Ava Gardner vivió en Madrid entre 1955 y 1967. La actriz se trasladó a Europa en pleno proceso de su tercer divorcio (de Frank Sinatra), al parecer hastiada de la vida en Hollywood y atrapada por un contrato interminable con la Metro Goldwyn Meyer, que le ofrecía continuamente películas que le interesaba poco y nada realizar. Allí, en España, en el apogeo del franquismo, se volvió mítica por sus salvajes fiestas donde “el animal más bello del mundo” (tal y como se la refería en la prensa de la época) aunaba desde estrellas de cine hasta indigentes, pasando por toreros, militares estadounidenses, cantaores de flamenco y productores de cine. Una verdadera corte de los milagros donde el alcohol, la música y el festejo descontrolado la volvieron la comidilla continua en una sociedad pacata y constreñida por la dictadura del generalísimo Francisco Franco, en la que los “buenos modos” chocaban cual tren con la manera en que esta mujer se bebía la vida –y una botella de whisky entera por fiesta, además–, decía en voz alta todo lo que pensaba y se acostaba con quien quería.

Es en ese marco, para ser precisos en 1961, donde se ambienta Arde Madrid. Los protagonistas de nuestra historia son Ana Mari (Inma Cuesta) y Manolo (encarnado por Paco León, creador, principal guionista, director y factótum de la serie). Ella es una adoctrinadora de la Sección Femenina (en la que se enseñaba a ser señoritas a las jóvenes de bien de la época), coja y franquista, y él, un mecánico bueno para nada (un chulo, se le dirá en un momento de la serie, y el españolismo le viene como anillo al dedo), quienes deben infiltrarse como sirvientes en la casa de Gardner.

Es que al generalísimo le preocupan las reuniones que se hacen bajo ese techo y teme por cofradías comunistas y complots en su contra. Así, Ana Mari será espía del régimen –y Manolo su cómplice ignorante (ya que nunca se lo hace partícipe del plan; alcanza con que finja ser marido de la primera)– y confirma las sospechas casi de inmediato: la actriz va a filmar 55 días en Pekín, y, se sabe, chino es igual a comunista.

Pero el espionaje de la casa no será, en realidad, el centro de nuestra historia. Lo será en verdad Ava Gardner (Debi Mazar), ya que es un torbellino que genera caos a su alrededor. Por ejemplo, es la uña encarnada de sus vecinos de abajo, los Perón (esto, por disparado que parezca, es real e histórico), quienes viven su exilio en España con bastante menos fiestas y detestan el ruido y música constante que no les permiten dormir. Por su parte, Manolo también traerá su propia cuota de problemas, a medida que se vincule con una familia de gitanos, el contrabando de whiskey, un collar valiosísmo y deudas varias.

Comedia y sociedad

En tan sólo ocho episodios, Paco León y Anna R Costa logran muchísimas cosas. Para empezar, una radiografía de la España de la época, puritana, sometida y frustrada sexualmente (la sexualidad de todos los personajes tendrá mucho su que ver en el desarrollo de esta historia). También, un sainete cómico con visos de caper movie, y una construcción de empoderamiento femenino, tanto desde el ícono femenino que significaba Gardner como desde los personajes de Ana Mari y Pilar (la otra empleada, más joven, de la casa).

Hermosamente filmada por el propio León, con una elegancia clásica puramente cinematográfica, una preciosa fotografía en blanco y negro, y echando mano a una estupenda reconstrucción de época, Arde Madrid no sólo deslumbra desde su disparatada (pero verosímil) premisa y desde su argumento vertiginoso –con geniales diálogos al límite permanente de lo políticamente incorrecto–, sino que también es un festín para los ojos.

Párrafo aparte merece el elenco, ya que esta es, antes que nada, una serie basada en sus personajes. La dupla protagónica de Inma Cuesta y León tiene toda la química que se puede pedir y lleva con total comodidad el peso principal, pero es en su trío de secundarios internacionales donde la serie gana varios cuerpos de ventaja: los argentinos Osmar Núñez y Fabiana García Lagos son Juan Domingo Perón e Isabelita, y sobre ellos recaen los momentos más humorísticos –eran famosas las denuncias a la Guardia Civil que Perón hacía de su vecina, quien lo tildaba de “maricón” sin ningún reparo–, pero ambos artistas logran brindar una fabulosa dignidad y profundidad a sus personajes (y hasta cierta melancolía).

Por su parte, la Ava Gardner de Debi Mazar es sencillamente formidable. La construcción que la serie hace de ella (y que la hermana con otra producción reciente, Feud, sobre la rivalidad entre Betty Davis y Joan Crawford) y la entrega de la actriz, que aprovecha al máximo el que debe ser su papel más importante a la fecha, la vuelven el alma del relato.

Un relato que se construye a todo ritmo, con un argumento perfecto y un clímax en el que confluyen todas las subtramas y sus personajes –y que homenajea a un gran éxito de esa época, como es La fiesta inolvidable– maravilloso.

Arde Madrid se propone como algo tan original como distinto, una serie –que aquí podemos encontrar mediante DirectTV o en el servicio de streaming de Movistar– que vale la pena buscar y ver, ya que se cuenta entre lo mejor de la producción televisiva reciente (lo que es decir).