Alejandra Lelé Leites y Agustín Castro no heredaron un mandato ancestral de amasar su pasta, pero defienden el ejemplo que les dieron sus abuelas y sus madres, siempre resolviendo la comida de forma casera. De ahí vino el empuje y la convicción, el año pasado, cuando se quedaron sin trabajo, de mandarse con un emprendimiento pandémico que cuajara con su predilección por la comida italiana.

Jóvenes los dos, 22 años, pero con experiencia y formación, ella en el Instituto Gato Dumas y en la UTU, donde también estudió él, que es de Canelones; definir un nicho de mercado es otro asunto. “La Cura tuvo un crecimiento drástico desde que empezamos. Siempre conseguimos clientes nuevos. Siempre hubo una respuesta positiva a los productos que lanzábamos. Lo que teníamos claro era que queríamos hacer algo distinto: presentarle a la gente otros tipos de pasta. A los dos nos gustaba comerla, no la encontrábamos y la teníamos que terminar haciendo. Ahora tenemos clientes que nos encargan para tenerla en el freezer o gente de familia italiana que la pide para su cumpleaños”, cuenta Lelé.

En eso Pinterest fue una inspiración, sumado a referentes europeos y australianos en Instagram; las encuestas en redes, una buena guía, y el testeo entre amigos y parentela, el empujón final. Actualmente la pareja tiene al menos 40 clientes fijos y una oscilación de alrededor de 25 pedidos que distribuye dos veces por semana por todo Montevideo. Ellos hacen todo: los mandados, cocinar, coordinar, entregar. Ya están pensando en un local céntrico desde el cual operar con envíos y take away.

Son pastas livianas, frescas, hechas en el día, rellenas o secas. Hay ravioles, hay moñitas (farfalle), se anuncia con bombos y platillos la edición de lasaña, como corresponde, pero también incursionan en formas y sabores poco disponibles para ser una sociedad tan fanática de la pasta. La Cura va adaptando una carta que no es corta, en la que se encuentran masas bicolores como telas estampadas, y cuyos rellenos obedecen a la estacionalidad y a la aceptación. Es decir: si es época de calabaza o si la clientela demanda más queso. Hay mucho seguidor vegano, ya que incluso sacan una caja de degustación veggie (a $ 350, dos porciones) que permite probar variado, como una picadita de pasta para hacer. Para complementar también ofrecen mantecas saborizadas (de naranja y chile, de salvia y sal de mar), salsas, focaccias, panes de ajo y postres (tiramisú, crostata de manzana). Se concilia la novedad con el capricho: “Nuestros bestsellers son los tortelloni de boniato y queso azul y los caramelle de ossobuco braseado, y esos siempre van a estar –sintetiza Lelé– porque nuestros clientes mueren por ellos”.

Un capítulo aparte se abrió cuando este año conocieron a Marcela Ikeda, que organiza Cenas con María, un ciclo a puertas cerradas, y compartiendo el gusto por el cannabis empezaron a preparar, por ejemplo, unos ravioles con hojas de marihuana en su interior, servidos en manteca infusionada. Pero las reservas para eso son aparte, con menú de pasos. Por otro lado, pero siguiendo con las hierbas, a través de larica.com.uy se pueden conseguir papardelle secos impresos con hojas. No son psicoactivos pero sí vistosos, como toda la pasta que crean.

La Cura entrega gratis los jueves y sábados a todo Montevideo, aunque tiene un monto mínimo. Pedidos a su cuenta de Instagram: @lacurapastas.