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la diaria

Cultura

Milo Yiannopoulos. Foto: s/d de autor
Cultura

Alimentando al troll

La semana pasada, el diario británico The Guardian publicó una carta abierta escrita por Adam Morgan, editor en jefe de la revista literaria estadounidense Chicago Review of Books (CRB, que no debe confundirse con la prestigiosa Chicago Review de la Universidad de Chicago), en la que declaraba que, como protesta ante el anuncio de que la editorial Simon & Schuster iba a publicar Dangerous (peligroso), libro autobiográfico del periodista y estrella de las redes Milo Yiannopoulos, la CRB no iba a reseñar ninguna publicación de Simon & Schuster durante 2017.
Santiago de Souza y Guillermo Beschizza, de Los Buenos Modales. Foto: Adrián Mariotti
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Buenos vecinos

En un contexto local de marcado crecimiento del hip hop, Los Buenos Modales, un dúo de pibes casi desconocidos de Colonia, terminó armando uno de los mejores discos de 2016, que no sólo tiene valor en sí mismo, sino que además funciona como un interesante álbum de figuritas de los más nuevos exponentes del género. Entre un antiguo local de trabajo y un asado pasado por agua a pura achura, whisky y gazpacho, entrevistamos a Guillermo Beschizza (Dubchizza) y Santiago de Souza (Pan), el yin y el yang de la revelación del último año.
Mi primer libro de cine, de Pato
Segovia. Topito, Montevideo, 2016.
36 páginas.
Érase dos veces. Caperucita, de
Belén Gaudes y Pablo Macías, con
ilustraciones de Nacho de Marcos.
Cuatro Tuercas, Madrid, 2016
(primera edición de 2013).
28 páginas.
Érase dos veces. Los tres cerditos, de
Belén Gaudes y Pablo Macías, con
ilustraciones de Nacho de Marcos.
Cuatro Tuercas, Madrid, 2015.
32 páginas.
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Mis personajes favoritos

Mi primer libro de cine continúa la línea inaugurada con Mi primer libro de rock, de la misma autora y editorial. En la reseña de aquella primera obra de Pato Segovia como autora integral, señalaba que surgía una duda respecto de su destinatario -si era el niño o el adulto que oficia como mediador de lectura-, y que ese problema se convertía en fortaleza, ya que daba lugar a la lectura compartida y al disfrute -también de a dos- a partir de ella.