Arquitectura en clave educativa: Edificio educador es un proyecto del Consejo de Educación Secundaria (CES) que desde el año pasado recorre diferentes liceos de ciclo básico del país. La idea es que, en conjunto con la comunidad, estudiantes y docentes trabajen en un posible rediseño del espacio liceal junto con la psicóloga Sandra García y los arquitectos María Nela Camacho y Adolfo Seguí. Sin derribar paredes ni elevar construcciones, el equipo busca “transformar el liceo en un lugar que aporte a las actividades que se desarrollan: aprender, enseñar y crecer”, comentó Camacho en diálogo con la diaria.

“Necesitamos ventiladores en el último piso, porque en primavera y verano hace muchísimo calor”; “podríamos usar pizarrones movibles para que las clases sean más dinámicas”; “estaría bueno agrandar la puerta principal para que no nos amontonemos a la entrada y abrir un acceso a la cantina desde el patio”. Estas son algunas de las sugerencias que el grupo de delegados del Liceo 30 de Buceo comentó el jueves a los arquitectos del proyecto en el segundo taller en el que participaron. Lo hicieron mientras exponían los dibujos que habían realizado a partir de los planos de la institución, en busca de plasmar en papel los posibles cambios a realizar.

Según explicó Seguí a la diaria, el trabajo en cada liceo se organiza en tres talleres que pueden tener a los profesores y alumnos mezclados, o cada taller puede duplicarse para trabajar por separado. “La idea del primer taller es mostrarles potenciales espacios de educación que están bien iluminados, lindos, para sacarles el mejor jugo, y citamos a muchos referentes. En el segundo se trabaja en los planos del edificio, con bastantes actividades lúdicas. Después proponemos que piensen cómo se imaginan ellos que sería un mejor lugar para tener clase. En el tercero hacemos una devolución en la que bajamos a tierra los deseos, porque por suerte los chiquilines se imaginan todo lo utópico y los docentes siempre le ponen una cuota más de realidad, a veces de pesimismo. Ahí tratamos de hacer un mix entre los dos y devolver algo que se pueda hacer a corto plazo”, señaló el arquitecto.

Belén, de 14 años, Abigail, de 12, y Eugenia, de 15, fueron parte del equipo que el jueves trabajó para rediseñar el laboratorio de su liceo. En sus planes está pintarlo, agregarle pizarrones movibles, cortinas, una televisión y cambiarle las luces. Para ellas es importante trabajar en el liceo: “tenemos que sentirnos cómodos en nuestro lugar de enseñanza”, señaló Abigail. Las ideas de los estudiantes iban más allá de sus propios salones. Entre otras cosas, pensaron en arreglar los escalones de la fachada, y en poner banderas y macetas con plantas en la entrada del liceo.

Este proyecto surgió en 2015, tras pensar cómo ayudar al mantenimiento de los edificios: “Se deterioran porque los usamos mal, porque la comunidad no está involucrada y ahí es cuando aparece la raya, la rotura. El proyecto originalmente buscaba acompañar a las comunidades educativas en la tarea tan difícil de gestionar el edificio, después fuimos trabajando e imaginando otras cosas y pensamos en lograr que el edificio impacte de manera positiva en los aprendizajes”, explicó Camacho. Hasta el momento, 15 liceos ya han avanzado en sus proyectos de arquitectura y está previsto que se sumen algunos centros educativos en lo que queda del año.

La convocatoria en principio partía desde las inspecciones que pedían al equipo que trabajara en determinado liceo, pero a medida que los talleres fueron avanzando los propios directores eran los que convocaban al proyecto para que trabajara en sus instituciones. “Por supuesto que la única condición es que la comunidad encuentre posible hacer el taller, si no no se hace, es necesario que todos quieran participar”, subrayó la arquitecta.

Posibilidad real

Además de pintar las paredes, hacer murales, arreglar las ventanas y cambiar los pestillos, hay un cambio más radical que se puede plantear: aulas especializadas. Hasta el momento es una idea que lanzan al grupo algunos docentes, que también fue planteada por los estudiantes en algunos talleres, pero no se logra concretar “porque involucra mucha gestión, a pesar de ser una posibilidad bastante real”, detalló la arquitecta del proyecto. Un salón de Lengua donde hasta las paredes hablen español, un laboratorio de Biología con todo el equipamiento que necesita, un aula de Matemática con todos los insumos, un observatorio para las clases de Astronomía: “los chiquilines dicen que las aulas especializadas hacen que las clases sean más divertidas y los docentes aseguran que se puede aprender mejor”, destacó Camacho.

La idea de que cada materia tenga su salón y que sean los estudiantes quienes se trasladen de un aula a otra en vez de que sean los docentes quienes lo hagan puede sonar bastante idílica en la realidad liceal uruguaya, pero es el sistema que se utiliza en la mayoría de los edificios de secundaria a nivel mundial. Camacho analizó la situación: “Actualmente, el edificio está organizado para que cada grupo tenga su lugar. Si estudiamos esa lógica, cuando los estudiantes van al laboratorio, por ejemplo, el aula queda vacía. En las 39 horas semanales de currícula hay un porcentaje muy alto de tiempo en que el aula no tiene gente, la optimización en el uso del espacio no es la adecuada. Si pensamos en especializar los lugares y que quienes rotan sean los estudiantes, el ahorro del espacio puede llegar a ser de 22%”.

Si se tuvieran en cuenta las aulas especializadas, se generaría una cantidad de espacio libre que podría ser utilizado para otras actividades extracurriculares o para nuevos grupos. Para la arquitecta, con esta optimización de espacio se podría evitar las aulas prefabricadas “que no dejan de ser un agregado a la arquitectura del edificio”, puntualizó. Este cambio “implica políticas educativas que exijan un estudio muy profundo, que tenga en cuenta a los profesores, las autoridades y los chiquilines”, agregó. Así las cosas, este rediseño edilicio sólo se podría plantear en aquellos liceos donde pocos profesores tienen la mayor carga horaria y estarían dispuestos a probar esta nueva dinámica, pero se espera que en un futuro pueda ser la realidad más extendida en los liceos uruguayos.