Esta terrible crisis juega y conecta con los procesos subjetivos contemporáneos, fomentando el individualismo a través del no compromiso con actividades que no dejen un placer inmediato.
Con la sonrisa pintada y un optimismo crónico, el Hormiga le ponía el cuerpo a la política. Era un abanderado de una revolución de gestos cotidianos pequeños, medianos y grandes.
En estos tiempos inciertos debemos desplegar nuestras fortalezas, nuestros recursos personales y generar redes de solidaridad, promoviendo el autocuidado colectivo y la contención.
Hoy como ayer, se recrea exuberante el discurso público sobre nuestra perfección institucional y comportamiento civilizado para sostener un optimismo acrítico que naturaliza los datos negativos que lo interpelan.
Hoy día, sindicatos policiales y gobierno de coalición comparten la misma sensibilidad. Aquel viejo discurso popular y subalterno es parte, en la actualidad, del poder hegemónico.