¿En qué nos fijamos los adultos cuando entramos al supermercado y queremos comprar para nuestros hijos un alimento envasado? Más allá de la presencia de los octógonos que advierten sobre excesos de azúcar, sal o grasas, una herramienta relativamente reciente pero que no se aplicó aún a 100% de los productos en venta, ¿miramos con atención la larga lista de ingredientes (o al menos los destacados)? ¿Nos dejamos guiar por las alegaciones nutricionales que los fabricantes destacan? ¿Incide también en nosotros lo atractivo del paquete?

Varios trabajos de investigación demostraron ya que los envases y envoltorios influyen en la forma en que niños y niñas perciben los alimentos y los eligen, pero ¿qué sucede con las decisiones que toman los padres, que son quienes compran esos productos en la gran mayoría de los casos?

La pregunta es especialmente relevante en el Uruguay de hoy: 39% de los niños y niñas tienen sobrepeso u obesidad, mientras que según un informe de la ANEP realizado en 2019, los niños y niñas de cuatro años comen en promedio tres kilos de azúcar por mes. Estas cifras guardan una estrecha relación con el hecho de que afecciones como diabetes, obesidad o enfermedades del corazón, típicas de los adultos, estén apareciendo con más frecuencia en niños y adolescentes. Coincidentemente, un trabajo realizado en 2017 reveló que 90% de los productos que se comercializan como adecuados para niños en Uruguay tiene algún exceso de nutrientes, ya sea azúcar, sal o grasa.

El sobrepeso infantil y la incidencia que tienen en él los productos ultraprocesados dirigidos a los niños, sin embargo, no son problemas exclusivos de Uruguay, como demuestra un trabajo que intentó comenzar a responder algunas de las interrogantes planteadas en estos párrafos.

Pinta tu envase y pintarás el mundo

Reducir los niveles de sobrepeso infantil es un objetivo planteado hoy a nivel mundial, que explica el surgimiento de proyectos como el europeo Edulia, que “responde a la urgente necesidad” de buscar estrategias para mejorar la alimentación saludable de los niños. Lo integran seis instituciones europeas y una que está por fuera del viejo continente, nada menos que nuestra mismísima Universidad de la República (Udelar). Como para dejar claro que se trata de una cruzada mundial, Edulia financia 11 doctorados que contribuyan a esta causa, pero impone como condición a los beneficiarios que realicen su investigación fuera de su país de origen.

Eso fue lo que trajo a nuestro país en 2018 a Ana Laura Velázquez, química en alimentos mexicana, interesada en desarrollar estrategias para reducir el consumo de azúcar en los niños. Bajo la dirección académica del ingeniero alimentario Gastón Ares, y junto a un grupo de investigadores que incluye profesionales de la Facultad de Química, el Instituto Polo Tecnológico de Pando y el Instituto Noruego de Investigación en Alimentos, Pesca y Acuicultura, diseñó una investigación con el objetivo de indagar en las motivaciones de los padres a la hora de comprar productos para sus hijos. Aunque eso de “padres”, usado como genérico, no cuadra en este caso.

El estudio que realizaron contó con la participación de 1.213 madres uruguayas. No es que los autores hayan decidido centrarse únicamente en las mujeres, siguiendo el cliché machista que las presenta como responsables y proveedoras exclusivas del alimento de sus hijos. Colocaron avisos en redes sociales para reclutar a personas con hijos en edad escolar, sin importar su sexo, pero recibieron una respuesta abrumadoramente femenina. De las casi 2.000 personas que aceptaron participar del proyecto, sólo 22 eran hombres, un número demasiado bajo para que se lo analizara como grupo separado. Más allá de que las mujeres suelen ser más participativas en cualquier clase de estudio, como señala Ares, del área de Sensometría y Ciencia del Consumidor del Polo Tecnológico de la Facultad de Química, la respuesta al llamado demostró una notoria diferencia de género a la hora de tomar decisiones sobre la alimentación de los hijos, un tema digno de otra investigación.

“Ayudanos a entender cómo elegís la merienda para tus hijos”, decía el aviso colocado en las redes sociales. Para lograrlo, los investigadores se pusieron el traje de encargados de marketing y crearon dos productos nuevos con sus envases correspondientes, una tarea que les permitió sacar varias conclusiones interesantes sobre las motivaciones que nos impulsan a la hora de comprar alimentos para los niños.

Para crecer más... ¿fuertes?

Como explica Ares, la necesidad de idear el envase de un producto lo más parecido a lo que se ofrece en un comercio no es un tema menor. El envase es uno de los principales elementos que usa la industria de alimentos para transmitir la idea de que un producto es adecuado para niños.

Una de las estrategias más comunes es usar dibujos o personajes infantiles en las cajas de los productos y sus publicidades. A veces es un tigre parlante, en otras una abeja simpatiquísima, un conejo con pasión por el chocolate o la caricatura de un deportista cool. Este aspecto del envoltorio va dirigido a los niños y niñas, pero hay otros que están centrados en los padres. Por ejemplo, las alegaciones nutricionales, frases muy destacadas que anuncian algunas de las bondades del producto, como “fuente de calcio”, “alto contenido en hierro” o “con toda la fibra del cereal”. Apelan así a presentar el producto como saludable, una característica usualmente deseable por los padres, pese a que suelen tener excesos de nutrientes.

Entonces, ¿qué tiene en cuenta un adulto a la hora de comprar un alimento para sus hijos, y qué considera para definir si algo es saludable o no? Para responderlo, les presentamos a la leche chocolatada Deleite y al budín Full Frutal.

Usted decide

Estos dos productos inventados, tal cual explica Velázquez, tenían en sus envases algunas de las características representativas de artículos similares que se ven en el mercado uruguayo. Sin embargo, las participantes del proyecto debían elegir entre versiones diferentes de cada uno de estos productos.

Estas variantes dependían de tres factores: si tenían o no un personaje infantil (el león de la película Madagascar en el caso de la leche y un skater inventado en el caso del budín), si tenían o no una alegación nutricional (las expresiones “fuente de calcio” y “con toda la fibra del cereal” en la leche y el budín, respectivamente) y los datos objetivos de su contenido nutricional (si tenía alto o bajo contenido de azúcar en el caso de la leche, o alto o bajo contenido de grasas saturadas en el caso del budín). En total, a los participantes se les presentaron cuatro sets o parejas de opciones de cada producto.

El estudio no se hizo teniendo en cuenta la presencia de los octógonos, aunque el objetivo de los investigadores es poder replicarlo tras la implementación del etiquetado que se lleva a cabo hoy. Además, quieren seguir profundizando en otros consumidores, por lo que también desean probar la incidencia de los mismos factores en niños y adolescentes.

A las participantes se las dividió en dos grupos. Un grupo de madres debía responder qué versión del producto le parecía más saludable y el otro debía contestar cuál compraría para sus hijos. Como las participantes debían elegir entre varias opciones, se construyó un modelo matemático para identificar la importancia que daban a cada una de estas variables, de acuerdo al producto.

Alguna de las opciones de envase del budín Fulll Frutal.
Gentileza Gastón Ares

Alguna de las opciones de envase del budín Fulll Frutal. Gentileza Gastón Ares

Lo que ellas dicen

El análisis de la investigación arrojó varios resultados interesantes, tanto en el grupo que debía responder qué producto elegiría para sus hijos como en el que debía optar por el más saludable.

Si vamos al primer caso y consideramos sólo las respuestas sobre la leche chocolatada, el factor más importante fue la alegación nutricional y no el contenido nutricional objetivo. Es decir, lo que más incidió a la hora de tomar una decisión fue la frase colocada por los fabricantes, no lo que realmente contenía el producto.

En el caso del budín, además de la alegación nutricional también hubo incidencia del personaje animado. O sea, hubo una mayor preferencia por los envases que contenían los personajes que por aquellos que no los tenían.

Cuando vamos a la información de cuál producto es percibido como más saludable, hay algunas diferencias. En la leche chocolatada seguía siendo la alegación nutricional lo más destacado, pero creció la importancia de la información objetiva de los nutrientes. En el budín, aunque la alegación nutricional seguía teniendo su importancia, aumentó la incidencia de los datos nutricionales.

Ares es claro sobre la importancia de estos resultados. “Revela que muchos padres –o madres, en este caso– no se basan en la información objetiva sino en lo que la industria dice sobre las características positivas de los productos. De cierta forma se está reaccionando al marketing, ya sea al dirigido a niños o al nutricional, con alegaciones que apuntan a los padres”, explica.

Es claro que no todos nos comportamos de la misma manera a la hora de tomar decisiones sobre qué comprar y qué productos consumir. Nuestros rasgos de personalidad, educación o estilo de vida inciden en las opciones por las que nos inclinamos. El análisis informático del trabajo permitió ver las diferencias individuales en las respuestas y reveló que se pueden identificar dos grupos con comportamiento distinto: uno que tiene una actitud muy positiva hacia los envases que poseen un personaje animado, y otro que se inclina por las etiquetas con alegaciones nutricionales, tendencias que se marcaron con más fuerza en los resultados sobre la leche chocolatada. O, como lo explica Ares, en algunos casos priorizan lo que creen que es saludable y en otro lo que creen que a los niños les gustaría.

Tiene su lógica. Más allá de las diferencias socioeconómicas, el dinero siempre es un recurso limitado. Pensar que todo alimento que se compra para darle a un niño o niña tiene como único objetivo satisfacer sus necesidades de alimentación sería no entender cómo funciona el ser humano ni la sociedad capitalista en la que vivimos. Además, cuando el dinero es escaso, los productos que prometen tener “todo lo que su niño necesita para” elevan promesas que pegan donde duele. Desde el marketing de los productos para niños parece ser que esto lo tienen bastante claro.

Regular bueno

El problema de optar por un alimento basándose en las alegaciones de la industria y no en la información objetiva, dice Ares, es que las alegaciones son muchas veces falaces o engañosas. Sí, hay productos que tienen vitamina C o calcio, tal cual anuncian, pero, ¿son una fuente significativa de esos elementos o son productos en los que uno debería basarse para consumir la vitamina o calcio necesarios? Un producto puede darte “energía para el desayuno”, seguro, pero con ella también un exceso de azúcar muy poco saludable.

Una recomendación que hace Ares, a aquellos padres y madres que quieren comprar productos lo más saludables posibles, es (además de guiarse por los octógonos en los alimentos que los tienen) tener en cuenta los ingredientes. En otras palabras, elegir lo más parecido a lo que uno haría en su casa. “Si tienen muchos aditivos, colorantes, edulcorantes, saborizantes, es un indicativo de que son productos que se alejan de un producto natural, que es en lo que uno debería basar su alimentación, según indica la Guía Alimentaria para la Población Uruguaya”, dice. Otro consejo simple es el mismo que daría a los niños: desconfiar de los personajes animados y simpáticos que te guiñan un ojo desde el envase con mirada cómplice. “Los personajes son indicadores de exceso de azúcar o productos en general poco saludables”, indica.

Para este ingeniero alimentario, el trabajo deja una conclusión especialmente importante: “Los octógonos no alcanzan. Tenemos que seguir introduciendo medidas regulatorias que permitan que efectivamente los padres, madres, niños y adolescentes puedan tomar buenas decisiones. Para eso es importante regular la publicidad dirigida a niños y evitar que se promocionen como adecuados para ellos los productos con exceso de azúcar, grasas o sodio”, apunta. ¿De qué forma?

En el período anterior, Uruguay tuvo un proyecto de ley que eliminaba los personajes infantiles de los envases de alimentos, pero finalmente no llegó a tratarse. Ahora, otro proyecto en marcha en el Parlamento pretende regular globalmente todo lo que es publicidad dirigida hacia niños. “Este trabajo suma a esa idea de que, efectivamente, esas medidas regulatorias son necesarias para proteger a las familias en general y permitirles tomar decisiones informadas sobre lo que están consumiendo realmente”, señala Ares.

Con respecto a las alegaciones nutricionales, Ares cree que un primer paso básico es corroborar que efectivamente un producto tenga el elemento X que dice tener, pero dice que hay otros caminos para aquellas afirmaciones que entran en una zona más nebulosa por ser falaces o verdaderas a medias. Un ejemplo es el de Australia y Nueva Zelanda, que resolvieron que los productos poco saludables no puedan contener ningún tipo de alegación nutricional. O sea, si un producto tiene exceso de azúcar, no puede indicar al mismo tiempo en su envase que aporta la energía necesaria para los niños.

A la hora de establecer prioridades, Ares cree que lo primero es regular la publicidad dirigida a niños (y su exposición a la publicidad en general), y recién luego apuntar a las alegaciones nutricionales, cuyo efecto igual se ve disminuido con la implementación de los octógonos. “Es lo que hace Chile. Prohibió los personajes en las cajas pero también la publicidad de alimentos con alto contenido de grasa, azúcar y sal en el horario de protección al menor. De esta manera disminuís la exposición de los niños a esa publicidad y ayudás a que no impacte en la forma en que entienden los alimentos y se vinculan con ellos”, concluye. Este nuevo trabajo revela que no sólo los más chicos se dejan guiar por los elementos persuasivos de los envases.

Artículo: “The influence of label information on the snacks parents choose for their children: Individual differences in a choice based conjoint test”
Publicación: Food Quality and Preference (mayo 2021)
Autores: Ana Laura Velázquez, Florencia Alcaire, Leticia Vidal, Paula Varela, Tormod Næs, Gastón Ares.