El ejercicio de la violencia por parte de la derecha política no es una novedad. Basta revisar la historia reciente o, si se prefiere, ahondar un poco en la historia nacional para confirmarlo. Sin embargo, hoy podemos ver cómo se manifiesta de forma explícita, en el sentido de que se dirige a nuevos objetivos políticos, adopta novedosos métodos y expresiones que es necesario identificar y caracterizar para comprender el presente y sus escenarios de disputa política.

Para ello, les proponemos analizar tres casos concretos que denotan estas prácticas.

Primer caso: las diversidades sexuales

El 25 de enero de 2023, mientras en la explanada de la Intendencia de Montevideo se realizaba un homenaje al presidente de Brasil, Romina Celeste, una chica trans, reconocida militante del Partido Nacional que, según afirmó, pretende ser la primera diputada trans de derecha del mundo, desde la esquina de Ejido y 18 de Julio comenzó, rodeada de militantes de izquierda, a gritar consignas contra Lula da Silva.

La tensión era notoria y fue creciendo. En el desenlace escupió a una funcionaria municipal y fue detenida por la Policía y sacada así del lugar. En medio de ese suceso, un viejo periodista vinculado a la izquierda la destrató de un modo repudiable, totalmente fuera de lugar. Eso bastó para que las redes sociales estallaran. Y como a río revuelto, ganancia de pescadores, muchos militantes de derecha quisieron centrar la discusión en cómo la izquierda, que supuestamente era la defensora de los derechos de la comunidad LGTB, protagonizaba un hecho que estaba en contradicción notoria con ello, tratándola de una forma tan penosa.

Es importante remarcar que la actitud de esa militante y el proceder de ese día no fueron un suceso aislado. Esta militante ya había alcanzado notoriedad pública por otros hechos de clara provocación (por ejemplo, confrontando abiertamente en los muros de la ciudad de Montevideo, en los que pocas veces expresa algunos de sus puntos de vista, mientras que en la mayoría de los casos desenfunda meros insultos a la izquierda en general o hacia algunos de sus dirigentes). El más notorio de estos casos fue sin dudas haber hecho pintadas tapando un homenaje a los desaparecidos y a la lucha de familiares de detenidos desaparecidos.

Así, el modo en que se expresa y el contenido de sus mensajes han sido de una violencia inusitada y su existencia política ha sido explotada por los nacionalistas. Una chica trans, oriunda del Cerro, que confronta con las organizaciones que la nuclean, que no se siente representada por ellas y que las cuestiona, es a la vez utilizada para interpelar tanto a estos colectivos como también al Frente Amplio, sin hacer muchas distinciones. A un lado queda el hecho de que esa fuerza política haya sido la que impulsó una serie de transformaciones que tomaron en cuenta luchas históricas de estos colectivos y que la agrupación política que ella integra nunca apoyó.

Pese a todo, los dirigentes nacionalistas, luego del suceso que tomamos como disparador, decidieron distanciarse de ella expresando que la militante no pertenecía a su colectividad, a pesar de que las redes evidenciaban múltiples fotos con sus principales dirigentes y que ella misma expresó estar afiliada.

Segundo caso: la “URSSdelar”

También durante el mes de enero de este año, en las redes sociales se desató una polémica iniciada por un periodista que se siente defensor del gobierno en torno a la existencia o no del título de economista de Daniel Olesker, un destacado y viejo dirigente del Partido Socialista, hombre muy importante de los gobiernos de la izquierda.

La cuestión duró varios días. Fue reproducida hasta el cansancio por múltiples cuentas, especialmente de Twitter. No importó que los colegas del acusado, es decir sus propios pares académicos, reconocieran públicamente que lo denunciado era algo falso, o al menos sin sentido, por tratarse de un reconocido académico.

Mucha gente pudo expresarse acerca del tema. Eso permitió que emergieran valoraciones e interpretaciones a mansalva, agraviando al economista y dirigente frenteamplista en un intento de desprestigiarlo, quizá de un modo inédito. Así, aunque el ataque fue bien personalizado, se trataba de un golpe doble. El primero, dirigido al propio profesional, quien lo debió sufrir subjetivamente. Sin embargo, el tiro también se orientaba a la propia Universidad de la República, lugar donde el dirigente es catedrático, realizado por personas que (aunque no lo sabemos a ciencia cierta) parecían no haber pisado nunca un aula de dicha institución en su vida.

Tercer caso: “Estas feministas”

El tercer caso se trata del ataque que sufrió en las redes sociales Lourdes Díaz, una trabajadora social de la Intendencia de Paysandú, quien en una manifestación en la que se protestaba por el brutal homicidio de una madre y su pequeño hijo incorporó cánticos feministas junto a los niños que estaban presentes. Más allá de lo que se pueda pensar y valorar sobre la protesta (que claramente estaba atravesada por el dolor y la indignación) pareció un despropósito que suscitara tanta indignación, en contraste con lo que fue probablemente uno de los crímenes más horribles de los últimos años. Muchos de esos indignados tampoco dijeron nada del suceso principal, sino que dirigieron su ira hacia la trabajadora social, incluso llegando a mostrar fotos de ella en protestas feministas en forma de escrache. También en este caso el ataque iba dirigido no solamente contra la protagonista de los hechos, sino contra el feminismo en general y sus reivindicaciones como trasfondo.

Lo que el viento se llevó

Estos casos evidencian la utilización de métodos similares en tres ataques contra objetivos distintos: los movimientos LGTB, el feminismo, la Universidad de la República y la ética izquierdista.

Los ataques a la Universidad se comprenden porque buena parte de la derecha cree que es desde allí que se ha construido la supuesta hegemonía cultural de la izquierda. Muchas de esas personas que se reconocen de derecha la llaman despectivamente la “URSSdelar”. Sería un punto entero a desarrollar el trasfondo de este ataque, que fiel a la idiosincrasia herrerista supone que quien no posee méritos académicos carece de una voz legitimada para hablar de ciertos asuntos, como si estos fueran algo ajeno a las personas comunes y corrientes, quedando relegados a seres superiores y técnicos propietarios de la verdad. Sin embargo, toda esta parafernalia cae por su propio peso al errar en el disparo a la víctima, quien, más allá de acuerdos o desacuerdos con sus posturas, lo cierto es que en su propia historia reúne la admiración de una vida dedicada al conocimiento académico al servicio de las mayorías populares.

Por sobre todo, estos ejemplos evidencian cómo la derecha pretende orientar su lucha y su capacidad combativa, en lo que entienden como una verdadera batalla cultural, que además es una cuestión que claramente no comprenden como un problema de carácter local.

Esta llamada nueva derecha es confrontativa, muy activa, agresiva y constantemente utiliza el método de proyectar sus prejuicios, culpabilizar los estados de situación y acusar a sus rivales. Siempre toma la iniciativa y, fiel a la comunicación política actual, siempre se ubica al ataque porque entienden que atacar es fortaleza y defender es debilidad. Al mismo tiempo, como muy bien se analiza en el texto La reacción (2019), se victimiza y se propone en una situación de aparente debilidad, ante una izquierda que “siempre miente, pretende desestabilizar el orden establecido y cuyos militantes son dueños de una maldad ilimitada”. A esta nueva derecha no la detienen ni las mentiras ni la sistematización de campañas organizadas en base a falsedades. Se trata de una estrategia infantil, pero muy efectiva.

Basta darse una vuelta (breve, como recomendación para su salud mental) por las redes sociales para encontrarse por parte de políticos, periodistas, actores anónimos que se esconden tras nombres falsos continuas adjetivaciones despectivas y ofensivas para destacados dirigentes frenteamplistas. Su presidente es nombrado como Fernando “Pelela”, al que además continuamente mandan a estudiar, o lo castigan por fotografiarse en una playa a la que pareciera no tiene derecho a ir o también por su condición de dirigente sindical y que por lo tanto "no trabaja". Al intendente de Canelones, Yamandú Orsi, un senador lo apodó “Tribilín”, y así se refiere a él, ridiculizándolo en cada oportunidad. La intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, es uno de los blancos predilectos de la derecha. Recientemente a una representante parlamentaria de la izquierda que protagonizó un incidente con un colega oficialista la llamaron “bondiola”, e incluso exhibieron fotografías de dicho alimento para referirse a ella, método que ya habían utilizado con anterioridad. En este caso la ofensa parece tener connotaciones agravantes, por la condición de mujer de la legisladora, y les dan a los ataques un contenido distinto, especialmente centrado en la imagen y el cuerpo de la legisladora.

Objetivo: destruir simbólicamente

Estas operaciones se realizan con ciertos niveles de sincronización; tienen una gran capacidad de daño y están orientadas a destruir simbólicamente a quien las padece. Así, se apela al poder devastador que pueden tener las palabras, como máxima expresión de lo que Pierre Bourdieu llamara violencia simbólica. Si bien puede apreciarse una cierta modernización en los modos en que se expresa, mediada por la tecnología y por los nuevos modos de comunicación, se trata de una violencia verbal que Slavov Zizek (2008) identifica como la violencia más primaria.

Byung Chul-Han (2016) establece que lo que caracteriza a la violencia actual es su constante mutación, el pasar de la visibilidad a la invisibilidad, de ser directa y real a su virtualidad, a estar escondida y poseer un poder de transformación adoptando muchas formas, además de ser anónima y sistémica.

Entonces, se trata de una violencia que se presenta como no-violencia, se oculta detrás de las palabras anónimas de las redes sociales, se esconde tras la máscara del derecho absoluto e irrestricto a opinar.

La derecha se prepara

En 2022 el instituto Manuel Oribe (perteneciente al Partido Nacional) oficializó un llamado para la presentación de trabajos con el fin de analizar la obra del filósofo italiano Antonio Gramsci, al que la derecha mundial considera el ideólogo de la importancia del poder cultural. Es decir, se buscó reflexionar en torno a la importancia que el pensador le proporcionaba a la cultura para acceder al poder y su influencia en Uruguay. El ganador del concurso fue Juan Pablo Arocena (quien además fue el único en presentar un trabajo), frente a un jurado que presidía Ignacio de Posadas, con Luis Alberto Lacalle Herrera detrás de la idea original del llamado.

En ese texto, Arocena realiza dos cosas que merecen toda la atención. La primera: caracteriza al militante de izquierda, es decir, “el otro” de la derecha, “el otro” al que creen estar enfrentando. En segundo lugar, su planteo sobre los espacios donde el militante de izquierda se ha hecho fuerte: el feminismo, la lucha de los colectivos LGTB, el ambientalismo y la educación universitaria, ese “foco histórico de comunismo”. Arocena lo expresa directamente: se debe preparar a los militantes de derecha para luchar en el escenario que la izquierda domina: la cultura. Para ello, deben atacarse espacios que siempre han sido de dominio de la izquierda: el militante de izquierda siempre ha creído que lo mueve una ética superior, por lo tanto el ataque a su ética es fundamental, mostrando sus falencias. Segundo, creen que el militante de izquierda vive en una constante actividad proselitista, que no se detiene ante nada y por lo tanto se lo debe enfrentar en el mismo terreno, haciendo actividad proselitista en cualquier sitio. Tercero, el militante izquierdista nunca dudó de aplicar lo que Arocena llama la freidora ideológica a sus oponentes, por lo que debe prepararse a los militantes de derecha para enfrentar ese viejo y característico método. Y cuarto, combatir diariamente la idea que los izquierdistas impusieron en la cultura de que ser izquierdista es algo prestigioso, por eso hay que ridiculizarlos y desprestigiarlos. Los ejemplos son muchos y están diariamente a la vista.

Debe insistirse en que estas operaciones son pensadas desde lo que entienden constituye una verdadera batalla cultural, para la que deben preparar a sus militantes y que se desarrollará en cada rincón de la cultura.

Nicolás Mederos es escritor y profesor de Filosofía. Fabricio Vomero es licenciado en Psicología, magíster y doctor en Antropología.

Referencias

  • AA.VV. (2019). La reacción. Derecha e incorrección política en Uruguay. Estuario Editora. Montevideo.
  • Arocena, Juan Pablo. (2022). Gramsci y su influencia en el Uruguay. Ediciones de la Plaza. Montevideo.
  • Chul-Han, Byung. (2016). Topología de la violencia. Herder. Barcelona.
  • Zizek, Slavoj. (2008). Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Paidós. Buenos Aires.