La deforestación de la Amazonia es la principal crítica medioambiental que ha recibido el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y uno de los puntos que usan sus contrincantes en la elección presidencial que se celebra este domingo. La falta de recursos para la protección y la flexibilización de los controles que instaló en su gobierno pusieron a varios países europeos en contra del mandatario.
Los últimos datos recogidos por el Instituto Brasileño de Investigaciones Espaciales (INPE), la entidad que monitorea la deforestación de la Amazonia utilizando imágenes satelitales, concluyeron que durante setiembre de este año se produjo en la zona la mayor cantidad de incendios intencionales desde setiembre de 2010. Un estudio anterior, realizado por la misma entidad, había revelado que durante el gobierno de Bolsonaro la cantidad de área devastada en la selva aumentó sucesivamente cada año luego de varios años de reducción.
En 2019, el primer año del exmilitar en el poder, el área deforestada era de 10.129 kilómetros cuadrados, un año después fue de 10.851 y la medición del año pasado arrojó que habían sido deforestados 13.038 kilómetros cuadrados. Bolsonaro siempre vio a la Amazonia como un área para explotar, tanto agrícola como minera, y no para proteger. En ese sentido, sus fuertes lazos con empresarios del agronegocio no hicieron más que darles alas para realizar apropiaciones de tierras pertenecientes a los pueblos indígenas originarios de la zona, a la vez que sus legislaciones cada vez más laxas impulsaron una fuerte reactivación del trabajo de los industriales madereros y también de los buscadores de oro y otras piedras preciosas, en portugués llamados garimpeiros.
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La selva amazónica, uno de los elementos clave para el equilibrio del clima a nivel mundial, fue escenario de enormes incendios en 2019, que llamaron la atención internacional. En ese contexto, el presidente francés, Emmanuel Macron, fue uno de los líderes internacionales que más se expresaron sobre el tema. “Nuestra casa arde. Literalmente. El Amazonas, el pulmón de nuestro planeta, que produce 20% de nuestro oxígeno, está ardiendo. Es una crisis internacional. Miembros del G7, nos veremos en dos días para hablar de esta urgencia”, escribió el presidente francés en su cuenta de Twitter.
Bolsonaro le respondió al mandatario galo diciéndole que lo que sucedía en la Amazonia era una cuestión interna de Brasil y que dejara de lado “su mentalidad colonial, que no tiene lugar en el siglo XXI”.
Pero los cruces internacionales de Bolsonaro con otros líderes por la Amazonia no quedaron ahí. Alemania y Noruega, los dos principales países aportantes del Fondo Amazonia, el mecanismo de cooperación internacional que más recursos brindó para reducir los gases de efecto invernadero por la deforestación, también tuvieron discrepancias con el líder ultraderechista. En 2019 el gobierno noruego anunció la congelación de 30 millones de euros para los proyectos de conservación del Amazonas, después de que el gobierno de Bolsonaro modificara sin consulta previa al equipo directivo que gestiona el fondo.
En consonancia, Alemania tomó una decisión similar. Ante eso, Bolsonaro le dijo a la entonces canciller germana Angela Merkel que con el dinero que no iba a mandar a Brasil reforestara su país y sobre los noruegos dijo: “¿No son ellos los que están matando ballenas en el Polo Norte?”.