Xenia, una luchadora social (Senda, 2023) es un libro necesario para que Xenia Itté deje de ser esa gran mujer detrás de un gran hombre. Para que deje de ser sólo “la compañera de”, “la viuda de” Raúl Sendic, y pase a ese primer plano de las figuras que inspiran a nuevas generaciones.

La autora es Cecilia Duffau, imprentera y responsable de Letraeñe Ediciones, quien se hizo amiga de Xenia mientras ambas compartían el encierro en la cárcel de Punta de Rieles durante la dictadura. Para entonces, Xenia había pasado seis años en el centro clandestino de detención que funcionaba en el Cuerpo de Fusileros Navales (Fusna) del Comando General de la Armada, donde la torturaban preguntándole por sus vínculos con la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA). Itté fue presa política entre marzo y julio de 1971, recuperó su libertad en la fuga Operación Estrella de la Cárcel de Cabildo, y luego entre el 1º de setiembre de 1972 y el 10 de marzo de 1985.

“Yo conocía el nombre de ella, pero nunca la había visto personalmente. La primera imagen que tengo de ella fue en una situación política. Yo caí por un partido trotskista y ahí había compañeras comunistas, pero en la cárcel no se daba un enfrentamiento porque teníamos claro que el enemigo era uno, no era entre nosotras. Era fuerte el Partido Comunista y proveía de herramientas ideológicas a las compañeras del MLN-T [Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros] también, entonces era un atractivo para muchas compañeras. Recuerdo que ese día festejaban el cumpleaños de Rodney Arismendi en el sector. Yo no iba a participar. Fui a mi celda y vi que había sólo tres compañeras del MLN del interior, que tampoco querían festejar. Una de ellas era Xenia. Me preguntaron qué opinaba del MLN. Les dije que, para mí, el MLN hizo un gran aporte: poner, con su accionar, el tema del poder en la agenda política. Quedaron felices, pensaron que no estaban tan equivocadas después de tantos años de cárcel”, recuerda Duffau en el living de su casa, ubicada en una cooperativa de viviendas cerca del parque Rivera. La luz es tenue, cálida, de un naranja casi ocre, en esta tarde de abril donde el otoño parece haber llegado finalmente. La charla con la diaria se endulza con galletas caseras de avena, nueces y manzana.

El origen

Xenia falleció en Montevideo el 7 de febrero de 2022, con un cuadro de fibrosis pulmonar que la afectaba desde hacía varios años. Duffau escribió una esquela para recordar a su amiga y la compartió por Whatsapp a algunos compañeros. El reenvío llegó hasta un editor del portal web La Senda Digital, que le propuso a Duffau escribir una semblanza un poco más extensa para recordarla. “En el momento me di cuenta de que no podía escribir un artículo, que tenía que saber más sobre ella. Me di cuenta de que viví tres años con Xenia, seguí amiga de ella toda la vida y, sin embargo, una no tiene todo, tenía muy fragmentada la información, y me parecía injusto publicar algo tan fragmentado. Entonces le dije: ‘más adelante’. Al final terminé armando un libro”.

Tras obtener la aprobación de Alejandro Castro, el último compañero sentimental de Xenia, para escribir esta historia, Duffau fue “hilvanando datos que tenía dispersos”. Él conectó a la autora con los hermanos de Xenia que viven en París y en Suecia, y ella habló además con otras amigas, amigos y compañeros de militancia de todos los tiempos.

Ante los fragmentos, ¿qué huecos de información sobre la vida de Xenia querías llenar?

La base principal era querer marcar las características de ella, sus convicciones. Arranqué por la infancia porque ella siempre decía que esta etapa le marcó cómo resolver la vida. Ella tuvo una infancia feliz siendo la quinta entre nueve hermanos. Yo me sentía muy hermanada en eso también porque nosotros éramos ocho hermanos y siento haber tenido una infancia feliz. Y, a lo largo de la vida, me di cuenta de que ahí estaban las cosas que te servían para resolver cómo enfrentar los momentos difíciles.

A partir de ciertas escenas, en especial del cautiverio en el Fusna y luego en Punta de Rieles, el libro aporta detalles de la vida de las mujeres en la prisión política de la última dictadura uruguaya.

Es que, afectivamente, lo más fuerte son los vínculos de la cárcel. Después, afuera, los seguís si podés. Con Xenia pudimos seguir compartiendo. Los milicos pensaban que, si estábamos todas juntas, eso se iba a convertir en un nido de víboras. Lo dijeron varias veces. Estaban un poquito equivocados. Lo que hicimos fue crear grupos de solidaridad. Si veías a una compañera que estaba mal, allá salía otra a decir “vamos a estudiar geografía, que me encantaría recorrer el mundo”, otra decía “hagamos alguna manualidad”, organizabas una obra de teatro, cosas que en el colectivo terminan siendo muy importantes para sostener el estado de ánimo, la moral de la gente.

También puede inscribirse, de alguna manera, en la literatura de mujeres que fueron presas políticas. Como ex presa política, sos una de las autoras de Los ovillos de la memoria (Senda, 2006), pero además, como editora, en Letraeñe has publicado una serie de títulos que contribuyen al debate sobre lo ocurrido en nuestro pasado reciente y a problematizar cómo actualizar las militancias políticas de los 60 y 70.

Creo en la importancia de la escritura para construir la memoria. Los ovillos de la memoria surge del taller Testimonio y Memoria del colectivo de ex presas políticas. Nos juntamos a charlar sobre una serie de temas: cómo éramos antes de caer; reflexionamos sobre el trabajo forzado al que fuimos sometidas en la cárcel; rescatamos la memoria de las compañeras que fueron desaparecidas. Como editora, me gusta editar las más diversas historias. Creo que hoy se deberían contar historias como las de las mujeres en Bella Unión y cómo es la vida en el campo, para inspirar a otros.

¿Cuál es la importancia de sacar este libro hoy?

Quería mostrar que Xenia era una mujer común: que tejía, que cocinaba, que se pintaba las uñas, que le gustaba estar linda. Ella siempre venía con algo que rompía los malos momentos, contaba algo gracioso. Tenía eso de enseguida armar un grupo. Pero, por sobre todo, quería mostrar que Xenia era como es la gente. No me gusta la imagen del guerrillero heroico, es una imagen que se aleja de la gente. Ella no tenía para nada esa visión de la vanguardia iluminada. Eso es importantísimo porque hace que cualquier persona pueda ser parte de un conjunto como fue, en esa época, esa generación que luchó por cambiar el mundo. Yo quería acercar a Xenia a las y los jóvenes de hoy: no era alguien inalcanzable, fue una luchadora permanente durante todos los años de su vida, desde que empezó a militar con casi 20 años. También es valioso el poder que tenía ella de amalgamar los grupos.

Por ejemplo, ¿al ser parte del Movimiento por la Tierra, incluso después de la muerte de Sendic, Xenia le hizo honor al verbo “amalgamar”?

Ella dejó de militar en el MLN-T y siguió militando en el Movimiento por la Tierra, pero nunca dejó de relacionarse con los compañeros del MLN. La idea primera del MLN, la que llevó Sendic, fue “Por la tierra y contra la pobreza”. Es decir, que si la gente adquiría la tierra podía salir de la pobreza, aunque es muy difícil seducir a los sectores urbanos con irse al campo –más aún en esa época–. Y Xenia, a la larga, demostró que se puede vivir en el campo y del campo.

En el libro, el periodista y político Kintto Lucas dice “Xenia era ella misma”: un valor en cualquier momento histórico, ser una misma entre tanto parecido.

Una establece imágenes, ¿verdad? De querer ser como alguien: un militante, Luis Suárez, alguien. Pero ella no tenía una imagen para referir en su vida. Ella se ponía un buzo naranja flúo, que no se usaba para nada, y no le importaba; se ponía a cantar a voz en cuello en cualquier momento; le decían que el MLN había fracasado y ella no lo escuchaba. Ella tenía una convicción de sus ideas, de cómo comportarse con los demás –fueran dirigentes o la base más baja–: todos eran iguales. Nunca estaba buscando plantar una imagen de ella.

No obstante, Xenia se ha convertido en esta imagen de la tapa del libro, tomada de la foto de Nancy Urrutia: la de los brazos en vuelo al salir en libertad de Cárcel Central, el 10 de marzo de 1985, gritando “Gracias, pueblo”. En el interior del libro se incluyen diversas fotos: desde la coronación como reina del Carnaval en Bella Unión hasta con Sendic en Bélgica, en CX44 Radio Panamericana o con su traje de apicultora, hasta un taller de agricultura orgánica en su chacra El Arca. ¿Te interesaba mostrar otra imagen de Itté?

Como ella fue compañera de Raúl Sendic, siempre fue mostrada como “la mujer de” o “la viuda de”. Y el que tenía la prensa y las acciones relevantes era Raúl Sendic, entonces era muy fácil que ella desapareciera detrás de esa figura. Por supuesto, hay hechos cardinales de la vida de ambos que tuve que contar [como la caída en Ciudad Vieja en 1972], pero busqué mostrarla a ella. Incluso en situaciones que habíamos vivido juntas en Punta de Rieles, yo me separé de contar esa historia para no desviarme de la historia de ella. No me interesaba ponerme en primera persona, sólo aparezco al final del libro.

Reconstruir la vida

“A ella le exigían que siguiera siendo la viuda de Sendic por el resto de su vida. Ella no aceptó eso, sino que optó por seguir su vida, tener una nueva pareja, pero sí mantuvo la memoria de Sendic presente toda la vida: en su casa hay fotos y documentos de Raúl Sendic. Siempre que querían saber algo de él, la llamaban a ella. Cada 28 de abril, organizaba la ida al cementerio para hacerle un homenaje ahí”, afirma Duffau. La autora reconstruye estas exigencias que incluso se volvieron amenazas anónimas, con llamadas telefónicas y pintadas en el frente de la casa que los Sendic tenían en la calle Ejido, donde le escribieron “traidora”, “yegua” y otros insultos, cuando Xenia comenzó a estar en pareja con Alejandro, que también integraba el Movimiento por la Tierra.

En tiempos actuales, donde se denuncian hechos de violencia política contra las mujeres, bien vale pensar en estos antecedentes en Uruguay, en plena transición democrática, y de qué forma se puede dar respuesta a los ataques machistas y misóginos en ámbitos políticos. La opción de Xenia fue seguir para adelante, motorizada con la pregunta: “¿Cuánto más me voy a postergar?”. Reconocerse vital, viva, deseante. Seguir, entonces, su deseo irrefrenable por volver a amar. Había pasado de los 30 a los 43 años privada de su libertad, no quería estar más privada de nada. “Era consciente de la derrota sufrida, pero no entró en crisis sobre qué hacer con su vida. Ella tuvo claro que quería irse a la tierra y se fue”, dice su amiga.

“Las parejas de los años 60 y 70 vivieron una revolución sexual, pero no fue una revolución antipatriarcal. Es decir, el sentimiento de propiedad estaba presente. Eso es un debe que tenía, o tiene, la generación de esos años, y las de ahora también. Se hablaba del ‘amor libre’, ‘prohibido prohibir’, se dejó de llamarse novios o esposo para decirse ‘compañeros’, se avanzó mucho, pero el sentimiento de propiedad, de que es mi compañero, mi compañera, estuvo siempre presente”, reflexiona Duffau; “y, si bien Xenia no era feminista, era auténtica”.

El libro también contiene varios fragmentos de canciones en portugués, que Xenia solía entonar con su familia, o en la cárcel, o incluso ya en el lecho de muerte.

La música era fundamental en su vida; en especial, la música brasileña. Ella era la música, la frontera, el norte. Además de que tenía un registro muy amplio para cantar, la música la inspiraba para tomar decisiones.

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Xenia, una luchadora social no es una biografía porque la de Itté fue una vida para ser vivida, antes que narrada. Xenia Itté nació en Palma Sola, Artigas, el 30 de diciembre de 1941: pocas cosas nos dicen menos que esos datos. En cambio, pareciera que sigue viva cada vez que una abeja poliniza, cada vez que una joven decide correrse del mandato de ser alguien para otro –antes que para una misma–, cada vez que una presa canta a voz en cuello en una celda de castigo. Xenia Itté fue, ante todo, reina de su territorio personal.

Xenia marcha por Uruguay

Xenia, una luchadora social tuvo su primera presentación pública el 11 de febrero en la chacra El Arca, donde vivía Xenia con Alejandro, en Canelones. El 24 de marzo, Cecilia Duffau conversó sobre el libro en el local de AEBU de Mercedes, convocada por la Comisión Memoria, Justicia y contra la Impunidad de Soriano. La próxima parada es en Bella Unión, el 6 de mayo a las 19.00 en El Museo (Av. Artigas y Eduardo Paz Aguirre).

Esta presentación puede ser una vuelta simbólica para Itté a su tierra natal. Dice Duffau: “Después de recuperar la libertad, ella sólo volvió dos veces a Bella Unión. Pensá que muchos compañeros de ella, sin ser Sendic, los peludos, estaban todos desaparecidos, y de la familia de ella ya no vivía nadie ahí: hermanos exiliados, la madre que se vino a vivir a Montevideo cuando Xenia estaba presa y quedó viviendo acá”.