Cultura
No se puede decir que la historieta extranjera haya llegado con facilidad a Uruguay. A fines de los 80 y principios de los 90, el camino eran saldos que llegaban a quioscos y librerías de usado, y luego comenzaron a aparecer en lugares especializados a precios prohibitivos. Así, nuestra perspectiva del género está bastante distanciada de la idea de un lenguaje masivo y de fácil acceso. Aquí, los lectores de historieta nacen de varias maneras: con las revistas de superhéroes cuyas sagas completan con paciencia sobrehumana recorriendo Tristán Narvaja; con libros de Astérix o Lucky Lucke que llegaban a las librerías normales camuflados como material infantil; con las feamente coloreadas Nippur o D’Artagnan en cualquier mesa de canje; con mangas de colección cuya compra terminaba igualando el producto bruto de Ruanda.