Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
La foto de portada de esta edición es elocuente. Ayer Presidencia informó que la reserva de agua en la represa de Paso Severino mantenía su larga tendencia al descenso, con sólo 1.255.326 metros cúbicos que, según la estimación manejada en la Federación de Funcionarios de OSE, alcanza para “cuatro o cinco días” de abastecimiento al área metropolitana, que podrían ser algunos más mediante nuevas disminuciones de la presión en las líneas de bombeo.
Esto último pareció ser la intención de la “serie de maniobras” para “administrar de manera más eficiente los recursos disponibles”, anunciadas desde el sábado por OSE (después de que los niveles de sodio y cloruros alcanzaran, el viernes, niveles superiores a los que actualmente autoriza el Ministerio de Salud Pública) y acompañadas por la advertencia de que podían “ocasionar faltas de agua en algunas zonas del área metropolitana”, así como “fenómenos puntuales de turbiedad”.
La interpretación del párrafo anterior sobre el motivo de tales maniobras es la más probable pero carece de confirmación oficial. La decisión de realizarlas no fue adoptada en la última reunión del directorio del servicio descentralizado, según informó su integrante frenteamplista Edgardo Ortuño, y los directores oficialistas no informan sobre la evolución de la crisis hídrica desde que Presidencia resolvió, por sí y ante sí, ser “el único vocero autorizado para informar sobre la problemática del agua potable en el área metropolitana”.
En todo caso, lo evidente es que las lluvias necesarias para que la crisis comience a revertirse no se produjeron ni están previstas. Por lo tanto, nos aproximamos de prisa al inicio del “lapso” indeterminado del que habló la semana pasada el presidente Luis Lacalle Pou, en el que el agua suministrada por OSE a las zonas afectadas (donde vive la mayor parte de la población uruguaya) ni siquiera podrá ser llamada “bebible” por las autoridades, que se aferran a este adjetivo en un intento pueril de disimular que “potable” dejó hace tiempo de ser pertinente.
No sólo quedó por el camino la promesa de que la calidad del agua ya no empeoraría, realizada hace un mes y medio por el secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, sino también la de que, si bien la calidad iba a empeorar, el suministro estaba “asegurado”, realizada hace dos semanas por Lacalle Pou. Y esto no hay manejo de las palabras que pueda disimularlo.
El consumo ha descendido, pero es difícil evaluar en qué medida esto se debe a la voluntad de ahorro, al descenso de la calidad o a la “serie de maniobras” de OSE. El futuro cada vez más cercano implica riesgos sanitarios aún mayores para quienes consuman agua de la canilla, deterioro creciente de los artefactos que utilizan el suministro estatal para el área metropolitana, con consecuencias muy perjudiciales en lo doméstico y en muy diversas actividades productivas, e incluso problemas en los usos de esa agua para limpieza.
Las recomendaciones de las autoridades sobre el uso del agua se vuelven más anacrónicas e insuficientes con el paso de los días, y hace tiempo que es hora de hablar claro.
Hasta mañana.