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Angelina De los Santos

Foto principal del artículo 'Denuncian muerte por negligencia en cárcel de mujeres'
Nacional

Denuncian muerte por negligencia en cárcel de mujeres

Carmen se levantó para ir a trabajar al taller de costura que está dentro de la cárcel de mujeres, en Colón, Montevideo, y se dio cuenta de que algo (o quizá todo) iba a salir mal. Hacía semanas que padecía un dolor de cabeza muy fuerte, y ese día, 3 o 4 de marzo (según a quién se escuche), se desmayó, vomitó, se le entumeció el lado derecho del cuerpo, y otra vez reclamó asistencia médica. Volvió a trabajar; los médicos de la policlínica del penal consideraron que los síntomas no eran tan graves ni referían a cuadro médico alguno como para solicitar el traslado al hospital.
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Las mujeres rurales también reclamaron lo suyo: autonomía física, económica y política, y soberanía alimentaria

Hace años que dormita, no duerme, y antes de que suene el despertador a las 5.00, ella ya está en pie. Los días que le toca ayudar en el tambo, se despierta, incluso, antes. Se pone las botas, se ata el pelo, prepara el mate y ve cómo se esclarece el cielo. Hace la leche, despierta a los niños, los ayuda a aprontarse para ir a la escuela y les prepara un pan con dulce. Levanta las gallinas, recoge los huevos. Le da de comer a cuanto bicho hay en la vuelta. Limpia la casa. Arrea las vacas, cuida el cultivo, cosecha las acelgas de la huerta.
Domingo Vidal en la ronda o muro de protección de la casa y los corrales, en el establecimiento La Gallega. Foto: Sandro Pereyra
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Dinagua busca convenio con Ingeniería para estudiar obras hídricas en los bañados rochenses

Pasar todita la vida al lado del río Cebollatí tiene sus premios y sus castigos: conocer el agua, y temerle. Los rochenses que habitan y trabajan las tierras del norte del departamento ya están acostumbrados: los estragos que hace el agua después de una creciente del río no son nuevos. Desde que tienen uso de razón saben que desfigura caminos, rompe rutas y ensucia casas; que hace sufrir a los animales y obliga a las familias que trabajan los campos a emigrar al pueblo, o a aguantar en el rancho con el agua hasta las rodillas; que mata praderas y cosechas y, dos por tres, como ocurrió en esta última crecida de abril, el agua se puede llevar hasta lo más querido: al vecino, al amigo.