan. Quiero suponer que es porque no tienen conocimiento del sentir de un chico o chica trans. No están en la cabeza, el cuerpo y el corazón de nuestros hijos. No pueden ir a la playa. No se pueden sacar la remera un día de calor. No los aceptan en las piscinas con remera. No se pueden duchar en el gimnasio porque las duchas son abiertas. Mirarse al espejo ya no es una satisfacción”, escribió.
Como exdirectora de una escuela, también habló de la situación en la educación, donde “todavía hay que esperar la buena voluntad de los directores o de los maestros, y no tendría que pasar eso, porque si hay una ley se tiene que aplicar”, consideró.
Estas dificultades y obstáculos a los que se enfrentan las personas trans tienen lugar además en un contexto global de avance de sectores ultraconservadores que llevan adelante una agenda abiertamente antitrans. Aunque da la impresión de que en Uruguay son grupos que se mantienen más moderados que en otros países, Félix lo vivió en carne propia. Contó que unos días antes de presentar el libro en Montevideo, recibió la llamada de un señor que le dijo que estaba haciendo “una investigación en contra” de las personas trans y la quiso convencer de “cambiar” a su hijo. “Se ve que era algo religioso, porque me decía que Dios había creado al hombre y a la mujer…”, contó. Y continuó: “Yo también creo en Dios, soy evangélica, voy a la iglesia y todo, entonces le dije: ‘Creo que Dios también ama a mi hijo’”.
Mamá, quiero ir al psicólogo. Mabel Félix. 2023. 45 páginas. editáonline. El libro cuesta 450 pesos y se puede conseguir comunicándose con la autora a través de su Instagram (@la_felita) o por correo electrónico a [email protected].