“En la cárcel se aprende mucho. Se aprende lo bueno y lo malo. Yo aprendí cosas que me llevaron a donde estoy ahora”, declaró Sebastián Marset en la entrevista con Santo y seña de finales de noviembre. “En la cárcel aprendés a cuidarte”, relató en otro fragmento de esa nota.
El narcotraficante uruguayo tenía un antecedente por receptación en 2012, seis años después estuvo unos meses en prisión preventiva por el presunto homicidio de un amigo de la infancia y finalmente, entre setiembre de 2021 y comienzos de 2022, recorrió centros de reclusión de Emiratos Árabes por el pasaporte falso.
Todo indica, por lo tanto, que los “aprendizajes” a los que hizo referencia Marset se concretaron durante su estadía más prolongada en cárceles uruguayas, entre 2013 y 2018. Vale la pena repasar aquel proceso. Marset cayó detenido en octubre de 2013, con 22 años, en el cruce de las rutas 1 y 3, en San José. Estaba con otro narcotraficante, Pedro Invernizzi, y les incautaron 173 kilos de marihuana y 335 gramos de cocaína.
La mayor parte de la droga estaba en el vehículo de Invernizzi, un empresario de Dolores que nueve años después, en setiembre de 2022, se suicidaría en una celda del Centro de Ingreso, Diagnóstico y Derivación. Las fuentes consultadas coinciden en un dato: el líder de la organización era Invernizzi y Marset era un subalterno.
La Brigada Antinarcóticos bautizó la operación que se llevó a cabo frente al monumento de José Batlle y Ordóñez con el nombre de Halcón. Luego, en el marco de esa investigación, los agentes de la brigada lograron constatar que unos meses antes, en julio de ese año, Marset había estado involucrado en otro cargamento de drogas que ingresó a Uruguay por vía aérea.
Marset había sido el encargado de recibir en un campo de Lavalleja, cerca del límite con Treinta y Tres, unos 400 kilos de marihuana que pertenecían a Juan Domingo Papacho Viveros Cartes. Cuando regresaba de esa maniobra de descarga en una aeronave Cessna que él mismo piloteaba, Papacho fue interceptado y detenido en la base Santa Bernardina de la Fuerza Aérea Uruguaya.
Ese mismo día, y casi a la misma hora, se llevó a cabo la operación Wayra, en la que se detectó el ingreso de una carga similar de marihuana en una avioneta de fumigación cerca de la localidad de Cebollatí, al norte del departamento de Rocha.
Papacho, tío del expresidente Horacio Cartes, ya tenía antecedentes por narcotráfico y su familia era, además de propietaria de la compañía tabacalera más grande de la región, la representante de la marca Cessna en Paraguay.
Cartes y la instancia en el Penal de Libertad
Viveros Cartes pasó los primeros meses de su condena en la cárcel de Durazno, pero luego fue trasladado al Penal de Libertad. En aquel momento, los principales narcotraficantes extranjeros que estaban detenidos en Uruguay y que no tenían pedido de extradición eran alojados en un módulo llamado “La Piedra”. Marset y Cartes calzaban en ese perfil, ya que habían caído por delitos de tráfico internacional de estupefacientes.
Funcionarios policiales que estuvieron cerca de esa etapa de reclusión contaron a la diaria que Marset era una especie de “protector” de Viveros Cartes, en un contexto en el que algunos narcotraficantes extranjeros habían denunciado ser víctimas de extorsiones por parte de los reclusos uruguayos con más poder dentro de la cárcel.
Entre los uruguayos del Penal de Libertad se pueden distinguir dos grandes grupos, según las fuentes consultadas. En uno estaban los integrantes de las “superbandas” que asaltaron varias instituciones financieras entre finales de los 80 y comienzos de los 2000; en el otro, más emergente, aparecen nombres vinculados al “boom” del tráfico de pasta base, en la primera década del siglo XXI.
En ese escenario de disputa de espacios de poder, Marset quedó alineado con la “hermandad” que se generó entre los narcotraficantes extranjeros que querían evitar las extorsiones de los presos uruguayos. Marset tenía algunas ventajas, entre ellas el manejo de la jerga local, un factor que le permitió tender puentes con otros delincuentes uruguayos (uno de ellos fue Luis Alberto Betito Suárez) mientras estrechaba vínculos con los capos del negocio regional.
En 2012, el entonces juez especializado en Crimen Organizado Néstor Valetti definía a Betito Suárez como el “delincuente más peligroso del país”, sobre todo por los vínculos que ya tenía con la organización brasileña Primer Comando de la Capital (PCC). “Está alojado en una cárcel de máxima seguridad, exclusiva para capos narcos (en el Penal de Libertad). De todas maneras y a pesar de estar entre rejas, controla un peligroso grupo de sicarios conformado por medio centenar de hombres”, advertía Valetti en el marco de una conferencia sobre narcotráfico, según recogió una crónica de El País.
Marset, con un perfil más bajo y prácticamente desconocido por aquellos años, también estaba, junto a otras 80 personas, en esa “cárcel exclusiva para capos narcos”, un espacio donde pudo establecer contactos con narcotraficantes colombianos y mexicanos, italianos de la 'Ndrangheta, brasileños del PCC y miembros del cártel de los Balcanes.
Por ejemplo, en la primera etapa coincidió con Anastazije Martincic, el croata que había caído en 2009 con dos toneladas de cocaína en un yate en las marinas de Santa Lucía. La “mafia de los Balcanes” controla varios puertos europeos y buena parte de la distribución de cocaína en el este europeo, un mercado en el que la organización de Marset incursionaría años después. Algunos funcionarios del sistema carcelario aseguran que Marset y Martincic establecieron algún tipo de relación durante este lapso; otras fuentes, sin embargo, descartan esa hipótesis, entre otras cosas porque Martincic habría optado por aislarse y no tener contactos con otros presos.
En otro punto no hay doble lectura. En su etapa carcelaria, Marset estrechó vínculos con dos narcotraficantes de su generación que ya tenían peso en el tráfico de drogas a nivel regional: el uruguayo Ricardo Hougham Guerrero (Ricky) y el paraguayo Víctor Hugo Giménez Rosas, también conocido como El Señor de los Cielos.
Ricky y la operación Campanita
El periodista Antonio Ladra dedicó un capítulo de su libro Narcos en Uruguay a Hougham Guerrero, que estuvo involucrado en la operación Campanita de 2006 y luego en la operación Althafar de 2011 (por esta causa terminó en el Penal de Libertad, donde conoció a Marset).
En esa investigación periodística se detallan las conexiones locales que tenía Ricky y el soporte logístico que montó para “bajar” la droga desde Colombia por la Hidrovía, rumbo a Europa. El contexto geopolítico en el que se aceitaron estas rutas alternativas hacia el sur del continente americano (el puerto de Santos es la pieza más importante de ese esquema) fueron las tensiones entre grupos narcos de Colombia y México que empezaron a disputarse las rutas de acceso de la cocaína a Estados Unidos.
Hougham Guerrero, según el libro de Ladra, se conectó a la organización internacional liderada por el colombiano Alejandro Pareja a través del uruguayo Nazar Chemavonian Panosian, con múltiples antecedentes por narcotráfico, lavado de activos y asociación para delinquir.
Nazar Chemavonian era amigo del padre de Ricky, que estuvo preso en Valencia (España) por traficar cocaína en veleros desde el Caribe a puertos europeos. En los años anteriores a la operación Campanita, Hougham Guerrero controló varios embarques de cocaína que ingresaron al país por Paysandú, donde operaba en coordinación con la llamada “Mafia del Río”.
Esta organización, según Ladra, la lideraban Atilio María Camissa (Tito), José Luis Romero Arguet (Pichulo) y su medio hermano Pedro Manuel Arguet (el Oveja), y durante décadas controló el contrabando de whisky y cigarros en el río Uruguay, hasta que decidieron aprovechar esas rutas fluviales para el tráfico de cocaína.
En Campanita se realizaron dos allanamientos simultáneos contra propiedades de Hougham Guerrero: una casa en la calle Alfredo Navarro, en Parque Batlle, y otra en la calle Diamante, en la zona de Manga. En la vivienda de Navarro se preparaban valijas para sacar cocaína por el aeropuerto de Carrasco, mientras que en la casa de Manga se acopiaba droga que luego se cargaba en el puerto de Montevideo. En estos allanamientos también fueron detenidos familiares de Ricky, un ciudadano paraguayo y otro boliviano. Hougham Guerrero, siempre según Ladra, estaba en contacto con todos los pesos pesados que cayeron en Campanita, entre ellos Washington Bocha Risotto, Henry Alejandro Rodríguez, José Luis Suárez y el contador Ruben Weissman.
Acusaciones contra el Señor de los Cielos
Algunas fuentes policiales aseguran que la decisión de Marset de instalarse con su familia en Paraguay en 2019 se explica por la relación que tuvo en la cárcel con Giménez Rosas. El llamado Señor de los Cielos -es el mismo apodo que tuvo el mexicano Amado Carrilo Fuentes (1956-1997), líder del Cártel de Juárez- estuvo preso en Uruguay por narcotráfico y volvió a caer por el mismo delito hace diez meses, en Italia.
En marzo de este año, los medios paraguayos publicaron varios artículos sobre Giménez Rosas, ya que un sicario uruguayo, José Enrique González (alias Cote), lo señaló como el autor intelectual de un cuádruple asesinato en la fronteriza Pedro Juan Caballero. Una de las víctimas fue Haylee Acevedo, hija del gobernador del departamento de Amambay.
En su declaración ante la Justicia paraguaya, Cote aportó otro dato: al Señor de los Cielos lo conoció mientras cumplía una condena por narcotráfico de 15 años, entre 2005 y 2020, en el Penal de Libertad.