En abril de este año, un hombre de 48 años mató a sus dos hijos, un niño de siete años y una niña de ocho, en su apartamento ubicado en Soriano y Ejido, en el Centro de Montevideo. El hombre, que no tenía denuncias previas de violencia doméstica ni antecedentes, se había separado de su pareja y, de común acuerdo, los hijos se quedaron con él porque vivía en la capital. Los mató con un cuchillo mientras dormían y luego intentó suicidarse cortándose. Al no lograrlo, llamó a la Policía, que concurrió al lugar y encontró la escena.
El hombre fue asistido por sus lesiones y dado de alta dos días después. Ese mismo día fue formalizado por homicidio especialmente agravado y muy especialmente agravado. Se dispuso su prisión preventiva a la espera del juicio. Una pericia psiquiátrica determinó que es imputable.
El caso estuvo a cargo de la fiscal Adriana Edelman, al frente de la Fiscalía de Homicidios de 3º turno. Tras la pericia, la fiscal dijo que “se hace una descripción de ciertas patologías, pero nada que no lo haga comprender el carácter del delito que cometió, lo que determina que es imputable”.
Este miércoles, a casi siete meses del crimen, El Observador informó que el hombre fue condenado por homicidio especialmente agravado por el parentesco y muy especialmente agravado por la brutal ferocidad.
La Fiscalía informó que se llevó adelante un proceso simplificado, que implica que el imputado asumió su responsabilidad en los hechos. Este proceso evita que las víctimas, en este caso la madre de los niños asesinados, tengan que declarar. El juicio abreviado fue aceptado por las víctimas.
Desde Fiscalía habían pedido 30 años, que es la pena máxima en Uruguay, pero al haber admitido los hechos se le descontaron dos años, por lo que se supone que el hombre estará preso hasta los 76 años.
Respecto de la pericia, el mismo medio indicó que, a pesar de que el hombre tiene conductas narcisistas y paranoides, siempre estuvo ubicado en tiempo y espacio, por lo que comprende a cabalidad el carácter delictivo de sus actos. El Observador señaló que el móvil del homicidio, transmitido por el hombre a los policías que actuaron en el hecho, fue que “no quería que le pasara lo mismo que en la separación anterior”: una supuesta desvinculación de sus hijos a partir de la separación con la madre.
El homicida fue diagnosticado con un trastorno de personalidad y “no había indicios” de actitudes violentas. El hombre afirmó que como la relación con su pareja se había tornado “conflictiva”, habían resuelto separarse. El informe citado fue realizado en el hospital Vilardebó y se indica que el homicida tiene una actitud “altanera”, “displicente”, y se consigna que a tres meses del doble homicidio, se angustió “en escasas oportunidades”. La pericia del Instituto Técnico Forense sostiene que tiene una actitud “colaboradora, aprobativa y manipuladora”.
En ambas pericias señaló que el móvil fue que “él quería morirse, pero no quería que sus hijos vivieran eso”. Por eso resolvió matarlos.
Violencia vicaria
En el momento del hecho, Luis Alberto Heber, ministro del Interior, calificó el hecho de un “espanto” y agregó que “realmente, pensábamos que eso no sucedería acá y tiene conmovida no solamente a la Policía, sino a todo el país”. Sin embargo, en realidad, hubo varios casos de similares características y la violencia vicaria, es decir, cuando se daña a hijas e hijos para lastimar a las mujeres.
En 2020, una niña de seis años y un niño de diez fueron asesinados en Cebollatí, Rocha. El hombre de 36 años ejercía violencia doméstica y de género contra la madre de los niños y había sido denunciado dos veces por ella. La mujer se había mudado de Treinta y Tres con sus hijos, donde vivían, por las situaciones de violencia. El día del cumpleaños de ella, el hombre fue a Rocha de visita y salió con los niños en su auto. Los mató a ambos y antes de matarse llamó a la madre de los niños para avisarle lo que había hecho.
Este año hubo otro caso de violencia vicaria: un hombre de 43 años mató a su hija de siete años en Salto y se mató. El hombre se había separado de la madre de la niña hacía dos semanas y existían denuncias previas de violencia doméstica. Vivían en dos casas ubicadas en el mismo predio, donde también habitaban los dos hijos adolescentes de ambos.