Este no es un número sobre la familia. Tampoco sobre las familias posibles. Lo que nos trajo hasta acá no fue la pregunta sobre la institución, sino sobre la pertenencia. Quisimos explorar estos sistemas de relaciones que nos dan seguridad, identidad, y a su vez pueden asfixiarnos. Pertenecer reenvía a formar parte de algo, pero también a ser de alguien, una cosa. En su origen, la familia era eso solamente: una forma de organización patrimonial. La palabra viene del latín famulus, “sirviente” o “esclavo”. Aquí seguro varios sonrían. Y sí. El crimen organizado italiano les dice famiglia a sus miembros, y nada más mafioso que una familia. Para sobrevivir, lo familiar existe puertas adentro; allí se guardan secretos, también las maldiciones.
Y la familia es, sobre todo, una usina de relatos. Nadie nace de un repollo, dicen. Los hilos nos unen y a partir de estas tramas se va armando la novela familiar, esa que muchas veces deviene novela social, novela política, novela de terror, literatura universal.
Las crónicas, los reportajes, los ensayos y las ficciones de este número hablan de linajes, memorias, herencias, colectividades y ceremonias. En “Mi tía la cantora”, la periodista Maby Sosa traza un perfil íntimo y social de una de las artistas latinoamericanas más importantes de todos los tiempos: Mercedes Sosa. El escritor Martín Otheguy se aventuró con su hermano a recorrer en canoa un río y lo cuenta en “Dos hermanos en el Cebollatí”, la tercera crónica de lo que ya parece una saga, entre la reflexión sobre los vínculos y el paso de comedia. En “Familia sobre ruedas”, Roberto López Belloso reconstruye la poco conocida impronta del hockey sobre patines en nuestro país, a partir de la historia de una familia.
Sobre comunidades, colectividades y legados escribe Facundo Verdún en “Otro país de vascos”, acerca de la vigencia de esta cultura y esta identidad en Uruguay. Salvador Neves investigó sobre la presencia y el borramiento de los indígenas en nuestra ancestralidad y nuestro presente para su reportaje “En el nombre de mi abuela”. La cronista Franca Levin escribe desde Guinea, donde las familias son una red muy extendida de contención, pero también de sometimiento. En el fotorreportaje “La verdadera Suiza de América”, Ignacio Dotti documentó las fiestas helvéticas anuales de Colonia.
Hay varias historias sobre madres e hijos atravesados por los cuidados y los descuidos. El reportaje “El futuro tras las rejas” cuenta cómo viven la maternidad mujeres internas de la Unidad 9 del Instituto Nacional de Rehabilitación. La escritora argentina Julieta Correa recrea cómo una hija acompaña a su madre en el camino acelerado hacia la senilidad —y la demencia— en la novela ¿Por qué son tan lindos los caballos?, de la que reproducimos el primer capítulo. La cronista mexicana Daniela Rea da voz a una hija que cargó toda su vida con la violencia de género sufrida por su madre y su esfuerzo para romper el círculo en “No quiero ser lo mismo”. Y en el relato “El vacío”, de Agustín Paullier, un nieto cuenta cómo la desaparición de su abuelo dejó una sombra tan larga que lo terminó alcanzando.
Historias familiares hubo desde siempre, pero ¿seguirá habiéndolas? Al parecer, la familia es una organización social en peligro de extinción, al menos eso vienen lamentando desde hace décadas —¿siglos?— sectores conservadores y políticos de ultraderecha. Ahora la demografía les da un poco de razón: las mujeres estamos teniendo menos hijos que nunca. Sobre las cifras, sus interpretaciones y algunas proyecciones, escribe Agustina Ramos en “Un mundo sin hijos”.